BiografÃa computeril: 16 Bits II (Malos tiempos para la lúdica)
Ya os comentaba, en alguna de las anteriores entradas, que el cambio de generación binaria no significó, implÃcitamente, un salto cualitativo en lo que a la experiencia lúdica se referÃa.
Asà como recuerdo montones de juegos para las plataformas de 8 bits, con los que me lo pasé en grande jugando, apenas recuerdos media docena a los que jugase en el Atari más de una partida. Es más, para más INRI, dos de estos juegos ya los habÃa jugado en su versión de Commodore: Airborne Ranger y Pirates.
Ya os comenté en la anterior entrada que la distribución de juegos (iba a decir programas, pero, en mi caso, no dejarÃa de ser un eufemismo) para el Atari no era especialmente boyante por Pamplona. Aún asÃ, pronto descubrirÃa otros (ejem) “métodos†para obtenerlos.
En efecto, mi camino se desvió hacia la ilegalidad. No se trata de que, antes de aquello, no hubiese catado las mieles de la piraterÃa. El los tiempos del MSX me hice con más de un volcado de cartucho a cinta, pero aquello era distinto; nunca habÃa pagado por un juego no-original.
La cosa es que, la precariedad de medios monetarios y materiales hizo que aguzáramos el ingenio (iba a decir que nos obligó, pero eso no dejarÃa de ser otro eufemismo)
Para seros sincero, la verdad es que no recuerdo a través de quien logré contactar con “ÉL†pirata y digo “ÉL†porque solo hubo uno (de verdad, señor juez)
Supongo que lo localizarÃa gracias a alguno de los amigos que también tenÃan Ataris aunque, cabe la posibilidad de que obtuviese si teléfono de la sección de anuncios de la MicromanÃa. Viniese de donde viniese la información, lo que cuenta es que al final accedà a aquel nuevo mundo.
Aquello, en un principio era una maravilla. No tanto porque los juegos saliesen más baratos que originales (que lo eran, y mucho) como por la inmediatez con la que podÃa conseguirlos con respecto a la publicación en su paÃs de origen.
Al abandonar el Commodore 128 también abandoné la Commodore User, pero continuaba comprando la Computer + video games y, cuando se ponÃa a tiro, la Computer gaming world. En estas revistas, aparte de bastantes páginas más, también aparecÃan tÃtulos que jamás llegue a ver en las tiendas, o en las revistas españolas, pero que si que podÃa conseguir gracias mi (ejem) contacto telefónico.
Asà lograrÃa jugar a juegos como el Bards Tale, Curse of the azure bonds o el Pool of radiance, aunque nunca llegue a hacer gran cosa con ellos.
Del Bards tale habÃa escuchado montones de historias de amigos que lo tenian para PC y Amiga. Gente que se dedicaba a hacer cosas que a mi me sonaban poco menos que a magia como editar los personajes y trampearles los puntos de vida, o conseguir que un Golem de piedra les acompañase como parte del grupo.
Como a mà todas esas cosas me quedaban un tanto grandes, me dedique a hacer otros pequeños apaños para que el grupo pudiese avanzar. Mirándolas desde el punto de vista rolero eran un tanto aberrantes, pero en el ordenador colaban sin problemas.
Atención, momento batallita del abuelo cebolleta.
Lo primero que hice fue crearme un guerrero hobbit, repitiendo las tiradas hasta que me coincidÃan la destreza máxima con los puntos de vida máximos y una fuerza medio decente.
Después de esto, creaba montones de personajes para el grupo a los que, tras hacer que le diesen su dinero de salida al hobbit, borraba.
Cuando el hobbit tenÃa el dinero suficiente, le compraba una coraza y una alabarda. No tratéis de imaginároslo, ya se que es una imagen de lo más patética.
Muy bien, tenemos una cosa de menos de un metro acorazada y con un arma que mide dos o tres veces más que él.
¿Qué hacemos?
Lo sacaba a la calle y lo llevaba a dos lugares concretos que habÃa cerca de la posada. En uno de ellos habÃa un samurai, y en el otro un Golem. Después de acabar con ellos regresaba a la posada a descansar y, al dÃa siguiente, volvÃan a estar ambos en el mismo sitio dispuestos a ser humillados, mutilados y ejecutados, dÃa tras dÃa, por nuestra abominación acorazada.
Poco elegante, lo sé, pero increÃblemente práctico.
Cuando nuestro hobbit habÃa subido cuatro o cinco niveles gracias al sacrificio cuasi-ritual de aquellos dos pobres desgraciados, me hacÃa un personaje mago y lo sacaba de paseo con el tanque de medio metro, a visitar a sus dos viejos amigos. Una vez allÃ, el hobbit pegaba y el mago se defendÃa. No importaba, los puntos de experiencia se repartÃan a partes iguales entre ambos.
Repitiendo esto hasta unos niveles rallaban en la más completa e infinita absurdez, terminábamos teniendo un grupo de personajes medianamente competentes… dispuestos a ser exterminados entre gran dolor y sufrimientos en las catachundas que habÃa bajo los templos.
Vale, ya dejo la batallita y continúo.
Mientras practicaba mi faceta de rolero aberrante y solitario en el Bards tale, aproveché más de un dÃa para quedar con un par de amigos y jugar en modo “cooperativo†a los juegos de SSI.
Cada uno de nosotros creábamos un par de personajes y luego nos dedicábamos a discutir hacia donde los encaminábamos en el mapeado del juego, y que hacÃa cada uno de ellos en los combates (con resultados, generalmente, esperpénticos a la par que hilarantes)
Y… básicamente eso es todo lo que hubo de bueno con el Atari. A los anteriormente citados podrÃa añadir otros dos grandes juegos como el Zanny golf, los Rick Dangerous o el Another World (del que no me cansaba de poner a todo el mundo su intro) pero todo lo demás era un aburrimiento supino.
Descubrà que, por lo general, los criterios de las revistas inglesas coincidÃan con los de las españolas (o que las distribuidoras se empeñaban en promocionar lo mismo en todas partes) y que seguÃan sin ser compatibles con los mÃos. Ni el Populous, ni el Powermonger, ni el Mega Lo Mania me dijeron nunca nada, igual que me han aburrido sus descendientes.
Menos mal que los 16 bits también tuvieron entre sus filas a la MegaDrive, pero eso os lo contaré en la siguiente entrada.