Vale, lo habíamos dejado con el contexto más o menos explicado, así que, con esto (espero que) claro, ahora toca meternos un poco más en profundidad.
Primero lo primero. No. No tengo voces contestonas en mi cabeza.

Opciones aceptadas, descartada y dudadas.

La historia, su división y las cosas que quería contar en ella estaban claras. Como iba a hacer que todo encajase ya era otro asunto.
Una de las ideas que desterré, era que cada uno de los “capítulos” ambientados en el mundo “real” sucediese en un mundo “real” distinto. Distintos Javis creados a partir de “reconstrucciones” del universo. Lo que le habría gustado ser al original, y aquello en lo que habría temido convertirse.
La idea me gustaba, pero iba a ser muy confusa, así que opté por descartarla.

También tenía más detalles de la vida que estaba contando. De su relación con su hermana, de como se había enfrentado Javi, siendo muy joven, a uno sus ex-novios (ex-novio de su hermana. No. No era maligno) mayor que él, después de que cortasen, y como habían acabado siendo amigos. Del restaurante que había montado ella en Valencia (Pizza, Surf y Paella)
Tenía muchas conversaciones pensadas para esos tres personajes y también me gustaba la relación que se había creado entre ellos. Pero al final aquello se separaba un poco de lo que quería contar e iba a resultar más una distracción que una ayuda.

Por supuesto, también está El Final.
Bueno, no el final, final. Me explico.
Que el Javi “real” moría lo tenía claro (será mi vena trágico-masquista) Que el universo se acababa con él, también. Otra cosa era la razón por la que lo hacía y como afectaba aquello al resto de los personajes.
La primera opción que barajé fue la de hacer una tercera capa más de realidad. Algo más cercano a la realidad: Javi no era el “autor” sino su representación en aquella realidad. Al morir su “avatar autoral” en aquel mundo, el universo que contenía ya perdía su sentido y era consumido por un vórtice entrópico (me encanta esta palabra)
Claro, esto implicaba una serie de variables que también tenían que ser valoradas. Sarcástico había hablado con “el autor” en los relatos del Microverso y Tipo Listo se suponía que lo sabía todo, así que tenía que justificar que ninguno de los dos supiese que no era el de verdad al encontrárselo cara a cara.
Sí, podía echarle la culpa a Deux Ex, pero me parecía forzar demasiado la coherencia interna del asunto (sí, más aún) y no me terminaba de cuadrar.
Por otro lado, quería recalcar que aquel mundo “real” sólo lo era entre “comillas” (algo que había tratado de dejar claro desde la primera entrada) y aquello me lo ponía más fácil. Una escena con Javi-Sarcástico girándose a cámara (autor-lector) y diciéndole que ya sabía que aquel no era el mundo real de verdad. Pero cuando más pensaba en ello menos me cuadraba y me parecía muy tramposo.
Al final la ganadora y definitiva fue la que más convencido me dejó.

Intrahistorias, metalenguajes y demás morralla pseudotrascendental e intelectualoide.

Que yo aquí he venido a hablar de mi libro.
Dentro de toda la anarquía que rodea el relato, había varias cosas de las que quería hablar (aunque no atacándolas de una manera frontal y tratando de no ser dogmático e integrarlo de una manera natural y fluida en la estructura de la historia)

Por un lado esta “mí” visión de la creación de historias. La coherencia interna que deben tener y el acercamiento y manera en la que me gusta que sean afrontadas.
Por mucho que nos (me) cueste aceptarlo, los personajes no tienen vida propia. Podríamos decir que todos tienen un poquito de Deux Ex. Tanto ellos como todo lo demás están ahí en función de la historia que se quiere contar.
Aún aceptando esta premisa (y lo esto es lo que me parece más importante) eso no hace lícito el “todo vale para que pase lo que quiero que pase”. Una cosa es que traces un reglamento interno para tu historia y otra muy distinta que mientas y tomes por tonto al lector.
Soy capaz de leer libros (y ver películas) usando una porción ínfima de mi cerebro, siempre que sean (o las considere) coherentes en su estructura, pretensión y resultado. Si noto (o creo notar) la improvisación o argucias argumentales contradictorias, caen en picado en mi valoración. Pero bueno, esto ya entra en el terreno de las filias, fobias, manías y subjetividades de cada uno.

Por otro lado estaba mi manera de entender las relaciones eemmmm ¿intersexuales? Vamos, chicho-chica.
Sí, vale, nunca he tenido relaciones estooo…. “de esas” o “de pareja” pero como, obviamente, la ignorancia formal rara vez impide a la gente realizar sus propias elucubraciones, filosofar o, simplemente, tener una opinión y hablar de lo que pienso sobre el asunto (esta vez) haré como que soy parte de la masa.

Porque esto es algo que nos rodea a todos los niveles. Nos lo meten por los ojos, por los oídos y supongo que por algún sentido más también. Cada minuto de cada hora de cada día de nuestras vidas. Como para no pensar en ello.
Quería hablar sobre las diferenciaciones que percibo yo entre el deseo de luchar contra la soledad, la atracción, el instinto (impulso “irracional”) y el “AMOR” (que lo pongo entre comillas porque, obviamente, esto también es algo completamente subjetivo) Supongo que mis apreciaciones pecarán de mojigatas, pero bueno, son mías y me las ventilo como me parece más adecuado.

He tratado de ser (ejem) “realista” en cuanto a la manera de abordarlo. Intentado evitar lo que comúnmente nos venden los medios (ya sean películas, series o ficción en general) como la norma, pero que nunca he presenciado.
Como he comentado alguna vez, en mi infinito vaivén mental, acostumbro a “preparar” conversaciones de diversa índole. El problema de esas conversaciones “preparadas”, caso de llegar a comenzar alguna vez en el mundo real, es que nunca se desarrollan de la manera prevista y, más allá de la primera frase, tienden a derivar hacia algo que diametralmente distinto. Así que, tratando de ser “realista”, la conversación entre Javi y Sandra es anárquica, sin demasiado sentido y, tristemente, interrumpida de manera brusca antes de que se pudiesen exponer todos los argumentos. Que se le va a hacer.
Podría haber tratado de exponer sus argumentos adicionales “mental” o “monológicamente” pero no me acababa de encajar en la estructura de ninguno de los capítulos posteriores, así que el pobre Javi se quedó sin poder explicarle a la chica entre balbuceos algo así como un “vale, podemos empezar a quedar, pero que por lo pronto tendrá que ser como amigos (aunque me da que al final será que no)”.

Y, más o menos, creo que eso era todo.

diciembre 30, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Aquellos que dicen saber de esto dicen que, una vez llega el texto al público, queda en manos de éste la interpretación de lo que se quiere decir. Que, tras llegar al lector, las palabras dejan de ser suyas y cada uno debe darles su propio significado.
Yo, como soy un bárbaro iletrado, prefiero dejar las cosas bien claritas.
Nota para despistados: Como supongo que habrá quedado claro, estos relatos iban sobre mí.

Comenzando por todos los principios.

El germen de todo esto tiene su origen en tres ideas que me rondaban desde hace mucho tiempo. La más antigua de ellas, era una en la que “alguien” del mundo real tenía el poder (inconsciente) de hacer reales a los personajes que imaginaba. Al final estaba a punto de destruirlo todo porque, aparte de sus personajes, los mundos (planetas) en los que vivían estos también comenzaban a materializarse y solaparse con la tierra.
Al final, y como en toda obra mía, el protagonista moría (bueno, era asesinado) para que el mundo pudiese vivir. Eso sí, sus personajes “principales” permanecían en el mundo real.
El mayor problema que tenía con esta idea era el como hacer que el protagonista permaneciese ajeno a todo lo que iba provocando sin forzar demasiado la lógica interna de la historia. Por otro lado tenía que hacer que alguien, de una manera razonable, llegase a la conclusión de que era él quien lo estaba detrás de los desastres.
El tercer problema era como hacer que reaccionasen los personajes de ficción en el mundo real sin recurrir a los tópicos y lugares comunes que utiliza todo el mundo.
Nunca llegué a una explicación/razonamiento que me gustase.

Un tiempo más adelante, en mi momento de mayor negrura y estupidez irracional, ideé un método para tratar de aclarar mis ideas, analizar mis emociones y tratar de guiar mis pasos por un camino del que no me arrepintiese.
¿En qué consistía este método?
Me imaginaba sentado en el centro de una sala rodeado de mí mismo. En aquel momento, trataba de “traducir” mis emociones y convertirlas en palabras. Después de aquello, trataba de ver que parte de mi mismo era quien decía aquellas palabras y si era una parte de la que me sentía orgulloso, me avergonzaba y/o/u consideraba que debía ser escuchada.
Para ayudarme en aquella tarea solía escribir lo que yo llamaba mis “monólogos multibanda” tratando de no ser auto-complaciente ni engañarme con los roles a quienes asignaba cada “frase”.

Para terminar, un tiempo después (con toda seguridad derivado de mi agitada vida interior) surgiría el germen para otro relato. Una historia detectivesco-humorística en la que el protagonista (obviamente, un detective) era la única persona que no sabía que era un personaje de ficción. Aparte de eso, el personaje era esquizofrénico, con la peculiaridad de que sus otras personalidades no podían tomar control de su cuerpo, pero sí que sabían que eran personajes de ficción (cosa que no dejaban de recordarle).

Tropezando con nudos gordianos.

Mira tú por donde, tras varios fracasos creando listas de correo para hablar de “mi libro” no se me ocurrió mejor idea que empezar un blog (para hablar de otras cosas). Tras unos inicios titubeantes, una continuación más titubeante aún y una progresión más o menos regular, tras darle muchas vueltas a los asuntos uno y tres, opté por tirar por la ruta de en medio y empezar escribir allí algo seriado: Una serie de relatos sobre alguien muy parecido a mí, que no sabe que es un personaje de ficción, en el que trataba de auto-parodiarme (¿quién ha dicho que no tengo ego? Ah, es verdad, era yo) intentando ser ocurrente, divertido (¿por qué no?) reflexivo, no ser demasiado auto-indulgente y blablabla.

El único problema (en aquella ocasión) fue que no había una historia “real” que contar por detrás. Sólo era un divertimento que, al final, acabaría convirtiéndose en un recurso fácil para salir de los momentos de bloqueo teclístico, pero que no llevaba a ningún lado.
Así, aburrido y un poco desencantado por no ser capaz de sacar partido a una idea que me gustaba, acabé dejándola aparcada durante un par de años, sólo para retomarla brevemente y volver a meterlo de nuevo en el congelador de las ideas desaprovechadas.
Entre tanto aprovecharía para dedicarle algo de tiempo a otros relatos (casualidades de la vida, una linea argumental que que ahora retomaré)

Desenlazando las hebras del destino.

Y mi mundo cambió. Paré el blog en una nueva época de negrura y crisis en las angustia vitales infinitas y volví a retomarlo cuando la cosa descampó un poco.
Sin ser llamada ni buscada, la inspiración acabaría por llegar. No tuvieron nada que ver el azar, ni los hados, la balanza cósmica o el posicionamiento de los astros y sí que sería determinante, como no podía ser de otra manera, la inconsciente, involuntaria e inadvertida inspiración que llegaría en la forma y persona de una chica que acabaría convirtiéndose en el personaje de Sandra, las musas es lo que tienen (aunque ellas, en gran parte de las ocasiones no lleguen a saberlo nunca)

Así, con una idea ya clara en mente, comenzaría a desarrollar la historia retomándola donde había abandonado el Microverso y sumándole los elementos que más me gustaban de la historia del creador/destructor de mundos.
¿Por qué tardé tanto tiempo en ver lo bien que encajaban las dos ideas?
¿Qué queréis que os diga? Nunca he sido demasiado listo.

Muy bien, las piezas (ideas) encajaban, ahora tocaba convertir aquello en “un todo”. Dividir la historia en partes y desarrollar a los personajes para… pues eso, para que fuesen personajes y no sólo las marionetas que movía para contar la historia.
Dar una progresión a los hechos para presentarlos sin que os golpeasen en la cara con letreros de “momento divertido”, “ahora estoy diciéndote que este tío tiene poderes”, “este es el malo” y cosas de esas.
Vale, al final no fueron más que eso, marionetas, pero de manera intencionada y no como una muestra de mi incapacidad para crear personajes interesantes (espero que os hayan resultado interesantes a pesar de ser mis pequeños títeres y les hayáis cogido aunque sea un poco de cariño)

Una vez planteada y desmenuzada la historia, me hice mi “resumen” de los momentos claves de cada micro-relato (más que nada para no dejarme nada vital sin contar) Todo esto teniendo en cuenta la duración que quería darle. No quería meter relleno porque sí.
Así me quedó esto:

I Prologo

II Microverso: Ella no está.
III Mundo “real”: La llamada.
IV Limbo conceptual: Tipo duro

V Microverso: Deux Ex I
VI Mundo “real”: Sandra llega.
VII Limbo conceptual: Tipo listo

VIII Microverso: Antagonista
IX Mundo “real”: La conversación (A la mañana siguiente)
X Limbo conceptual: Ella

XI Microverso: Deux Ex II (El gran salto)
XII Mundo “real”: Despertando en el mundo “Real”

XIII Microverso: Giro sorpresa.
XIV Mundo “real”: Comiendo en casa de los padres.

XV Microverso: Cruzando el umbral (Adiós al microverso)

XVI Mundo “real”: Primer contacto.
XVII Mundo “real”: Buscando al “culpable”
XVIII Mundo “real”: Bajando a casa, el reencuentro con Ella.
XIX Mundo “real”: Reuniendo fuerzas.
XX Mundo “real”: Me entere por las noticias
XXI Mundo “real”: Coalición de crisis
XXII Mundo “real”: ¿Un poco de azúcar?
XXIII Mundo “real”: Objetivo localizado.
XXIV Mundo “real”: El acabose.

XXV Epilogo

Y como ya me he alargado mucho por hoy (y aún quedan unas cuantas cosas por contar) dejo el resto para la semana que viene.

diciembre 22, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Si me dedicase a escribir con la única esperanza de recibir comentarios, hace mucho tiempo que habría dejado de hacerlo, o me habría dedicado escribir para los inconscientes que me han ofrecido espacio en sus webs que, todo sea dicho, tienen bastante más tráfico que la mía (cosa, por otro lado, nada complicada)
Si escribiese buscando notoriedad o visitas llegadas desde Google, estaría en Blogger, pondría montones de imágenes y vídeos, gruñiría y lanzaría exabruptos sobre temas controvertidos, tendría Google Adds y la entrada que más tráfico ha generado desde los buscadores no sería una llamada “Stajanovismo” (lo que tampoco llego a entender)
Si mi máxima aspiración fuese recibir copias de prensa gratis, que alguien publicase mi material o ganarme la vida con esto, no estaría pagando un dominio (con nombre “raro”) con su correspondiente hosting, tampoco hablaría de juegos de rol que nunca han llegado a gozar del beneplácito del gran público, ni escribiría relatos con un interés ciertamente limitado sobre distintas facetas de mi vida, o me dedicaría a redactar un juego de rol sin razas no humanas y poca magia (y encima, sin publicarlo en los buscadores)
Vamos, que mis blogs se podrían clasificar bajo los epígrafes de onanismo intelectual (siendo la segunda parte del apelativo opcional) masoquismo emocional y/o/u exhibicionismos de diversa índole.
Vamos, que por aquí voy plasmando lo que me apetece, como, cuando y según me va dando la gana (Aunque a veces no. Que supongo que ya nos vais conociendo a mí, mis neuras y mis contradicciones)

¿Que a cuento de qué viene todo esto?

Que soy un tío que va a su bola. Estoico, incorruptible e inescrutable. Ajeno a las injerencias externas e inmune a modas, presiones mediáticas y cambios sociales. En otras palabras: Cuando mi honor está en juego, de aquí no me muevo (sí, esta frase no es mía).

Claro, todo esto es así, mientras nadie me hace caso. Cuando alguien deja un comentario, comienza el ataque de incongruencia suma y la reestructuración faraónica de todas mis prioridades.

Hasta el año pasado, me encontraba acomodado en una plácida cadencia mensual de entradas. Pero no, tenía que llegar Pablo y decirme que le había gustado una de las entradas del Macroverso y sugerirme que lo moviese entre las editoriales. Tenía que ofrecerse a darle un repaso, pero no antes de que lo hubiese terminado.
No se trataba tanto de la (nula) esperanza de moverlo entre editoriales, como de que le hubiese gustado tanto a alguien como para que lo creyese viable. Ahí daría comienzo en mi cabeza un nuevo baile de planes, ideas y posibilidades.

El Macroverso estaba acotado desde su mismo comienzo; Iban a ser veinticinco entradas, ni una más ni una menos (con todo lo bueno y todo lo malo que esto implica). Debo reconocer que me apetecía llegar al final pronto (bueno, más concretamente, quería llegar a escribir las últimas dos entradas) pero, después del comentario de Pablo, se avivó aún más el deseo de terminarlo cuanto antes. Aunque claro, al mismo tiempo (y por otro lado), tampoco quería dejar colgadas el resto de secciones que estaba escribiendo al mismo tiempo.

Por un lado estaba mi “Biografía computeril” que también me gusta escribir y de la que varios amigos me habían dicho ser seguidores. Por otro, estaba realizando una serie de entradas centradas en hablar de las ambientaciones de los juegos de rol que me dedique a destrozar en una campaña de GURPS (que comencé hace apenas cosa de doce años).
Para poner la guinda al pastel, había vuelto a (re)tomar la (re)escritura de Daegon, mi proyecto más personal (y con el que llevo pegándome desde hace casi dos décadas).
Así que el trabajo se me iba acumulando, con lo que tocaba un cambio de ritmo y ponerse serio.

En un principio me planteé el reto de escribir un poco cada día, aunque fuese un par de párrafos, pero eso cambiaría pronto. Haciendo cálculos rápidos, para poder acabar este año el Macroverso, tenía que cuadruplicar mi ritmo de publicación (ahí es nada) Pero como yo soy así (será la cercanía de Bilbao) me lancé un órdago a mi mismo y dupliqué ese ritmo: Una entrada en el blog normal a la semana, y otra entrada semanal en el blog de reescritura de Daegon.

Y bueno, he conseguido mantener el ritmo hasta hoy, aunque en algunos momentos lo he acelerado (es lo que tiene esto de funcionar a ojímetro, ¿Que queréis? el cálculo y yo nunca hemos estado demasiado bien avenidos) con lo que he conseguido unas ciento cincuenta páginas escritas en lo que llevamos de año (lo que tampoco es como para tirar cohetes, pero se trata de una cifra para nada despreciable en mi caso)

Aprovechando la coyuntura, también he aprovechado para cacharrear con Google Analytics y ver si podía averiguar si la gente se daba un garbeo por mis dominios aunque no dejase comentarios, lo que me ha llevado a descubrimientos ciertamente curiosos (como lo que mencionaba por ahí arriba sobre la entrada sobre el Stajanovismo)

– He descubierto que tengo un lector en Toledo (que creo que es quien ha dejado un par de comentarios en las dos últimas entradas del Macroverso, más que nada porque se ha dedicado a hacer búsquedas por esa palabra)
– He visto que, después de dejar comentarios en algún otro blog, suele haber un pequeño pico de visitas de cero segundos de duración en el mio, por supuesto, sin comentarios, de lo que deduzco que no llego a captar su atención)

– Y, una vez más, he confirmado que Daegon no interesa a prácticamente nadie (lo cual no me ha sorprendido lo más mínimo)

Si a esto sumamos que todos los comentarios que suelo recibir son que todo lo que escribo que-no-es-de-Daegon-gusta-más-que-las-que-si-que-lo-es. Ante este comentario, podría tomármelo por el lado bueno (me gusta esto que has escrito) o por el malo (…) vale, no hay nada “intrínsecamente malo” en esos comentarios. Pero claro, para mis atrofiadas neuronas, la traducción es: Daegon, eso que te cuesta tanto escribir cada palabra, me gusta menos (es malo) que eso que cuesta muchísimo menos escribir (eres un muñón cuando tratas de escribir algo “serio”)
Así soy yo, todo alegría y confianza.
Pero bueno, supongo que la edad me va atemperando un poco y ahora me tomo las cosas de otra manera. Ya no me desanimo (otra vez) y dejo mi pequeñín en el congelador (también otra vez) hasta que (de nuevo, otra vez) haga como que se me olvida esta hecho y me golpee (una vez más) contra el mismo muro.
Ahora la cosa se queda más o menos así:
– ¿Así que te parece una mierda?¿Eh?
– Oye, que yo no he dicho eso.
– ¡Que te calles!
– Es un placer conversar contigo.
– Pues cuando me esfuerce aún más, y mejore más como escrit…
– ¿No crees que tendrías que tomártelo con un poco más de calma. Al fin y al cabo lo que más suele gustar es en lo que menos te “esfuerzas”
– ¿Que te he dicho hace un par de líneas?
– Vale, vale.
– Pues eso, que cuando saque todo lo que tengo que sacar, os vais a cagar.

Pero bueno, antes de que se me se termine de largar de paseo la disgresión por los cerros de Úbeda, vuelvo al asunto con el que empezaba la entrada.

No. No voy a dejar de escribir lo que escribo porque sea más “popular” que lo que a mí me gustaría que tuviese más repercusión. En primer lugar, si comencé a escribirlo era porque me apetecía, así que abandonarlo porque tenga (ejem) “éxito” sería una estupidez.
Una cosa es que no escriba para “molar” y otra que no lo haga para ser leído.
Una cosa es que no espere comentarios, y otra que no me guste (o quiera) recibirlos y los agradezca enormemente.

¿Que para qué escribo?

Lo comenté hace unos cuantos años cuando comenzaba con el blog, pero tampoco está de más el volver a comentarlo.

Escribo sobre lo que me gustaría leer.
Escribo para encontrar a gente con gustos, “sensibilidades” e intereses afines a los mios.
Lanzo al aire (a la red) temas de conversación deseando (aunque, en el fondo, no esperando) que alguien responda a ellos.

Así que ahora, tras la finalización de una de las partes, toca replantearse el conjunto y comenzar a planificar el camino de aquí en adelante.
Por mucho que me haya encantado el último comentario de Yohans Dark (sea quien sea) el Macroverso ha muerto, larga vida al Macroverso. Habrá una entrada más, Macroverso Anotado, donde hablaré de los “qués” y “por qués” de lo que he contado en esta serie de relatos pero, como supongo que podréis entender, no tiene mucho sentido el pensar en secuelas o precuelas. Así que siguiendo la tradición de “A rey muerto rey puesto” toca pensar con que lo sustituyo.
Podría sustituirlo por otra serie de relatos que tengo abandonada desde hace años: Los de la serie del ermitaño (que también tiene un tono “similar”) pero también llevo un tiempo con ganas de retomar alguna de las secciones del antiguo Frikcionario como son las de Nostalgia en cuatro colores, ¿Y este quién es?, Clásicos aún no superados o ¿Por qué nadie habla de…, al mismo tiempo que desde hace un tiempo tengo la idea de hablar sobre la historia de la Informática personal.

¿Que qué problema tengo para no retomarlas?

Que si me pongo a hacer una ratación entre ellas, al final terminaría por eternizarlas todas y, si no me fuerzo, me organizo o me pongo un “calendario” acabaría por dejar alguna (las que más esfuerzo y documentación requieran) abandonadas.
En un principio, mi idea es cambiar un muerto por dos vivos. Donde ahora hay una rotación de tres categorías distintas, pasar a cuatro.
Calculando por encima (ya sabéis, a ojímetro) aún queda Biografía computeril para otro año, pero Mundos improbables acabará bastante antes.
Así que la planificación para el año que se acerca será:
– Daegon Beta seguirá con la misma cadencia.
– Biografía computeril.
– Mundos improbables (posiblemente hasta mayo o junio)
– El último viaje del atlantis (continuación de los relatos de ciencia ficción)
– Lo que elijáis de las opciones mencionadas por ahí arriba.

Si nadie dice nada, supongo que tiraré un dado, por lo demás, el miércoles tendréis una nueva entrada de mi vida entre ceros y unos.

noviembre 30, 2010 · Posted in Frikcionario, Macroverso, Pontificaciones desde la subjetividad  
    

Día: El último.
Hora: H más uno.
Lugar: Mundo “real”

– ¿Se puede saber que has hecho? – Javi salió del estado pseudo catatónico en el que se encontraba.
– ¿No es obvio? Lo he matado.
– Serás… – se abalanzó sobre Deux Ex, pero él ya no estaba allí.
– ¿Ya está? ¿Se acabó?
– Eso me temo – Tipo Listo también recobró la lucidez.
– Y ahora… ¿qué?
– Ahora… esto – más allá de la ventana se veía desaparecer los edificios y el mismo aire – la nada – no quedaba luz ni oscuridad, entropía u orden. Nada que pudiese ser percibido.
– No, venga, no me jodas. Este tío podía ser el autor de nuestro mundo. La cagamos y desaparecemos, pero no tiene por que pagarlo todo el mundo. No es dios.
– Mucho me temo que el mundo en el que estamos hace mucho que dejó de existir. Sólo era un mundo real… entre comillas.
– Que no, hombre. Que no hemos podido causar el apocalipsis.
– Si esa es tu preocupación, olvídala. No es el juicio final. Nadie va a decidir nuestro destino, porque pronto no quedará ningún lugar al que ir.
– No sabes cuanto me tranquiliza eso.
– Pero sigo sin verle el sentido – ahora era Ella quien hablaba – ¿Por qué iba a destruirlo todo con su muerte? Él no era así.
– Él no lo está destruyendo nada. La realidad, simplemente, no puede mantenerse sin su ayuda.
– Entonces… nos hemos cargado a Dios. Así, con mayúsculas.
– Es una manera de verlo, pero no creo que la comparación le hubiese halagado.
– No tenemos nada mejor que hacer antes de que se acabe el mundo. Así que te puedes ahorrar las vaguedades y explicarlo de una vez.
– De acuerdo – Tipo Listo tomó aliento – Javi, el Javi que está muerto en el suelo, era quien mantenía el universo en funcionamiento.
Pero no siempre fue así. Al nacer sólo fue una mota más en el tiempo y el espacio.
РNo te pongas po̩tico. Al grano.
– No sé si nació así, o si su capacidad para hacer realidad sus ideas le vino más adelante. El hecho es que era capaz de hacer cualquier cosa, sólo que no lo sabía.
Cada noche creaba universos nuevos que duraban tanto como su sueño y se desvanecían al amanecer.
– ¿Que hemos dicho de ponerse líricos?
– Perdona, supongo que es algo heredado.
Con el tiempo comenzó a crear universos complejos y duraderos. Por lo general, todos ellos partían de una idea sencilla que desarrollaba con más o menos suerte, y el problema surgió allí. Porque surgieron las dudas, las inseguridades y, para que ocultarlo ya, la pereza.
Había ocasiones en las que no daba con la “tecla” necesaria para que sus mundos fuesen consistentes y coherentes. Ideas que no eran los suficientemente buenas como para sustentar esos universos pero que, en lugar de ser desechadas o pulidas, se parcheaban de mala manera. En lugar de comprender como funcionaban aquellos mundos, de aceptar que había cosas que no debían o necesitaban ser explicadas, recurría a justificaciones que sabía que no eran validas, pero que trataba de ocultar bajo capas de palabrería y jerga inútil o, con un simple “por que mola”. Pero, por mucho que tratase de ocultárselo a los demás, el sabía que estaban allí.
– Tío, se acerca el fin del mundo. Un poco de prisa.
– Que sí, que sí, que ya va.
Cada vez usaba más las excusas, el “Deux Ex Machina” y cada vez se enfadaba más con sí mismo por no ser capaz de “crear” sin utilizarlo. Por hacer que los personajes actuaran contra natura con el único objetivo de alcanzar “el momento” que había dado origen a aquellos mundos.

Así llegamos al momento en el que la cosa se descontroló El momento en el que comenzó a soñar con “este” mundo. En como podría ser como sería versión “perfecta” del mundo real. El simple hecho de saber que él no sería capaz de crearlo (ya que él era imperfecto) no le impidió fantasear, y con cada nueva fantasía el mundo cambiaba de acuerdo a sus designios, aunque el no era consciente de ello.
Cada día despertaba en un mundo distinto. En una versión un poco diferente del mismo mundo…
– No me jodas que esto era lo mejor que podía hacer – Javi miró el apartamento con un deje de… desaprobación.
– Oh, no. Él podía hacer cualquier cosa, pero se negaba a sí mismo una posición mejor. No quería hacer que los demás se comportasen de una manera diferente a como realmente eran. No le parecía “justo” el aprovecharse de su “posición privilegiada”. Ni siquiera a nivel subconsciente se permitía esa clase de lujos.
– Me abuuurrooooo.
– Pero llegó lo que tenía que llegar. Javi se enamoró, y ella le dijo que no. Así que el mundo se fue a la mierda. Después de aquello sus sueños cambiaron. Ya no soñaba con mundos perfectos, sino que se dedicó a pensar en la nada. En la muerte. En el final de las cosas. Sus ensoñaciones se llenaron de cataclismos y estrellas que se apagaban. Noche tras noche destruía el universo y cada mañana seguía ahí, pero sólo porque no sabía que lo había destruido. Su ignorancia era lo único que mantenía el curso de la existencia.
Ahora ya no está, y la realidad que él habría recreado le sigue en su último viaje. Se dice que el amor es una fuerza creadora (que lo es) pero también puede ser la causa de todo lo contrario.
– Así que la culpa de todo esto es que este tío era un llorón.
– Hombre, es una visión un tanto simplista.
– No, no. Si yo te creo.
– Cállate – Ella le pegó una colleja.
– Así llegamos al punto en el que perdió el control… sobre aquello que ni siquiera sabía que era capaz. Primero vosotros tomasteis consciencia sobre vuestra propia naturaleza, y él os alentó a ello plasmando vuestras conversaciones.
Pero aquello tampoco pasaba de ser una anécdota. Sólo erais una gracia. Una herramienta para aclarar sus pensamiento. Cuando Deux Ex tomó consciencia de sí mismo y cuanto le odiaba, fue cuando todo comenzó a precipitarse.
Yo traté de avisar a Javi en sus sueños. Pero el paraje onírico es un lugar muy inestable, por no decir una porquería para los intentos comunicativos.
Deux Ex, en un principio tenía miedo, y trató de utilizar a Javi contra si mismo. Por eso fue al microverso para tratar de “reclutarte”. Tú no dejas de ser una proyección de Javi en aquel lugar, por lo que estabas más cercano que nadie a su misma naturaleza.
– Cuanto honor.
– Sí alguien podía superar la barrera que separaba los mundos sin un apoyo expreso del “autor”, ese eras tú.
– Pues fui el último en llegar aquí, así que ya me dirás.
– A ver, para cuando Deux Ex fue capaz de asumir su papel, vosotros ya llevabais una temporada larga dando vueltas por allí. Además, adaptarse a según que cosas cuenta un tiempo.

Cuando lo vi ponerse en movimiento, también comencé a mover mis piezas, y envié a Tipo Duro hasta este mundo. Pero aquello le enseñó el camino a Deux Ex.
– Vaya Tipo listo de los cojones.
-No es tan sencillo. La esencia de Deux Ex consiste en que él es capaz de lograr cualquier cosa. Da igual lo inverosímil que sea. Es la justificación suprema. Así que, en mi defensa, diré que lo hice lo mejor que pude.
Por desgracia, cuando Deux Ex llegó al mundo real, metió a Tipo Duro en una situación de la que salió, digamos… “quemado”
– Eso, tú ríete.
– Y, además, para echar más sal en la herida, le salvó. Para terminar la faena, también me arrancó a mi del plano de las abstracciones para que pudiese ver más de cerca su “obra magna”.
– Vaya cuadrilla de pringados con los que me han juntado.
– ¿Quieres dejar de hacerte el gallito? – la mirada de Ella se le clavó con dureza.
– Lo siento, es un mecanismo de defensa. Sigue.
– Entonces, a mí ¿quien me trajo?
– Mucho me temo que fue Javi. Acababa de tener una experiencia digamos… traumática.
Tras años de mucho sufrir, llorar en silencio y todas esas cosas que se suelen hacer tras un desencanto amoroso, había encontrado una especie de “momento de paz”.
Ya está superado, se dijo, ahora puedo hacer vida normal. Pero no podía estar seguro de aquello sin ponerse a prueba. Así que, inconscientemente, creó una situación que validase su afirmación. Una “prueba de estrés” para demostrarse que no se mentía a sí mismo.
El problema fue que su yo consciente no estaba preparado para una prueba de aquel calibre. Al final la superó, sí, pero no sin recibir (ni causar) daños. Una cosa era que lo hubiese “superado” y otra que quisiera estar solo. Ahí es donde entras tú.

Finalmente, yo logré traerte hasta aquí, Javi. Mi esperanza era justo la contraria que la de Deux Ex, que tú, al ser más cercano al autor, pudieses hacerle ver la verdad (y peligrosidad del asunto)
Lamentablemente, él nos encontró a nosotros antes, y nos convirtió en meros secundarios de “el plan”

Y aquí estamos, esperando el fin de todo. Vaya, que oportuno, comienzo a desvanecerme.

– Bueno, supongo que esto es el fin – Javi miró a Ella. Deux Ex le había hecho recordar todas las ocasiones frustradas de ser feliz en sus vidas anteriores y paralelas.
– Al menos me queda el consuelo de que, esta vez, no eres tú quien me quita la vida – la dureza había desaparecido de su mirada – Me alegro de que el final me llegue junto a ti.
– Yo no me alegro, pero… – no podía apartar la mirada de aquellos ojos que se desvanecían ante él. La acercó para besarla, pero no llegó a tiempo. Típico.
Recordó una conversación que había tenido con Javi. Cuando le acusó de que, mientras él un tuviera pareja, sus personajes jamás serían felices. Al final iba a resultar que tenía razón.
Miró el cuerpo en el suelo.
– Pobre desgraciado. Con un poder ilimitado y no has podido evitar que la historia de tu vida acabe como el culo.

noviembre 16, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: El último.
Hora: H menos cero.
Lugar: Mundo “real”

“Tenemos que hablar”. Vaya. Primero llegó el subidón. Súbito, estúpido e irreflexivo. Después la cautela. El socorrido “irrelevante”, el echar agua fría a las neuronas y tratar de frenar el ímpetu.
Entonces todo comenzó a precipitarse hacia el abismo esquizofrénico.
– “Tenemos que hablar”
– ¿De qué?
– Piensa. No la conoces de nada. Alerta de posible pirada.
– Pero… es que…
– ¿Qué?
РNo s̩. Tiene algo.
– Vas a hacer que me repita. ¿Qué?
РAhora me repito yo. No lo s̩.
– ¡Y dale! Datos, necesito datos.
– ¡Joder! Que no lo sé.
– Pues ya estás tardando en enterarte. Céntrate. Cierra y los ojos y respira. Datos. Sí, ya sabemos que es guapa. ¿Y qué? Ya estamos otra vez. No sabes de que quiere hablar contigo, y ya estás empezando a pensar en vuestro matrimonio, los niños y el perro.
– ¿Perdón?
– Es una manera de hablar. Que no, cojones. Sabes el procedimiento: Conocer, valorar y…
– Y hostión. Sí, ya me lo conozco.
– Un intento, un fallo. Vale, cien por cien de cagadas, pero no me llores. Ya lo analizamos en su momento. ¿Qué pasó? Que no la conocías. ¿Donde la cagaste? Dejando que la imagen mental que te habías creado de ella ocupase el lugar de la persona real. El problema es que te enamoraste de alguien que no existía. Te dijo que no, punto . Ya lo hemos hablado y lo asumimos hace tiempo. Ahora no repitas el mismo error – Javi levantó la mano mentalmente para pedir turno de palabra – Quieeeto, que te veo venir – pero parecía que no iba a tener esa suerte – Vale, no sabemos si ella cometía el mismo error que tú, pero eso ahora es ya:..
– …
– Venga, que tú puedes:…
– ¿Irrelevante?
– Muy bien.
– Pero…
– ¿Se puede saber que te pasa? Ni peros ni… eso.
Los apenas cuatro metros que separaban la cocina del salón se le habían hecho eternos con el incesante.
– Nada de echarle miraditas de refilón, que te caneo. Ni se te ocurra girarte.
Definitivamente; iba a ser un tanto complicado hablar con ella si no quería mirarle a la cara. A todo esto ¿De qué quería hablar ella?¿Se lo había dicho?
– A todo esto ¿De qué querías que hablásemos? – tentó a la suerte.
– No sé… sólo necesito hablar con alguien – su ego se resintió un poco por eso pero, por otro lado… No. No le vio el lado positivo.
– ¿Llevas mucho tiempo viviendo en el edificio?
– … – dudó – No lo sé.
– Pues lo siento mucho, pero no se me ocurre una pregunta más sencilla para romper el hielo – eso, hazte el gracioso.
Se hizo el silencio. Sabía que le estaba mirando, pero no quería girarse. Aún así, lo hizo. En cuanto sus miradas se cruzaron, ella rompió a llorar. Su primer acto reflejo fue abrazarla y decirle alguna frase hecha, genérica y tramposa. Mentirle para que se sintiese mejor y se calmase. Ser el reflejo de lo que siempre había visto en las películas. Pero dudaba. ¿Haciendo eso sería él, o sólo alguien más imitando un comportamiento ajeno?
Le costó toda su frialdad el contenerse, pero no podía evitar que su corazón se acelerase. No podía apartar la mirada de ella. En su interior, el dolor ante aquella impotencia se le hacía inaguantable. Quería rozar su mejilla y secar sus lágrimas, acabar con quien fuera que le hubiese causado tanto dolor. Era algo ajena a su aspecto. No era sólo guapa, era …
– Eso no lo sabes.
РD̩jame en paz.
Se abalanzó sobre él y lo abrazó como desesperada.
– No sé quién soy. No sé qué hago o cuánto llevo aquí. Sólo camino, me muevo y respiro, pero no me siento ni una persona.
Sonó el timbre. Lo ignoró. Sonó de nuevo. Lo volvió a ignorar. Escuchó como alguien parecía estar echando la puerta abajo. Le daba igual. Cuatro tipos llegaron hasta el salón.
Vale, a aquello iba a tener que prestarle atención.

– Que bonito. Míralos a los dos, ahí abrazaditos – aquellos tipos le sonaban de algo, pero no era capaz de ubicarlos.
– ¿Habéis destrozado mi puerta? – no era una pregunta especialmente brillante, pero era un comienzo – Empieza a entrar corriente.
– Sí, ha sido el amigo este, que tenía prisa – señaló a alguien que parecía el hermano hormonado de Akenatón – Pero bueno, voy a ahorrarme las presentaciones, para lo que van a servirte. Hemos venido a matarte.
– Mi blog es malo, pero esto me parece excesivo. Aunque, mirándolo por otro lado, acabo de descubrir que tengo cuatro lectores. Supongo que podré morir feliz.
– No vas muy desencaminado.
– Me dejaréis escribir una última entrada antes de morir – siempre se había preguntado como reaccionaría ante una situación de vida o muerte. La verdad es que se lo estaba tomando bastante bien. Vale, seguramente sólo vendrían a robarle pero, aún así, aquello era demasiado serio como para estar tomándoselo con tanta tibieza – Ahora que sé que tengo “fans”, supongo que os debo una entrada de despedida.
– Eres la viva expresión de “el ignorante vive feliz” Menos mal que estoy yo aquí para sacarte de tu ignorancia.
– Ilumíname, oh sabio – a ver, la katana la tengo en mi habitación, así que no es una opción. Como le pongan una mano encima a la chica, estos no salen enteros de aquí.
– Por todos los… – parecía que se estaba cabreando ¿aquello era bueno o malo? – Eres igual de irritante como persona que como demiurgo.
– ¡Toma ya!¡Demiurgo! Como se nota que alguien ha sacado partido a sus estudios.
– ¡Ya está bien! Venga, pégale un tiro de una vez – sacó una pistola y se la entregó a uno de sus acompañantes. Un individuo que le resultaba tremendamente familiar. Estaba convencido que se parecía mucho a alguien que conocía seguro.
– ¿Vais en serio? – parecía que iban en serio – ¡Joder!, vamos a hablarlo. ¿Que os he hecho?
РQue que nos has hecho. T̼, nos has hecho.
– ¿Un poquito más de concreción? – ¿de verdad crees que es buena idea seguir con las gracietas? – ¿Por favor? – hombre, donde va a parar. Eso lo arregla todo.
– Somos creaciones tuyas.
– ¿Perdón?
– Si lo miras desde un cierto ángulo (y con un poquito de ironía), tú solito te has buscado esto.
– Creo que me he perdido algún capítulo de esta serie.
– Voy a intentar explicártelo con caramelos. Somos personajes de tus relatos. Esa gente a la que te dedicas a putear. A hacer “dramáticamente interesantes”. A quienes usas como elementos reciclables una y otra vez para plasmar tus neuras y tu sentido de la “épica” y la “tragedia”
– Venga. Estáis de coña.
– Es… verdad – la chica se levantó mirándole horrorizada.
– ¿Que? No, venga ya – sí, aquello se asemejaba más a la brillante verborrea que creía que desplegaría ante una situación como aquella.
– Eres tú. ¡Tú me has hecho esto!
– Venga – hala, otro venga en dos frases. Bueno, mejor se centraba en otras cosas en lugar de hacerlo en su limitado repertorio de expresiones genéricas – No puedes tragarte este cuento – obviamente, podía. Quería poner la alerta de posible pirada, pero no podía. Aquellos ojos desprendían un dolor atroz. Un dolor de… de esos que le gustaba para sus personajes.
– ¿Sabes por todo lo que me has hecho pasar?
– Venga – e iban tres – Esto no tiene sentido.
– ¿Sabes cuantas veces me ha asesinado quien más quiero?¿Sabes cuantas veces he tenido que mirarle a los ojos y perdonarle porque, muy en el fondo, sabía que no era culpa suya?¿Sabes cuanto he podido llegar a odiarte durante todos los incontables eones de dolor que he has pasar? – no sabía si era el miedo ante una muerte casi cierta, o la convicción y agonía con la que le arrojaba aquellas palabras, pero le creía. Aquello no tenía ningún sentido, pero le creía. Además, parecía que su voz interna se había largado, así que no tenía quién le anclase al mundo de los cuerdos.
– Te cedo el honor – Deux Ex le entregó la pistola a Ella.
– Pero yo no os he hecho nada. Yo sólo escribo historias. Vosotros sois personas reales. Yo no puedo crear a personas reales. Además – se le ocurrió una idea desesperada ideal para la situación – Mis personajes, mis protagonistas, jamas matarían a alguien así, a sangre fría. Si lo sois, eso tenéis que saberlo. No matan por venganza – hizo memoria. No, creía que nunca había escrito a ningún personaje así, demasiado “fácil” – Si me matáis, estaréis demostrando que todo lo que decís es mentira.

Ella miró a Javi, bueno, al Javi del microverso. Sin mediar una palabra se lo dijeron todo. Era verdad (aquel era un recurso que también había utilizado más de una vez). No podían matarle. En el fondo tampoco era culpa suya. Él sólo contaba la vida de unos personajes que no existían. No podía imaginar que pudiesen llegar a tener sentimientos reales.

– Está visto que aquí tengo que hacerlo yo todo – Deux Ex cogió la pistola – Pero bueno, a todo se acostumbra uno.
– ¿Y por qué no se te aplica el razonamiento de antes a ti?
– Porque yo no soy un personaje “normal”. Yo soy el recurso que utilizas y desprecias. La justificación que das para que las cosas sucedan. Soy el barniz que une tus historias y que luego ignoras mientras te dedicas a pisotearlo como si no estuviese por ahí. Soy lo único que podría salvar ahora tu triste vida de mierda. Pero no me da la gana.
Disparó a Javi a la cabeza, matándolo en el acto.

noviembre 4, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: El último.
Hora: H menos uno.
Lugar: Mundo “real”

– ¿Pero tú te escuchas al hablar? – ya conocía la respuesta a aquella pregunta pero, no por obvia dejaba de ser pertinente – O, al menos ¿Lo piensas antes de soltarlo. Por favor. Dime que la respuesta es “No” (a cualquiera de las dos preguntas, o ambas)
– ¿De qué tenéis miedo?
– A ver. Miedo no es la palabra. La palabra es “No somos asesinos” (al menos yo) y ya sé que son tres palabras, así que no me corrijas para hacerte el gracioso.
– Vosotros sois lo que él quiere que seáis.
– Vale. Pues ahora “él” no quiere que seamos asesinos – Javi miró a su alrededor para ver si había consenso. Tipo Listo no decía nada, pero se le veía pensativo. Tipo Duro, simplemente permanecía estoico entre sus vendajes – Y me parece la mar de bien.
– ¿Y ya está? – pero Deux Ex no parecía desistir – ¿Él dicta vuestros actos y os quedáis tan anchos?
– Es que es bueno el condenado. Tan bueno… que hasta creemos que somos nosotros quienes tomamos nuestras propias decisiones.
РPero sab̩is que no es cierto. Bueno, al menos desde hace un rato.
– Saber… lo que se dice saber. Hay algo en nuestro interior que nos dice que aquí falla algo. Pero puede ser el hambre, o una laguna argumental.
– Entonces, preferís el auto engaño.
– Puedes llamarlo así. Nosotros lo llamamos “Lo que diga el jefe” Si no tenemos voluntad propia, mucho menos vamos a tener ansias de rebeldía.
– Me estáis diciendo que no vais a hacer nada.
– No, te digo que vamos a ir a salvar a la chica y santas pascuas.
– Pero aquí él no os controla.
– Eres tú el que no lo pilla. Aquí no somos conscientes de que nos controla, pero ya nos ha pasado otras veces.
– ¿Y si ahora os encontraseis a su mismo nivel? ¿Si realmente ya no hubiese “autor”?
– Pues haríamos nuestra vida, sin más. ¿Para que vamos a buscar a alguien que no existe?
– Estás haciendo todo lo que puedes para no entenderme, pero no te va a servir. Vas a tener que abrir los ojos y admitir que esta vez todo es distinto.
– Cada vez es distinto. Sino sería muy aburrido.
– No os dais cuenta de que esta es vuestra oportunidad de resarciros.
– ¿De quien?
– No lo marees más.
– Vamos a ver si lo pillas. Si soy un personaje de ficción, lo que haga o diga no cuenta ergo, carezco de voluntad o independencia. Si soy un personaje real (y digo real, sin comillas) no tiene sentido que busque entelequias todopoderosas, llámalo Dios, Crom o “autor” Me dedicaré a hacer lo que considere mejor o correcto.
Que un tío venga a decirme que tengo que vengarme por unas supuestas afrentas divinas puede sonar raro, pero vivimos en un mundo muy extraño y hay sitio para eso y más.
РQue convenientes son esas p̩rdidas de memoria selectivas.
– ¿Perdona?
– Que hace unos momentos llovieran áliens acorazados, es algo que cabe en ese mundo “extraño” en el que vives.
– Vale, igual eso se sale un poco de la escala.
– ¿Y eso que te indica?
– ¿Una notable falta de imaginación?
– Aparte de eso.
– Pues puede indicar que no estamos en el mundo real, y que tu tesis se cae por los cuatro costados.
– ¿Y si el autor pudiese hacer “reales” sus ideas…
– Pues se lo podría currar un poco más
– No me has dejado terminar.
– Sigue, hombre, sigue. No te cortes.
– ¿Y si el autor pudiese hacer “reales” sus ideas de manera inconsciente? ¿Y si no supiese que es capaz de hacerlo pero sus deseos se fuesen haciendo realidad de una manera, digamos, “sutil”?
– ¿Como una lluvia de extraterrestres?
– Vale, olvida lo de “sutil”.
– Pues viviríamos en un mundo de lo más anárquico. Dependiendo del tipo de persona de la que estemos hablando, el mundo podría acabarse mañana, o ser un coñazo eterno.
– Dime que mi tesis no va ganando fuerza.
– Bueno, podríamos catalogarla como esquizofrenia paranoide con leves toques de lucidez y coherencia.
– ¿Donde estabas ayer?
– ¿A que hora?
– A cualquier hora. Es…
– Irrelevante.
– ¿Por qué has dicho eso?
РNo s̩. Un deja vu.
– Da igual. Responde.

– No lo recuerda, ¿verdad?
– No. lo malo es que me estoy acordando.
– ¿Y que ves?
– Estoy en la cabeza de otro tipo diciéndole que es un personaje de ficción.
– Ahora mira a tus dos colegas una vez más, y dime otra vez que estoy como una regadera.
– Que tengas razón no implica, necesariamente, que no estés como una regadera.
– Avanza un poco más. Más o menos hasta que llegas a una especie de limbo y charlas con una voz que se dedica a tocarte las narices y cambiar tu papel en esta historia.
– Hecho.
– ¿Que vas a hacer al respecto?
РPues me cagar̩ un rato en sus muertos y seguir̩ con mi vida (si es que la tengo)
– ¿Después de todo lo que os ha hecho?
– Chico, que tampoco ha sido tan grave. Me ha vacilado y se ha llevado a la chica, pero tampoco es cuestión de matarlo por eso. Además, tú mismo has dicho que no es consciente de ello.
РNo os estoy hablando de esta vida y esta historia. Os hablo de todas las historias en las que os ha puteado antes. Todos esos personajes de los que hab̩is formado parte y a los que ha destrozado sin miramientos.
– ¿Todos esos personajes cuyo recuerdo se va desvaneciendo poquito a poco de nuestras memorias?
– Si es por eso, la solución no podía ser más fácil.

Tratar de imaginaros morir unos cuantos cientos de miles de veces.
Vale, sumar a eso que, antes de morir, lo perdéis todo.
No, no hablo de dinero o posesiones. Hablo de todas aquellas personas a las que queréis mueren de la manera más dolorosa (y melodramática).
Imaginad que, un tiempo antes de morir hicisteis algo terrible (a la par que increíblemente estúpido) Algo que no sois capaces de comprender por qué o cómo fuisteis capaces de hacerlo. Algo que se escapó completamente de vuestro control y cuyas consecuencias os torturaron durante años (cuando no siglos)
Todo aquello por lo que vivíais ya no existe y lo peor es que ha sido culpa vuestra. La casualidad no ha tenido nada que ver. Tampoco la mala suerte. Ha sido culpa vuestra pero, por mucho que luchaseis. Por mucho que vuestra cabeza dijese “NO” no habéis podido hacer nada por evitarlo.
¿Podéis imaginároslo?
Supongo que no. Vale, lo tratar de haceros a la idea, pero nunca llegaréis a “saber” ni “sentir” lo que pasa ahora mismo por el interior de nuestros tres personajes.
Imaginad que, en un primer plano, por delante de todo lo que sois, imponiéndose sobre vuestros principios, aplastando todo aquello en lo que creéis, aparece el rostro del culpable de todo ese dolor.
Y no, amigos, no se trata de auto indulgencia. No os estáis creando alguien a quien odiar para no odiaros a vosotros mismos. No es un espejismo a quien culpar de vuestros errores.
Es él. Es “real”, y podéis hacer algo al respecto.
Estáis cabreados. Muy cabreados, pero os sentís imposiblemente lúcidos.
¿Que haríais?
¿No lo sabéis?
Yo puedo hacerme una ligera idea.
– ¿Donde está? – Ellos tienen algo más que una ligera idea.

octubre 20, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: El último.
Hora: En la que todo esta cerrado.
Lugar: Mundo “real”

Nada. No podía dejar de pensar en aquella mujer.
La pequeña distracción que habían supuesto las imágenes que había visto en la tele apenas habían logrado mantener su atención durante un par de horas, antes de que su cabeza volviese de manera continua y exclusiva al monotema del día.
Lo había probado todo: Leer, navegar por internet, ver alguna película, incluso… ¡LIMPIAR! Pero nada resultaba.
No lo entendía. Aquello no tenía ningún sentido. Su realidad se tambaleaba de maneras nunca antes experimentadas. Sentía acercarse el gélido abrazo de la desesperación. El ponzoñoso hedor del desquiciamiento (vale, no tenía olfato pero sabía que estar desquiciado apestaba) El mundo, de repente, se había vuelto un lugar triste y solitario.
– Espera, espera, espera – trató de tranquilizarse mentalmente – ¿Tú estás tonto?
– Venga, piensa. Racionaliza. Empieza con el clásico…
– Irrelevante.
– Vale, es un comienzo.
– ¿Te has planteado si te estás volviendo loco con esto por haber hecho el imbécil con Sandra?
– Eh, para. No vayas por ahí.
– ¿Por qué?
– Porque eso no me va a ayudar.
– Claaaaro. No tiene nada que ver con lo que te dijo tu madre.
– ¿No me has oído? Que no sigas por ahí.
– Vas a acabar solo, y te cargaste la oportunidad de evitarlo.
– Y dale. ¡Que lo dejes ya!
– Sabes que esto no funciona así.
– ¿De verdad crees que hice el idiota con Sandra?
– No importa lo que crea yo.
– Eso, quítate el muerto de encima. Para no gustarnos el fútbol, somos unos maestros en tirar balones fuera.
– Pues no me la devuelvas y responde.
РNo. No hice el imb̩cil. Hice lo correcto.
– Entonces, piensa ¿Cual es la causa de todo esto?
– Esa mujer…
– A la que has visto durante dos segundos.
– Sí, lo sé. Venga, vamos a ello otra vez.
– Irrelevante.

No había réplica mental. Bien.
Se tumbó en el sofá y se quedó mirando el techo. Concentrándose en él se dedicó a buscar formas entre las irregularidades del gotelé. No era una actividad apasionante, pero lograba mantener su cabezas ocupada.
Pero no. Algo fallaba en todo aquello. Había sido demasiado fácil. Los pensamientos estaban volviendo a primer plano cuando…
Sonó el timbre.
– Salvado por la campana.
No era el timbre de abajo, sino del de su puerta. Por norma general no solía abrir. Seguro que era algún vendedor, pero no importaba. Se levantó como impulsado por un resorte y se dirigió hacia la puerta.
Aunque claro. Si abría la puerta así, sin más, estaría actuando movido por la desesperación y aquello estaba mal (bueno, igual mal, lo que se dice mal, tampoco, pero sería ceder a un impulso… ¿indigno?¿impío? Se le estaba yendo la cabeza otra vez) Si abrir, o no, la puerta se estaba convirtiendo en un tema trascendental, definitivamente, estaba fatal de lo suyo.
Pero la pregunta estaba ahí y no era capaz de evitarla. Se detuvo y recapacitó. La acción ya se había iniciado y no podía “deshacerla”. Aún estaba a tiempo de retractarse, pero aquello no cambiaba el hecho que originaba la disquisición.
A todo esto ¿cuanto tiempo llevaba de pie en el recibidor con aquella disquisición estúpida? Igual quien hubiese llamado ya se había ido.
Por debajo de la puerta no salía luz, así que el pasillo debía estar a oscuras y echar un vistazo por la mirilla no le habría servido para nada. Miró el reloj, eran las once y cuarto de la noche. O era un vendedor metiendo horas extras o un chorizo educado. De ser algún conocido le habría llamado antes al móvil.
Como el echarse atrás no iba a cambiar el impulso inicial, optó por abrir la puerta (aunque no pudo evitar cruzar los dedos mentalmente. Igual quien fuese ya se había largado)
– Hola – no había tenido suerte, seguía ahí – soy la vecina del D – bueno, el tema de la buena o mala suerte estaba aún por decidirse – perdona que te moleste – era aquella mujer, la que había estado venga a dar vueltas por su cabeza – ¿No tendrás un poco de azúcar? – vaya, había comprado azúcar antes de venir a casa ¡Que suerte! Espera. ¿Había dicho “D”? Habría jurado que aquel edificio solo tenía tres puertas por planta.
– Sí, espera un poco – calma, calma, sólo te está pidiendo azúcar – ahora te traigo un vaso – y después, ¿qué? Piensa, piensa, rápido, un tema de conversación.
– Quieeeeto ¿Qué te pasa? Venga, para y razona un poco – las voces tomaron al asalto su cabeza. Además, y para variar, estaban todas de acuerdo. Lo peor era que, teniéndolo todo así de claro, no era capaz de dejar de (No. Lo cierto era que no quería dejar de) alimentar las esperanzas absurdas que se agolpaban, solapaban y arremolinaban, anulando todo aquello que tanto le había costado construir como su personalidad, sus valores y su verdad.
– Dale el azúcar. Punto. Nada de conversación intrascendente. Nada de intentar hacerte el gracioso. Eso eres tú. Eres gracioso con quien tienes confianza. Eres ocurrente cuando juegas sobre seguro. Eres simpático como respuesta. Cuando lo han sido contigo. Si das el primer paso puedes cagarla. Si te limitas a reaccionar tras analizar la situación es más difícil que te equivoques.
– Eso. Que de ella el primer paso.
– ¿Qué paso?¿De qué estás hablando? Una tía a la que no conoces de nada te está pidiendo azúcar. No hay conspiración. No hay mensaje oculto. Vive en la puerta de al lado. Azar. Punto.
– Dilo.
– Irrelevante.
– Bien.
– Pero…
РNi pero no hostias. Vaso. Az̼car. De nada. Hasta otra.
– Pero…
– Que no. Que no hay peros.
– ¿Y si quiero dar yo el paso?
– ¿Qué paso? ¿Quién es ella? ¿Qué sabes de ella? Es guapa. Sí. Mucho. Mesmerizantemente guapa. Te lo concedo. Vale, hay algo más. Es posible que se trate de ese “algo” que nos venden las películas. Quieres creer que es ese algo, pero sabes que no lo es. Eso no existe. Te sientes solo y quieres dejar de sentirte así. Eso tiene un nombre: Desesperación. Nosotros no nos movemos por desesperación, lo hacemos guiados por la lógica. ¿Estamos?
– Sí. Vale. De acuerdo.
– Sé que el “pero” está ahí. No lo verbalices, no lo des poder.
– Eso, autoengáñate.
– No se trata de auto-engaño, se trata de no dar el control a la desesperación. Actúa cuando no te sientas así. Cuando seas capaz de mantenernos en silencio.
РY todo esto por un vaso de az̼car.
– Sí. Ya ves.
– ¿Y cuando podré plantearme todo esto?
– Cuando no tengas que hacerte la pregunta. Y sabes que eso no pasará hasta que la conozcas.
– ¿Y cuando llegará el momento? ¿Por qué no puedo empezar a conocerla hoy?
– Estamos volviendo al bucle.
– Sí.
– Y ella está esperando.
– ¿Llevamos mucho con esto?
– Un buen rato.
– Bueno, vamos a acabar con esto.
– Perdona – la voz de la desconocida sonó tímidamente desde el marco de la puerta de la cocina – ¿Puedo pasar?
– Obviamente ya lo has hecho.
– Lo siento. Ya salgo.
– No, tranquila, no te estaba echando. Es sólo una manía que tengo de recalcar lo obvio.
– ¿Podríamos hablar un rato?
– Estoooo – hala, venga, vamos a darle a la batidora cerebral – Esto, claro. Pasa – ¿Puedo empezar a alimentar esperanzas ya?
РT̼ mismo.

octubre 6, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Del fin del mundo.
Hora: La de la siesta.
Lugar: Mundo “real”

– Vale, nos vas a ayudar… – Javi miró su muñeca para ver la hora. La aparición de Deux Ex había sido muy dramática pero, cuando se trataba de él, había aprendido a mantener un tono escéptico ante lo que pudiera decirle – ¿Y cuanto vas a tardar en desaparecer otra vez? – No tenía reloj, pero aquello era más un acto simbólico que otra cosa.
– Dame un voto de confianza. Mis idas y venidas tampoco son cosa mía.
– Pues vaya Deux Ex de los cojones.
– Sí, sí. Ja, ja. Yo también te quiero.
– Venga, empieza a largar, que seguro que estás desperdiciando un tiempo precioso con estas tonterías.
– Se donde está Ella.
– Que sí, que sí, que eso ya lo esperábamos. Al grano.
– Está cerca de “El autor”

– ¿Ningún comentario gracioso? Vaya, parece que he conseguido dejar sin palabras al gran bocazas.
– No me jodas.
– No tendría tan mal gusto.
– Entonces, con lo que nos ha costado llegar hasta este puñetero lugar ¿No está aquí? – iracundo, se giró hacia Tipo Listo – ¿Y como es que no sabías tú esto? Pringao, que eres un pringao.
– ¿Quieres dejarle continuar?
РGracias. No ten̩is que iros a ning̼n otro lado.
– Menos mal. Pero bueno, este sigue siendo un pringao.
– ¿No eras tú el que decía que me diera prisa?
– Vale, sí. Continúa.
– Perdona – esta vez era Tipo Listo el interumpidor – ¿Podrías soltar a Tipo Duro? No veo a través de las vendas, pero yo diría que ya estará empezando a ponerse azul.
– Cierto, cierto. Con la verborrea del cansino este lo había olvidado – Tipo Duro había permanecido inmóvil e impasible durante todo ese tiempo. Para ser alguien que estaba sujeto por el cuello y suspendido a un palmo del suelo, la verdad es que lo estaba llevando bastante bien.
Tras tocar de nuevo el suelo su posición no cambió ni un ápice.
– Bueno, esto ya está durando mucho para lo que suele ser normal en mi, así que mejor si voy yendo al grano. Ella está aquí.
– Que sí, que ya lo has dicho. Menos mal que ibas a dejar de irte por las ramas.
– A callar. Ella está aquí, igual que “El autor”
– Y dale.
– “El Autor” ese tipo cuya mayor diversión en la vida ha sido dedicarse a putears. Que os ha matado una y otra vez. Que ha matado a vuestras novias, a vuestras mujeres, a vuestro perro y vuestros pececitos de colores.
¿Y sabéis quien se ha encargado de todas esas jodiendas?
Yo.
Una y otra vez. Porque sin mi ese capullo no es nada. Sin mis sus historias no avanzan. Sus personajes no tienen razones para actuar y sus tramas serían una puñetera mierda.
¿Y sabéis lo que me da a cambio a mi?
Nada.
Me odia. Siempre trata de mantenerme oculto, que no se note que estoy ahí. Soy el jodido ninja de las sub-tramas. El puto hombre invisible de los argumentos. El maldito maestro de marionetas de los secundarios.
– Y bastante malhablado, todo sea dicho.
– ¡Que cierres la boca! Estoy hasta el gorro de esto, y esta es mi ocasión de desquitarme, y estoy seguro de que vosotros también. Es hora de clamar venganza y cargarnos a ese desgraciado. Vamos a acabar con el malo de una vez por todas. Ya nos ocuparemos luego de conseguir a la chica.

septiembre 22, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Mismo lunes (distinta sensación)
Hora: La de comer.
Lugar: Mundo “real”

– Irrelevante – su cabeza no dejaba de repetírselo.
Javi llegó a casa, pero su cabeza seguía por ahí atrás. Para ser más exactos, en un semáforo a unas cuantas calles de distancia. Ni siquiera una invasión alienígena lograba que aquella mujer se le fuese de la cabeza.
Por un momento, la tentación de hacer que se la llevasen los invasores le rondó por la cabeza, pero aquello no habría solucionado el problema; su avatar en aquella historieta los habría seguido hasta los confines del universo para rescatarla y… posiblemente, morir en el intento (otra vez)
– Venga, alegría.
Encendió la tele y había anuncios. Que sorpresa. Apago el sonido y encendió el ordenador para poner música.
Su estómago empezó a a gruñir. Sí, debía de ser la hora.
Se dirigió hacia la cocina para hacerse la comida, pero ya sabía que lo que se iba a encontrar: Espárragos y patatas fritas (cielos, también había una lata de atún)
Se presentaba la disquisición de todos los días, el terrible drama existencial que consiguió que LA preocupación del día se alejase un poquito la (¡yupi!): ¿Pedimos comida, o bajamos al súper?
Salir a la calle y arriesgase a la (remota) posibilidad de encontrarse (y empeorar un poco más) otra vez su nueva y flamante obsesión, o quedase tranquilito en la seguridad de su casa, esperando que le llegase algo sano, sano para comer.
– Ah, ¿qué diablos? – se sentía afortunado.
Al fin y al cabo, ¿cuantas posibilidades había de que se la encontrase otra vez?… Además… tampoco había nada malo en el simple hecho de cruzársela.
– Tío, estás fatal.
Estaba saliendo por la puerta, cuando se dio cuenta. Con el calor que hacía en la calle, y se había puesto la chaqueta. Con su cabeza tan lejos, su cuerpo se había puesto en automático.
Se quitó la chaqueta y agarró las llaves y mientras se repetía una y otra vez “tienes que hacértelo mirar” esperando el ascensor.
– Joder. No he apagado la tele. Mierda, el ordenador tampoco. Bueno, da igual.
Mientas salía por el portal, su cabeza volvía al ataque:
– ¿Por donde sería más probable que aparezca?
– Irrelevante.
– Oh ¡Cállate!
– ¡Cállate tú y tira por la ruta de siempre!
Definitivamente, estaba siendo un día de esos.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada.
Súper, lata de alubias (la más grande), azúcar (¿azúcar?, pero si no tenía leche), mmm que buena pinta tiene la foto de esa caja de… ¿espinacas congeladas? Vale, ¿por qué no? Cosas más raras había comprado. Chorizo, chorizo picante, chorizo de pueblo, chorizo de Pamplona. Venga, chorizo de pavo también… y de jabalí. Sí, con eso sería suficiente.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada hasta casa.
Misión cumplida.
Subió a casa y comenzó a comenzó a meter las cosas en el frigorífico. Miró la lata y se dijo “ya me haré esto mañana”. Sacó del frigo los chorizos que acababa de meter y pilló la tabla de cortar.
Se sentó delante de la tele y empezó a cotar.
– Mierda, no he comprado pan.
– ¡Hey! ¡No estaba pensado en esa tía!
– Mierda.
Algo en la pantalla llamó su atención. Había un montón de extraterrestres acorazados estrellándose contra el asfalto. La escena le sonaba, como un deja vu, aunque no lograba ubicarlo.
Esperó a que pasasen las imágenes y vio que eran las noticias. Para cuando paró la música y subió el volumen de la tele ya habían pasado a la siguiente noticia.
¿Película nueva? ¿De quién?
Quería buscar algo en internet, pero no tenía mucho con lo que empezar.
Espera.
Espera.
Espera un poco. No era un deja vu, era una de las historias a las que había estado dando vueltas.
Algún productor de Hollywood había vuelto a robarle una idea… antes de que la escribiese. Seguro que hacían otra superproducción genérica. Que iría al cine y saldría diciendo “Tendrían que haberme dejado a mi hacer la historia”
Cojonudo. Estaba siendo un día perfecto.
Bueno. Al menos había vuelto de dejar de pensar en…
– Mierda.

agosto 31, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Siguiente Lunes (pero del esos malos, malos)
Hora: Las ha habido mejores.
Lugar: Mundo “real”

– Vale, entonces… ¿el plan, es…? – Javi trataba de aclararse hablando en voz alta, mientras esperaba que alguno de sus “aliados” sugiriese algo – Por favor, no digáis “dominar el mundo”
En aquel nuevo mundo, y rodeados por las hordas cuasi comatosas de los devoradores de alcohol, nuestros tres héroes estaban desorientados y perdidos. Muy perdidos.
Pero el día aún iba a ponerse peor… aparte de mucho más raro. A todo aquello, su primera respuesta sería:
– Hombre, no me jodas.

A su lado, un conmocionado turista no podía dejar de repetirse:
– Tenía que haberme ido de vacaciones a otro lado.
El señor Gutierrez había huido de su puesto en la NASA para evitar que su mundo racional fuese puesto en duda al hacerse preguntas sobre algo que sabía que había visto, pero no quería reconocer como real. Pero, por lo visto, el mundo se empeñaba en hacer hincapié sobre el cariz extraño que había decidido adoptar.
Primero el incendio que había aparecido ante sus ojos el día anterior. No habría sido raro… de no ser porque, el segundo anterior, el edificio estaba perfectamente, no se parecía en nada al que había aparecido en su lugar ardiendo y no había rastro de los bomberos o la línea de contención (que, curiosamente, se parecían mucho a las de las películas americanas)
Cuando el tipo poseído por un ataque de heroicidad estúpida decidió entrar en el edificio, prefirió mirar para otro lado.
Después, la nevada “instantánea” y delimitada del día anterior… del que nadie parecía haberse dado cuenta. Lo del incendio había conseguido hacer como si no lo hubiera visto, pero aquello, por mucho “Nanana” mental que se repitiese, no conseguía que desapareciese. Y comenzaba a dudar sobre su estado mental.
Pero lo que acababa de ver… después de aquello, ya se veía con el embudo en la cabeza y la camisa de mangas extra largas anudadas a su espalda.
La cosa empezaría con el haz de luz que vendría desde el cielo. Raro, vale, pero vete tu a saber si era el foco (con una señora lámpara de unos cuantos millones de vatios) de algún espectáculo de la fiesta. Pero al mirar al cielo buscando su origen, de repente se había nublado… pero sin que el día se oscureciera un ápice (ni las nubes impidiesen pasar la luz del haz)
Después, la figura que parecía ascender por el haz… y el tipo que parecía volar siguiéndola. Vale, quien hubiese hecho aquel efecto especial se había dejado una pasta. El “Nanana” volvía a su cabeza, pero el estruendo de la colisión del artefacto en la carretera le impidió seguir escuchándolo.
Al menos de aquello si que parecía que se enteraba la gente. Casi se alegró del pánico que siguió a aquello.
– No estoy loco – gritó – No estoy lo…
– Aparta, mendrugo.
Cuando aquel tipo le apartó, no entendía la razón. Al ver a uno de los hombres que le acompaña parecía una momia, el “Nanana” regresó. Cuando otro artefacto similar al que había caído en la carretera se estrelló donde él se encontraba hace un momento, superó su estado de estupefacción, y comenzó a correr mientras caían uno tras otro los artefactos del cielo.

Así que nuestros héroes se encontraban ante lo que parecía una… ¿lluvia de extraterrestres acorazados?
De cada boquete del suelo salía un nuevo exo esqueleto con su arma disparando a lo loco. El pánico se hizo de inmediato y una marea humana de gente de rojo y blanco comenzó a arrasarlo todo.
Tipo duro, como impulsado por un resorte, entró en acción. Para estar gravemente quemado era increíble la manera en la que se movía. En un instante incapacitó al más cercano y, de unos disparos imposiblemente certeros con el arma que le había arrebatado, inutilizó las de los demás.
El nivel de rareza de aquello estaba alcanzando unas cotas desorbitadas, por no decir ridículas.
Tipo duro incrustó de un puñetazo la protección de la cabeza de uno de los acorazados en los hombros. Tras arrojar la armadura que había inutilizado contra otros dos “invasores”, saltó contra otro de ellos.
En su caída, el boquete sobre el que se alzaba su presa se hizo algo más profundo.
– Esto tiene ningún sentido – Tipo listo habló.
– Se nota que eres el lumbreras del grupo.
– Me refiero a que es más anormal que lo que hemos hecho hasta ahora.
– ¿Eso es lo que te dice tu rarómetro?
– Está cerca.
– ¿Quién? Como me respondas con una vaguedad te juro que te arreo.
– Supongo que se refiere a mi – el que respondía no era otro que el líder de los invasores.
– ¿Ves como no era tan difícil? A todo esto ¿y tú, eres…?
Una de las armaduras que había arrojado Tipo duro aterrizó junto a ellos.
– A ver si tenemos un poco más de cuidado – el desconocido se apartó un poco mientras se quitaba e casco.
– Déjalo, ¿no ves que le hacía falta un poco de diversión? Te estabas presentando.
– Cierto. Soy Deux ex – alzando uno de sus brazos, agarró por el cuello a Tipo duro, que en aquel momento parecía indefenso.
– ¿Y has venido a ayudarnos, o a terminar con nuestros sufrimientos?
– A ayudaros, por supuesto. Aunque no me lo han puesto nada fácil.

agosto 21, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Siguiente (por fin)
Hora: De las mejores del día
Lugar: Mundo “real”

El lunes no había estado mal. La verdad es que no había estado nada mal.
Bueno, para ser sinceros el comienzo de la mañana había sido un tanto extraño. Por un lado, Sandra no había aparecido por el trabajo. Lo cual tenía su lado bueno, y su lado malo.
Por el lado malo, estaba el sentimiento de culpa ante la posibilidad de que la enfermedad que aducía como razón para no ir fuese mentira, y que la auténtica razón fuese que no quería verle a él.
Javi, el centro del universo atacaba de nuevo.
Posibilidades como que aquella enfermedad fuese cierta, que el domingo se hubiese agarrado una parecida a la del sábado, o que descansase en la cárcel por haber asesinado a su cuñado se pasearon por su mente, pero su ego y sus ansias autoflageladoras habían optado por descartar aquellas opciones (aunque a la tercera le daba alguna que otra vuelta por la cabeza, aderezada con la presencia de mutantes, derrumbamientos de muros, salvamentos in extremis, ninjas y ¿porque no? asesinos pontificios)

Por el lado bueno, estaba el sentimiento de relajación (no exento de culpabilidad) al llegar al trabajo y enterarse de que no sería un día incomodo (al menos no en ese aspecto)

Como era de esperar en un lunes de San Fermín, el curro había brillado por su ausencia. Cuatro camiones a descargar en los muelles y poco más.
Así que había aprovechado para apropiarse de unas cuantas hojas de reciclaje de las amables señoritas de la oficina, y las había pintarrajeado tratando de hacer dibujos (con escaso, por no decir nulo, éxito) para que finalmente acabasen en la basura. Para completar la mañana, y ya que estaba por la labor, también se dedicó a pulir algunas de las historias que daban vueltas por su cabeza.

El camino hacia casa se prometía igualmente tranquilo. No hacía demasiado calor, no había mucha gente a la que esquivar, y la música que iba sonando de manera aleatoria por los auriculares era la que le apetecía en aquel momento.
Entonces le vino a la cabeza. Aquello era demasiado bueno. Tenía que estar durmiendo, y se acababa de dar cuenta, así que no tardaría en empezar a suceder cosas raras (o no tardaría en despertarse. Lo única duda era que pasaría antes)
Pero no. Para su alivio temporal, no estaba durmiendo (lo cual no fue óbice para que llegasen las cosas raras)
Se paró en un semáforo, y comenzó la fiesta.
La primera cosa, raro, lo que se dice raro, tampoco era. Parada junto a él, se encontraba “ella”. La chica que había visto ayer mientras volvía para casa (y que no se podía quitar de la cabeza desde entonces).
No sabía porque había mirado para aquel lado (bueno, en realidad sí que lo sabía, pero en aquel momento le entró una duda estúpida) Con lo tranquilito que estaba mirando hacia adelante.
Bastó un segundo, menos tiempo aún que el que le dedicó en la anterior ocasión, y ya comenzó de nuevo a activarse el mecanismo que daba inicio al bailoteo de la caballería cosaca (caballos incluidos) en su cabeza.
Pero es que, aquella ¿mujer?¿chica? era tan… tan…
Irrelevante. Ya volvía con la tonadilla.
Ella no era irrelevante. Debía serlo, pero no lo era.
Vamos a ver, sólo era una chica (muy) guapa. Otra desconocida más, como había millones en el mundo, como otras tantas que ignoraba día a día. Pero aquella mujer tenía algo…
Irrelevante.
Que sí, que sólo es una (otra) tía.
Que no la mires.
Ahora no la estoy mirando.
Que no pienses en ella.
Trataba de no pensar en ella. Que las su monologo interior se callase, pero sabía que no iba a conseguirlo.
– Vamos a ver – giró su mente hacia sí mismo y se habló – Estoy en ello. Déjame tranquilo con el asunto y puede (sólo puede, tampoco prometo nada) que me concentre lo suficiente para dejar de pensar en ella.
Eso es mentira. En cuanto se callase aquella vocecilla la cosa iba a ir a peor. Empezaría a cuestionarse lo divino y lo humano.
Que si no debes mirarla porque es una perdida de tiempo y no vas a volver a verla (tampoco vas a pararte a hablar con ella ¿para qué?)
Que si no puedes pensar en una relación (¡UNA RELACIÓN!) basándote únicamente en la apariencia de una persona.
Que tienes que ser ecuánime con tu atención a los demás (¿pero quien te crees que eres?) que si no los conoces (¿y así como pretendes conocer a nadie?) o los ignoras a todos o les haces a todos el mismo caso (¿Pero tu te escuchas?)
Que si fuese un tío no le harías ni caso. Triste pero obvio (triste ¿por qué?)
¿Por qué no puedes ignorarla?
Le costó un poco, pero se dio cuenta de que ya estaba haciendo todo aquello que se decía que no quería hacer. Que le estaba dando vueltas y la cosa iba a ir para largo.
Así que ya sabía lo que tocaba.

Vamos a ello.

Un rayo golpeó el suelo justo a su lado. De no haberse apartado en el último momento ahora sería un pedazo de churrasco muy hecho.
Mirando al cielo, vio que otro se dirigía hacia ella. De un salto la apartó de su trayectoria para recibir él el impacto, pero de poco le sirvió. Un haz tractor estaba izándola ¿Quien estaba haciendo aquello, y que querían hacer? ¿Querían matarle a él, o a ella? ¿Querían matarla o raptarla?
Levantándose dolorido sus piernas le impulsaron hasta lo alto del semáforo, sólo para apoyarse, ganar inercia y llegar hasta lo alto de una farola. De ahí a la barandilla de un balcón cercano, para rebotar en él y poder llegar a lo alto de uno de los edificios donde daría el salto final que le impulsaría hasta las alturas.
Mientras volaba no sabía que le esperaba en las alturas. Al cruzar las nubes aún no lo tenía decidido ¿Dioses o extraterrestres?
Venga, extraterrestres. Se protegió la cabeza con los brazos para prepararse para el impacto y creó una brecha en el casco metálico de la nave al atravesarlo.
Una ves en el interior, dudó. Igual mejor dioses.
Golpeado por los rayos del sol, ahora más cercanos, avanzó por la cima de aquella montaña.
Aunque… igual mejor extraterrestres.
El aire viciado de los pasadizos que recorría se veía sacudido de vez en cuando por pequeñas descargas de estática. Por suerte, las abundantes sombras que lo cubrían todo le ayudaban a esconderse de las patrullas que la custodiaban.
¿Y como me aclaro para llegar a donde la tienen encerrada? No quedaría muy lógico (¿lógica?¿aquí?) que pudiese entender lo que decían o leer si lengua.
Venga, vamos a volver a lo de los dioses, y no nos complicamos demasiado.
Allí estaba ella. Suspendida en el aire delante de sus hermanos, estos trataban de arrebatarle su poder a aquella divinidad que había preferido vivir entre los hombres.
Sí, definitivamente, los dioses eran una elección mejor.
Cargó entre las filas de los titanes arrebatándoles su presa. No se atrevía a mirarla para no quedar paralizado por su resplandor (¿resplandor?, sí, casi mejor resplandor. Belleza y sus sinónimos estaban ya muy vistos)
– ¿Quien eres? – dijo ella – ¿Por qué haces esto?
– Sólo soy un hombre que trata de hacer lo correcto.
– No te sacrifiques por mi.
– Lo siento
– ¿Por qué?
– Por no no poder conocerte mejor. Por no poder hacer lo que me pides.
La arrojó tan lejos como pudo, mientras se encaraba a sus hermanos.
– ¿Quien eres? – preguntó uno de ellos – ¿Quien osa contravenir nuestros designios?
Mmm. Se planteó la respuesta molona “Vaya birria de dioses que sois si ni siquiera sabéis eso”. Pero optó por una más clásica. Más “dramática” y adecuada para los tintes que estaba tomando aquello.
– Un hombre – dijo finalmente – Sólo soy un hombre.
Y cargó contra ellos para cubrir tanto como pudiera la huida a aquella desconocida.

El semáforo se puso en rojo. Comenzó a caminar tan rápido como se lo permitieron sus piernas y cruzó la carretera como una exhalación sin mirar hacia atrás.
Durante unos momentos se planteó el retomar aquella historia, pero enseguida lo descartó. Demasiado facilona, aunque había servido a su propósito.

El líder de los extraterrestres aterrizó creando un boquete en la carretera. Varios de los coches que no pudieron frenar a tiempo se precipitarían en aquella abertura.
Del interior del cráter, aún humeante, surgió la imponente figura de la armadura potenciada de aquel ser.

– Hemos estado muy cerca – dijo – Pero esto aún no ha terminado.
Igual habría sido mejor elegir a los extraterrestres.

agosto 5, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: El de siempre.
Hora: Más o menos…
Lugar: Mundo “real”

– Ya estamos aquí, ya hemos llegado ¿Que me podéis contar?
– Poca cosa. Mucho me temo que más o menos estamos como tú. Aunque esperaba estar equivocado y que nos trajeses noticias – primera decepción del nuevo mundo: Tipo listo no hacía honor a su nombre.
– Pues estamos buenos. Supongo que aquí, el amigo Akhenatón tampoco tendrá mucho que agregar.

– Vale, tampoco te hernies intentándolo – Javi hizo ademán de protegerse cuando Tipo Duro comenzó a caminar hacia él. Al menos alguien si que parecía merecedor de su nombre – Tampoco te pongas así.
– Tienes que entenderle, tiene la traquea destrozada tras el incendio y no puede articular palabra. Me sorprende que sea capaz de andar – tipo listo salía en defensa de ambos – Así que comprenderás que ciertos temas no convendría sacarlos.
– ¿Incendio? Parece que me he perdido la parte divertida – iba a hacer un chiste sobre gente “quemada” pero, aparte de que era un juego de palabras muy simplón, prefirió no arriesgar su anatomía.
– Tampoco te creas, efectos secundarios de una trama terciaria. Poco más.
– Entonces, está aquí para…
– Hace un momento lo sabía, pero cada vez veo las cosas menos claras. Supongo que algún plan tendrá “el de arriba” para él.
– Yupi – no trató de disimular la desgana en su voz – Con lo que me gustan las sorpresas.
– Pues has elegido la mejor historia en la que embarcarte.
– Sí, claro, estar aquí ha sido mi elección.
– Y eso que aún estamos un poco entre dos aguas, según pase el tiempo y te vayas adaptando a esta realidad tendrás una idea menos global del conjunto de la historia, y serás más una pequeña parte de ella.
– No te engañes, aquí poco pintamos cualquiera de nosotros. Sólo somos… sólo somos…
– Como te iba diciendo…
– Así que estamos tú y yo solos para investigar.
– Eso me temo.
– ¿Alguna idea sobre donde por donde empezar?
– Por lo general, estas cosas solían comenzar con un sueño, pero parece que hemos pasado el umbral de un ciclo para pasar al siguiente.
– No se. Noto como un deja vu. Como si esto de las chorradas crípticas y sin sentido fuese una constante (lo cual me repatea bastante)
– Te acabaras haciendo a ello.
– Vale, ¿Por donde empezamos?
– Te puedo decir lo que he averiguado (o recuerdo) de nuestra situación.
– Vale, ponte a ello, pero tampoco repitas nada que se haya dicho antes, que hay cierto tipo de reiteraciones que no me van.
– Bien. Estamos en una ciudad llamada Pamplona. Se supone que estamos en medio de una fiesta, (lo cual deduzco por el alto porcentaje de gente cerca del coma etílico y la “uniformización” de vestimenta “pintoresca”) – se echó la mano al bolsillo – No tenemos dinero (Iba a usar la expresión “ni un duro” pero no se muy bien por qué, si la moneda local se llama Euro) Espero que si nos arrimamos a alguna cuadrilla de “alegres pillastres” podremos mimetizarnos como parte de ellos y que nos inviten a comer algo que no superará los mínimos controles sanitarios (esto, lo de mimetizarnos, es una teoría aún por validar, la segunda parte, lo del riesgo implícito en comer algo que nos sirvan en según que sitios, lo daría por seguro)
– Casi que preferiría ahorrarme esa parte y acabar cuanto antes. No me apetece quedarme demasiado tiempo por aquí.
– Bien. Puntos a favor: Si hemos aparecido aquí, supondremos que es aquí donde tenemos que buscar a nuestro objetivo.
РNuestro objetivo. Ni que nos la fu̩ramos a cargar.
РContinuo con nuestro ̼ltimo punto a facor
– ¿Sólo dos?
– Deja de interrumpirme: No es una ciudad grande.
– Por poco grande que sea, buscar a una persona que no conoces, en un lugar que no conoces, atestado de gente que tampoco es del lugar, yo diría que lo llevamos crudo.
РMe has quitado los puntos en contra que iba a enumerar. No s̩ que me da que ahora mismo la cantidad de gente que no es de la ciudad duplica a los nativos.
– ¿Que es esto, un vórtice dimensional? ¿Esta gente no tiene vida en sus puñeteras ciudades?
– Yo no utilizaría la palabra “vida” para describir lo que nos rodea.
– Hala, alegría. ¿Entonces, qué? ¿Empezamos a encuestar guiris aleatoriamente?
– Por supuesto. Podríamos empezar con algo sencillo. Algo como: Buenos días, ¿me podría decir si ha visto a una mujer a la que no puedo describir?
– Vete a la mierda – empezaba a comprender y con…, con…, con alguien, pero no era capaz de recordar con quién. Aquello si que era un buen comienzo.

julio 21, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Aún el mismo.
Hora: Un poco más tarde.
Lugar: Mundo “real”

Llegó a casa. Cabreado y hambriento, pero llegó. Que le apeteciese cocinar algo ya era otro asunto. Abrió una lata de espárragos y una bolsa de patatas fritas, sacó la botella de agua del frigorífico y se fue al salón. Después repartirlo todo por la mesa, la estampa no le convenció lo más mínimo.
Lo guardó todo y salió a la calle de nuevo. Si algo bueno tenía San Fermín era que podías comer a cualquier hora. Otra cosa es que no te atracasen con el precio ni te intoxicases con lo que te vendían, así que decidió ir a tiro hecho, por lo que le básicamente le quedaban dos opciones: Hamburguesa o Pizza. Lo mismo que podía comer a cualquier hora también durante el resto del año.
Ya que había salido optó por la hamburguesa. Le apetecía más Pizza, pero eso lo podía haber pedido también desde casa. Listo, Javi, muy listo.
– Espero haber estado más espabilado con el resto de las decisiones del día – dijo para sí mismo.
Descartó los restaurantes de franquicia que servían a domicilio por la mima brillante regla de tres que había utilizado para el primer descarte, pero aquello tampoco logró que se sintiese más listo. Más bien la cosa tiraba hacia el lado contrario. Tocaba comida de franquicia… que no servía a domicilio. El día iba mejorando por momentos, en aquel momento no le importaba que el armagedón llegase ya mismo.
Mientras subía por el parque de la Biurdana, su mirada láser imaginaría cortaba todo lo que se encontraba en su rango de visión; farolas, pivotes, arboles… puentes, nada era capaz de resistirlo. Eso sí, cuando algún transeúnte se le cruzaba por delante, su mirada lo rodeaba creando una grieta hasta el extremo opuesto del mundo si bajaba la vista, o partiendo por la mitad planetas y soles si lo hacía hacia arriba. Pensándolo bien, aquel rayo imparable continuaría su ruta después de atravesar la tierra, así que no importaba hacia donde mirase; mundos morían por su poder mirase hacia donde mirase…
– Bwahahahahaha – en su interior se sentía un señor del mal y adoptaba esa pose.
Aunque claro, ni siquiera mentalmente mataba a nadie. Mira que era fácil, y ni siquiera como señor del mal valía una mierda.
– Tío, eres único dándote ánimos.
“Apagó” el rayo letal y continuó su camino hacia la comida. Al llegar al lugar marcado con la “X” apagó el mp3 hizo memoria sobre cuantas y qué canciones había escuchado: Cuatro. No era su mejor marca, pero bueno, tampoco quería batir ningún record.
Para el día que era, tampoco había demasiada cola, así que esperó, comió y se marchó. Para las cinco ya había terminado. Chúpate esa, Julio César.
Para la vuelta a casa decidió tomar una ruta alternativa. Se pasó por los cines Golem, pero no había nada decente para ver. Sabiendo de antemano lo que le esperaba, decidió pasarse por el centro para ver si había algo decente en los Carlos tercero. Un rato, y cosa de cuatro mil “personas excesivamente alegres” después y llegó: Nada. Para que luego dijesen que Internet se estaba cargando a los cines. Bueno, al menos ahora tenía la excusa para pasar por delante de su sitio preferido de Pamplona. Sí, hombre, esas escaleras justo antes del Portal Nuevo. Que sí, bajando por la avenida de Guipúzcoa. No saber el nombre de aquel lugar nunca había impedido que le gustase aquel… ¿monumento? ¿montón de piedras?… ¿escaleras?.
Además, da igual, aunque conocieseis la edificación, jamás la habréis visto tal y como la veía él
Mientras se hacía aquellas preguntas (una vez más) llegó hasta ellas, y todo lo demás desapareció de su mente.
Se las imaginó nevadas. Las hojas de la flor de cerezo revoloteaban a su alrededor mezclándose con los copos de nieve, como las entradas de esos templos japoneses (de las películas) a los que tanto le recordaba.
En lo alto del tramo final, dos personas luchaban. Entrechocaban sus espadas y daban saltos imposibles. Samurai de blanco contra ninja de negro. Colores puros, primarios y perfectos aderezaban una coreografía que era como tenían que haber sido las de las últimas películas de Zhang Yimou. Nada de pretenciosa ni lirismo de todo a cien. Aquello eran hostias como panes, como tienen que ser dadas.
En aquel vistazo de apenas dos segundos, en su cabeza se creó una (otra) historia más de amores, épica y tragedia. Después, continuó con su camino por la acera nevada.
– ¿Nieve en julio? – se dijo extrañado – Pues sí que va rápido esto del cambio climático – tampoco es que le importase, al fin y al cabo la nieve le gustaba y aquello “despejaría” a algún que otro sanferminero de pro – Tendría que haber salido con botas.

Cruzó el Portal Nuevo y entonces la vio. Le sonaba de algo, y eso que sólo veía la espalda de aquella chica. No. Más que “sonarle”, o recordarle a alguien, sintió una atracción instantánea.
¿Flechazos a aquellas alturas de la vida? Se veía que aquel día le estaba afectando más de lo que creía. Continuó hasta a su velocidad de crucero y trató de no desviar la mirada hacia ella cuando la adelantó. Fracasó estrepitosamente.
Verle el rostro cambió la sensación. Ya no era atracción, era… ¿Amor?
– ¿Amor a primera vista? – pensó – Tío, estas fatal de lo tuyo.
Aceleró el paso, pero no conseguía dejar atrás aquellas facciones… indescriptibles.
– Cállate – se dijo – Déjame tranquilo un rato.
Llegó al cruce de Cuatrovientos y miró hacia ambos lados. Coches por todas partes. Mientras cruzaba el paso de peatones se imaginaba disparando rayos, esta vez repulsores, desde sus manos. Los morros de los coches que le rodeaban se incrustaban en el suelo, obviamente, deteniendo sus trayectorias. Por “suerte” a los conductores no les pasaba nada.

Finalmente llegó a casa y se metió a la cama. No eran ni las siete.
Activó su esfera infinita de aislamiento, pero ya sabía que aquella noche tampoco iba a poder dormir nada.

julio 1, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Estooo…
Hora: ¿Qué queréis que os diga? Más o menos entre esta y la otra.
Lugar: No. Ahí, no. En otro lado tampoco.

– ¿Hola?

– Sé que estás ahí.

– ¿Vas a seguir jugando a esto durante mucho rato?
– Perdona, que no sabía como empezar.
– Pues como de costumbre, con el culo.
– Gracias, eres un amor.
– Déjate de gaitas, que te estas luciendo con la entradilla (en tu mejor tradición)
– Algún día de estos tengo que ponerme a analizar por qué me hago estas cosas.
РBla, bla, bla, a̼n no has empezado.
– Que sí, que sí, que me des un minuto para acabar de centrar un poco el asunto.
– Puedes darle todas las vueltas que quieras, pero el tema esta claro: Tu protagonista ha decidido pasar de ti.
– Hombre, yo no lo diría así. El enfoque es un tanto simplista.
– Pues yo lo veo cristalino. Sea como sea, toca improvisar.
– ¿De verdad crees eso?
– Creo lo que tú quieres que crea. Ya sabes… tú escribes, y yo… esto… eso, lo que sea.
– Venga, a ver si hacemos que esto avance un poco. Vamos a empezar con una recapitulación.
– ¿Como esos capítulos que son un copia – pega de los anteriores? ¿Que vas a hacer, poner aquí parrafitos de las anteriores entradas para ir ganando tiempo?
– Que no. Lo que pasa es que esto lo comencé hace ya un tiempecito y…
– Si no se acuerdan, que lo lean, que para eso está por ahí colgado. Nos hemos levantado vagos, ¿Eh?
– A ver, es que es un poco complicado de explicar…
– Que no. Que te cebaste mucho puteando a tu álter ego y no te ha quedado más remedio que hacer que reaccione de una manera coherente y pase de ti.
– ¿Eso es lo que crees?
– ¡Y dale!. Que no vuelvas por ahí, que vamos a acabar en un bucle infinito.
– Vale Entonces igual lo mejor es soltarlo directamente en plan monologo.
– No esperes que te diga que sí a nada. Tú mejor que nadie sabes cual es mi papel en esta historia.
– Por supuesto que lo sé. De no ser así ya te habría dado pasaporte hace tiempo.
– ¿Debo sentirme halagado?
– Tampoco es para tanto. Esto no deja de ser una historia sencillita, pero bueno, no dejas de ser el prota de esta parte.
– Hala, venga, toma huida hacia adelante… Que no cuela. Que esto va sólo de Javis.
– ¿Y que te cre..? Joder, cuesta no tomar el caminito de marras. Vamos a decirlo despacito y vocalizando bien para que ni siquiera a ti te cueste entenderlo: Tú también eres otro Javi.
– A ver, me has llamado Sarcástico y Mike, pero de Javi nada de nada. El prota siempre ha sido “el otro”.
– Eso es lo que podía parecer, pero tú siempre has tenido más dialogo que él. Tú eras el que daba “vidilla” a esta parte de la historia y no el sosito de Javi. Sin tu parte, el microverso habría sido un muermazo. En definitiva: Sin ti, escribir esto habría sido un coñazo.
– Eres único echándote flores.
– ¡Que este Javi no soy yo! (y el otro tampoco)
– No. Si yo te creo.
– Da igual. El tema es que ha llegado el momento en el que te toca saltar a primera línea.
– No me jodas. A mi lo que me mola el papel de listillo. Ya sabes, lo de saber más que los demás, vacilarles y saber que siempre llevas las de ganas en una discusión. Lo de pringado a putear como que no me motiva demasiado.
– Uno: No puedes elegir y Dos: Tampoco creas que vas a cambiar mucho. Para personajes a traumatizar tengo muchos dispersos por ahí.
– Promesas, promesas. A ver en que fregado me metes.
– Nada, nada. Una un poco de lobotomía selectiva, un poco de ingeniería de personalidad y todo solucionado.
– Y que los demás que miren hacia otro lado y finjan que no soy quien soy.
– Podría ponerme puntilloso y justificarlo, pero tampoco es que haya que disimular mucho. Al fin y al cabo nunca has existido en el universo al que te mando.
– Y con todo esto te ahorras también el encontrar un método “realista” con el que Javi pudiese llegar hasta allí.

Javi comenzó a caminar hacia el portal. Todo lo que había pasado en los últimos días no dejaba de parecerle ciertamente increíble, pero aquello ya no importaba. Las dudas, fauna de la que se había visto rodeado, el tipo misterioso de sus sueños y las voces en su cabeza habían cumplido su misión. Tenía miedo pero, tragando saliva dio los últimos pasos. Al otro lado del umbral había un mundo distinto y desconocido, pero era donde estaba Ella.
– Que sí, cansino, que ya lo saben. ¿Puedo cruzar de una vez?
Se sintió extraño al cruzar, como si su cuerpo cambiase… pero manteniéndose igual en la esencia.
– ¡Pero si nunca nos has descrito a ninguno! ¿Para que dices nada de cambiar de aspecto si sigues sin intención de decir que pinta tenemos?
Se quedó sobrecogido, sin habla.
– …
– He dicho que te quedaste sin habla.
Recordaba haber estado ahí antes en sueños, pero contemplarlo con sus propios ojos lo convertía en una experiencia nueva y sobrecogedora. Tras unos minutos de reflexión y adaptación (y espantar a los tipos que se le quedaban mirando) se dirigió hacia las personificaciones de los arquetipos que le debían ayudar en su búsqueda. Aquellos dos no tenían muy buena pinta.
Tipo duro parecía una momia y se le veía destrozado, pero aún así impresionaba (o igual por que se mantenía en pie pese a eso)
Por su parte, tipo listo estaba también destrozado. Abrir el portal en un mundo en el que aquello era imposible (bueno, si lo había logrado, imposible, lo que se dice imposible tampoco debía ser, pero sí muy chungo) le había arrebatado hasta la última brizna de su esencia y estaba arrugado y escuálido. Como si se fuese a partir por la mitad en cuanto empezase a soplar un poco de viento.

– Hurra por el séptimo de caballería – pensó para sus adentros – Menos mal que te ibas a cortar un poco con el nivel de puteo.

No tenía ni idea de como lograría volver a casa, pero no importaba. Tenía la sensación de que ya no había vuelta hacia atrás posible pero, para su sorpresa, lo más extraño era que no le importaba demasiado.

junio 9, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Venga, adivinarlo.
Hora: Segundos después
Lugar: Mundo “real”

– Hola.
– Hola – justificación onírica, segunda parte…
– Puedes empezar cuando quieras – …y comenzaba igual de mal que la última vez. Tomó aire y se lanzó.
– Déjame un segundo – no, lanzarse no había sido la palabra correcta.
– Tómate todo el tiempo que quieras – aquello tenía algo bueno: No podía continuar peor.
– A ver, en el fondo debes saber que no quería ofenderte – bueno, no era peor que el comienzo, pero se acercaba demasiado para su gusto.
– Eso es lo mejor que se te ocurre.
– Hombre, perdón, mujer, así, de sopetón…
– ¿Me estas pidiendo que lo racionalice?
– Si me puedes hacer ese favor.
– Tío, ya se por qué sigues sin comerte nada a tu edad.
– Gracias por unas palabras tan halagüeñas.
– Dátelas a ti mismo – no, por favor, que su mente no tirase por ese camino otra vez. Por favor, que alguien lo sacase de ahí.
El teléfono le despertó. Salvado por la proverbial campana. Mientras respondía, de reojo miró el reloj; no había pasado ni un minuto desde que se había vuelto a acostar. Continuaba el domingo más largo de la historia.
– Si?
– ¿Javi?
– Hola, mama.
– ¿Has comido ya?
РNo, a̼n no.
– ¿Quieres venir a comer con tu padre y conmigo?
– Son más de las dos ¿Aún no habéis comido?
– No.
– ¿Ha pasado algo?
– No. Sólo que hace varias semanas que no te vemos.
– … vale, me visto y voy para allá – aquello sonaba raro, pero estaba claro que no iba a poder dormir y no le apetecía hacer la comida.
Se vistió con lo primero que pilló a mano, se despejó lavándose la cara y salió a la calle.
San Fermín, se decía que no odiaba aquellas fechas, que había hecho un pacto de no-agresión con ellas; Si la fiesta no se metía con él, él no se metería con la fiesta, pero no podía negar una cierta animadversión. Bueno, si que podía negarlo, pero sería algo bastante estúpido por su parte.
Se puso los auriculares, y subió el volumen al máximo. Gafas de sol: Colocadas. Manos en los bolsillos: Hecho. Vista al frente y encogimiento de hombros: en situación. Aislado de todo lo que le rodeaba, partió raudo hacia su objetivo. De vez en cuando se filtraba algún sonido en los silencios entre canciones, pero era capaz de ignorarlos.
Mientras caminaba a toda velocidad, su cabeza comenzaba a darle vueltas a la breve conversación que había tenido con su madre; mejor aquello que volver a la conversación anterior.
– Tu padre y yo nos separamos – No, demasiado melodramático.
– Nos ha tocado la lotería y te vamos a pagar un piso – ¿Había lotería en San Fermín?
– Vas a tener un hermanito – ups, no. Definitivamente, no.
– ¿Cuando vas a hace algo productivo con tu vida? – sí, aquello era un clásico.
– ¿Cuando vas a echarte una novia? – esperaba que aquel no fuera el tema. Otros días (otros muchos días) le daba igual, pero aquel día seguro que terminaba hablando de lo que había sucedido. Malditos poderes mágicos de las madres.
Sonrió resignado y desvió la mirada. Se imaginó corriendo como a una velocidad de vértigo sobre la barandilla que le separaba del paseo del Arga. Su otro yo se acercaba casi a la velocidad de la luz, pero no era capaz de ir más rápido que su yo real. Cambió de distracción.
Con su poderoso giro de cintura esquivaba a todos los que se cruzaban en su camino. Aquello no era tan fácil como podía parecer. El caminar zigzagueante de los borrachos era un reto mayor al de los habituales viandantes. Metió la cabeza aún más entre los hombros y aceleró el paso: Sala de máquinas, velocidad de escape.
Veinte minutos después estaba en casa de sus padres. Las tres, una hora nada anormal para él para comer, pero no para sus padres. Mientras subía las escaleras los desvarías volvieron a su mente, ahora con un veinte por ciento más de delirio.
– Hola, hijo – su madre estaba tendida en el suelo cubierta de sangre y su padre le recibía tan alegremente con el cuchillo en la mano. Que tu padre tuviese el apodo de “El carnicero de la Txan” tenía que acabar afectándote con el paso de los años. Ya podría haber sido ferretero.
– Nuestra nave ha venido a recogernos por fin. Tienes macarrones en el horno – No, el marciano siempre había sido él.
– El demonio al que vendimos tu alma al nacer, ha venido a reclamarla – bueno, al menos se libraría de los san fermines.
Llegó al piso de sus padres y abrió la puerta con su copia de las llaves. Atravesó el recibidor y fue directamente hasta la cocina. Su padre estaba estaba ya sentado y comiendo. Al lado tenía otro plato esperándole.
РSi̩ntate, que se va a enfriar.
– Hola ¿Que tal? ¿que es de tu vida? Nos alegramos de verte – no pudo evitar el retintín en su tono de voz.
– ¿Que quieres? ¿Un buenos días?
– Tardes sería más correcto.
– Calla y come. Tú siempre con tus tonterías – parecía enfadada, y no era por la hora ni por el comentario. Aquello no presagiaba nada bueno.
– Pero ¿se puede saber que te pasa?
– ¿A mi? Eres tú la que me ha llamado.
– ¡Tú es que estás tonto!
– A ver, nunca he sido ningún cerebrín, pero tonto, lo que se dice tonto, tampoco – su madre le pegó una colleja.
– Ahora no te hagas el listillo.
– ¿En que quedamos?
– Deja de marear a tu madre – por fin su padre habló. Su madre le dio otra colleja – Mujer, tampoco es para tanto.
– ¿Que no es para tanto? A este paso se va a quedar solo. Para vestir santos.
– Tú tranquila, esa opción queda descartada. Por lo demás, no me va tan mal – al fin encajaba todo. Diana, la traidora de su hermana les había llamado. Aquello clamaba venganza – Supongo que habéis charlado con vuestra adorable hijita.
– No. Nos ha llamado Marcos – nota mental, nunca subestimes el odiómetro de tu cuñado.
– ¿Que es esto? ¿Una “intervención”? ¿Vais a tratar de reconducirme por “el buen camino”?
– ¿Eso es lo que quieres? ¿Acabar solo y amargado?
– Bueno, acabar solo no me importa – mintió, pero le sorprendió darse cuenta de que aquello no estaba demasiado lejos de la verdad. No sabía si alegrarse o tener miedo por ello – Lo de amargado ya es otro asunto.
– ¿Pero tú le oyes?
– Mujer, tampoco es para tanto – su padre le defendió. Parecía que su apoyo estaba por encima de acabar la comida con tranquilidad. Nota mental; devolverle el favor algún día de estos..
– ¿Ves? No es para tanto. Además, joder, aún no me he muerto. Vamos, que me queda tiempo de sobra para buscar algo (si me da por ponerme a ello)
– ¿Y que tenía de malo esa chica? A ver.
– Pues… nada. Sólo que no iba a funcionar.
– ¿De que me hablas? ¿De una lavadora?
– A ver, os dicen que le gusto a una chiva ¿y me echáis la bronca porque no me he casado con ella? ¿En tan poca consideración tenéis mi criterio? ¿Que sabéis vosotros de ella? A ver.
– Pero Javi, que ya sabes que sólo queremos lo mejor para ti.
– Pues ahora mismo lo mejor para mi es largarme – se dio la vuelta y se fue.

Perfecto. Era un domingo perfecto. Sin dormir, sin comer y cabreado. Mientras caminaba de vuelta a casa cruzo los dedos y esperó a que el fin del mundo no llegase antes de haber comido algo. Aquellas señales no podían apuntar a otra cosa.

mayo 19, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Sí, aún seguimos en el mismo.
Hora: A escasos momentos de la gran H.
Lugar: Microverso

– ¿Hola? – Cojonudo. Estaba soñando otra vez. Pero esta vez parecía que había suerte: nada ni nadie en el horizonte. Cerró los ojos, y trató de dormir dentro de su sueño. Un momento de tranquilidad tampoco le vendría mal.
– ¿Que haces aquí? – fin del momento de paz, tocaba un nuevo y apasionante encuentro con la voz “misteriosa”
– Es mi cabeza. ¿A quién cojones esperabas encontrar? El que no debería de estar aquí eres tú (seas quién seas)
– Despierta, cenutrio, y busca el puñetero camino hacia donde está Ella.
Despertó con la pregunta de costumbre: ¿Cómo narices se había metido en aquel lío?
No, no era suficiente con las voces en su cabeza, también tenía que haber estrellas invitadas mientras dormía. Trataba de aclarar sus pensamientos, pero el cabreo aumentaba por momentos. Le habría encantado que Mike tuviese razón para poder cagarse el los muertos de su “autor”
– ¿Vas a moverte? – hablando del rey de Roma, ahí estaba Mike.
– Claro. Sólo tienes que decirme hacia donde.
– Sencillo: Hacia donde está Ella.
– Venga, listo, dime como llego hasta ese mundo que sólo aparece en mis sueños.
– Pregúntaselo al tipo que te enseñó el camino de baldosas amarillas.
– Claro, como no tengo que bastante con las voces que están apalancadas en mi cabeza, voy a ir invitando a más ocupas.
– ¿Por qué no hablas con “el de arriba” y le dices que te diga como continua esto? – trataba de sonar sarcástico, pero sólo conseguía sentirse ridículo burlándose de una parte desquiciada de su personalidad.
– Ya sabes que hace tiempo que no aparece por aquí. Parece que le ha dado por cambiar las reglas.
– Deja de darme largas y empieza a darme ideas.
– Sigues apuntando en la dirección equivocada. Sólo soy una excusa argumental, tendrás que hablar con otro personaje para poder buscarte la vida.
– Pensaba que era el personaje de un relato, no de un videojuego.
– Puedes alargarlo todo lo que quieras, pero mientras no te muevas esto no se va a solucionar.
– No me vas a dejar tranquilo hasta que lo haga, ¿no?
– Puedes probar suerte. Igual hoy es tu día.
Se levantó. Que remedio. Mientras se duchaba trataba de pensar en películas, juegos o libros. Buscaba un punto de partida del que comenzar, pero ninguno le valía.
Aquello no tenía ningún sentido. No creía en otras dimensiones, no creía en la magia, no era devoto de ninguna religión. Aquello no había por donde pillarlo, pero todo el mundo le urgía en que se moviera, que hiciese algo. Estaba rodeado de tipos que estaban como una regadera y parecía que aquello estaba comenzando a afectarle.
– Claro, como siempre has sido un tío tan centrado… – y, claro, Mike. Siempre estaba por ahí Mike para terminar de arreglar las cosas.
– ¿Quieres dejarme tranquilo?
– Mmmmmm. No.
– ¡Joder! ¡Vas a acabar por volverme loco!
– …
– Bueno, ya me entiendes, más loco aún.
– Blablabla. ¿Ahora es cuando te echas a llorar?
– Pues igual lo que hago es volverme a la cama. Igual me doy la vuelta, me echo a dormir, y paso de todos vosotros.
– Menos lobos. Sabes que eso no va a colar.
– Gracias por ponérmelo tan fácil. Hala, vete a cascarla por ahí.
– ¿Pero vas en serio?
– …
– Oye, ¿se puede saber de que vas?
– …
– Sí, te estoy hablando a ti.
– Al menos manda a alguien para que me eche una mano.
Alguien llamó a la puerta.
– Gracias.
– …
– ¿No vas a levantarte?
– …
– Nada, que no quiere levantarse.
– JAVI, QUE SOY DEUX EX. ABRE, COPÓN.
– Que duro eres, así seguro que consigues que te haga caso.
– …
– QUE SE COMO PUEDES LLEGAR HASTA DONDE ESTA ELLA.
– Bueno, por ahí supongo que vas mejor.
– …
– Pues parece que va a ser que tampoco.
– Se aceptan sugerencias.
– Menudo instrumento divino estas hecho.
– Debo reconocer que he tenido días mejores… pero ha sido con otros autores.
– ¿Y ya está? ¿No vas a intentar nada más?
– A ver. Igual esto vale. QUE ME HA DICHO ANTAGONISTA QUE HA CORTADO CON ELLA.
– Claro, eso tiene mucho sentido. Ha ido hasta donde sea que está, han cortado, y ha vuelto para decírtelo.
– No eres de mucha ayuda.
– Es un don… y mi papel.
– Pero que pelmas que sois.
– ¿Ves? Ha funcionado.
– Menudo crack está hecho el autor. Tiene unos giros argumentales que rompen caderas.
– Sólo para que conste, después de esto voy a ignoraros por completo para el resto de la eternidad.
– Sí, sí, sí. Os odio mucho y blablabla.
РQue quede claro, esto es lo ̼ltimo que voy a deciros.
– Y dale, que sí.
– Que os follen.
– Vale. Esto no me lo esperaba.

abril 28, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Lamentablemente, el mismo.
Hora: Un poco (muy poco) más tarde
Lugar: Mundo “real”

– Hola – Sandra había vuelto. Esta vez estaban en sentados frente a frente en un lugar público, y su atuendo era menos sugerente. Al menos en aquella ocasión se había ahorrado el “guapo”
– Hola. Gracias por venir.
– No hace falta que me des las gracias. No estoy aquí.
– Vale, ya lo sé, pero no hace falta que te cebes – estaba soñando y, obviamente, aquella no era la Sandra real, sino un constructo de su mente ante el que poder explicarse. De todas formas, aquella recreación no parecía especialmente afortunada. Le faltaba ese “algo” que solían tener sus avatares mentales.
РPues nada, cuando t̼ quieras.

Generalmente la cosa no solía suceder así. Él solía acceder a la ensoñación con la conversación ya comenzada y la retomaba desde un punto específico. Pero todo en aquel día había sido muy raro y ni siquiera aquello se lo iban a respetar. Iba a tener que comenzar la escena desde el principio. Con lo que odiaba ser él quien arrancase las conversaciones… ya fuesen reales u oníricas.

– Estooo, vale…
– ¿Interrumpo? – Daimon, otro de sus personajes recurrentes, se coló en el sueño.
– Sí, interrumpes. Lárgate.
– Vale, pero a ver si te das un poco de prisa en soluciona la situación en la que me tienes bloqueado. Que, por muy imbatibles y estoico que sea uno, también se cansa de masacrar tipos sin rostro hasta que se te ocurra una manera de continuar.
– Que sí. Pesado. Fuera, fuera – en aquel momento no le apetecía bucear en las desgracias de sus personajes, lo cual era raro. Aquella era una ocasión ideal para mandar su cabeza a otro universo pero, al parecer, el tren para aquellos lugares había salido sin él. Nunca había andado falto de inspiración para diseñar nuevas maneras de traumatizar a sus creaciones, pero parecía que la musa estaba de vacaciones o en otros asuntos.
– Cuando quieras comenzamos – Sandra parecía divertida – No es que tenga nada mejor que hacer, pero seguro que quieres que terminemos cuanto antes.
– Que sí, que sí – no acababa de entender porque trataba de ganar tiempo ante aquella escena. Podría repetirla tantas veces como quisiera, pero estaba realmente nervioso. Aún dormido notaba como su cuerpo real comenzaba a sudar – No me atosigues.
– ¿Crees que vas a solucionar algo haciéndote esto?
– Contigo, bueno, con Sandra, no.
– Aham.
– Esto es más una preparación que otra cosa.
– Aham.
– Ya sabes, por si se presenta una situación similar.
– Aham.
– ¿Quieres dejar ese “Aham”?
– ¿Prefieres un “Aja” o “Aha” a secas?
– No, prefiero que me ahorrases el sarcasmo.
– Pues nada, es muy sencillo; ahórratelo.
– ¿No crees que, de poder, lo haría?
– Pues deja de echarle la culpa a esa pobre chica.
– No le estoy echando la culpa de nada.
– ¿Entonces para que la has puesto aquí delante?
– Ahora mismo no te pareces mucho a ella. Es más, cada vez te pareces más a…
– ¿A ti?
РAaaaaaaaaaaarg. D̩jalo ya.
– Hola – Sandra había vuelto. Blablablabla. Comenzaba el segundo asalto.
– Hola, gracias por venir.
– Pues bien. Tú dirás – mierda, seguía teniendo que comenzar la conversación él. ¿Porqué no empezaba ella con las preguntas, como solía ser la costumbre?
– ¿Interrumpo? – ahí estaba Kinrase, otro de los habituales.
– ¡VETE A TOMAR POR… POR… POR AHÍ! – ¿porqué ni siquiera en sueños podía lanzar un buen juramento?
– Vale, vale, ya me voy.
– Venga, te lo voy a poner fácil.
– Te lo agradecería.
– ¿Porqué me dijiste (bueno, le dijiste) que no?
– Me alegro que me hagas esa pregunta.
– ¿Ahora vas a empezar a tomártelo a broma?
– Perdona, son los nervios.
РVenga, a ver si empieza a tener todo esto alg̼n sentido.
– Pues verás. Ya te dije que me parecías muy guapa y muy simpática…
– Pues, si ya me lo dijiste, no te repitas.
– Con tanto “pues” me está quedando esto de lo más navarrico.
– El “ico” también ayuda.
РLo s̩.
– Pues continua… Ups, lo siento.
– Bien. La cosa es que, por lo poco que sé, somos muy distintos…
– ¿Y porqué no averiguas algo más antes de abrir la bocaza?
– Espera, la cosa no funciona así. Empiezas con una pregunta para la que yo tengo respuesta y, después, continuas con otra para la que también estoy preparado. Así hasta que me quedo contento.
– Ya, pero eso no va a servir para nada.
– Sirve para que yo me sienta mejor y me reafirme en mis decisiones.
– Ya. ¿Y si estás equivocado?
– Pues… Hala, otro más. Bueno, pues (y dale) si estoy equivocado…
– Si estás equivocada ya te lo descubrirá algún otro.
– Más o menos.
РEntonces no quieres arreglar nada, sino perpetuar tu auto-enga̱o.
– Vale. Parece que lo vas pillando. Pero no tendrías que decir estas cosas en alto, porque pones a prueba mi burbuja de auto complacencia.
– Que digas estas cosas en alto tampoco creo que ayude mucho.
– Me parece que no vamos a sacar nada en claro esta noche.

La luz del sol golpeándole directamente en los ojos abiertos le despertó. En aquel momento confluían tres nuevos factores de extrañeza: Estaba de pie, con los ojos abiertos, y sus brazos se encontraban en posición de levantar la persiana. Para estar dormido se encontraba de lo más activo.
Miro el reloj. Eran las dos de la tarde, y continuaba siendo domingo.
Definitivamente, aquel fin de semana estaba resultando, citando la maldición china, de los más interesante. Esperaba que terminase pronto.

abril 5, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Casi la fecha señalada
Hora: A escasas horas del momento definitorio.
Lugar: Microverso

– Vale ¿Y ahora, qué?
Javi estaba tumbado sobre la cama. No creía estar soñando, pero todo podía ser. Lo que sí que agradecía era que Mike no estuviese tocándole las narices en aquel momento.
Por muchas vueltas que le diese no terminaba de tenerlo claro. “Ella” no estaba. Bueno, más concretamente no sabía donde estaba (lo cual, debía reconocer, que era algo de lo más normal) pero Antagonista, su novio, tampoco sabía nada y, para terminar de redondear la cosa, le decía que él tenía que resolver aquello. La verdad, todo sea dicho, aquello no tenía ningún sentido. Ni siquiera para los cosas que solían pasarle a diario.
Finalmente cerró los ojos y no tardó en dormirse.
– Ya te ha costado – una voz le hablaba en sus sueños. Le sonaba pero no era capaz de identificarla. Parecía que la noche no iba a ser mejor que el resto del día.
– Dime lo que quiera rapidito – en otra ocasión igual habría respondido mejor, pero estaba bastante hasta los mismísimos de todo aquello – No estoy de humor.
– Vale. Salta.
– ¿Que?
– Que saltes, membrillo.
Sin saber porqué, saltó. Como era de esperar, sus pies se separaron del suelo. Pero parecía que no iba a caer. Aquello no era normal, pero era un sueño, así que siguió a la espera de lo que venía después. Continuó ascendiendo, y su velocidad aumentaba por momentos. Vale, era raro pero, hasta cierto punto, esperable; no era la primera vez que volaba (o algo parecido) en sus sueños.
Su ropa comenzó a deshacerse, a esta le siguió la piel y después los músculos, nervios, órganos y huesos. Al final sólo quedó su forma astral y dejó de ascender. Se dio la vuelta y contempló la tierra. La había visto muchas veces en fotos o la tele, pero aquella vez le parecía distinta. Nada que ver con las “Oooooohs” ni “Aaaaaaaahs” ni expresiones diversas de asombro o deslumbramiento. Nada de eso. Aquella esfera (¿Era una esfera?) le parecía pequeña, irrelevante e… ¿incompleta?
– Te ha costado llegar – una mano astral se apoyó sobre su hombro etéreo. Era Deux ex.
– Vale ¿Y ahora, qué? – sólo quería que aquello terminase y descansar de una vez. Además, le asaltó una pequeña sensación de deja vu.
– Tranquilo, ya falta poco. Pero antes hay que hacer unos últimos ajustes – le empujó.
No tenía cuerpo físico, pero notó el impulso y comenzó a precipitarse en picado. Notaba el aire sobre su ¿esencia? Y contemplaba la tierra acercándose a una velocidad de vértigo. Cuando más caía, más cambiaba lo que tenía ante él. Finalmente atravesó una especie de bruma que parecía cubría lo que tenía ante él… ¿O aquella neblina había estado siempre cubriendo sus ojos?
Aquello parecía “real”. Los colores más nítidos, la luz más brillante… el tortazo que se iba a pegar más doloroso que ninguno que se hubiese dado antes. Mientras se decía que aquella acción era estúpida e inútil (y no iba a evitar que se matase. Claro, si es que una forma astral, dentro de un sueño, pudiese morir) se cubrió la cara con ambos brazos y se preparó para el impacto.
El mundo (y sus brazos) desaparecieron y se encontró mirando un techo. No era el suyo, pero se le hacía familiar.
Trató de mirar sus manos, pero no lo vio claro. La luz de la habitación estaba apagada y estaba muy oscuro, pero aquella oscuridad era distinta. Más… ¿oscura?
Sus manos tantearon la pared en busca de un interruptor. Aquella sensación también se le hacía extraña. Trató de incorporarse y su cuerpo también se le hizo extraño. Pesado y ligero al mismo tiempo. Aquellos conceptos parecían obtener un nuevo significado en aquel momento. El tacto de la pintura de la pared, las sabanas bajo su espalda. Absolutamente todo despertaba interrogantes en su mente. Aquellas preguntas y su imposibilidad para convertirlas en afirmaciones le estaban produciendo migrañas… e incluso aquellas migrañas era incapaz de definirlas con las palabras que aparecían en su cabeza. Decidió dejar de pensar en aquello, pero sabía que tampoco lograría aquello.

Logró encender la luz y levantarse. Aquella no era su habitación… ¿o igual sí? Se abofeteó mentalmente por aquella pregunta. Levantó la persiana y, mientras lo hacía, una pregunta más trataba de aflorar en su mente, pero la metió en un pozo, puso una montaña encima y dinamitó aquel mundo. La pregunta se quedó malherida y huyó de su mente. La luz proveniente del exterior le golpeó como un ariete. No esperaba que fuese de día. Aquel golpe pareció expulsarle de su cuerpo, y se encontró de nuevo flotando sobre el mundo.

– Ahora ya lo sabes – dijo la voz – Ella está allí.
– Vale ¿Y ahora, qué?

marzo 18, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Sí, gracias
Hora: No
Lugar: Limbo conceptual

Ya estamos otra vez aquí, pero esta vez no hay “X” que marque el lugar. No. Esta vez no llegamos hasta este lugar porque un mapa, un GPS o un vidente nos haya indicado el camino. Esta vez hemos venido porque queremos. Porque sentimos su llamada. Porque ninguna razón en este u otro universo nos podría hacer abandonar este lugar.
Ahí, en el centro de todo esta “Ella” (o “Él” para las chicas o las gentes de sexualidad divergente)

Miradla. No se trata de que no podáis dejar de mirarla, es que no queréis dejar de hacerlo.
Al contrario que el resto de criaturas que pululan por el plano conceptual, pese a que cada uno veremos algo distinto, pese a que algunos se hagan los duros, los de-vuelta-de-todo o los desengañados, todos percibimos, sentimos y esperamos lo mismo. Y no. No es “eso”, guarros (y si lo es, me parece que el texto que buscas está escondido debajo de tu cama, u oculto detrás de esos botes en el baño)

Aclarado esto, supongo que ya sabéis lo que toca. Y dale, ¡Que no es “eso”! (la X que corona esta entrada es meramente casual y eminentemente numérica)

Para no perder la costumbre de estos relatos, nuestra querida entidades/concepto/arquetipo se ve repentinamente arrastrada fuera de su ubicación.
Atravesando dimensiones y realidades, mundos y continentes, acabará en el mismo centro de los eventos que se producen en este pequeño macroverso nuestro: Pamplona.

Como no podía ser de otra manera el paso desde el nivel conceptual hasta el plano físico, resulta una experiencia traumática, más aún cuando pasas de ser “Ella” a ser, simplemente, “una”. No se trata de una cuestión de ego, ya que los conceptos nunca han tenido opción de ser otra cosa. El problema es la adaptación a los rigores de la existencia corpórea.

Una de las principales complicaciones en este caso es la naturaleza eminentemente subjetiva de este concepto. En los casos de los dos amigos que hemos tratado hasta el momento, el paso a la materialidad era un problema, pero no alteraba en exceso su esencia o su “misión”. En el caso que tratamos ahora, sólo hay esencia ya que la “misión” varía con respecto al receptor/idealizador del concepto. Cuando eres un reflejo de las aspiraciones de todo el mundo, el convertirte en el ideal de una única persona debería ser una tarea de lo más sencilla, pero parece que la lógica mundana no se aplica a nuestra invitada, y el paso de la esquizofrenia suprema a “simplicidad” del individuo parece llevarnos, que en este caso, hacia la locura. De haber podido quitar las “aspiraciones sobrantes” quizás nuestra amiga habría podido salvarse de la perdida total de su cordura, pero el caso es que la personalidad resultante trata de ser una condensación de los deseos e ideales de toda una especia, lo cual no es posible según los axiomas que gobiernan nuestro pequeño, limitado e infinito macroverso.

Pero obviemos esto. Miremos hacia otro lado y aceptemos de nuevo como ciertas las trampas narrativas de, aquí, el tahur de las letras que perpetra estos textos. No nos (y por “nos” nos referiremos a “me”) gustan los personajes locos o irracionales. Así que aceptaremos que “Ella” deja de ser la “Ella” universal, para convertirse, casualmente, en mi “Ella” personal. Así que me permitiréis que no la describa, ya que no tengo la menor idea de su aspecto (aunque si lo averiguo dudo que lo escriba por aquí)
Así que tenemos a “Ella” convertida en mi “Ella” (aunque al resto del universo sólo le parezca “una”) suelta y desorientada, aunque relajada y tramposamente cuerda en mitad de Pamplona.
Quizás os preguntéis
¿Sabe la razón por la que está aquí?
Aunque no os lo preguntéis, ya os respondo. No.
¿Sabe que sus “hermanos” han venido hasta aquí antes que ella?
Para un constructo abstracto, cosas como el tiempo, el espacio y la comida basura son materias irrelevantes y a la par que complejas. Antes o después, ahora o mientras tanto, son conceptos con los que no se tienen que enfrentar. Así que, mientras no se termine de ubicar dentro de su nueva existencia asumiremos que no sabe nada de nada. Más adelante, cuando termine de aceptar el rol que se le ha asignado en esta historia, ya será otro asunto.

febrero 28, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Día: Siguiente
Hora: Temprano (o demasiado tarde)
Lugar: Mundo “real”

Su esfera de paz y luz infinitas hacía aguas por todas partes (no sabía de donde venía el agua y, preguntarse aquello tampoco le ayudaba a descansar) No había manera. Estaba claro que aquella noche no iba a dormir. Si a todo esto le sumábamos que, en la habitación de al lado, Sandra roncaba de manera ostensible algo (en teoría) tan sencillo como dormir, se convertía en una quimera inalcanzable.

Se levantó y se dirigió de puntillas hacia el salón. Mientras hacía esto, no podía evitar el escuchar en su cabeza la clásica música de “acechar” de los dibujos de la Warner.
Al llegar al salón comprobó que, con el barullo mental que le había provocado la visita, se había dejado encendidos el portátil y la consola. Al menos la tele sí que la había apagado. Se cruzó de piernas sobre el sofá y miró si había alguien conectado en los programas de mensajería. Nada.
La consola se estaba quedando sin batería, así que la puso a recargar. Eran las siete de la mañana y no sabía que hacer.
Opciones, opciones. De nuevo tantas posibilidades, tantas elecciones posibles y tan pocas ganas de tomar ninguna.
Podía limpiar. La verdad es que la casa estaba bastante guarra (es más, en aquel momento todo le parecía estaba más sucio y desordenado que hacía un par de horas)
Nah. Aparte del ruido que metería, aquello daría a su invitada una idea equivocada de donde se había metido. Cerró los ojos y mando su cabeza hacia otro lado. Mentalmente repasó todas las historias que tenía pendientes y continuó una de ellas en el punto recurrente en el que siempre la retomaba.
Vale, parecía que aquello funcionaba, ahora tocada centrarse en uno ¿Su versión/homenaje de La Atlántida, o la justificación/trasfondo de los Tanraq?
Tampoco es que pudiese elegir. Por su cabeza iban apareciendo en bucle una sucesión de imágenes aleatorias; Fragmentos distorsionados de películas y bustos parlantes, colgados en mitad del vacío, que repetían siempre una misma frase o palabra. Paseos imaginarios por mundos imposibles y el sonido de los golpes de un combate del que sólo percibía los destellos provocados por el entrechocar de las espadas. Aquella ruleta giró y giró hasta detenerse en el interior de la mente de Ulwrath, uno de aquellos personajes que habían tenido la desgracia de ser creados por él.

El sonido de la puerta trajo de vuelta su cabeza a este mundo. No recordaba haber dejado de escuchar los ronquidos, pero parecía obvio que Sandra se había levantado. Poco después escucho el sonido de la ducha, parecía que también se había perdido como había salido de la habitación. El alien de su estomago despertó de nuevo y empezó a moverse por su interior buscando la salida.
Encendió la tele, y miró el reloj. Las ocho y media. O su invitada necesitaba poco el dormir, o no había sido capaz de hacerlo.

– Vaya, nunca habría imaginado que te gustaban estas cosas – su cabeza se había ido otra vez de paseo y la voz de Sandra fue la que la trajo de vuelta esta vez. Sus ojos lograron enfocar las imágenes que le mostraba la pantalla y se dio cuenta de que estaba viendo algo que debía ser la reposición de algún culebrón.
Javi se giró hacia la dirección de la que había venido la voz, y la vio. Al lado de la puerta del salón, Sandra permanecía de pie. Aún tenía el pelo mojado por la ducha, y solo llevaba puesta la camiseta que había dejado en su habitación y sus botas. La camiseta le llegaba casi hasta las rodillas y era suya, por lo que debía tratarse de una prenda de lo mas antiherótica. Pero no. Bello, hermoso, bonito. Su mente trataba de encontrar una palabra que describiese lo que tenía delante, y lo que mejor le sonaba para describir aquello era perfecto. Mientras tanto, procesándose en paralelo, sus neuronas se preguntaba si el tener olfato habría añadido algo a aquella experiencia, y no podía evitar pensar que aquellas cosas sólo pasaban en las películas.

– Hola, guapo – Sandra le saludó reforzando aquella palabra y la mirada que la acompañaba con un gesto de su mano.
Javi trató de pensar una réplica. Algo original y gracioso. Mientras tanto en su cabeza le preguntaban:
– ¿Porqué estás buscando una replica original para un simple “hola”? – Bueno, el guapo que había venido después no había sido precisamente una ayuda.
– ¿Esta tratando de seducirme, señorita? – no sabía si el tono en el que había dicho aquello era el correcto, pero las voces en su cabeza tampoco terminaban de ponerse de acuerdo sobre la intención última de aquella respuesta.
– ¿Sabes que la gente normal no habla así, no? – vale, la sonrisa en su cara parecía indicar que se lo había tomado como una broma. En la votación popular que acababa de finalizar en su cabeza, parecía que habían ganado, con bastante diferencia, los que defendían el “Eso es lo que queríamos”
– Aceptaremos “anormal” como un halago. ¿Que tal? ¿Mejor? – trataba de pensar en cuanto tiempo había tardado en salir la replica, pero le daba la impresión de que había sido mucho. Aquella imprecisión no le gustó demasiado.
– Bueno, mi cabeza aún tiene que dejar de dar botes por ahí adentro – seguía sonriendo. Aquello era bueno y hacía aquella visión aún más perfecta.
Aunque si aquello ya era perfecto, se suponía que no podía mejorarse. Decidió cambiar la apreciación de su primera impresión a “casi perfecto”. También se propuso dejar de intentar catalogar o definir aquello.
– Siéntate cuando y como gustes – decidió continuar con la vena arcaica.
– No se… – la sonrisa desapareció por un momento y se volvió expresión de preocupación y tristeza. Parecía que se había acordado de lo que fuese que la había llevado hasta allí. De todas formas, se sorprendió al comprobar que aquello no le hacía perder un ápice de su… casi perfección – Tendría que irme – aquello le decepcionaba, pero también le aliviaba – Aunque tampoco tengo muy claro que hacer – se sentó en el sofá junto a él.
– Tómate tu tiempo – quería preguntarle sobre lo que le había pasado, pero prefirió esperar a que fuese ella quien sacase el tema – No tengo planes para hoy.
Sandra se echo las manos a la cara y se encogió. Parecía que se iba a echar a llorar, pero aquello no parecía tristeza, sino rabia e impotencia. En aquel momento tenía ante él a alguien en quien no reconocía a su compañera del trabajo. Nunca pensó que utilizaría la palabra “frágil” para describirla.
Un abrazo parecía la respuesta idónea para aquella situación, pero un análisis rápido le indicó cinco razones distintas en las que podría malinterpretase aquello (aunque estaba seguro de que habría muchas más) así que no hizo nada. Al final el llanto no llegó.
– ¿Tú que harías en mi lugar?
– Supongo que antes de tomar una decisión, sabría la razón por la que estoy así – cruzó los dedos para que aquel intento de humor funcionase.
– Perdona… es que nada que tampoco me haya pasado antes.

– ¿Me vas a preguntar que ha pasado?
– Ah, sí, perdona ¿Que ha pasado?
– Tío, a veces pareces de otro planeta.
– ¿Gracias?
РNo, pero bueno. A ver, he pillado a mi cu̱ado poni̩ndole los cuernos a mi hermana.
– Vaya.
– Ya te digo.
– Vale, ya sabes que hoy…
– Ayer.
– Vale, ayer ¿porque eres tan puntilloso con esas chorradas? No, déjalo. Ayer había cena del curro. A todo esto ¿Porque no viniste?
РSi que fui, pero me largue despu̩s de la cena.
– Ah, sí, es verdad. Perdona… el alcohol… mi cabeza… ya sabes.
– Puedo hacerme una idea.
– Sabes que no vivo en Pamplona, así que, como no quería cortarme con las copas, le dije a mi hermana, que si que vive aquí, si podría dormir en su casa esta noche. Y va y me encuentro al cabrón de su marido, en un bar, metiéndole la lengua hasta los pulmones a una tipa.
РSupongo que estas segura de que era tu cu̱ado.

– Y de que la tipa no era tu hermana.

– Vale, vale. Así que deduzco que no sabes si contárselo a ella, o no.
– Jo, que listo eres – sí, sarcástica sí que era una palabra que habría utilizado para describirla. Parecía que volvía en sí.
– Es un don, pero no te sientas inferior por ello. Es más, arriesgándome aún más, el problema no es tanto el contárselo, como el cuando y el como.
– Ahí le has dado – la sonrisa parecía que trataba de asomarse de nuevo. Aquello no era bueno. Estaba esperando una respuesta que él no tenía.
– Pues no te envidio – brillante, Javi. Te has lucido con tu respuesta.
– ¿De verdad? ¿Con lo que mola?
– Llámame raro.
– No sé que haría sin tus consejos.
– Hombre…
– Mujer.
– Vale, mujer. Antes que nada yo intentaría hablar con él.
– Es verdad, seguro que hay una explicación lógica. Estoy convencida de que le estaba practicando una traqueotomía con la lengua a esa zorra.
– A ver, puedo parecer un poco inocente, pero tan tonto no soy. Por lo que cuentas, los actos hablan solos, pero no estaría de más saber el contexto – vas mejorando la situación, Javi. Ahora viene cuando te acusan de ponerte del lado del corneador. Todos los tíos sois iguales y blablabla.
– ¿Tú crees? – rápido, di algo antes de que recupere todas sus funciones mentales.
– Que esas cosas de pareja son muy suyas (por lo que me han dicho) Que Igual andan con problemas (y el va “arreglándolos” como todo un macho) Yo hablaría con él sobre lo que “vi” y le daría la oportunidad de que fuese el quien se lo contase a tu hermana. Si no lo hace, pues ya volvería a estar la pelota en tu tejado.
– Pues… pues igual tienes razón
– Pero vamos, ahora que esta la cosa chupada, si quieres sí que te cambio el papelón.
– Gracias. Y yo pensado que ya estaba todo solucionado – por fin regresó la sonrisa.
Se hizo el silenció, y entonces Javi se dio cuente de un pequeño (y aún más incomodo) detalle. Mirándole fijamente a los ojos, le preguntó:
– ¿Puedo hacerte una pregunta un tanto “intima”?
– Adelante.
– ¿Llevas ropa interior debajo de la camiseta?
– ¡¿QUE?! – Sandra armó el brazo para una bofetada.
– Espera, espera, esto tiene una explicación lógica, casta y pura.
РSorpr̩ndeme. Tienes cinco segundos y descontando.
– Esa camiseta que llevas es mía, y te está un poco grande. Entre las cosas, el cuello está un poco cedido, y cuando te inclinas hacia adelante, corro el riesgo de que mi mirada se dirija hacía… ahí.
– ¿Y con ropa interior lo encontrarías más aceptable?
– Vale, déjame que reformule la pregunta. Bueno, mejor déjame que la convierta en una petición. ¿Podrías ponerte tu ropa para librarme de la tentación?
– Tío, eres la polla.
– Espero ser algo más, pero no has respondido mi pregunta/petición.
– Sí.
– ¿Sí, a que? ¿A que llevas ropa interior? ¿A que te vas a poner tu ropa (o algo menos tentador)? ¿A que soy algo más que un miembro viril? ¿Sí a todo y formateamos el disco duro?
– Sí a ninguna de esas preguntas.
– Ah, vale, eso lo aclara todo.
– No. La verdad es que has acertado antes con lo del intento de seducción – Vale, aquello no se lo esperaba. Le halagaba y no se lo creía, pero no se lo esperaba.
– Pues sí que estás en shock.
РQue no, imb̩cil, que es verdad.
– Pues nunca lo habría imaginado.
– Tampoco acabo de entenderlo yo, así que imagínate.
– Vaya. ¿Me siento halagado u ofendido?
– Tómatelo como quieras, pero como no me digas algo al respecto antes de que se me termine de pasar la resaca, esto se va a volver aún más incomodo.
– Pues no se muy bien que quieres que te diga. Me pareces una chica muy guapa y me llevo muy bien contigo pero, esta creo que ha sido la conversación más larga que hemos tenido. Vamos, que no es que seamos íntimos o nos conozcamos demasiado.
– Sigues sin responder.
– Pues… no se si la cosa funcionaría.
– A ver. Te estoy diciendo que me gustas, no que seas el padre de mis hijos.
– ¿Me lo puedes explicar con palabras sencillas? Es que entre el alien de mi estomago y el derrame cerebral que acaba de desatarse, me va a costar un rato reaccionar y formar pensamientos coherentes.
– Te iba a preguntar si te apetecería quedar algún día para dar una vuelta o algo. Pero, visto lo visto, me parece que casi mejor si dejamos la cosa como está.
– No, no es eso. Pero es que esto es algo nuevo para mi.
– ¿Que una tía te pregunte si quieres salir con ella?
– No, que una tía quiera salir conmigo.
– ¿De verdad? No puedo imaginarme el porque.
Aquello era algo para lo que no estaba preparado. La opciones estaban claras, y la decisión era sencilla. El problema es que no quería hacer lo que consideraba que debía. Podía aceptar el quedar con ella y alimentar unas “esperanzas” (¿de verdad quería salir con él?) en una relación en la que entraría sólo aportaría dudas y reticencia (aunque agradecería la compañía) O podía decirle que no, y confiar en que se lo tomase a bien y comenzar con el tiempo una relación de amistad.
– Yo… creo que va a ser que no. Ya te digo que me caes muy bien pe…
РD̩jalo, me visto ahora y me largo. Creo que prefiero darme de hostias con mi cu̱ado.
– No tienes porque irte, y no quiero que te vayas así…
– No, va a ser lo mejor.

Sandra se fue. Bien por ti, Javi. Estas hecho un crack (y el lunes va a ser un día muy incomodo en el curro)
Vale, no son ni las diez de la mañana de un domingo ¿Y ahora que?
Descolgó el teléfono y marcó.

– ¿Sí? – Marcos descolgó al otro lado.
– Hola M, ¿está D?
– Hola Javi, acabas de subir a nivel nueve.
– Mola – Marcos colgó.
Había alcanzado el nivel nuevo en el odiometro de su cuñado, acababa de superar a Data (el de los Goonies no, el de Star Trek)
Poco después sonó el teléfono.
– Hola D.
– ¡Que no me llames D!
– Pero si es una de mis películas favoritas.
– Ya, pero no soy un tío.
– Ya, ni un cazador de vampiros. Ni un medio vampiro.
РVale, evitas el tema por el que has llamado desde el segundo uno. La has debido de liar gorda. Anda, d̩jate de rodeos y empieza a largar.
Esa era su hermana, al menos siempre le quedaba ella para contarle sus penas.

febrero 7, 2010 · Posted in Macroverso  
    

Fecha: La misma.
Hora: Mientras tanto
Lugar: Microverso

Caía, así que debía de estar soñando.
Pero en aquella ocasión era distinto. La caída no era une experiencia relajante. No se sentía flotar, no notaba como el viento le acariciaba sustentándolo. ¿Sería una pesadilla?
Continuaba cayendo y su estomago fue el primero en sentir la sensación de vértigo. Su velocidad aumentaba, pero continuaba sin ver el suelo. Cerró los ojos y los abrió de nuevo. Estaba tumbado en su cama. No, no era él, era otro. Aquella tampoco era su cama, ni se encontraba en su habitación. Podía ver los pensamientos de “el otro” en su mente. Pensaba en una mujer, pero no era “Ella”. “El otro” estaba quieto, pero él continuaba descendiendo a toda velocidad. Cerró los ojos de nuevo y volvió a abrirlos.
Caía… pero no. Descendía, pero había algo raro en su trayectoria. Se estaba precipitando… hacia arriba.
Vale, aquello era más raro que de costumbre.
Trataba de analizar la situación, pero su cabeza se iba a otras partes. Lugares que no reconocía, gente que le provocaba una sensación de “deja vu” pese a que no conocerla de nada.
РA̼n no.
Una voz sonó… a su alrededor.
Su ascenso/caída se frenó al chocar contra algo invisible. Pese a no verlo, sabía que era una gigantesca mano invisible.
– No tengas prisa. Pronto llegará.

Despertó. Ya era de noche, pero se encontraba en medio de la calle. Recordó que estaba volviendo a casa después de trabajar.
– Bienvenido de vuelta – Mike le hablaba desde el interior de la cabeza – Pensaba que me ibas a dejar al mando. Lástima que no pueda tomar control de tu cuerpo.
– ¿Cuanto tiempo he estado “fuera”?
– No pongas comillas mentales cuando hablas conmigo. Queda muy ridículo.
– Vale, lo tendré en cuenta, pero respóndeme.
– Poco, apenas unos minutos.
– ¿Y no estabas en el sueño?
– Nop. ¿Me he perdido algo interesante?
– Bueno, si no interesante, sí que ha sido raro.
– ¿Raro como un piso asequible, o como un viaje de pellote?
– Nunca he tomado pellote. Creo.
– Ya me entiendes.
– Supongo que me quedo con la segunda opción.
– ¿Más que lo habitual?
– ¿Cuantas veces me he quedado dormido mientras andaba, y cuantos de mis sueños te has perdido?
– Vale, ya te sigo.
– Hoy estas muy lento. Incluso parece que el vacilón soy yo.
– Parece que las reglas van cambiando, y no me gusta.
– ¿Estamos jugando a algo?
– Es una manera de hablar. No será un juego, pero las cosas, los axiomas de esta realidad, parece que están cambiando.
– Venga, tío, no sigas por ahí. Por un día ¿No puedes dejarlo?
– Vale. Me estoy volviendo blando. Pero eso no cambia los hechos.
– No te lo niego. La pregunta es ¿Que hacemos?
РT̼ mandas. Ordena tus prioridades y nos ponemos a ello.
– No hay prioridades. Que los “axiomas”…
– Esas comillas.
– Vaaaale. Que los axiomas cambien, suponiendo que creyese tal cosa, aparte de no ser asunto mio, es algo sobre lo que no puedo hacer nada. Así que sólo queda…
– Ella.
– Sasto.
– ¿Y cual va a ser el curso de acción, Sherlock?
– Pues había pensado en visitar a Antagonista.

Antagonista era el novio de Ella. Sólo lo había visto una vez y, pese a que, en un principio, debería haber surgido una cierta hostilidad entre ambos… aquel tipo le caía bien. El problema era que no sabía su dirección, apenas sabía nada de él y tampoco sabía muy bien que preguntarle cuando lo encontrase.
Mientras caminaba hacía casa Mike se mantuvo extrañamente silencioso. Desde que aquella desagradable voz de su cabeza comenzó a meterse con él, había deseado un momento de tranquilidad como aquel. En aquel momento, habría preferido cualquier distracción antes de quedarse a solas con sus pensamientos y aquel molesto zumbido que lo embarullaba todo.
La noche era ideal para caminar, pero no le apetecía hacerlo. Sólo quería llegar a casa, echarse a la cama, apagar las luces, apagar su cerebro y descansar.
¿Por qué aquello le afectaba tanto?
Aquella chica era guapa, lo admitía, pero no más guapa que otras clientas que habían pasado por su trabajo. Ni siquiera era una de las clientas más habituales, o de las que le daba más palique le daban. Pese a que era consciente de que estaba como una regadera, Javi se consideraba a sí mismo una persona racional, y aquella a reacción suya no le encontraba ningún sentido.

Al llegar a casa, le sorprendió ver a tres personas sentadas charlando delante del portal. Ver allí a dos de aquellas personas le pareció, hasta cierto punto comprensible, ya que eran dios, su casero y satán, su vecino de abajo. Pero no sabía que razón podía haber llevado a la tercera persona hasta allí a aquellas horas. Parecía que no tendría que buscar a Antagonista y que el destino tenía algo en contra suya aquella noche.

– Aquí llega – dijo dios al verle llegar.
– ¿Que hacéis aquí fuera a estas horas? – Javi no estaba de humor para andarse con rodeos.
– Nosotros disfrutamos de nuestro libre albedrío mientras dure – dijo satán señalándose a sí mismo y a dios – Tu comparsa en esta escena es este pobre hombre – Javi odiaba cuando la panda de locos con los que le había tocado convivir se dedicaban a hablar de aquella manera. Pero el alquiler era barato.
– Vale, pues al grano.
– Ella no está – Antagonista parecía preocupado. Por un lado aquello era lo único que le parecía normal de lo que llevaba de día. Por otro, y aunque él mismo tenía intención de ir a buscarle, no sabía muy bien que pintaba aquel hombre delante de la puerta de su casa.
– Ya lo veo – no pudo evitar soltar la gilipollez. La diversión, la preocupación y la culpa iban pidiendo turno alternativamente en su cabeza. Incluso se imaginaba la maquina que les iba asignando los números.
– ¿Y bien? ¿Que vas a hacer?
– ¿Yo? ¿A mi que me cuentas? Tú sabrás que le has hecho. Ya volverá.
– Mike ¿Me echas una mano? – aquel golpe bajo no se lo esperaba, aunque en un día como aquel no tendría que haberle pillado por sorpresa.
– Javi, deja de hacer el capullo y tómate esto un poco en serio – Mike siempre estaba ahí para estropearle la diversión.
– Vale, tú dirás.
РA ver. Todo esto va sobre ti. T̼ eres el que debe tomar la iniciativa.
– ¿Que me dices? ¿Que me la he llevado? ¿Que se ha… ido a donde sea por algo que he hecho o dicho?
– No. No es que se haya ido, o se la hayan llevado. Ha desaparecido. Ya no está “aquí”
– Perdona, creo que te has dejado un par de puntos para entrar en la definición canónica de “críptico”
РPues es lo que hay. Ahora b̼scate la vida.

noviembre 30, 2009 · Posted in Macroverso  
    

Fecha: Otra
Hora: Un poco más tarde (o igual no)
Lugar: Limbo conceptual.

De nuevo nos zambullimos en esa no-dimensión en la que habitan los conceptos comúnmente aceptados. En ésta ocasión la “X” que marca el lugar se ha movido un poco. No, por ahí no, un poco a la derecha (o a la izquierda, todo depende de por donde vengas) Sí, más o menos por aquí, entre Harvey: el conejo rosa invisible y los elfos de sexualidad distraída.
Es posible que os preguntéis ¿Como podemos ver a un conejo invisible? A lo que os respondería ¿De verdad lo estáis viendo? (soy navarro, tengo que responder con otra pregunta)

Pues bien, si hacéis el favor, dirigid vuestras miradas para que se centren en éste arquetipo consensuado por nuestro bienamado imaginario colectivo que os señalo (ya sabéis, con la “X”)
¿Hecho?
De acuerdo, para entendernos (o liarnos un poco más) pondré un nombre a eso que estáis mirando: Llamaremos a nuestra abstracción… “Tipo Listo” (original, ¿Eh?)
Fijaos en él. Vale, ya se que cada uno estamos viendo algo distinto, pero sí que hay una serie patrones en los que coincidiremos (vale, quizás esto tampoco sea cierto, pero silbaremos distraídamente y haremos como que si lo fuese)

Ahí está él. Distante y seguro. Confiado, ya que cuando la misma razón de tu existencia es “saber”, se podría decir que la sorpresa es lo único cuyo significado realmente no comprendes (y digo comprender porqué, obviamente sí que conoce su significado).
Aunque, claro, si asumimos que la compresión real sólo puede ser otorgada por la experiencia, podríamos decir que nuestro querido avatar comprendería más bien poco (tendiendo sus posibilidades, que no capacidades, comprensoras hacia la nada)
De todas formas, no estáis obligados a coincidir con mi apreciación. Ventajas / Desventajas de ser un ente abstracto.

Una vez aclarado (o no) esto, continuamos observando la inacción de este ente inmaterial. Por supuesto, él “sabe” que estamos aquí, escudriñando desde los recovecos dimensionales y analizando su misma esencia; Esa es su naturaleza. De la misma manera, y por la misma razón, no hará nada al respecto.

Pero claro, esto es (o pretende ser) un relato. Y los relatos se mueven por los oscuros senderos y turbios recovecos de la mente de quien los escribe. Torciendo leyes universales a voluntad y mutando lo inmutable según su conveniencia.
Es por esto que “alguien” (quien se dedica a estas lides tecleadoras) forzando la credibilidad del lector, en un momento dado decide sorprender a nuestro tranquilo concepto y arrastrarlo a un entorno hostil. Trasladarlo al mismo lugar al que “invitó” a un viejo conocido suyo; Tipo duro.
Por supuesto, esto estaba premeditado, y nuestro amigo Tipo Listo debería de haber sabido que sucedería, así que rogaremos vuestra clemencia ante esta tergiversación de las leyes de la coherencia, y confiaremos en que el resultado final os resulte lo suficientemente satisfactorio (y coherente porque, lo parezca o no, ese es uno de los objetivos de toda historia que escribo) como para perdonar esta pequeña trampa argumental.

Dicho esto, nuestro amigo, Tipo Listo, se encuentra atrapado en un cuerpo físico dentro de un mundo material. Obviamente él sabe en que lugar se encuentra y cuales son las razones que le han llevado hasta ahí (ya sabéis, su naturaleza y demás) también sabe lo que necesita hacer para volver a donde quiere estar (sí, amiguitos, es tan listo que se ha leído el relato antes de que este terminado) así que inmediatamente comienza a representar su papel dentro de esta obra.
Porque nuestro amigo también sabe que no tiene demasiado tiempo y que, según vayan transcurriendo las palabras, su esencia dejara de ser suya, hasta que no se reconozca a sí mismo. En éste lugar ya no es un concepto; es un personaje. Y los personajes, por muy ligados que estén a un concepto, son entes finitos constreñidos por las necesidades (o caprichos) de la historia.

Tipo Listo sabe que tiene que encontrar a su “hermano” Tipo Duro, ya que éste tendrá problemas para comprender los paradigmas reinantes en el mundo en el que han acabado.

No demasiado lejos, Tipo Duro, por su parte y muy a su pesar, ya ha descubierto que las cosas no funcionan de la manera correcta.

Mientras buscaba las respuestas que guiasen sus pasos quiso, el destino, el azar (o quizás otra persona o concepto) que presenciase un incendio. Al igual que nuestro invitado de hoy, Tipo Duro también tiene su naturaleza, y esta le impulsa a hacer lo correcto.
Frente al edificio, la policía y los bomberos habían acordonado la zona, pero el fuego continuaba descontrolado. Los agentes discutían los unos con los otros sobre las rutas y la posibilidad de evacuar a las personas encerradas por las llamas. La ubicación de la gente atrapada estaba claramente marcada en un mapa que se pasaban de mano en mano, como si el calor que emanaba de aquel edificio hubiese impregnado también el papel. Estaban desperdiciando el tiempo de oxigeno que les quedaba a las personas atrapadas.
Como dijimos en su presentación, Tipo Duro es un concepto de acción y, en aquella situación, no tardo mucho en decidir el curso a seguir.
Si mediar palabra con los agentes, saltó las vallas y se dirigió corriendo hacia el edificio. Mientras se acercaba dejó que el agua que era bombeada de manera constante por los bomberos le empapasen el cuerpo y la ropa. Tras tomar una bocanada de aire limpio, cubrió su rostro con su chaqueta húmeda y se introdujo sin vacilación en el edificio.
En el interior el calor era sofocante y aquello no facilitaba la concentración para tratar de ubicarse dentro del plano que había visto sólo de pasada. Si no estaba equivocado, aún le quedaban tres plantas para llegar al primero de sus objetivos.
Las escaleras eran de baldosa y parecían resistir sin problemas su paso, pero la pintura de las paredes y el material aislante del techo se desprendían incandescentes, cortándole el paso, o tratando de hacerle arder también a él. Avanzaba agachado para tratar de no respirar el humo pero, después de subir dos plantas en aquella posición, su espalda comenzaba a molestarle.
Aquello no era normal. Él siempre había sido un concepto. Asuntos como la fatiga, las dudas o los axiomas físicos que sufrían aquellos avatares ficticios que le habían representado en diversas historias, jamás le habían repercutido.

Llego hasta la puerta que daba acceso a la tercera planta, pero estaba cerrada. Su mano, pese a estar cubierta por la chaqueta, le dolió como si la hubiese sumergido en lava en cuanto toco la manilla, pero no le impidió abrirla. Tan pronto como la puerta se vio libre del cerrojo, se abrió empujada por una explosión de llamas, tirando escaleras abajo a un aturdido e incandescente Tipo Duro.
La corporalidad representaba un inconveniente más importante de lo que jamás había esperado. En su mente y su naturaleza, el objetivo seguía claro. De eso no había duda, él hacía lo que tenía que hacer, lo que dudaba era si sería capaz de llevarlo a cabo.
El fracaso o la muerte no era algo ajeno a su memoria. Muchas de sus encarnaciones habían fracasado o perecido para que la trama continuase, o como un intento de giro inesperado dentro de la historia, pero siempre era en un momento dramático, en uno de los puntos culminantes de la historia. No allí, no en las escaleras que llevaban de la segunda a la tercera planta de un edificio cualquiera.
Mientras trababa de incorporarse se decía que él no moriría allí. No retrocedería. No fracasaría. Las vidas de aquellas personas dependían de él. Pero, por mucho que lo intentase, su cuerpo no le respondía y el dolor se abría paso por encina de la adrenalina.
Su mente continuaba diciéndole que aquello no importaba, que era irrelevante. Tenía una misión, un papel que cumplir en aquella historia. La rabia era más fuerte que el dolor. La voluntad más fuerte que la carne. Había una razón para que él estuviese allí. No podía morir así, no podía morir allí, no pod…
Cayó inconsciente.

Tipo Listo llegó hasta el callejón en el que se encontraba Tipo Duro. Su cuerpo estaba cubierto de quemaduras que fundían piel y ropa, pero respiraba. El hombre que acababa de dejar el cuerpo ahí se cruzó con él y le guiñó un ojo antes de continuar con su camino.
Aquello no era bueno. No era nada bueno. Y lo peor era que él sabía como acabaría todo.

Definitivamente, el mundo “real” no le gustaba nada.

agosto 21, 2009 · Posted in Macroverso  
    

Día: Entre uno y el siguiente.
Hora: Tarde (muy tarde)
Lugar: Mundo “real”

Javi trataba de dormir. No sabía cuanto tiempo tenía antes de que llegase Sandra pero, entre la curda que parecía llevar encima, y que nunca había estado en su casa, estaba convencido de aún le quedaría un rato largo.
Aún así, por si acaso, no se atrevía a dormir profundamente.
– Como si dormir profundamente fuese una elección – sonrió resignado mientras se decía esto mentalmente – Trataremos de dormir sin más.

Se imaginó a sí mismo flotando en la posición del loto, en el centro de una esfera infinita en la que sólo existían él y el color blanco. La esfera se expandía con cada uno de sus latidos. Más allá de ella se encontraban los pensamientos conscientes que no le dejaban dormir.
Bueno, también les acompañaba el insistente pitido que aparecía cuando todo lo demás se había silenciado.
Las disquisiciones sobre la posibilidad de que algo fuese esférico (o de cualquier otra forma, ya fuese, o no, geométrica) a la par que infinito las dejaría para las charlas con sus colegas de ciencias.
Vale, de acuerdo, el que algo infinito se expandiese también era un contrasentido en su mismo, por mucho que matemáticamente fuese posible. Pero aquello era otro de los pensamientos conscientes que tenía que estar más allá de la esfera blanca (que, pese a ser infinita y estar en expansión, no impedía que el ruido de las ideas llegase hasta él)
Aunque, claro. Si veía que era blanca, también debía haber por ahí un punto de luz para iluminarla. Pero él se imaginaba con los ojos cerrados, así que tampoco tenía que ser capaz de percibir aquello.
Trató de mandar a paseo aquellas disquisiciones chorras, pero las muy condenadas se empeñaban en rebotar por los limites de la esfera infinita, incordiándole una y otra vez. Parecía que aquel plan no funcionaba… otra vez.
Su universo infinito-pero-menos pasó, sin previo aviso, de tres a dos dimensiones. La esfera se transformó en un círculo y él parecía un dibujo plano sacado de la viñeta de algún cómic.
Ya no se hacían los infinitos como antes.
El tamaño de la circunferencia se reducía por momentos, perdiendo su forma, comprimida por la presión de las ideas que la rodeaban. Mientras tanto, Javi extendía los brazos tratando de impedir el acabar aplastado por aquel, a todas luces, ineficaz campo protector.
– A la mierda – abrió los ojos y miró al despertador. No había pasado ni un minuto desde que los había cerrado.

Se levantó y, tras ponerse la bata, se dirigió al salón. Encendió la tele y el portátil. Hizo zapping hasta encontrar en alguno de los canales algo que no fuese la tele tienda; La reposición de una peli de acción de los ochenta. Había cosas peores.
Abrió los documentos que tenía con textos a medio escribir, y revisó el programa de mensajería. No había nadie conectado.
Se sentó con los pies cruzados sobre el sofá y pilló una consola portátil, en la que se puso a jugar al Tetris.
– Tantas cosas por hacer, y tan pocas ganas de hacerlas – se recriminó mientras las figuras se le acumulaban en la pantalla.

Estaba nervioso y no sabía el porqué. Bueno, sí que lo sabía pero aquella era una reacción que no tenía el más mínimo sentido. Al menos no la tenía analizándola fríamente.
Como no podía ser de otra manera, aquella sensación provocó una nueva andanada de preguntas y soliloquios mentales. Ya podía tener las cosas todo lo claras que quisiese, su cabeza no iba a dejar de darle la paliza por eso.
Se imaginó a sí mismo saltando desde algún punto indeterminado de la pared, y zambulléndose en su cerebro. Buceando entre sus neuronas llegaba hasta una habitación donde había muchos “yoes” sentados formando una circunferencia abierta, hablando entre ellos. En cuando entró en la sala, se hizo el silencio. En el centro había una silla vacía reservada para él. Se adentro en el círculo sintiendo como la mirada de todos aquellos seres le seguían con impaciencia en su camino. En cuanto tomo asiento, todos volvieron a hablar al mismo tiempo, pero ya no entre ellos, sino directamente a él.
Javi trataba de establecer un cierto orden en aquella cacofonía, pero no le hacían ni caso. Después de este primer fracaso, trató de filtrar las voces, pero todas eran la suya.
Tomó aire mentalmente y se levantó dispuesto a irse. Por fin logró que se hiciese el silencio.
– Vamos a ver – le dijo una de sus voces – ¿A que viene tanto alboroto? – esa debía de ser su parte lógica.
– Va a venir una chica – el comentario era demasiado genérico como para dilucidad de que parte de si mismo le estaba hablando.
– Eso no deja de ser una suposición – vale, aquella era su parte puntillosa, aunque también podía ser la tocapelotas o la pesimista.
– Asumamos que lo que nos han dicho es cierto – la lógica volvía al ataque – Continua sin tener sentido este jaleo.
– Los datos de los que disponemos nos indican que ha cortado con su novio – aquello era demasiado aventurado para atribuírselo a la lógica, podía tratarse de la segunda voz que había hablado.
– Eso es una suposición – la lógica contraatacaba. Parecía que estaba logrando imponerse. Aquello era bueno – Carecemos de la información suficiente como para afirmar tal cosa.
– ¿Alguien sabe si tiene novio? – ¿Cotilla o Desesperado?
– Eso es irrelevante – muy bien, se dijo. Dales duro, Lógico – No estamos interesados en ella.
– ¿Seguro? – aquella pregunta no le gustaba, su parte conformista entraba en juego.
– Mientras no cambien las cosas, sí – la respuesta era demasiado críptica como para ser Lógico. Alguien más entraba en juego.
– Las cosas son así, especular es fútil – como le gustaba escuchar aquella voz.
– Vale ¿Puede estar ella interesada en nosotros? – aquello tenía que ser broma, pero no, eran Desesperado y Peliculero hablando al unísono.
РContin̼a siendo irrelevante.
– Va a venir a nuestra casa – no, previsor, cuando ya casi estaba solucionado – Hay que tratar de preveer todas sus posibles motivaciones y pensar en las nuestra reacción a cada una de ellas.
– Y las razones que motivarían esas reacciones – llevaba por ahí desde el principio, pero a Analítico le había costado comenzar a hablar aunque, pero no estaba sólo, detrás de aquellas palabras también andaba Inseguro.
De reojo Javi vio a Desesperado preparándose para atacar.
– Es posible que ella quiera “vengarse” de lo que le hayan hecho con nosotros – Peliculero se le adelantó, pero tampoco le ayudaba demasiado.
– Lógico, como vuelvas a decir “irrelevante” te arreo – ahí estaba Desesperado.
– Pues arréame, pero no tenéis ninguna razón real para dedicaros a dar tantas vueltas – ahí, ahí, Lógico, con un par – Os estáis dedicando a marear la perdiz y fantasear.
– Vale, son unos bocas, pero tú estas negándote a aceptar que tienen parte de razón – y dale, estaba tan cerca, pero no, Analítico tenía que abrir la boca otra vez – Podría tratarse de una oportunidad para encontrar, por fin, una pareja – No, espera, era Conformista tratando de utilizar psicología inversa.
– Datos concretos: – Lógico volvía a la carga – Nos ha llamado una compañera de trabajo, para pedirnos ayuda. Hemos aceptado ayudarla, así que le ayudaremos. Más allá de eso, el resto es especulación.
– Pero…
– Ni pero ni leches – vaya, por fin Correcto se había decidido a aparecer – Como cualquiera de vosotros trate de aprovecharse del estado en el que aparezca esa chica, os las veréis conmigo y, Javi, ya sabes lo pelma que me puedo poner.
– Dejar de montaros películas – y Romántico le iba a la zaga – Cuando surja la cosa, sea con quien sea, será de una manera natural y espontánea. Entonces dará igual todo lo que digáis. Yo hablaré, y asumiré el mando.
– Espero que no sea como la otra vez – pensó Javi para sus, aún más, adentros.
– Eso no te lo crees ni tú – Conformista volvía a la carga – Estoy hasta el gorro de tu tiranía. No asumirás el control de facto, pero siempre estas tocando las narices.
– ¿De verdad? – Romántico parecía realmente cabreado – Estoy hasta las narices de Desesperado y de ti. Siempre tratando de buscar cualquier resquicio para debilitar la voluntad de Javi y hacer lo que os venga en gana.
– Eso es lo que quieres, ¿no? – y Desesperado se sumaba al ataque, otra vez – Que acabemos solos. Al menos nosotros tratamos de hacer algo para solucionarlo.
– Si, quejaros y no dejarnos tranquilos a los demás – parecía que aquel comentario había molestado a Correcto – ¿Qué más habéis hecho?
– ¡Ya basta! – a ver si esta vez Lógico zanjaba el asunto – Sabemos o, podemos asumir con un alto grado de certeza y, a partir de los datos de los que disponemos, que esa relación no funcionaría.
Por unos segundos el silencio se apoderó de la sala de nuevo. Unos escasos segundos de paz interrumpidos por el sonido del timbre.
La consciencia de Javi emergió de nuevo para asumir el control de su cuerpo. En aquel momento sus preocupaciones e inseguridades aprovecharon para bajar al estomago y alimentar al alien que trataba de abrirse camino hacia el exterior. Se limitó a abrir la puerta del portal sin preguntar, y se quedó esperando la llegada del ascensor.
– ¿Por qué cojones estoy tan nervioso?
Sabía cual era la respuesta a aquella pregunta. En el remoto caso de que alguna de las voces de su cabeza que trataba de desoír tuviese razón ¿Seria capaz de hacer lo que consideraba correcto, si ella daba un paso hacia donde no debía?
Se decía sí mismo que sí, pero nunca le habían puesto en aquella hipotética situación. Al darse cuenta de lo peregrino de aquella preocupación y lo improbable de aquella reacción, no pudo evitar el sentirse un tanto estúpido, pero el Alien continuaba su desgaste del estómago
– ¿Por qué me tengo que angustiar con estas chorradas?
El ascensor abrió sus puertas, y de él emergió una criatura Sandra. El pedo parecía que, prácticamente, había desaparecido, porque su rostro, sobre todo, mostraba odio.
– Hola – saludó Javi.
– Hola – el rostro de Sandra, repentinamente se iluminó mientras su expresión cambiaba hacía las facciones que él recordaba – Perdona este follón.
– Tranquila – Javi hizo un gesto caballeroso con la mano y se inclinó invitándola a entrar – Tú pasa y descansa.
– Gracias – Sandra se abrazó a su cuello y, tras unos segundos, le dio un beso en la mejilla. Javi fue incapaz de conseguir que su cuerpo respondiese.
– ¿Quieres pasar, sentarte y charlar un rato? – logró decir al rato.
– Casi mejor me voy a echar directamente. Ahora sólo estoy como para gritar.
Javi la acompañó hasta la habitación de invitados tratando de que no diese demasiados tumbos. De repente parecía frágil y desorientada. A punto de echarse a llorar de rabia.
– ¿Puedo abusar un poco más de ti?
– Prueba.
– Me puedes dejar algo para dormir. Mi ropa, ahora mismo, apesta un poco a cualquier cosa.
– Tienes una camiseta sobre la cama.
– Gracias. Hasta mañana – dijo mientras cerraba la puerta.
– Hasta mañana – dijo él con una exhalación, mientras se dirigía meditabundo hacia su habitación.

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