BiografÃa computeril: 16 Bits III (El Valhalla pixelado)
Pamplona.
Navidades del noventa y uno (del siglo pasado)
Un tipo diciendo venir en representación de no se que regentes de alguna potencia petrolÃfera nos obsequia con un avatar de la deidad de la ludiscéncia (que ya se que el palabro no existe, pero como esas entidades que supuestamente nos lo entregaban tampoco existen…)
Si cuando declaré mi amor eterno hacia Sega, ya sabÃa yo lo que me hacÃa.
Estéticamente la Megadrive era un poco más armatoste que la Master System y sus formas tan redondeadas no me terminaban de entrar a simple vista, pero aquello no importaba en cuanto le pinchabas sus JUEGOS. Porque aquello si que eran juegos, con unas mayúsculas bien merecidas.
Después de la “decepción†que habÃa supuesto la conversión del Altered beast para su hermana pequeña, el ver a aquellos tiarrones moviéndose como se movÃan en su versión para 16 bits, resultó toda una epifanÃa. Y lo mejor es que aquello no era todo.
Me daba igual el chip gráfico o sonoro que le hubiesen puesto a aquella cosa (en aquellos tiempos aquello me parecÃa de lo más irrelevante. Bueno, a dÃa de hoy tampoco es que me importe demasiado) Lo mejor de aquella máquina es que sus juegos tenÃan la dificultad justa pata mÃ
¡Me los podÃa acabar!
Reconozcámoslo, nunca he sido un crack en esto de darle al joystick (o al OPQA), pero en la Mega aquello no importaba. Igual es que los juegos eran más fáciles que en el ordenador (o tenÃan menos bugs) pero el resultado era una notable mejorÃa de tú (bueno, de mÃ) autoestima.
En los tiempos de la Master system habÃa estado cerca de acabarme alguno de los juegos (recuerdo el Zillion, el Lords of the sword, Wonder boy in Moster land o el Y´s) después de pegarme con ellos una sentada de varias horas. Pero al final no los acababa, y terminaba por pillarles un poco de paquete. Vamos, que no me apetecÃa pegarme otras cuatro horas del tirón para llegar al mismo punto (y que me volviesen a matar en él)
Con la Mega no pasaba eso.
Vale, los juegos (al menos los que me engancharon) no eran tan largos y el control de los personajes era bastante mejor. Aparte de esto, el mando que venÃa de serie también era más cómodo y su respuesta a tus deseos mas satisfactoria (puede sonar sucio, pero era algo de lo más hermoso. Es lo que tiene el amor)
Mirad si me cambiarÃa la Mega, que personajes a los que no tenÃa ninguna simpatÃa, como los de la Disney (más concretamente Mickey y Donald), lograron tenerme pegado a la pantalla mucho más que sus versiones animadas (lástima que no sacaran juegos de Patomas, mi personaje preferido de los Don Miki pero claro, era una creación de la sucursal italiana de la Disney y supongo que la casa madre no le hizo demasiado caso)
De todas formas, la parte lúdica de mi corazón pronto caerÃa rendida ante la respuesta que dio Sega al fontanero bigotudo de la competencia: Sonic.
El diseño del bicho no era de los de quitarse el sombrero. Es más, siempre me ha parecido un tanto cutre (aparte de que la actitud chulesca que le dieron tampoco lo hacÃa santo de mi devoción) pero verlo correr y botar por la pantalla era una auténtica gozada.
A este nuevo Ãdolo binario se unirÃan otros tantos: Alisias Dragoon, Might and magic II, Streets of rage, Strider, el inmortal Golden Axe o las distintas encarnaciones de Shinobi – Shadow Dancer.
La cantidad no era grande (eran caros los condenados) pero la calidad sÃ.
Pero tampoco os creáis que todo lo que sacaron para la Mega fueron clásicos instantáneos. También les di un tiento a los géneros que no conseguÃan decirme nada en su versión para ordenador… con idéntico resultado. El Rings of power tuvo el mismo éxito en mi que el Populous y el Where in time is Carmen San Diego creo que sólo lo pinché una vez.
Es más, aquellos años también tuvieron sus propios Hypes, como el Sword of Sodan, con una portada cojonuda de Boris Vallejo y unos gráficos que dejaban en bragas a los del Altered Beast, pero que luego era un truño injugable.
Pero bueno, estos pequeños deslices no lograron empañar el cariño que le tengo a esta maquina.
Pero por hoy ya es suficiente. En el siguiente capitulo de mi biografÃa computeril toca el comienzo de mi fin (lúdico): El advenimiento del PCverso.