Palabras desde otro mundo

28/02/2010

Macroverso X

Filed under: — Javier Albizu @ 03:54

Día: Sí, gracias
Hora: No
Lugar: Limbo conceptual

Ya estamos otra vez aquí, pero esta vez no hay “X” que marque el lugar. No. Esta vez no llegamos hasta este lugar porque un mapa, un GPS o un vidente nos haya indicado el camino. Esta vez hemos venido porque queremos. Porque sentimos su llamada. Porque ninguna razón en este u otro universo nos podría hacer abandonar este lugar.
Ahí, en el centro de todo esta “Ella” (o “Él” para las chicas o las gentes de sexualidad divergente)

Miradla. No se trata de que no podáis dejar de mirarla, es que no queréis dejar de hacerlo.
Al contrario que el resto de criaturas que pululan por el plano conceptual, pese a que cada uno veremos algo distinto, pese a que algunos se hagan los duros, los de-vuelta-de-todo o los desengañados, todos percibimos, sentimos y esperamos lo mismo. Y no. No es “eso”, guarros (y si lo es, me parece que el texto que buscas está escondido debajo de tu cama, u oculto detrás de esos botes en el baño)

Aclarado esto, supongo que ya sabéis lo que toca. Y dale, ¡Que no es “eso”! (la X que corona esta entrada es meramente casual y eminentemente numérica)

Para no perder la costumbre de estos relatos, nuestra querida entidades/concepto/arquetipo se ve repentinamente arrastrada fuera de su ubicación.
Atravesando dimensiones y realidades, mundos y continentes, acabará en el mismo centro de los eventos que se producen en este pequeño macroverso nuestro: Pamplona.

Como no podía ser de otra manera el paso desde el nivel conceptual hasta el plano físico, resulta una experiencia traumática, más aún cuando pasas de ser “Ella” a ser, simplemente, “una”. No se trata de una cuestión de ego, ya que los conceptos nunca han tenido opción de ser otra cosa. El problema es la adaptación a los rigores de la existencia corpórea.

Una de las principales complicaciones en este caso es la naturaleza eminentemente subjetiva de este concepto. En los casos de los dos amigos que hemos tratado hasta el momento, el paso a la materialidad era un problema, pero no alteraba en exceso su esencia o su “misión”. En el caso que tratamos ahora, sólo hay esencia ya que la “misión” varía con respecto al receptor/idealizador del concepto. Cuando eres un reflejo de las aspiraciones de todo el mundo, el convertirte en el ideal de una única persona debería ser una tarea de lo más sencilla, pero parece que la lógica mundana no se aplica a nuestra invitada, y el paso de la esquizofrenia suprema a “simplicidad” del individuo parece llevarnos, que en este caso, hacia la locura. De haber podido quitar las “aspiraciones sobrantes” quizás nuestra amiga habría podido salvarse de la perdida total de su cordura, pero el caso es que la personalidad resultante trata de ser una condensación de los deseos e ideales de toda una especia, lo cual no es posible según los axiomas que gobiernan nuestro pequeño, limitado e infinito macroverso.

Pero obviemos esto. Miremos hacia otro lado y aceptemos de nuevo como ciertas las trampas narrativas de, aquí, el tahur de las letras que perpetra estos textos. No nos (y por “nos” nos referiremos a “me”) gustan los personajes locos o irracionales. Así que aceptaremos que “Ella” deja de ser la “Ella” universal, para convertirse, casualmente, en mi “Ella” personal. Así que me permitiréis que no la describa, ya que no tengo la menor idea de su aspecto (aunque si lo averiguo dudo que lo escriba por aquí)
Así que tenemos a “Ella” convertida en mi “Ella” (aunque al resto del universo sólo le parezca “una”) suelta y desorientada, aunque relajada y tramposamente cuerda en mitad de Pamplona.
Quizás os preguntéis
¿Sabe la razón por la que está aquí?
Aunque no os lo preguntéis, ya os respondo. No.
¿Sabe que sus “hermanos” han venido hasta aquí antes que ella?
Para un constructo abstracto, cosas como el tiempo, el espacio y la comida basura son materias irrelevantes y a la par que complejas. Antes o después, ahora o mientras tanto, son conceptos con los que no se tienen que enfrentar. Así que, mientras no se termine de ubicar dentro de su nueva existencia asumiremos que no sabe nada de nada. Más adelante, cuando termine de aceptar el rol que se le ha asignado en esta historia, ya será otro asunto.

25/02/2010

PCverso II (Poniéndonos serios)

Filed under: — Javier Albizu @ 21:39

Tenía un ordenador nuevo.
Un Pecé.
Un tres-ocho-seis.
¿Y ahora, qué?

La verdad es que las primeras experiencias con aquella maquina no fueron especialmente halagueñas.
Empecé comprando tres juegos: Impossible mission II, Barbarian y Action service.
Los dos primeros ya los conocía de mis tiempos del Commodore y la verdad es que las versiones para PC eran bastante malas. Entre que mi equipo no tenía tarjeta de sonido (en aquellos tiempos aún eran un accesorio de lujo así que tocaba sufrir con el PC Speacker) y que, al ser juegos viejos, como mucho funcionaban en modo CGA, aquellas cosas no se parecían mucho a lo que había jugado antes (y no precisamente para mejor)
Por su lado, el Action service que me compré tenía un virus. Vamos, aquello era una primera toma de contacto cojonuda.

Podríamos decir que mi problema con los juegos de PC era que estaba utilizando juegos viejos. Que aquellos programas no aprovechaban las súper capacidades del PC, pero iba a ser que no. De manera “alegal” acabaría llegando hasta mí una copia del Alone in the dark. Aquel que las revistas proclamaban como el salvador del ocio lúdico de aquella generación. Del que decían que era la bomba, el acabose, el no-va-más. Vamos, todo lo que decían en su momento del Movies, Phabtom Club o la Abadia del crimen. Y no, aquello tampoco era para mí.
De nuevo, técnicamente aquello era impresionante (para alguien que lo miraba con los ojos de aquella época) Si que podía provocar un cierto desasosiego con su uso de la oscuridad. Pero gran parte de aquella “incomodidad” (al menos en mi caso) venía porque no había cristo que pudiese manejar en condiciones al personaje. Veías acercarse a los bichos, pero eras incapaz de darte la vuelta para dispararles o huir. Para mejorarlo aún más, las cámaras estaban colocadas en los peores lugares posibles, y acababas quedándote detrás de una columna o un mueble en el que no eras capaz de saber hacia donde miraba el personaje.

Pero el ordenador duró poco en casa, y pronto lo llevaríamos al trabajo. Ya había un Mac, pero era un SE. Había servido para hacer dibujitos y utilizar alguna base de datos, como Filemaker, pero se había quedado un poco desfasado para lo que se suponía que era el futuro de la música: La musica por ordenador.
Estuvimos mirando el pillar algún Mac más moderno, pero (entonces aún más que ahora) el precio de aquellas máquinas era desorbitado para el uso que le íbamos a dar.

Así que como mí misión estaba clara, me mandaron a Barcelona a hacer un cursillo rápido de MIDI e informática musical (en el que se utilizaba un Atari, así que sólo me sirvió parcialmente)
Por suerte para mí (porque a mí me iba a tocar vender la “informática musical”) en aquel año (el noventa y dos) se comenzaría a publicar la revista Future music.
Gracias a ella (y a algún que otro libro y al señor Alberto Senosiain) lograría que palabros como MPU-401, MIDI, SMPTE, polifonía, multitímbrico o sistema exclusivo adquiriesen algo de significado.

Así que, para aprovechar aquel conocimiento, en la próxima entrada de la biografía computeril nos pondremos técnicos, y os vais a tragar un poco de teoría del MIDI y demás zarandangas que entonces eran el futuro y que aún se continúan utilizando en la actualidad dentro del mundo de los sintetizadores (que, cada día más, son ordenadores dedicados exclusivamente a la musica)

Avisados quedáis.

14/02/2010

Tékumel III: Historia del mundo II

Filed under: — Javier Albizu @ 15:38

Masacre e Imperio
Las Dinastías Bednálljan

El primer imperio comenzaría con la batida de una banda de nómadas de los desiertos de la Bahía Seca de Ssu’úm en fértiles tierras del sur. Pese a tratarse de un hecho bastante común, en esta ocasión había algo distinto: En esta caravana viajaba una niña de 13 años. Según algunos historiadores se trataba de la hija de uno de los jefes del clan, según otros sólo una esclava. Con el tiempo, los nómadas entrarían en la gran Purdánim, una metrópoli hay ya desaparecido, pero que se cree se encontraba bajo la llanura oriental de la moderna Usenánu. Allí, la niña salvaje del desierto terminar por convertirse en cortesana. Pasando de mano en mano como un precioso juguete, hasta alcanzar la posición de Primera Concubina y, más tarde, Esposa-Jefe del Jefe del Clan de Purdánim.
Pero aquello no fue suficiente para ella. Así que durante cinco años se dedicó a extender sus raíces, hasta que el precioso juguete se hizo con el poder absoluto. Para lograr esto, no dudaría en utilizar y eliminaría a aquellos que antes la habían utilizado (oficiales, sacerdotes, generales y eunucos) dejando para el final el sacrificio de su esposo, encerrándolo, solo y desnudo en el santuario de la diosa del Pálido Hueso. Sellado en los laberintos bajo Jakálla.

Serían suficientes siete años para transformar a Nayári, la niña cortesana, en la reina Nayári de los sedosos muslos, señora real de Purdánim, Jakálla y la Miríada de Ciudades Enjoyada del Sur. Hermosa y cruel, que todas sus armas (la intriga, la guerra, el veneno, la hechicería, la daga, y las delicias de su cuerpo) con una habilidad consumada. Una sucesión de alianzas (e “inesperadas” muertes de esposos) le otorgarían el control de Fasíltum en el noreste, Tumíssa en el oeste, y Sokátis en el este. Fusionando las milicias de sus ciudades-estado en una sola fuerza, crearía el molde en el que se basarían los ejércitos modernos.

En otros tres años más, las tropas de Nayári habían conquistado a los últimos vástagos del imperio de los Guerreros Dragón: Los príncipes de Mu’ugalavyá. Otros pequeños ejércitos se desplegaron por toda la costa de Yán Kór, hasta lo que hoy en día se encuentra Dháru. En un años más las legiones de Nayári vagarían desde las estrechas calles de Khúm y Koylúga en Salarvyá hasta el lejano sudeste. En Tsatsayágga, los sonrientes cortesanos mostrarían a los generales el cuerpo sin vida del quincuagésimo quinto descendiente de Gámulu, sentado en el Trono de Ébano, empalado con un centenar de finos estiletes. Como recompensa, se les prometería “un océano de tesoros” y todos ellos serían arrojados al mar desde las murallas.

Cuando Fasíltum se rebeló, Nayári paso por el garrote a diez mil de sus habitantes. Su capital de Purdánim se alzó contra ella instigada por ciertos nobles de la antigua dinastía, y ella erigió una montaña de cráneos la gran plaza. Incluso en la actualidad, se denomina a las grandes masacres como “la colina de Nayári” y su nombre se utiliza para amedrentar a los niños a lo largo de los cinco imperios.

Mapa de Tékumel

El Primer Imperio

Nayári perecería por sus propios métodos, asesinada por el beso de los labios envenenados de uno de sus jóvenes amantes. Sus hijos guerrearían brevemente, hasta que Ssirandár I, aquel que había tenido con el asesinado señor de Tumíssa ascendiese al trono. Tras hacer esto renunciaría a la crueldad y los métodos de su madre, y dedicaría los siguientes cicuenta años construyendo y unificando. A él se le atribuiría la construcción del sistema de carreteas de Sákbe, la red de autopistas poderosamente fortificadas que se extiende a lo largo del continente. Quizás perseguido por los espectros de su horrendo pasado, cambiaría la capital a Jakálla. Purdánim se convertiría en “la Ciudad Antigua” y fue desmoronándose durante medio milenio una vez que de allí la corte y todos sus funcionarios. No se conservan registros sobre ella más allá de los que recopilase viajeo-erudito Turshánmu, durante el décimo segundo año de Ssirandár IX

Utékh Mssá, uno de los nietos de Ssirandár I, volvería a cambiar el emplazamiento de la capital un siglo después de la muerte de Nayári. Esta nueva ciudad se creó con la itención de ser la manifestación terrenal de los sueños de los hombres; Una utopía y un monumento para las eras que vendrían. Para crearla se utilizarían los tributos y los saqueos de un centenar de ciudades y su construcción se prolongaría durante más de un siglo. Esta sería Béy Sü, cuyo nombre significaba “Alma del mundo” en la lengua de los Bednálljan.

El esplendor del Primer imperio perduraría durante tres mil años. Por el pasarían buenos y malos reyes, conquistadores y cobardes, sabios y estúpidos, pero no se interpuso en su camino ningún rival capaz de representar una amenaza, así que las estructuras militares y administrativas que forjasen Nayári y sus descendientes sobrevivirían a cualquier intento de acabar con ellos. Se comenzaría el comercio con las naciones independientes de Livyánu y Salarvyá. Misioneros se dirigirían hacia el noroeste desconocido. Por primera vez los hombres escucharían los nombres de Jánnu, Mihállu, Nuru’ún y otras naciones.

También, por primera vez en milenios, es aislamiento de los enclaves no-humanos se rompería. Se comenzaría una breve guerra con los Shén pero, muy pronto, ya habría mercenarios de esta especie combatiendo en los ejércitos de los Bednálljan, y los comerciantes humanos habitarían en la alienígena Ssorvá. Los hombres se acostumbrarían a los Ahoggyá, Pé Choi, Pachi Léi, Pygmy Folk y los Tinalíya. Los hostiles Shunned Ones permanecerían apartados en sus ciudades y los Hlutrgú no se moverían de sus pantanos y los Hlüs y los Ssú procrearon, odiaron y esperaron.

De haber dispuesto de ciertos materiales para ser trabajados, principalmente acero y haber dependido menos de la “magia” de los planos del más allá, quizás Tékumel habría comenzado la larga ascensión por la ladera de la tecnología. Pero la certeza de la existencia de los “dioses” y su inmanencia sobre los asuntos de la humanidad, ahogaron curiosidad intelectual y obstaculizaron el pensamiento filosófico que podría haberles llevado a un nuevo renacimiento y edad de la razón. Las sociedades del planeta crecieron aún más formalizadas, estructuradas y conservadoras bajo el boato de la gloria imperial y el peso de la tradición arcaica.

Éngsvan hlá Gánga
El reino de los dioses

El primer imperio sería barrido por un pobre y tullido sacerdote de mediana edad de la isla de Gánga, en el golfo sur de Jakálla, un irrelevante remanso. El sacerdote, de nombre Pavár, originariamente devoto de Ksárul, durante una de sus meditaciones entraría en contacto con otra raza de “dioses”, alterando de esta manera el curso de la historia.

Los “dioses” invocados por Pavár serían los señores de la estabilidad. Primero llegaría el amable Thúmis; después el mismísimo Hnálla, el principio supero de la estabilidad. Más adelante llegarían Avánthe, el dorado Belkhánu, señor de la excelente muerte y, finalmente, Karakán, señor de los héroes. Un flujo de conocimiento fue vertido sobre aquel insignificante sacerdote: Información concerniente a los dos “alineamientos” y sus panteones, servidores y cohortes de estos nuevos señores de la estabilidad. La topoligía de muchos planos y los secretos de la vida más allá de la muerte. Todo esto lo escribiría Pavár con su caligrafía.

Uno de los Shunned ones

Uno de los Shunned ones



Los pergaminos de Pavár

Los pergaminos de Pavár describían a los Tlomitlányal, los cinco señores de la estabilidad y los Tlokiriqáluyal, los cinco señores del cambio. Pese a ser consciente de que estos seres eran poderosas entidades más allá del nivel de existencia de la humanidad, también constató que, a efectos prácticos, se les podía considerar como “dioses” ya que el hombre es demasiado limitado y transitorio como para sus vastos objetivos. Pavár enunció como cada uno de estos “dioses” debía de ser servido y como la vida debe ser vivida (por desgracia, los pergaminos también pusieron fin a la certidumbre del hombre de que era el ser mas elevado de la creación, la “razón quintaesencial para el todo” y, cortando de raíz los intentos del hombre para analizar el universo)

Las doctrinas de Pavár comenzaron su expansión a lo largo y ancho del imperio aún con este en vida, tocando los corazones de las gentes sencillas. Los peregrinos llegaron para arrodillarse a los pies del sacerdote tullido y, con el tiempo, una ciudad surgió en su isla que, en el momento de su muerte ya se había convertido en una gran megalópolis. Pese a esto, él sería enterrado junto a su humilde hogar. Se erigieron templos a los nuevos dioses de Pavár y surgirían misioneros que promoverían las doctrinas de la estabilidad con el celo de los nuevos conversos.

Los sacerdotes de las viejas fes se ofendieron, y los reyes enviaron soldados e inquisidores. En las tierras que actualmente ocupa Tsolyánu algunas regiones abandonaron a los señores del cambio casi de inmediato, mientras otros se adherieron a sus deidades familiares. En el extranjero, los Livyánise aferraron a sus dioses sombríos. La gente de Mu’ugalavyá se encontraban demasiado introducidos en las doctrinas de Vimhúla como para cambiar. La elite Mu’ugalavyáni, por otro lado, evolucionaría hacía otro culto; el culto a Hrsh, ya se tratase de otro “dios” o de una amalgama de Ksárul y Vimúhla o, quizás, uno de los señores de la estabilidad ataviado con las vestimentas del cambio. Los Salarvyáni, a su vez, produjeron una amalgama de Avánthe y Dlamélish a quien llamaron Shiringgáyi. Naciones más pequeñas tampoco escaparon de esta convulsión religiosa e incluso los enclaves no humanos se verían afectados.

Eventualmente, los fanáticos se convertirían en obesos burócratas sacerdotales y los templos de la estabilidad se alzaron junto a los del cambio. Por supuesto, ciertas deidades aún dominaban algunas áreas pero, en interés de la paz la mayoría de las sectas (incluso aquellas situadas en tierras lejanas) accedieron al gran concordato de los templos. Este prohibiría cualquier hostilidad religiosa pública; y, lentamente, la sociedad fue reconducida bajo control.

Para el tercer siglo después de la muerte de Pavár, el poder secular comenzó a abandonar de los debilitados reyes de Béy Sü a los hierofantes de sus islas de Gánga. En el noveno siglo, el último monarca de los Bednálljan abandonaría la ruinosa capital para asentarse en las islas al norte de Yán Kór. La capital de los reyes sacerdotes desplazó de Béy Sü a la isla de Pavár y así se establecería Éngsvan hla Gánga: “El reino de los dioses”.

Los reyes sacerdotes.

Éngsvan hla Gánga perduró mas de un milenio. La exploración y conquista de la mayoría del gran continente sería completada. Livyánu capituló y se convirtió en una prefectura, pese a que aún continuaba fiel a sus dioses sombríos. El legado Engsvanyáli asentaría sus cortes en Dlu’nír en la isla de Tsoléi, en la húmeda Gorulú en Háida Pakála, en la fría Nenu’ú en la tierra salvaje de Nuru’ún y en la tempestuosa Ai’ís en las islas Farisé. De los no humanos amistosas sólo los Shén mantuvieron su independencia mientras las razas hostiles fueron arrastradas de nuevo a reservas.

En este periodo se produciría en mayor florecimiento de la cultura desde los tiempos anteriores al tiempo de la oscuridad. Arte, arquitectura, música, literatura, ciencia y un centenar de artesanías más prosperaron poderosamente. Los asuntos sociales y económicos también prosperarían. Las carreteras de Sákbe se surcaron a lo largo del continente alimentando el comercio entre naciones. Los ejércitos evolucionaron, primero en guarniciones estáticas y después en fuerzas policiales glorificadas. Los impuestos se regularizaron, los diezmos de los templos se restringieron, los comerciantes se protegieron y las leyes se establecieron.

De cualquier manera, debe ser recordado que los reyes sacerdotes fueron teócratas; su mandato se basó en el poder de los templos y las espadas de sus ejercitos. Aquellos que se opusieron a sus leyes serían ejecutados o reubicados. Los pozos de Tólek Kána, la terrible prisión construido por el emperador Bednálljan Báshdis Mssá I al sur de Béy Sü, sería reformada y ampliada; ejercitos de esclavos trabajaron para construir las carretaras de Sákbe y excavaron el peñón montañoso que más adelante sería el palacio fortaleza de Avanthár, la capital de la moderna Tsolyánu. Los poderes religioso y secular se combinaron en uno sólo y era extraño encontrar a alguien que tratase de nadar contra corriente. La sociedad fluyó como un ancho y soñoliento río.

La puesta del sol
El fin de Éngsvan hlá Gánga

Éngsvan hla Gánga desapareció súbitamente (las razones nunca han sido totalmente descubiertas, aunque se sabe con certeza que una vasta convulsión seísmica fue parte de la causa) La sección occidental de la isla de Pavár se alzó y la oriental se hundió bajo las olas, arrastrando a la metrópoli de los reyes sacerdotes y las glorias que en ella se hallaban. Al mismo tiempo, la superficie del mar interior de Yán Kór se elevó, esparciendo sus aguas hacia el norte hasta sumergir las islas costeras y hacia el sur, golpeando la cordillera de Thénu Thendráya. En poco tiempo, las tierras altas se secaron y, en la actualidad, hay ocasiones en las que las arenas del Desierto de los Suspiros se abren para las derruidas ruinas de las ciudades Engsvanyáli. Las Montañas Volcánicas de los dominios Shén entraron en erupción, enterrando la región bajo cenizas volcánicas y, en el pico dentado de Dríchte en el éste la “Bruja de la llama” descargó su furia sobre las zonas boscosas de Nuru’ún y las Planicies de Cristal. Un nuevo continente emergió como un leviatán del sur de Ssórmu, para permanecer allí durante un siglo y volver a hundirse de nuevo. El único recuerdo que queda de aquel continente son las rocas que forman los Arrecifes agua blanca. Cientos de cataclismos menores también afectarían a otras localizaciones.

Ninguna región logró escapar de las consecuencias políticas, económicas y psicológicas del desastre. El comercio vaciló, los cultivos se arruinaron, las carreteras de Sákbe se deteriorarno y las ciudades se vaciaron cuando los refugiados buscaron tierras más seguras. Toda unidad de propósito y espíritu se hundieron. Las lealtades y odios locales, largo tiempo reprimidos resurgieron para dividir a la humanidad y la guerra renació. Las provincias lucharon contra las provincia, las ciudades contra las ciudades y los devotos de la estabilidad contra los del cambio. Todas las antiguas enfermedades que habían asolado Tékumel regresaron cuando el sol se puso sobre Éngsvan hla Gánga. Los Ssú y los Hlüss realizaron rabiosas incursiones en las regiones humanas, los Hlutrgú se conquistaron gran parte de Kájja y las costas de la bahía de Msúmtel. Incluso las razas amistosas aprovecharon la oportunidad para expandir sus dominios. Tan solo dos siglos después de estos salvajes ataques, el cadáver del Reino de los dioses fue desbaratado por cientos de saqueadores y una nueva era de la oscuridad se esparció sobre aquellas tierras.

Declaración de guerra

El tiempo sin reyes.

Algunos dicen que ”El tiempo sin reyes” (como llaman los historiadores Tsolyáni a este periodo) duró seis milenios, otros dicen que fueron diez. La historia se convirtió en un balbuceo confuso. En un momento dado, cerca de una veintena de principados independientes ocupaban las tierras en las que hoy se asienta Tsolyánu. Algunas regiones continuaron utilizando una versión degradada del Engsvanyáli para sus escritos y monumentos; otros eligieron enarbolar sus propios dialectos locales como lenguas literarias, dando a luz a los modernos Tsolyáni, Mu’ugalavyáni y multitud de otras lenguas. En no pocas zonas el mismo arte de la escritura se perdería.

Es al tiempo sin reyes al que las leyendas actuales de Tékumel hacen referencia. Se pueden encontrar innumerables relatos: Los campesinos Tsolyáni aún cantan y narran la historia del poderoso guerrero Hagárr de Paránta, quien aún vagabundea por este mundo intercambiando la sabiduría antigua por la nueva; Ahí esta el nigromante Nyélmu, condenado por los dioses por su arrogancia a vivir eternamente en el tedio de los jardines de las lágrimas de nieve bajo la antigua Jakálla; También se habla de Subadím el hechicero, cuya curiosidad insaciable le llevó a buscar el huevo del mundo en los vertiginosos riscos de Los picos de Thénu Thendráya y de quien más tarde se diría que había visitado el mismo Hogar de los dioses.

Allí está el gran Thómar el siempre-vivo, cuyas torres hechizadas se aparecen en las tierras baldías para proveer los viajeros fatigados con hospitalidad (y la posibilidad de obtener riquezas y poder a través de sus misiones) Uno puede oír sobre el despistado Turshánmu el invocador de demonios, cuya nave encantada descansa enterrada bajo las arenas de Milumanayá cerca de Pelesár, y cuyas habilidades, pese a ser grandes se estropeaban por sus olvidos ocasionales. Los cuenta cuentos hablan sobre Qiyór el de las muchas lenguas y de como engañó a los príncipes demonio de los planos del más allá, hasta que su audacia le llevó a intentar un engaño de más. Los Mu’ugalavyáni relatan la leyenda del bravo Pendárte de Khéiris y su batalla contra los esbirros de “Ella, la que no puede ser nombrada” en la ciudadela de la luz de ébano, bajo la ciudad de Ch’óchi. Todas estas historias y muchas más pueden ser escuchadas alrededor de los fuegos de las casas de los clanes en los pueblos y ciudades de casi cualquier país.

Es posible que parte de la sabiduría de Éngsvan hla Gánga sobreviviese en los santuarios y retiros ocultos de los antiguos sacerdocios. Tales monasterios aún se conservan en la actualidad. Aún así los poderes de sus sabios son inferiores a los de los héroes de leyenda. Aunque hay muchos informes de encuentros con estos personajes míticos, la autenticidad de estas leyendas sólo se pueden conjeturar.

07/02/2010

Macroverso IX

Filed under: — Javier Albizu @ 17:55

Día: Siguiente
Hora: Temprano (o demasiado tarde)
Lugar: Mundo “real”

Su esfera de paz y luz infinitas hacía aguas por todas partes (no sabía de donde venía el agua y, preguntarse aquello tampoco le ayudaba a descansar) No había manera. Estaba claro que aquella noche no iba a dormir. Si a todo esto le sumábamos que, en la habitación de al lado, Sandra roncaba de manera ostensible algo (en teoría) tan sencillo como dormir, se convertía en una quimera inalcanzable.

Se levantó y se dirigió de puntillas hacia el salón. Mientras hacía esto, no podía evitar el escuchar en su cabeza la clásica música de “acechar” de los dibujos de la Warner.
Al llegar al salón comprobó que, con el barullo mental que le había provocado la visita, se había dejado encendidos el portátil y la consola. Al menos la tele sí que la había apagado. Se cruzó de piernas sobre el sofá y miró si había alguien conectado en los programas de mensajería. Nada.
La consola se estaba quedando sin batería, así que la puso a recargar. Eran las siete de la mañana y no sabía que hacer.
Opciones, opciones. De nuevo tantas posibilidades, tantas elecciones posibles y tan pocas ganas de tomar ninguna.
Podía limpiar. La verdad es que la casa estaba bastante guarra (es más, en aquel momento todo le parecía estaba más sucio y desordenado que hacía un par de horas)
Nah. Aparte del ruido que metería, aquello daría a su invitada una idea equivocada de donde se había metido. Cerró los ojos y mando su cabeza hacia otro lado. Mentalmente repasó todas las historias que tenía pendientes y continuó una de ellas en el punto recurrente en el que siempre la retomaba.
Vale, parecía que aquello funcionaba, ahora tocada centrarse en uno ¿Su versión/homenaje de La Atlántida, o la justificación/trasfondo de los Tanraq?
Tampoco es que pudiese elegir. Por su cabeza iban apareciendo en bucle una sucesión de imágenes aleatorias; Fragmentos distorsionados de películas y bustos parlantes, colgados en mitad del vacío, que repetían siempre una misma frase o palabra. Paseos imaginarios por mundos imposibles y el sonido de los golpes de un combate del que sólo percibía los destellos provocados por el entrechocar de las espadas. Aquella ruleta giró y giró hasta detenerse en el interior de la mente de Ulwrath, uno de aquellos personajes que habían tenido la desgracia de ser creados por él.

El sonido de la puerta trajo de vuelta su cabeza a este mundo. No recordaba haber dejado de escuchar los ronquidos, pero parecía obvio que Sandra se había levantado. Poco después escucho el sonido de la ducha, parecía que también se había perdido como había salido de la habitación. El alien de su estomago despertó de nuevo y empezó a moverse por su interior buscando la salida.
Encendió la tele, y miró el reloj. Las ocho y media. O su invitada necesitaba poco el dormir, o no había sido capaz de hacerlo.

– Vaya, nunca habría imaginado que te gustaban estas cosas – su cabeza se había ido otra vez de paseo y la voz de Sandra fue la que la trajo de vuelta esta vez. Sus ojos lograron enfocar las imágenes que le mostraba la pantalla y se dio cuenta de que estaba viendo algo que debía ser la reposición de algún culebrón.
Javi se giró hacia la dirección de la que había venido la voz, y la vio. Al lado de la puerta del salón, Sandra permanecía de pie. Aún tenía el pelo mojado por la ducha, y solo llevaba puesta la camiseta que había dejado en su habitación y sus botas. La camiseta le llegaba casi hasta las rodillas y era suya, por lo que debía tratarse de una prenda de lo mas antiherótica. Pero no. Bello, hermoso, bonito. Su mente trataba de encontrar una palabra que describiese lo que tenía delante, y lo que mejor le sonaba para describir aquello era perfecto. Mientras tanto, procesándose en paralelo, sus neuronas se preguntaba si el tener olfato habría añadido algo a aquella experiencia, y no podía evitar pensar que aquellas cosas sólo pasaban en las películas.

– Hola, guapo – Sandra le saludó reforzando aquella palabra y la mirada que la acompañaba con un gesto de su mano.
Javi trató de pensar una réplica. Algo original y gracioso. Mientras tanto en su cabeza le preguntaban:
– ¿Porqué estás buscando una replica original para un simple “hola”? – Bueno, el guapo que había venido después no había sido precisamente una ayuda.
– ¿Esta tratando de seducirme, señorita? – no sabía si el tono en el que había dicho aquello era el correcto, pero las voces en su cabeza tampoco terminaban de ponerse de acuerdo sobre la intención última de aquella respuesta.
– ¿Sabes que la gente normal no habla así, no? – vale, la sonrisa en su cara parecía indicar que se lo había tomado como una broma. En la votación popular que acababa de finalizar en su cabeza, parecía que habían ganado, con bastante diferencia, los que defendían el “Eso es lo que queríamos”
– Aceptaremos “anormal” como un halago. ¿Que tal? ¿Mejor? – trataba de pensar en cuanto tiempo había tardado en salir la replica, pero le daba la impresión de que había sido mucho. Aquella imprecisión no le gustó demasiado.
– Bueno, mi cabeza aún tiene que dejar de dar botes por ahí adentro – seguía sonriendo. Aquello era bueno y hacía aquella visión aún más perfecta.
Aunque si aquello ya era perfecto, se suponía que no podía mejorarse. Decidió cambiar la apreciación de su primera impresión a “casi perfecto”. También se propuso dejar de intentar catalogar o definir aquello.
– Siéntate cuando y como gustes – decidió continuar con la vena arcaica.
– No se… – la sonrisa desapareció por un momento y se volvió expresión de preocupación y tristeza. Parecía que se había acordado de lo que fuese que la había llevado hasta allí. De todas formas, se sorprendió al comprobar que aquello no le hacía perder un ápice de su… casi perfección – Tendría que irme – aquello le decepcionaba, pero también le aliviaba – Aunque tampoco tengo muy claro que hacer – se sentó en el sofá junto a él.
– Tómate tu tiempo – quería preguntarle sobre lo que le había pasado, pero prefirió esperar a que fuese ella quien sacase el tema – No tengo planes para hoy.
Sandra se echo las manos a la cara y se encogió. Parecía que se iba a echar a llorar, pero aquello no parecía tristeza, sino rabia e impotencia. En aquel momento tenía ante él a alguien en quien no reconocía a su compañera del trabajo. Nunca pensó que utilizaría la palabra “frágil” para describirla.
Un abrazo parecía la respuesta idónea para aquella situación, pero un análisis rápido le indicó cinco razones distintas en las que podría malinterpretase aquello (aunque estaba seguro de que habría muchas más) así que no hizo nada. Al final el llanto no llegó.
– ¿Tú que harías en mi lugar?
– Supongo que antes de tomar una decisión, sabría la razón por la que estoy así – cruzó los dedos para que aquel intento de humor funcionase.
– Perdona… es que nada que tampoco me haya pasado antes.

– ¿Me vas a preguntar que ha pasado?
– Ah, sí, perdona ¿Que ha pasado?
– Tío, a veces pareces de otro planeta.
– ¿Gracias?
РNo, pero bueno. A ver, he pillado a mi cu̱ado poni̩ndole los cuernos a mi hermana.
– Vaya.
– Ya te digo.
– Vale, ya sabes que hoy…
– Ayer.
– Vale, ayer ¿porque eres tan puntilloso con esas chorradas? No, déjalo. Ayer había cena del curro. A todo esto ¿Porque no viniste?
РSi que fui, pero me largue despu̩s de la cena.
– Ah, sí, es verdad. Perdona… el alcohol… mi cabeza… ya sabes.
– Puedo hacerme una idea.
– Sabes que no vivo en Pamplona, así que, como no quería cortarme con las copas, le dije a mi hermana, que si que vive aquí, si podría dormir en su casa esta noche. Y va y me encuentro al cabrón de su marido, en un bar, metiéndole la lengua hasta los pulmones a una tipa.
РSupongo que estas segura de que era tu cu̱ado.

– Y de que la tipa no era tu hermana.

– Vale, vale. Así que deduzco que no sabes si contárselo a ella, o no.
– Jo, que listo eres – sí, sarcástica sí que era una palabra que habría utilizado para describirla. Parecía que volvía en sí.
– Es un don, pero no te sientas inferior por ello. Es más, arriesgándome aún más, el problema no es tanto el contárselo, como el cuando y el como.
– Ahí le has dado – la sonrisa parecía que trataba de asomarse de nuevo. Aquello no era bueno. Estaba esperando una respuesta que él no tenía.
– Pues no te envidio – brillante, Javi. Te has lucido con tu respuesta.
– ¿De verdad? ¿Con lo que mola?
– Llámame raro.
– No sé que haría sin tus consejos.
– Hombre…
– Mujer.
– Vale, mujer. Antes que nada yo intentaría hablar con él.
– Es verdad, seguro que hay una explicación lógica. Estoy convencida de que le estaba practicando una traqueotomía con la lengua a esa zorra.
– A ver, puedo parecer un poco inocente, pero tan tonto no soy. Por lo que cuentas, los actos hablan solos, pero no estaría de más saber el contexto – vas mejorando la situación, Javi. Ahora viene cuando te acusan de ponerte del lado del corneador. Todos los tíos sois iguales y blablabla.
– ¿Tú crees? – rápido, di algo antes de que recupere todas sus funciones mentales.
– Que esas cosas de pareja son muy suyas (por lo que me han dicho) Que Igual andan con problemas (y el va “arreglándolos” como todo un macho) Yo hablaría con él sobre lo que “vi” y le daría la oportunidad de que fuese el quien se lo contase a tu hermana. Si no lo hace, pues ya volvería a estar la pelota en tu tejado.
– Pues… pues igual tienes razón
– Pero vamos, ahora que esta la cosa chupada, si quieres sí que te cambio el papelón.
– Gracias. Y yo pensado que ya estaba todo solucionado – por fin regresó la sonrisa.
Se hizo el silenció, y entonces Javi se dio cuente de un pequeño (y aún más incomodo) detalle. Mirándole fijamente a los ojos, le preguntó:
– ¿Puedo hacerte una pregunta un tanto “intima”?
– Adelante.
– ¿Llevas ropa interior debajo de la camiseta?
– ¡¿QUE?! – Sandra armó el brazo para una bofetada.
– Espera, espera, esto tiene una explicación lógica, casta y pura.
РSorpr̩ndeme. Tienes cinco segundos y descontando.
– Esa camiseta que llevas es mía, y te está un poco grande. Entre las cosas, el cuello está un poco cedido, y cuando te inclinas hacia adelante, corro el riesgo de que mi mirada se dirija hacía… ahí.
– ¿Y con ropa interior lo encontrarías más aceptable?
– Vale, déjame que reformule la pregunta. Bueno, mejor déjame que la convierta en una petición. ¿Podrías ponerte tu ropa para librarme de la tentación?
– Tío, eres la polla.
– Espero ser algo más, pero no has respondido mi pregunta/petición.
– Sí.
– ¿Sí, a que? ¿A que llevas ropa interior? ¿A que te vas a poner tu ropa (o algo menos tentador)? ¿A que soy algo más que un miembro viril? ¿Sí a todo y formateamos el disco duro?
– Sí a ninguna de esas preguntas.
– Ah, vale, eso lo aclara todo.
– No. La verdad es que has acertado antes con lo del intento de seducción – Vale, aquello no se lo esperaba. Le halagaba y no se lo creía, pero no se lo esperaba.
– Pues sí que estás en shock.
РQue no, imb̩cil, que es verdad.
– Pues nunca lo habría imaginado.
– Tampoco acabo de entenderlo yo, así que imagínate.
– Vaya. ¿Me siento halagado u ofendido?
– Tómatelo como quieras, pero como no me digas algo al respecto antes de que se me termine de pasar la resaca, esto se va a volver aún más incomodo.
– Pues no se muy bien que quieres que te diga. Me pareces una chica muy guapa y me llevo muy bien contigo pero, esta creo que ha sido la conversación más larga que hemos tenido. Vamos, que no es que seamos íntimos o nos conozcamos demasiado.
– Sigues sin responder.
– Pues… no se si la cosa funcionaría.
– A ver. Te estoy diciendo que me gustas, no que seas el padre de mis hijos.
– ¿Me lo puedes explicar con palabras sencillas? Es que entre el alien de mi estomago y el derrame cerebral que acaba de desatarse, me va a costar un rato reaccionar y formar pensamientos coherentes.
– Te iba a preguntar si te apetecería quedar algún día para dar una vuelta o algo. Pero, visto lo visto, me parece que casi mejor si dejamos la cosa como está.
– No, no es eso. Pero es que esto es algo nuevo para mi.
– ¿Que una tía te pregunte si quieres salir con ella?
– No, que una tía quiera salir conmigo.
– ¿De verdad? No puedo imaginarme el porque.
Aquello era algo para lo que no estaba preparado. La opciones estaban claras, y la decisión era sencilla. El problema es que no quería hacer lo que consideraba que debía. Podía aceptar el quedar con ella y alimentar unas “esperanzas” (¿de verdad quería salir con él?) en una relación en la que entraría sólo aportaría dudas y reticencia (aunque agradecería la compañía) O podía decirle que no, y confiar en que se lo tomase a bien y comenzar con el tiempo una relación de amistad.
– Yo… creo que va a ser que no. Ya te digo que me caes muy bien pe…
РD̩jalo, me visto ahora y me largo. Creo que prefiero darme de hostias con mi cu̱ado.
– No tienes porque irte, y no quiero que te vayas así…
– No, va a ser lo mejor.

Sandra se fue. Bien por ti, Javi. Estas hecho un crack (y el lunes va a ser un día muy incomodo en el curro)
Vale, no son ni las diez de la mañana de un domingo ¿Y ahora que?
Descolgó el teléfono y marcó.

– ¿Sí? – Marcos descolgó al otro lado.
– Hola M, ¿está D?
– Hola Javi, acabas de subir a nivel nueve.
– Mola – Marcos colgó.
Había alcanzado el nivel nuevo en el odiometro de su cuñado, acababa de superar a Data (el de los Goonies no, el de Star Trek)
Poco después sonó el teléfono.
– Hola D.
– ¡Que no me llames D!
– Pero si es una de mis películas favoritas.
– Ya, pero no soy un tío.
– Ya, ni un cazador de vampiros. Ni un medio vampiro.
РVale, evitas el tema por el que has llamado desde el segundo uno. La has debido de liar gorda. Anda, d̩jate de rodeos y empieza a largar.
Esa era su hermana, al menos siempre le quedaba ella para contarle sus penas.