Macroverso XX
DÃa: Mismo lunes (distinta sensación)
Hora: La de comer.
Lugar: Mundo “realâ€
– Irrelevante – su cabeza no dejaba de repetÃrselo.
Javi llegó a casa, pero su cabeza seguÃa por ahà atrás. Para ser más exactos, en un semáforo a unas cuantas calles de distancia. Ni siquiera una invasión alienÃgena lograba que aquella mujer se le fuese de la cabeza.
Por un momento, la tentación de hacer que se la llevasen los invasores le rondó por la cabeza, pero aquello no habrÃa solucionado el problema; su avatar en aquella historieta los habrÃa seguido hasta los confines del universo para rescatarla y… posiblemente, morir en el intento (otra vez)
– Venga, alegrÃa.
Encendió la tele y habÃa anuncios. Que sorpresa. Apago el sonido y encendió el ordenador para poner música.
Su estómago empezó a a gruñir. SÃ, debÃa de ser la hora.
Se dirigió hacia la cocina para hacerse la comida, pero ya sabÃa que lo que se iba a encontrar: Espárragos y patatas fritas (cielos, también habÃa una lata de atún)
Se presentaba la disquisición de todos los dÃas, el terrible drama existencial que consiguió que LA preocupación del dÃa se alejase un poquito la (¡yupi!): ¿Pedimos comida, o bajamos al súper?
Salir a la calle y arriesgase a la (remota) posibilidad de encontrarse (y empeorar un poco más) otra vez su nueva y flamante obsesión, o quedase tranquilito en la seguridad de su casa, esperando que le llegase algo sano, sano para comer.
– Ah, ¿qué diablos? – se sentÃa afortunado.
Al fin y al cabo, ¿cuantas posibilidades habÃa de que se la encontrase otra vez?… Además… tampoco habÃa nada malo en el simple hecho de cruzársela.
– TÃo, estás fatal.
Estaba saliendo por la puerta, cuando se dio cuenta. Con el calor que hacÃa en la calle, y se habÃa puesto la chaqueta. Con su cabeza tan lejos, su cuerpo se habÃa puesto en automático.
Se quitó la chaqueta y agarró las llaves y mientras se repetÃa una y otra vez “tienes que hacértelo mirar†esperando el ascensor.
– Joder. No he apagado la tele. Mierda, el ordenador tampoco. Bueno, da igual.
Mientas salÃa por el portal, su cabeza volvÃa al ataque:
– ¿Por donde serÃa más probable que aparezca?
– Irrelevante.
– Oh ¡Cállate!
– ¡Cállate tú y tira por la ruta de siempre!
Definitivamente, estaba siendo un dÃa de esos.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada.
Súper, lata de alubias (la más grande), azúcar (¿azúcar?, pero si no tenÃa leche), mmm que buena pinta tiene la foto de esa caja de… ¿espinacas congeladas? Vale, ¿por qué no? Cosas más raras habÃa comprado. Chorizo, chorizo picante, chorizo de pueblo, chorizo de Pamplona. Venga, chorizo de pavo también… y de jabalÃ. SÃ, con eso serÃa suficiente.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada hasta casa.
Misión cumplida.
Subió a casa y comenzó a comenzó a meter las cosas en el frigorÃfico. Miró la lata y se dijo “ya me haré esto mañanaâ€. Sacó del frigo los chorizos que acababa de meter y pilló la tabla de cortar.
Se sentó delante de la tele y empezó a cotar.
– Mierda, no he comprado pan.
– ¡Hey! ¡No estaba pensado en esa tÃa!
– Mierda.
Algo en la pantalla llamó su atención. HabÃa un montón de extraterrestres acorazados estrellándose contra el asfalto. La escena le sonaba, como un deja vu, aunque no lograba ubicarlo.
Esperó a que pasasen las imágenes y vio que eran las noticias. Para cuando paró la música y subió el volumen de la tele ya habÃan pasado a la siguiente noticia.
¿PelÃcula nueva? ¿De quién?
QuerÃa buscar algo en internet, pero no tenÃa mucho con lo que empezar.
Espera.
Espera.
Espera un poco. No era un deja vu, era una de las historias a las que habÃa estado dando vueltas.
Algún productor de Hollywood habÃa vuelto a robarle una idea… antes de que la escribiese. Seguro que hacÃan otra superproducción genérica. Que irÃa al cine y saldrÃa diciendo “TendrÃan que haberme dejado a mi hacer la historiaâ€
Cojonudo. Estaba siendo un dÃa perfecto.
Bueno. Al menos habÃa vuelto de dejar de pensar en…
– Mierda.