Macroverso VI
DÃa: Entre uno y el siguiente.
Hora: Tarde (muy tarde)
Lugar: Mundo “realâ€
Javi trataba de dormir. No sabÃa cuanto tiempo tenÃa antes de que llegase Sandra pero, entre la curda que parecÃa llevar encima, y que nunca habÃa estado en su casa, estaba convencido de aún le quedarÃa un rato largo.
Aún asÃ, por si acaso, no se atrevÃa a dormir profundamente.
– Como si dormir profundamente fuese una elección – sonrió resignado mientras se decÃa esto mentalmente – Trataremos de dormir sin más.
Se imaginó a sà mismo flotando en la posición del loto, en el centro de una esfera infinita en la que sólo existÃan él y el color blanco. La esfera se expandÃa con cada uno de sus latidos. Más allá de ella se encontraban los pensamientos conscientes que no le dejaban dormir.
Bueno, también les acompañaba el insistente pitido que aparecÃa cuando todo lo demás se habÃa silenciado.
Las disquisiciones sobre la posibilidad de que algo fuese esférico (o de cualquier otra forma, ya fuese, o no, geométrica) a la par que infinito las dejarÃa para las charlas con sus colegas de ciencias.
Vale, de acuerdo, el que algo infinito se expandiese también era un contrasentido en su mismo, por mucho que matemáticamente fuese posible. Pero aquello era otro de los pensamientos conscientes que tenÃa que estar más allá de la esfera blanca (que, pese a ser infinita y estar en expansión, no impedÃa que el ruido de las ideas llegase hasta él)
Aunque, claro. Si veÃa que era blanca, también debÃa haber por ahà un punto de luz para iluminarla. Pero él se imaginaba con los ojos cerrados, asà que tampoco tenÃa que ser capaz de percibir aquello.
Trató de mandar a paseo aquellas disquisiciones chorras, pero las muy condenadas se empeñaban en rebotar por los limites de la esfera infinita, incordiándole una y otra vez. ParecÃa que aquel plan no funcionaba… otra vez.
Su universo infinito-pero-menos pasó, sin previo aviso, de tres a dos dimensiones. La esfera se transformó en un cÃrculo y él parecÃa un dibujo plano sacado de la viñeta de algún cómic.
Ya no se hacÃan los infinitos como antes.
El tamaño de la circunferencia se reducÃa por momentos, perdiendo su forma, comprimida por la presión de las ideas que la rodeaban. Mientras tanto, Javi extendÃa los brazos tratando de impedir el acabar aplastado por aquel, a todas luces, ineficaz campo protector.
– A la mierda – abrió los ojos y miró al despertador. No habÃa pasado ni un minuto desde que los habÃa cerrado.
Se levantó y, tras ponerse la bata, se dirigió al salón. Encendió la tele y el portátil. Hizo zapping hasta encontrar en alguno de los canales algo que no fuese la tele tienda; La reposición de una peli de acción de los ochenta. HabÃa cosas peores.
Abrió los documentos que tenÃa con textos a medio escribir, y revisó el programa de mensajerÃa. No habÃa nadie conectado.
Se sentó con los pies cruzados sobre el sofá y pilló una consola portátil, en la que se puso a jugar al Tetris.
– Tantas cosas por hacer, y tan pocas ganas de hacerlas – se recriminó mientras las figuras se le acumulaban en la pantalla.
Estaba nervioso y no sabÃa el porqué. Bueno, sà que lo sabÃa pero aquella era una reacción que no tenÃa el más mÃnimo sentido. Al menos no la tenÃa analizándola frÃamente.
Como no podÃa ser de otra manera, aquella sensación provocó una nueva andanada de preguntas y soliloquios mentales. Ya podÃa tener las cosas todo lo claras que quisiese, su cabeza no iba a dejar de darle la paliza por eso.
Se imaginó a sà mismo saltando desde algún punto indeterminado de la pared, y zambulléndose en su cerebro. Buceando entre sus neuronas llegaba hasta una habitación donde habÃa muchos “yoes†sentados formando una circunferencia abierta, hablando entre ellos. En cuando entró en la sala, se hizo el silencio. En el centro habÃa una silla vacÃa reservada para él. Se adentro en el cÃrculo sintiendo como la mirada de todos aquellos seres le seguÃan con impaciencia en su camino. En cuanto tomo asiento, todos volvieron a hablar al mismo tiempo, pero ya no entre ellos, sino directamente a él.
Javi trataba de establecer un cierto orden en aquella cacofonÃa, pero no le hacÃan ni caso. Después de este primer fracaso, trató de filtrar las voces, pero todas eran la suya.
Tomó aire mentalmente y se levantó dispuesto a irse. Por fin logró que se hiciese el silencio.
– Vamos a ver – le dijo una de sus voces – ¿A que viene tanto alboroto? – esa debÃa de ser su parte lógica.
– Va a venir una chica – el comentario era demasiado genérico como para dilucidad de que parte de si mismo le estaba hablando.
– Eso no deja de ser una suposición – vale, aquella era su parte puntillosa, aunque también podÃa ser la tocapelotas o la pesimista.
– Asumamos que lo que nos han dicho es cierto – la lógica volvÃa al ataque – Continua sin tener sentido este jaleo.
– Los datos de los que disponemos nos indican que ha cortado con su novio – aquello era demasiado aventurado para atribuÃrselo a la lógica, podÃa tratarse de la segunda voz que habÃa hablado.
– Eso es una suposición – la lógica contraatacaba. ParecÃa que estaba logrando imponerse. Aquello era bueno – Carecemos de la información suficiente como para afirmar tal cosa.
– ¿Alguien sabe si tiene novio? – ¿Cotilla o Desesperado?
– Eso es irrelevante – muy bien, se dijo. Dales duro, Lógico – No estamos interesados en ella.
– ¿Seguro? – aquella pregunta no le gustaba, su parte conformista entraba en juego.
– Mientras no cambien las cosas, sà – la respuesta era demasiado crÃptica como para ser Lógico. Alguien más entraba en juego.
– Las cosas son asÃ, especular es fútil – como le gustaba escuchar aquella voz.
– Vale ¿Puede estar ella interesada en nosotros? – aquello tenÃa que ser broma, pero no, eran Desesperado y Peliculero hablando al unÃsono.
– Continúa siendo irrelevante.
– Va a venir a nuestra casa – no, previsor, cuando ya casi estaba solucionado – Hay que tratar de preveer todas sus posibles motivaciones y pensar en las nuestra reacción a cada una de ellas.
– Y las razones que motivarÃan esas reacciones – llevaba por ahà desde el principio, pero a AnalÃtico le habÃa costado comenzar a hablar aunque, pero no estaba sólo, detrás de aquellas palabras también andaba Inseguro.
De reojo Javi vio a Desesperado preparándose para atacar.
– Es posible que ella quiera “vengarse†de lo que le hayan hecho con nosotros – Peliculero se le adelantó, pero tampoco le ayudaba demasiado.
– Lógico, como vuelvas a decir “irrelevante†te arreo – ahà estaba Desesperado.
– Pues arréame, pero no tenéis ninguna razón real para dedicaros a dar tantas vueltas – ahÃ, ahÃ, Lógico, con un par – Os estáis dedicando a marear la perdiz y fantasear.
– Vale, son unos bocas, pero tú estas negándote a aceptar que tienen parte de razón – y dale, estaba tan cerca, pero no, AnalÃtico tenÃa que abrir la boca otra vez – PodrÃa tratarse de una oportunidad para encontrar, por fin, una pareja – No, espera, era Conformista tratando de utilizar psicologÃa inversa.
– Datos concretos: – Lógico volvÃa a la carga – Nos ha llamado una compañera de trabajo, para pedirnos ayuda. Hemos aceptado ayudarla, asà que le ayudaremos. Más allá de eso, el resto es especulación.
– Pero…
– Ni pero ni leches – vaya, por fin Correcto se habÃa decidido a aparecer – Como cualquiera de vosotros trate de aprovecharse del estado en el que aparezca esa chica, os las veréis conmigo y, Javi, ya sabes lo pelma que me puedo poner.
– Dejar de montaros pelÃculas – y Romántico le iba a la zaga – Cuando surja la cosa, sea con quien sea, será de una manera natural y espontánea. Entonces dará igual todo lo que digáis. Yo hablaré, y asumiré el mando.
– Espero que no sea como la otra vez – pensó Javi para sus, aún más, adentros.
– Eso no te lo crees ni tú – Conformista volvÃa a la carga – Estoy hasta el gorro de tu tiranÃa. No asumirás el control de facto, pero siempre estas tocando las narices.
– ¿De verdad? – Romántico parecÃa realmente cabreado – Estoy hasta las narices de Desesperado y de ti. Siempre tratando de buscar cualquier resquicio para debilitar la voluntad de Javi y hacer lo que os venga en gana.
– Eso es lo que quieres, ¿no? – y Desesperado se sumaba al ataque, otra vez – Que acabemos solos. Al menos nosotros tratamos de hacer algo para solucionarlo.
– Si, quejaros y no dejarnos tranquilos a los demás – parecÃa que aquel comentario habÃa molestado a Correcto – ¿Qué más habéis hecho?
– ¡Ya basta! – a ver si esta vez Lógico zanjaba el asunto – Sabemos o, podemos asumir con un alto grado de certeza y, a partir de los datos de los que disponemos, que esa relación no funcionarÃa.
Por unos segundos el silencio se apoderó de la sala de nuevo. Unos escasos segundos de paz interrumpidos por el sonido del timbre.
La consciencia de Javi emergió de nuevo para asumir el control de su cuerpo. En aquel momento sus preocupaciones e inseguridades aprovecharon para bajar al estomago y alimentar al alien que trataba de abrirse camino hacia el exterior. Se limitó a abrir la puerta del portal sin preguntar, y se quedó esperando la llegada del ascensor.
– ¿Por qué cojones estoy tan nervioso?
SabÃa cual era la respuesta a aquella pregunta. En el remoto caso de que alguna de las voces de su cabeza que trataba de desoÃr tuviese razón ¿Seria capaz de hacer lo que consideraba correcto, si ella daba un paso hacia donde no debÃa?
Se decÃa sà mismo que sÃ, pero nunca le habÃan puesto en aquella hipotética situación. Al darse cuenta de lo peregrino de aquella preocupación y lo improbable de aquella reacción, no pudo evitar el sentirse un tanto estúpido, pero el Alien continuaba su desgaste del estómago
– ¿Por qué me tengo que angustiar con estas chorradas?
El ascensor abrió sus puertas, y de él emergió una criatura Sandra. El pedo parecÃa que, prácticamente, habÃa desaparecido, porque su rostro, sobre todo, mostraba odio.
– Hola – saludó Javi.
– Hola – el rostro de Sandra, repentinamente se iluminó mientras su expresión cambiaba hacÃa las facciones que él recordaba – Perdona este follón.
– Tranquila – Javi hizo un gesto caballeroso con la mano y se inclinó invitándola a entrar – Tú pasa y descansa.
– Gracias – Sandra se abrazó a su cuello y, tras unos segundos, le dio un beso en la mejilla. Javi fue incapaz de conseguir que su cuerpo respondiese.
– ¿Quieres pasar, sentarte y charlar un rato? – logró decir al rato.
– Casi mejor me voy a echar directamente. Ahora sólo estoy como para gritar.
Javi la acompañó hasta la habitación de invitados tratando de que no diese demasiados tumbos. De repente parecÃa frágil y desorientada. A punto de echarse a llorar de rabia.
– ¿Puedo abusar un poco más de ti?
– Prueba.
– Me puedes dejar algo para dormir. Mi ropa, ahora mismo, apesta un poco a cualquier cosa.
– Tienes una camiseta sobre la cama.
– Gracias. Hasta mañana – dijo mientras cerraba la puerta.
– Hasta mañana – dijo él con una exhalación, mientras se dirigÃa meditabundo hacia su habitación.