Vale, lo habÃamos dejado con el contexto más o menos explicado, asà que, con esto (espero que) claro, ahora toca meternos un poco más en profundidad.
Primero lo primero. No. No tengo voces contestonas en mi cabeza.
Opciones aceptadas, descartada y dudadas.
La historia, su división y las cosas que querÃa contar en ella estaban claras. Como iba a hacer que todo encajase ya era otro asunto.
Una de las ideas que desterré, era que cada uno de los “capÃtulos†ambientados en el mundo “real†sucediese en un mundo “real†distinto. Distintos Javis creados a partir de “reconstrucciones†del universo. Lo que le habrÃa gustado ser al original, y aquello en lo que habrÃa temido convertirse.
La idea me gustaba, pero iba a ser muy confusa, asà que opté por descartarla.
También tenÃa más detalles de la vida que estaba contando. De su relación con su hermana, de como se habÃa enfrentado Javi, siendo muy joven, a uno sus ex-novios (ex-novio de su hermana. No. No era maligno) mayor que él, después de que cortasen, y como habÃan acabado siendo amigos. Del restaurante que habÃa montado ella en Valencia (Pizza, Surf y Paella)
TenÃa muchas conversaciones pensadas para esos tres personajes y también me gustaba la relación que se habÃa creado entre ellos. Pero al final aquello se separaba un poco de lo que querÃa contar e iba a resultar más una distracción que una ayuda.
Por supuesto, también está El Final.
Bueno, no el final, final. Me explico.
Que el Javi “real†morÃa lo tenÃa claro (será mi vena trágico-masquista) Que el universo se acababa con él, también. Otra cosa era la razón por la que lo hacÃa y como afectaba aquello al resto de los personajes.
La primera opción que barajé fue la de hacer una tercera capa más de realidad. Algo más cercano a la realidad: Javi no era el “autor†sino su representación en aquella realidad. Al morir su “avatar autoral†en aquel mundo, el universo que contenÃa ya perdÃa su sentido y era consumido por un vórtice entrópico (me encanta esta palabra)
Claro, esto implicaba una serie de variables que también tenÃan que ser valoradas. Sarcástico habÃa hablado con “el autor†en los relatos del Microverso y Tipo Listo se suponÃa que lo sabÃa todo, asà que tenÃa que justificar que ninguno de los dos supiese que no era el de verdad al encontrárselo cara a cara.
SÃ, podÃa echarle la culpa a Deux Ex, pero me parecÃa forzar demasiado la coherencia interna del asunto (sÃ, más aún) y no me terminaba de cuadrar.
Por otro lado, querÃa recalcar que aquel mundo “real†sólo lo era entre “comillas†(algo que habÃa tratado de dejar claro desde la primera entrada) y aquello me lo ponÃa más fácil. Una escena con Javi-Sarcástico girándose a cámara (autor-lector) y diciéndole que ya sabÃa que aquel no era el mundo real de verdad. Pero cuando más pensaba en ello menos me cuadraba y me parecÃa muy tramposo.
Al final la ganadora y definitiva fue la que más convencido me dejó.
Intrahistorias, metalenguajes y demás morralla pseudotrascendental e intelectualoide.
Que yo aquà he venido a hablar de mi libro.
Dentro de toda la anarquÃa que rodea el relato, habÃa varias cosas de las que querÃa hablar (aunque no atacándolas de una manera frontal y tratando de no ser dogmático e integrarlo de una manera natural y fluida en la estructura de la historia)
Por un lado esta “mÆvisión de la creación de historias. La coherencia interna que deben tener y el acercamiento y manera en la que me gusta que sean afrontadas.
Por mucho que nos (me) cueste aceptarlo, los personajes no tienen vida propia. PodrÃamos decir que todos tienen un poquito de Deux Ex. Tanto ellos como todo lo demás están ahà en función de la historia que se quiere contar.
Aún aceptando esta premisa (y lo esto es lo que me parece más importante) eso no hace lÃcito el “todo vale para que pase lo que quiero que paseâ€. Una cosa es que traces un reglamento interno para tu historia y otra muy distinta que mientas y tomes por tonto al lector.
Soy capaz de leer libros (y ver pelÃculas) usando una porción Ãnfima de mi cerebro, siempre que sean (o las considere) coherentes en su estructura, pretensión y resultado. Si noto (o creo notar) la improvisación o argucias argumentales contradictorias, caen en picado en mi valoración. Pero bueno, esto ya entra en el terreno de las filias, fobias, manÃas y subjetividades de cada uno.
Por otro lado estaba mi manera de entender las relaciones eemmmm ¿intersexuales? Vamos, chicho-chica.
SÃ, vale, nunca he tenido relaciones estooo…. “de esas†o “de pareja†pero como, obviamente, la ignorancia formal rara vez impide a la gente realizar sus propias elucubraciones, filosofar o, simplemente, tener una opinión y hablar de lo que pienso sobre el asunto (esta vez) haré como que soy parte de la masa.
Porque esto es algo que nos rodea a todos los niveles. Nos lo meten por los ojos, por los oÃdos y supongo que por algún sentido más también. Cada minuto de cada hora de cada dÃa de nuestras vidas. Como para no pensar en ello.
QuerÃa hablar sobre las diferenciaciones que percibo yo entre el deseo de luchar contra la soledad, la atracción, el instinto (impulso “irracionalâ€) y el “AMOR†(que lo pongo entre comillas porque, obviamente, esto también es algo completamente subjetivo) Supongo que mis apreciaciones pecarán de mojigatas, pero bueno, son mÃas y me las ventilo como me parece más adecuado.
He tratado de ser (ejem) “realista†en cuanto a la manera de abordarlo. Intentado evitar lo que comúnmente nos venden los medios (ya sean pelÃculas, series o ficción en general) como la norma, pero que nunca he presenciado.
Como he comentado alguna vez, en mi infinito vaivén mental, acostumbro a “preparar†conversaciones de diversa Ãndole. El problema de esas conversaciones “preparadasâ€, caso de llegar a comenzar alguna vez en el mundo real, es que nunca se desarrollan de la manera prevista y, más allá de la primera frase, tienden a derivar hacia algo que diametralmente distinto. Asà que, tratando de ser “realistaâ€, la conversación entre Javi y Sandra es anárquica, sin demasiado sentido y, tristemente, interrumpida de manera brusca antes de que se pudiesen exponer todos los argumentos. Que se le va a hacer.
PodrÃa haber tratado de exponer sus argumentos adicionales “mental†o “monológicamente†pero no me acababa de encajar en la estructura de ninguno de los capÃtulos posteriores, asà que el pobre Javi se quedó sin poder explicarle a la chica entre balbuceos algo asà como un “vale, podemos empezar a quedar, pero que por lo pronto tendrá que ser como amigos (aunque me da que al final será que no)â€.
Y, más o menos, creo que eso era todo.
Aquellos que dicen saber de esto dicen que, una vez llega el texto al público, queda en manos de éste la interpretación de lo que se quiere decir. Que, tras llegar al lector, las palabras dejan de ser suyas y cada uno debe darles su propio significado.
Yo, como soy un bárbaro iletrado, prefiero dejar las cosas bien claritas.
Nota para despistados: Como supongo que habrá quedado claro, estos relatos iban sobre mÃ.
Comenzando por todos los principios.
El germen de todo esto tiene su origen en tres ideas que me rondaban desde hace mucho tiempo. La más antigua de ellas, era una en la que “alguien†del mundo real tenÃa el poder (inconsciente) de hacer reales a los personajes que imaginaba. Al final estaba a punto de destruirlo todo porque, aparte de sus personajes, los mundos (planetas) en los que vivÃan estos también comenzaban a materializarse y solaparse con la tierra.
Al final, y como en toda obra mÃa, el protagonista morÃa (bueno, era asesinado) para que el mundo pudiese vivir. Eso sÃ, sus personajes “principales†permanecÃan en el mundo real.
El mayor problema que tenÃa con esta idea era el como hacer que el protagonista permaneciese ajeno a todo lo que iba provocando sin forzar demasiado la lógica interna de la historia. Por otro lado tenÃa que hacer que alguien, de una manera razonable, llegase a la conclusión de que era él quien lo estaba detrás de los desastres.
El tercer problema era como hacer que reaccionasen los personajes de ficción en el mundo real sin recurrir a los tópicos y lugares comunes que utiliza todo el mundo.
Nunca llegué a una explicación/razonamiento que me gustase.
Un tiempo más adelante, en mi momento de mayor negrura y estupidez irracional, ideé un método para tratar de aclarar mis ideas, analizar mis emociones y tratar de guiar mis pasos por un camino del que no me arrepintiese.
¿En qué consistÃa este método?
Me imaginaba sentado en el centro de una sala rodeado de mà mismo. En aquel momento, trataba de “traducir†mis emociones y convertirlas en palabras. Después de aquello, trataba de ver que parte de mi mismo era quien decÃa aquellas palabras y si era una parte de la que me sentÃa orgulloso, me avergonzaba y/o/u consideraba que debÃa ser escuchada.
Para ayudarme en aquella tarea solÃa escribir lo que yo llamaba mis “monólogos multibanda†tratando de no ser auto-complaciente ni engañarme con los roles a quienes asignaba cada “fraseâ€.
Para terminar, un tiempo después (con toda seguridad derivado de mi agitada vida interior) surgirÃa el germen para otro relato. Una historia detectivesco-humorÃstica en la que el protagonista (obviamente, un detective) era la única persona que no sabÃa que era un personaje de ficción. Aparte de eso, el personaje era esquizofrénico, con la peculiaridad de que sus otras personalidades no podÃan tomar control de su cuerpo, pero sà que sabÃan que eran personajes de ficción (cosa que no dejaban de recordarle).
Tropezando con nudos gordianos.
Mira tú por donde, tras varios fracasos creando listas de correo para hablar de “mi libro†no se me ocurrió mejor idea que empezar un blog (para hablar de otras cosas). Tras unos inicios titubeantes, una continuación más titubeante aún y una progresión más o menos regular, tras darle muchas vueltas a los asuntos uno y tres, opté por tirar por la ruta de en medio y empezar escribir allà algo seriado: Una serie de relatos sobre alguien muy parecido a mÃ, que no sabe que es un personaje de ficción, en el que trataba de auto-parodiarme (¿quién ha dicho que no tengo ego? Ah, es verdad, era yo) intentando ser ocurrente, divertido (¿por qué no?) reflexivo, no ser demasiado auto-indulgente y blablabla.
El único problema (en aquella ocasión) fue que no habÃa una historia “real†que contar por detrás. Sólo era un divertimento que, al final, acabarÃa convirtiéndose en un recurso fácil para salir de los momentos de bloqueo teclÃstico, pero que no llevaba a ningún lado.
AsÃ, aburrido y un poco desencantado por no ser capaz de sacar partido a una idea que me gustaba, acabé dejándola aparcada durante un par de años, sólo para retomarla brevemente y volver a meterlo de nuevo en el congelador de las ideas desaprovechadas.
Entre tanto aprovecharÃa para dedicarle algo de tiempo a otros relatos (casualidades de la vida, una linea argumental que que ahora retomaré)
Desenlazando las hebras del destino.
Y mi mundo cambió. Paré el blog en una nueva época de negrura y crisis en las angustia vitales infinitas y volvà a retomarlo cuando la cosa descampó un poco.
Sin ser llamada ni buscada, la inspiración acabarÃa por llegar. No tuvieron nada que ver el azar, ni los hados, la balanza cósmica o el posicionamiento de los astros y sà que serÃa determinante, como no podÃa ser de otra manera, la inconsciente, involuntaria e inadvertida inspiración que llegarÃa en la forma y persona de una chica que acabarÃa convirtiéndose en el personaje de Sandra, las musas es lo que tienen (aunque ellas, en gran parte de las ocasiones no lleguen a saberlo nunca)
AsÃ, con una idea ya clara en mente, comenzarÃa a desarrollar la historia retomándola donde habÃa abandonado el Microverso y sumándole los elementos que más me gustaban de la historia del creador/destructor de mundos.
¿Por qué tardé tanto tiempo en ver lo bien que encajaban las dos ideas?
¿Qué queréis que os diga? Nunca he sido demasiado listo.
Muy bien, las piezas (ideas) encajaban, ahora tocaba convertir aquello en “un todoâ€. Dividir la historia en partes y desarrollar a los personajes para… pues eso, para que fuesen personajes y no sólo las marionetas que movÃa para contar la historia.
Dar una progresión a los hechos para presentarlos sin que os golpeasen en la cara con letreros de “momento divertidoâ€, “ahora estoy diciéndote que este tÃo tiene poderesâ€, “este es el malo†y cosas de esas.
Vale, al final no fueron más que eso, marionetas, pero de manera intencionada y no como una muestra de mi incapacidad para crear personajes interesantes (espero que os hayan resultado interesantes a pesar de ser mis pequeños tÃteres y les hayáis cogido aunque sea un poco de cariño)
Una vez planteada y desmenuzada la historia, me hice mi “resumen†de los momentos claves de cada micro-relato (más que nada para no dejarme nada vital sin contar) Todo esto teniendo en cuenta la duración que querÃa darle. No querÃa meter relleno porque sÃ.
Asà me quedó esto:
I Prologo
II Microverso: Ella no está.
III Mundo “realâ€: La llamada.
IV Limbo conceptual: Tipo duro
V Microverso: Deux Ex I
VI Mundo “realâ€: Sandra llega.
VII Limbo conceptual: Tipo listo
VIII Microverso: Antagonista
IX Mundo “realâ€: La conversación (A la mañana siguiente)
X Limbo conceptual: Ella
XI Microverso: Deux Ex II (El gran salto)
XII Mundo “realâ€: Despertando en el mundo “Realâ€
XIII Microverso: Giro sorpresa.
XIV Mundo “realâ€: Comiendo en casa de los padres.
XV Microverso: Cruzando el umbral (Adiós al microverso)
XVI Mundo “realâ€: Primer contacto.
XVII Mundo “realâ€: Buscando al “culpableâ€
XVIII Mundo “realâ€: Bajando a casa, el reencuentro con Ella.
XIX Mundo “realâ€: Reuniendo fuerzas.
XX Mundo “realâ€: Me entere por las noticias
XXI Mundo “realâ€: Coalición de crisis
XXII Mundo “realâ€: ¿Un poco de azúcar?
XXIII Mundo “realâ€: Objetivo localizado.
XXIV Mundo “realâ€: El acabose.
XXV Epilogo
Y como ya me he alargado mucho por hoy (y aún quedan unas cuantas cosas por contar) dejo el resto para la semana que viene.
Si me dedicase a escribir con la única esperanza de recibir comentarios, hace mucho tiempo que habrÃa dejado de hacerlo, o me habrÃa dedicado escribir para los inconscientes que me han ofrecido espacio en sus webs que, todo sea dicho, tienen bastante más tráfico que la mÃa (cosa, por otro lado, nada complicada)
Si escribiese buscando notoriedad o visitas llegadas desde Google, estarÃa en Blogger, pondrÃa montones de imágenes y vÃdeos, gruñirÃa y lanzarÃa exabruptos sobre temas controvertidos, tendrÃa Google Adds y la entrada que más tráfico ha generado desde los buscadores no serÃa una llamada “Stajanovismo†(lo que tampoco llego a entender)
Si mi máxima aspiración fuese recibir copias de prensa gratis, que alguien publicase mi material o ganarme la vida con esto, no estarÃa pagando un dominio (con nombre “raroâ€) con su correspondiente hosting, tampoco hablarÃa de juegos de rol que nunca han llegado a gozar del beneplácito del gran público, ni escribirÃa relatos con un interés ciertamente limitado sobre distintas facetas de mi vida, o me dedicarÃa a redactar un juego de rol sin razas no humanas y poca magia (y encima, sin publicarlo en los buscadores)
Vamos, que mis blogs se podrÃan clasificar bajo los epÃgrafes de onanismo intelectual (siendo la segunda parte del apelativo opcional) masoquismo emocional y/o/u exhibicionismos de diversa Ãndole.
Vamos, que por aquà voy plasmando lo que me apetece, como, cuando y según me va dando la gana (Aunque a veces no. Que supongo que ya nos vais conociendo a mÃ, mis neuras y mis contradicciones)
¿Que a cuento de qué viene todo esto?
Que soy un tÃo que va a su bola. Estoico, incorruptible e inescrutable. Ajeno a las injerencias externas e inmune a modas, presiones mediáticas y cambios sociales. En otras palabras: Cuando mi honor está en juego, de aquà no me muevo (sÃ, esta frase no es mÃa).
Claro, todo esto es asÃ, mientras nadie me hace caso. Cuando alguien deja un comentario, comienza el ataque de incongruencia suma y la reestructuración faraónica de todas mis prioridades.
Hasta el año pasado, me encontraba acomodado en una plácida cadencia mensual de entradas. Pero no, tenÃa que llegar Pablo y decirme que le habÃa gustado una de las entradas del Macroverso y sugerirme que lo moviese entre las editoriales. TenÃa que ofrecerse a darle un repaso, pero no antes de que lo hubiese terminado.
No se trataba tanto de la (nula) esperanza de moverlo entre editoriales, como de que le hubiese gustado tanto a alguien como para que lo creyese viable. Ahà darÃa comienzo en mi cabeza un nuevo baile de planes, ideas y posibilidades.
El Macroverso estaba acotado desde su mismo comienzo; Iban a ser veinticinco entradas, ni una más ni una menos (con todo lo bueno y todo lo malo que esto implica). Debo reconocer que me apetecÃa llegar al final pronto (bueno, más concretamente, querÃa llegar a escribir las últimas dos entradas) pero, después del comentario de Pablo, se avivó aún más el deseo de terminarlo cuanto antes. Aunque claro, al mismo tiempo (y por otro lado), tampoco querÃa dejar colgadas el resto de secciones que estaba escribiendo al mismo tiempo.
Por un lado estaba mi “BiografÃa computeril†que también me gusta escribir y de la que varios amigos me habÃan dicho ser seguidores. Por otro, estaba realizando una serie de entradas centradas en hablar de las ambientaciones de los juegos de rol que me dedique a destrozar en una campaña de GURPS (que comencé hace apenas cosa de doce años).
Para poner la guinda al pastel, habÃa vuelto a (re)tomar la (re)escritura de Daegon, mi proyecto más personal (y con el que llevo pegándome desde hace casi dos décadas).
Asà que el trabajo se me iba acumulando, con lo que tocaba un cambio de ritmo y ponerse serio.
En un principio me planteé el reto de escribir un poco cada dÃa, aunque fuese un par de párrafos, pero eso cambiarÃa pronto. Haciendo cálculos rápidos, para poder acabar este año el Macroverso, tenÃa que cuadruplicar mi ritmo de publicación (ahà es nada) Pero como yo soy asà (será la cercanÃa de Bilbao) me lancé un órdago a mi mismo y dupliqué ese ritmo: Una entrada en el blog normal a la semana, y otra entrada semanal en el blog de reescritura de Daegon.
Y bueno, he conseguido mantener el ritmo hasta hoy, aunque en algunos momentos lo he acelerado (es lo que tiene esto de funcionar a ojÃmetro, ¿Que queréis? el cálculo y yo nunca hemos estado demasiado bien avenidos) con lo que he conseguido unas ciento cincuenta páginas escritas en lo que llevamos de año (lo que tampoco es como para tirar cohetes, pero se trata de una cifra para nada despreciable en mi caso)
Aprovechando la coyuntura, también he aprovechado para cacharrear con Google Analytics y ver si podÃa averiguar si la gente se daba un garbeo por mis dominios aunque no dejase comentarios, lo que me ha llevado a descubrimientos ciertamente curiosos (como lo que mencionaba por ahà arriba sobre la entrada sobre el Stajanovismo)
– He descubierto que tengo un lector en Toledo (que creo que es quien ha dejado un par de comentarios en las dos últimas entradas del Macroverso, más que nada porque se ha dedicado a hacer búsquedas por esa palabra)
– He visto que, después de dejar comentarios en algún otro blog, suele haber un pequeño pico de visitas de cero segundos de duración en el mio, por supuesto, sin comentarios, de lo que deduzco que no llego a captar su atención)
– Y, una vez más, he confirmado que Daegon no interesa a prácticamente nadie (lo cual no me ha sorprendido lo más mÃnimo)
Si a esto sumamos que todos los comentarios que suelo recibir son que todo lo que escribo que-no-es-de-Daegon-gusta-más-que-las-que-si-que-lo-es. Ante este comentario, podrÃa tomármelo por el lado bueno (me gusta esto que has escrito) o por el malo (…) vale, no hay nada “intrÃnsecamente malo†en esos comentarios. Pero claro, para mis atrofiadas neuronas, la traducción es: Daegon, eso que te cuesta tanto escribir cada palabra, me gusta menos (es malo) que eso que cuesta muchÃsimo menos escribir (eres un muñón cuando tratas de escribir algo “serioâ€)
Asà soy yo, todo alegrÃa y confianza.
Pero bueno, supongo que la edad me va atemperando un poco y ahora me tomo las cosas de otra manera. Ya no me desanimo (otra vez) y dejo mi pequeñÃn en el congelador (también otra vez) hasta que (de nuevo, otra vez) haga como que se me olvida esta hecho y me golpee (una vez más) contra el mismo muro.
Ahora la cosa se queda más o menos asÃ:
– ¿Asà que te parece una mierda?¿Eh?
– Oye, que yo no he dicho eso.
– ¡Que te calles!
– Es un placer conversar contigo.
– Pues cuando me esfuerce aún más, y mejore más como escrit…
– ¿No crees que tendrÃas que tomártelo con un poco más de calma. Al fin y al cabo lo que más suele gustar es en lo que menos te “esfuerzasâ€
– ¿Que te he dicho hace un par de lÃneas?
– Vale, vale.
– Pues eso, que cuando saque todo lo que tengo que sacar, os vais a cagar.
Pero bueno, antes de que se me se termine de largar de paseo la disgresión por los cerros de Úbeda, vuelvo al asunto con el que empezaba la entrada.
No. No voy a dejar de escribir lo que escribo porque sea más “popular†que lo que a mà me gustarÃa que tuviese más repercusión. En primer lugar, si comencé a escribirlo era porque me apetecÃa, asà que abandonarlo porque tenga (ejem) “éxito†serÃa una estupidez.
Una cosa es que no escriba para “molar†y otra que no lo haga para ser leÃdo.
Una cosa es que no espere comentarios, y otra que no me guste (o quiera) recibirlos y los agradezca enormemente.
¿Que para qué escribo?
Lo comenté hace unos cuantos años cuando comenzaba con el blog, pero tampoco está de más el volver a comentarlo.
Escribo sobre lo que me gustarÃa leer.
Escribo para encontrar a gente con gustos, “sensibilidades†e intereses afines a los mios.
Lanzo al aire (a la red) temas de conversación deseando (aunque, en el fondo, no esperando) que alguien responda a ellos.
Asà que ahora, tras la finalización de una de las partes, toca replantearse el conjunto y comenzar a planificar el camino de aquà en adelante.
Por mucho que me haya encantado el último comentario de Yohans Dark (sea quien sea) el Macroverso ha muerto, larga vida al Macroverso. Habrá una entrada más, Macroverso Anotado, donde hablaré de los “qués†y “por qués†de lo que he contado en esta serie de relatos pero, como supongo que podréis entender, no tiene mucho sentido el pensar en secuelas o precuelas. Asà que siguiendo la tradición de “A rey muerto rey puesto†toca pensar con que lo sustituyo.
PodrÃa sustituirlo por otra serie de relatos que tengo abandonada desde hace años: Los de la serie del ermitaño (que también tiene un tono “similarâ€) pero también llevo un tiempo con ganas de retomar alguna de las secciones del antiguo Frikcionario como son las de Nostalgia en cuatro colores, ¿Y este quién es?, Clásicos aún no superados o ¿Por qué nadie habla de…, al mismo tiempo que desde hace un tiempo tengo la idea de hablar sobre la historia de la Informática personal.
¿Que qué problema tengo para no retomarlas?
Que si me pongo a hacer una ratación entre ellas, al final terminarÃa por eternizarlas todas y, si no me fuerzo, me organizo o me pongo un “calendario†acabarÃa por dejar alguna (las que más esfuerzo y documentación requieran) abandonadas.
En un principio, mi idea es cambiar un muerto por dos vivos. Donde ahora hay una rotación de tres categorÃas distintas, pasar a cuatro.
Calculando por encima (ya sabéis, a ojÃmetro) aún queda BiografÃa computeril para otro año, pero Mundos improbables acabará bastante antes.
Asà que la planificación para el año que se acerca será:
– Daegon Beta seguirá con la misma cadencia.
– BiografÃa computeril.
– Mundos improbables (posiblemente hasta mayo o junio)
– El último viaje del atlantis (continuación de los relatos de ciencia ficción)
– Lo que elijáis de las opciones mencionadas por ahà arriba.
Si nadie dice nada, supongo que tiraré un dado, por lo demás, el miércoles tendréis una nueva entrada de mi vida entre ceros y unos.
DÃa: El último.
Hora: H más uno.
Lugar: Mundo “realâ€
– ¿Se puede saber que has hecho? – Javi salió del estado pseudo catatónico en el que se encontraba.
– ¿No es obvio? Lo he matado.
– Serás… – se abalanzó sobre Deux Ex, pero él ya no estaba allÃ.
– ¿Ya está? ¿Se acabó?
– Eso me temo – Tipo Listo también recobró la lucidez.
– Y ahora… ¿qué?
– Ahora… esto – más allá de la ventana se veÃa desaparecer los edificios y el mismo aire – la nada – no quedaba luz ni oscuridad, entropÃa u orden. Nada que pudiese ser percibido.
– No, venga, no me jodas. Este tÃo podÃa ser el autor de nuestro mundo. La cagamos y desaparecemos, pero no tiene por que pagarlo todo el mundo. No es dios.
– Mucho me temo que el mundo en el que estamos hace mucho que dejó de existir. Sólo era un mundo real… entre comillas.
– Que no, hombre. Que no hemos podido causar el apocalipsis.
– Si esa es tu preocupación, olvÃdala. No es el juicio final. Nadie va a decidir nuestro destino, porque pronto no quedará ningún lugar al que ir.
– No sabes cuanto me tranquiliza eso.
– Pero sigo sin verle el sentido – ahora era Ella quien hablaba – ¿Por qué iba a destruirlo todo con su muerte? Él no era asÃ.
– Él no lo está destruyendo nada. La realidad, simplemente, no puede mantenerse sin su ayuda.
– Entonces… nos hemos cargado a Dios. AsÃ, con mayúsculas.
– Es una manera de verlo, pero no creo que la comparación le hubiese halagado.
– No tenemos nada mejor que hacer antes de que se acabe el mundo. Asà que te puedes ahorrar las vaguedades y explicarlo de una vez.
– De acuerdo – Tipo Listo tomó aliento – Javi, el Javi que está muerto en el suelo, era quien mantenÃa el universo en funcionamiento.
Pero no siempre fue asÃ. Al nacer sólo fue una mota más en el tiempo y el espacio.
– No te pongas poético. Al grano.
– No sé si nació asÃ, o si su capacidad para hacer realidad sus ideas le vino más adelante. El hecho es que era capaz de hacer cualquier cosa, sólo que no lo sabÃa.
Cada noche creaba universos nuevos que duraban tanto como su sueño y se desvanecÃan al amanecer.
– ¿Que hemos dicho de ponerse lÃricos?
– Perdona, supongo que es algo heredado.
Con el tiempo comenzó a crear universos complejos y duraderos. Por lo general, todos ellos partÃan de una idea sencilla que desarrollaba con más o menos suerte, y el problema surgió allÃ. Porque surgieron las dudas, las inseguridades y, para que ocultarlo ya, la pereza.
HabÃa ocasiones en las que no daba con la “tecla†necesaria para que sus mundos fuesen consistentes y coherentes. Ideas que no eran los suficientemente buenas como para sustentar esos universos pero que, en lugar de ser desechadas o pulidas, se parcheaban de mala manera. En lugar de comprender como funcionaban aquellos mundos, de aceptar que habÃa cosas que no debÃan o necesitaban ser explicadas, recurrÃa a justificaciones que sabÃa que no eran validas, pero que trataba de ocultar bajo capas de palabrerÃa y jerga inútil o, con un simple “por que molaâ€. Pero, por mucho que tratase de ocultárselo a los demás, el sabÃa que estaban allÃ.
– TÃo, se acerca el fin del mundo. Un poco de prisa.
– Que sÃ, que sÃ, que ya va.
Cada vez usaba más las excusas, el “Deux Ex Machina†y cada vez se enfadaba más con sà mismo por no ser capaz de “crear†sin utilizarlo. Por hacer que los personajes actuaran contra natura con el único objetivo de alcanzar “el momento†que habÃa dado origen a aquellos mundos.
Asà llegamos al momento en el que la cosa se descontroló El momento en el que comenzó a soñar con “este†mundo. En como podrÃa ser como serÃa versión “perfecta†del mundo real. El simple hecho de saber que él no serÃa capaz de crearlo (ya que él era imperfecto) no le impidió fantasear, y con cada nueva fantasÃa el mundo cambiaba de acuerdo a sus designios, aunque el no era consciente de ello.
Cada dÃa despertaba en un mundo distinto. En una versión un poco diferente del mismo mundo…
– No me jodas que esto era lo mejor que podÃa hacer – Javi miró el apartamento con un deje de… desaprobación.
– Oh, no. Él podÃa hacer cualquier cosa, pero se negaba a sà mismo una posición mejor. No querÃa hacer que los demás se comportasen de una manera diferente a como realmente eran. No le parecÃa “justo†el aprovecharse de su “posición privilegiadaâ€. Ni siquiera a nivel subconsciente se permitÃa esa clase de lujos.
– Me abuuurrooooo.
– Pero llegó lo que tenÃa que llegar. Javi se enamoró, y ella le dijo que no. Asà que el mundo se fue a la mierda. Después de aquello sus sueños cambiaron. Ya no soñaba con mundos perfectos, sino que se dedicó a pensar en la nada. En la muerte. En el final de las cosas. Sus ensoñaciones se llenaron de cataclismos y estrellas que se apagaban. Noche tras noche destruÃa el universo y cada mañana seguÃa ahÃ, pero sólo porque no sabÃa que lo habÃa destruido. Su ignorancia era lo único que mantenÃa el curso de la existencia.
Ahora ya no está, y la realidad que él habrÃa recreado le sigue en su último viaje. Se dice que el amor es una fuerza creadora (que lo es) pero también puede ser la causa de todo lo contrario.
– Asà que la culpa de todo esto es que este tÃo era un llorón.
– Hombre, es una visión un tanto simplista.
– No, no. Si yo te creo.
– Cállate – Ella le pegó una colleja.
– Asà llegamos al punto en el que perdió el control… sobre aquello que ni siquiera sabÃa que era capaz. Primero vosotros tomasteis consciencia sobre vuestra propia naturaleza, y él os alentó a ello plasmando vuestras conversaciones.
Pero aquello tampoco pasaba de ser una anécdota. Sólo erais una gracia. Una herramienta para aclarar sus pensamiento. Cuando Deux Ex tomó consciencia de sà mismo y cuanto le odiaba, fue cuando todo comenzó a precipitarse.
Yo traté de avisar a Javi en sus sueños. Pero el paraje onÃrico es un lugar muy inestable, por no decir una porquerÃa para los intentos comunicativos.
Deux Ex, en un principio tenÃa miedo, y trató de utilizar a Javi contra si mismo. Por eso fue al microverso para tratar de “reclutarteâ€. Tú no dejas de ser una proyección de Javi en aquel lugar, por lo que estabas más cercano que nadie a su misma naturaleza.
– Cuanto honor.
– Sà alguien podÃa superar la barrera que separaba los mundos sin un apoyo expreso del “autorâ€, ese eras tú.
– Pues fui el último en llegar aquÃ, asà que ya me dirás.
– A ver, para cuando Deux Ex fue capaz de asumir su papel, vosotros ya llevabais una temporada larga dando vueltas por allÃ. Además, adaptarse a según que cosas cuenta un tiempo.
Cuando lo vi ponerse en movimiento, también comencé a mover mis piezas, y envié a Tipo Duro hasta este mundo. Pero aquello le enseñó el camino a Deux Ex.
– Vaya Tipo listo de los cojones.
-No es tan sencillo. La esencia de Deux Ex consiste en que él es capaz de lograr cualquier cosa. Da igual lo inverosÃmil que sea. Es la justificación suprema. Asà que, en mi defensa, diré que lo hice lo mejor que pude.
Por desgracia, cuando Deux Ex llegó al mundo real, metió a Tipo Duro en una situación de la que salió, digamos… “quemadoâ€
– Eso, tú rÃete.
– Y, además, para echar más sal en la herida, le salvó. Para terminar la faena, también me arrancó a mi del plano de las abstracciones para que pudiese ver más de cerca su “obra magnaâ€.
– Vaya cuadrilla de pringados con los que me han juntado.
– ¿Quieres dejar de hacerte el gallito? – la mirada de Ella se le clavó con dureza.
– Lo siento, es un mecanismo de defensa. Sigue.
– Entonces, a mà ¿quien me trajo?
– Mucho me temo que fue Javi. Acababa de tener una experiencia digamos… traumática.
Tras años de mucho sufrir, llorar en silencio y todas esas cosas que se suelen hacer tras un desencanto amoroso, habÃa encontrado una especie de “momento de pazâ€.
Ya está superado, se dijo, ahora puedo hacer vida normal. Pero no podÃa estar seguro de aquello sin ponerse a prueba. Asà que, inconscientemente, creó una situación que validase su afirmación. Una “prueba de estrés†para demostrarse que no se mentÃa a sà mismo.
El problema fue que su yo consciente no estaba preparado para una prueba de aquel calibre. Al final la superó, sÃ, pero no sin recibir (ni causar) daños. Una cosa era que lo hubiese “superado†y otra que quisiera estar solo. Ahà es donde entras tú.
Finalmente, yo logré traerte hasta aquÃ, Javi. Mi esperanza era justo la contraria que la de Deux Ex, que tú, al ser más cercano al autor, pudieses hacerle ver la verdad (y peligrosidad del asunto)
Lamentablemente, él nos encontró a nosotros antes, y nos convirtió en meros secundarios de “el planâ€
Y aquà estamos, esperando el fin de todo. Vaya, que oportuno, comienzo a desvanecerme.
– Bueno, supongo que esto es el fin – Javi miró a Ella. Deux Ex le habÃa hecho recordar todas las ocasiones frustradas de ser feliz en sus vidas anteriores y paralelas.
– Al menos me queda el consuelo de que, esta vez, no eres tú quien me quita la vida – la dureza habÃa desaparecido de su mirada – Me alegro de que el final me llegue junto a ti.
– Yo no me alegro, pero… – no podÃa apartar la mirada de aquellos ojos que se desvanecÃan ante él. La acercó para besarla, pero no llegó a tiempo. TÃpico.
Recordó una conversación que habÃa tenido con Javi. Cuando le acusó de que, mientras él un tuviera pareja, sus personajes jamás serÃan felices. Al final iba a resultar que tenÃa razón.
Miró el cuerpo en el suelo.
– Pobre desgraciado. Con un poder ilimitado y no has podido evitar que la historia de tu vida acabe como el culo.
DÃa: El último.
Hora: H menos cero.
Lugar: Mundo “realâ€
“Tenemos que hablarâ€. Vaya. Primero llegó el subidón. Súbito, estúpido e irreflexivo. Después la cautela. El socorrido “irrelevanteâ€, el echar agua frÃa a las neuronas y tratar de frenar el Ãmpetu.
Entonces todo comenzó a precipitarse hacia el abismo esquizofrénico.
– “Tenemos que hablarâ€
– ¿De qué?
– Piensa. No la conoces de nada. Alerta de posible pirada.
– Pero… es que…
– ¿Qué?
– No sé. Tiene algo.
– Vas a hacer que me repita. ¿Qué?
– Ahora me repito yo. No lo sé.
– ¡Y dale! Datos, necesito datos.
– ¡Joder! Que no lo sé.
– Pues ya estás tardando en enterarte. Céntrate. Cierra y los ojos y respira. Datos. SÃ, ya sabemos que es guapa. ¿Y qué? Ya estamos otra vez. No sabes de que quiere hablar contigo, y ya estás empezando a pensar en vuestro matrimonio, los niños y el perro.
– ¿Perdón?
– Es una manera de hablar. Que no, cojones. Sabes el procedimiento: Conocer, valorar y…
– Y hostión. SÃ, ya me lo conozco.
– Un intento, un fallo. Vale, cien por cien de cagadas, pero no me llores. Ya lo analizamos en su momento. ¿Qué pasó? Que no la conocÃas. ¿Donde la cagaste? Dejando que la imagen mental que te habÃas creado de ella ocupase el lugar de la persona real. El problema es que te enamoraste de alguien que no existÃa. Te dijo que no, punto . Ya lo hemos hablado y lo asumimos hace tiempo. Ahora no repitas el mismo error – Javi levantó la mano mentalmente para pedir turno de palabra – Quieeeto, que te veo venir – pero parecÃa que no iba a tener esa suerte – Vale, no sabemos si ella cometÃa el mismo error que tú, pero eso ahora es ya:..
– …
– Venga, que tú puedes:…
– ¿Irrelevante?
– Muy bien.
– Pero…
– ¿Se puede saber que te pasa? Ni peros ni… eso.
Los apenas cuatro metros que separaban la cocina del salón se le habÃan hecho eternos con el incesante.
– Nada de echarle miraditas de refilón, que te caneo. Ni se te ocurra girarte.
Definitivamente; iba a ser un tanto complicado hablar con ella si no querÃa mirarle a la cara. A todo esto ¿De qué querÃa hablar ella?¿Se lo habÃa dicho?
– A todo esto ¿De qué querÃas que hablásemos? – tentó a la suerte.
– No sé… sólo necesito hablar con alguien – su ego se resintió un poco por eso pero, por otro lado… No. No le vio el lado positivo.
– ¿Llevas mucho tiempo viviendo en el edificio?
– … – dudó – No lo sé.
– Pues lo siento mucho, pero no se me ocurre una pregunta más sencilla para romper el hielo – eso, hazte el gracioso.
Se hizo el silencio. SabÃa que le estaba mirando, pero no querÃa girarse. Aún asÃ, lo hizo. En cuanto sus miradas se cruzaron, ella rompió a llorar. Su primer acto reflejo fue abrazarla y decirle alguna frase hecha, genérica y tramposa. Mentirle para que se sintiese mejor y se calmase. Ser el reflejo de lo que siempre habÃa visto en las pelÃculas. Pero dudaba. ¿Haciendo eso serÃa él, o sólo alguien más imitando un comportamiento ajeno?
Le costó toda su frialdad el contenerse, pero no podÃa evitar que su corazón se acelerase. No podÃa apartar la mirada de ella. En su interior, el dolor ante aquella impotencia se le hacÃa inaguantable. QuerÃa rozar su mejilla y secar sus lágrimas, acabar con quien fuera que le hubiese causado tanto dolor. Era algo ajena a su aspecto. No era sólo guapa, era …
– Eso no lo sabes.
– Déjame en paz.
Se abalanzó sobre él y lo abrazó como desesperada.
– No sé quién soy. No sé qué hago o cuánto llevo aquÃ. Sólo camino, me muevo y respiro, pero no me siento ni una persona.
Sonó el timbre. Lo ignoró. Sonó de nuevo. Lo volvió a ignorar. Escuchó como alguien parecÃa estar echando la puerta abajo. Le daba igual. Cuatro tipos llegaron hasta el salón.
Vale, a aquello iba a tener que prestarle atención.
– Que bonito. MÃralos a los dos, ahà abrazaditos – aquellos tipos le sonaban de algo, pero no era capaz de ubicarlos.
– ¿Habéis destrozado mi puerta? – no era una pregunta especialmente brillante, pero era un comienzo – Empieza a entrar corriente.
– SÃ, ha sido el amigo este, que tenÃa prisa – señaló a alguien que parecÃa el hermano hormonado de Akenatón – Pero bueno, voy a ahorrarme las presentaciones, para lo que van a servirte. Hemos venido a matarte.
– Mi blog es malo, pero esto me parece excesivo. Aunque, mirándolo por otro lado, acabo de descubrir que tengo cuatro lectores. Supongo que podré morir feliz.
– No vas muy desencaminado.
– Me dejaréis escribir una última entrada antes de morir – siempre se habÃa preguntado como reaccionarÃa ante una situación de vida o muerte. La verdad es que se lo estaba tomando bastante bien. Vale, seguramente sólo vendrÃan a robarle pero, aún asÃ, aquello era demasiado serio como para estar tomándoselo con tanta tibieza – Ahora que sé que tengo “fansâ€, supongo que os debo una entrada de despedida.
– Eres la viva expresión de “el ignorante vive feliz†Menos mal que estoy yo aquà para sacarte de tu ignorancia.
– IlumÃname, oh sabio – a ver, la katana la tengo en mi habitación, asà que no es una opción. Como le pongan una mano encima a la chica, estos no salen enteros de aquÃ.
– Por todos los… – parecÃa que se estaba cabreando ¿aquello era bueno o malo? – Eres igual de irritante como persona que como demiurgo.
– ¡Toma ya!¡Demiurgo! Como se nota que alguien ha sacado partido a sus estudios.
– ¡Ya está bien! Venga, pégale un tiro de una vez – sacó una pistola y se la entregó a uno de sus acompañantes. Un individuo que le resultaba tremendamente familiar. Estaba convencido que se parecÃa mucho a alguien que conocÃa seguro.
– ¿Vais en serio? – parecÃa que iban en serio – ¡Joder!, vamos a hablarlo. ¿Que os he hecho?
– Que que nos has hecho. Tú, nos has hecho.
– ¿Un poquito más de concreción? – ¿de verdad crees que es buena idea seguir con las gracietas? – ¿Por favor? – hombre, donde va a parar. Eso lo arregla todo.
– Somos creaciones tuyas.
– ¿Perdón?
– Si lo miras desde un cierto ángulo (y con un poquito de ironÃa), tú solito te has buscado esto.
– Creo que me he perdido algún capÃtulo de esta serie.
– Voy a intentar explicártelo con caramelos. Somos personajes de tus relatos. Esa gente a la que te dedicas a putear. A hacer “dramáticamente interesantesâ€. A quienes usas como elementos reciclables una y otra vez para plasmar tus neuras y tu sentido de la “épica†y la “tragediaâ€
– Venga. Estáis de coña.
– Es… verdad – la chica se levantó mirándole horrorizada.
– ¿Que? No, venga ya – sÃ, aquello se asemejaba más a la brillante verborrea que creÃa que desplegarÃa ante una situación como aquella.
– Eres tú. ¡Tú me has hecho esto!
– Venga – hala, otro venga en dos frases. Bueno, mejor se centraba en otras cosas en lugar de hacerlo en su limitado repertorio de expresiones genéricas – No puedes tragarte este cuento – obviamente, podÃa. QuerÃa poner la alerta de posible pirada, pero no podÃa. Aquellos ojos desprendÃan un dolor atroz. Un dolor de… de esos que le gustaba para sus personajes.
– ¿Sabes por todo lo que me has hecho pasar?
– Venga – e iban tres – Esto no tiene sentido.
– ¿Sabes cuantas veces me ha asesinado quien más quiero?¿Sabes cuantas veces he tenido que mirarle a los ojos y perdonarle porque, muy en el fondo, sabÃa que no era culpa suya?¿Sabes cuanto he podido llegar a odiarte durante todos los incontables eones de dolor que he has pasar? – no sabÃa si era el miedo ante una muerte casi cierta, o la convicción y agonÃa con la que le arrojaba aquellas palabras, pero le creÃa. Aquello no tenÃa ningún sentido, pero le creÃa. Además, parecÃa que su voz interna se habÃa largado, asà que no tenÃa quién le anclase al mundo de los cuerdos.
– Te cedo el honor – Deux Ex le entregó la pistola a Ella.
– Pero yo no os he hecho nada. Yo sólo escribo historias. Vosotros sois personas reales. Yo no puedo crear a personas reales. Además – se le ocurrió una idea desesperada ideal para la situación – Mis personajes, mis protagonistas, jamas matarÃan a alguien asÃ, a sangre frÃa. Si lo sois, eso tenéis que saberlo. No matan por venganza – hizo memoria. No, creÃa que nunca habÃa escrito a ningún personaje asÃ, demasiado “fácil†– Si me matáis, estaréis demostrando que todo lo que decÃs es mentira.
Ella miró a Javi, bueno, al Javi del microverso. Sin mediar una palabra se lo dijeron todo. Era verdad (aquel era un recurso que también habÃa utilizado más de una vez). No podÃan matarle. En el fondo tampoco era culpa suya. Él sólo contaba la vida de unos personajes que no existÃan. No podÃa imaginar que pudiesen llegar a tener sentimientos reales.
– Está visto que aquà tengo que hacerlo yo todo – Deux Ex cogió la pistola – Pero bueno, a todo se acostumbra uno.
– ¿Y por qué no se te aplica el razonamiento de antes a ti?
– Porque yo no soy un personaje “normalâ€. Yo soy el recurso que utilizas y desprecias. La justificación que das para que las cosas sucedan. Soy el barniz que une tus historias y que luego ignoras mientras te dedicas a pisotearlo como si no estuviese por ahÃ. Soy lo único que podrÃa salvar ahora tu triste vida de mierda. Pero no me da la gana.
Disparó a Javi a la cabeza, matándolo en el acto.
DÃa: El último.
Hora: H menos uno.
Lugar: Mundo “realâ€
– ¿Pero tú te escuchas al hablar? – ya conocÃa la respuesta a aquella pregunta pero, no por obvia dejaba de ser pertinente – O, al menos ¿Lo piensas antes de soltarlo. Por favor. Dime que la respuesta es “No†(a cualquiera de las dos preguntas, o ambas)
– ¿De qué tenéis miedo?
– A ver. Miedo no es la palabra. La palabra es “No somos asesinos†(al menos yo) y ya sé que son tres palabras, asà que no me corrijas para hacerte el gracioso.
– Vosotros sois lo que él quiere que seáis.
– Vale. Pues ahora “él†no quiere que seamos asesinos – Javi miró a su alrededor para ver si habÃa consenso. Tipo Listo no decÃa nada, pero se le veÃa pensativo. Tipo Duro, simplemente permanecÃa estoico entre sus vendajes – Y me parece la mar de bien.
– ¿Y ya está? – pero Deux Ex no parecÃa desistir – ¿Él dicta vuestros actos y os quedáis tan anchos?
– Es que es bueno el condenado. Tan bueno… que hasta creemos que somos nosotros quienes tomamos nuestras propias decisiones.
– Pero sabéis que no es cierto. Bueno, al menos desde hace un rato.
– Saber… lo que se dice saber. Hay algo en nuestro interior que nos dice que aquà falla algo. Pero puede ser el hambre, o una laguna argumental.
– Entonces, preferÃs el auto engaño.
– Puedes llamarlo asÃ. Nosotros lo llamamos “Lo que diga el jefe†Si no tenemos voluntad propia, mucho menos vamos a tener ansias de rebeldÃa.
– Me estáis diciendo que no vais a hacer nada.
– No, te digo que vamos a ir a salvar a la chica y santas pascuas.
– Pero aquà él no os controla.
– Eres tú el que no lo pilla. Aquà no somos conscientes de que nos controla, pero ya nos ha pasado otras veces.
– ¿Y si ahora os encontraseis a su mismo nivel? ¿Si realmente ya no hubiese “autorâ€?
– Pues harÃamos nuestra vida, sin más. ¿Para que vamos a buscar a alguien que no existe?
– Estás haciendo todo lo que puedes para no entenderme, pero no te va a servir. Vas a tener que abrir los ojos y admitir que esta vez todo es distinto.
– Cada vez es distinto. Sino serÃa muy aburrido.
– No os dais cuenta de que esta es vuestra oportunidad de resarciros.
– ¿De quien?
– No lo marees más.
– Vamos a ver si lo pillas. Si soy un personaje de ficción, lo que haga o diga no cuenta ergo, carezco de voluntad o independencia. Si soy un personaje real (y digo real, sin comillas) no tiene sentido que busque entelequias todopoderosas, llámalo Dios, Crom o “autor†Me dedicaré a hacer lo que considere mejor o correcto.
Que un tÃo venga a decirme que tengo que vengarme por unas supuestas afrentas divinas puede sonar raro, pero vivimos en un mundo muy extraño y hay sitio para eso y más.
– Que convenientes son esas pérdidas de memoria selectivas.
– ¿Perdona?
– Que hace unos momentos llovieran áliens acorazados, es algo que cabe en ese mundo “extraño†en el que vives.
– Vale, igual eso se sale un poco de la escala.
– ¿Y eso que te indica?
– ¿Una notable falta de imaginación?
– Aparte de eso.
– Pues puede indicar que no estamos en el mundo real, y que tu tesis se cae por los cuatro costados.
– ¿Y si el autor pudiese hacer “reales†sus ideas…
– Pues se lo podrÃa currar un poco más
– No me has dejado terminar.
– Sigue, hombre, sigue. No te cortes.
– ¿Y si el autor pudiese hacer “reales†sus ideas de manera inconsciente? ¿Y si no supiese que es capaz de hacerlo pero sus deseos se fuesen haciendo realidad de una manera, digamos, “sutilâ€?
– ¿Como una lluvia de extraterrestres?
– Vale, olvida lo de “sutilâ€.
– Pues vivirÃamos en un mundo de lo más anárquico. Dependiendo del tipo de persona de la que estemos hablando, el mundo podrÃa acabarse mañana, o ser un coñazo eterno.
– Dime que mi tesis no va ganando fuerza.
– Bueno, podrÃamos catalogarla como esquizofrenia paranoide con leves toques de lucidez y coherencia.
– ¿Donde estabas ayer?
– ¿A que hora?
– A cualquier hora. Es…
– Irrelevante.
– ¿Por qué has dicho eso?
– No sé. Un deja vu.
– Da igual. Responde.
–
– No lo recuerda, ¿verdad?
– No. lo malo es que me estoy acordando.
– ¿Y que ves?
– Estoy en la cabeza de otro tipo diciéndole que es un personaje de ficción.
– Ahora mira a tus dos colegas una vez más, y dime otra vez que estoy como una regadera.
– Que tengas razón no implica, necesariamente, que no estés como una regadera.
– Avanza un poco más. Más o menos hasta que llegas a una especie de limbo y charlas con una voz que se dedica a tocarte las narices y cambiar tu papel en esta historia.
– Hecho.
– ¿Que vas a hacer al respecto?
– Pues me cagaré un rato en sus muertos y seguiré con mi vida (si es que la tengo)
– ¿Después de todo lo que os ha hecho?
– Chico, que tampoco ha sido tan grave. Me ha vacilado y se ha llevado a la chica, pero tampoco es cuestión de matarlo por eso. Además, tú mismo has dicho que no es consciente de ello.
– No os estoy hablando de esta vida y esta historia. Os hablo de todas las historias en las que os ha puteado antes. Todos esos personajes de los que habéis formado parte y a los que ha destrozado sin miramientos.
– ¿Todos esos personajes cuyo recuerdo se va desvaneciendo poquito a poco de nuestras memorias?
– Si es por eso, la solución no podÃa ser más fácil.
Tratar de imaginaros morir unos cuantos cientos de miles de veces.
Vale, sumar a eso que, antes de morir, lo perdéis todo.
No, no hablo de dinero o posesiones. Hablo de todas aquellas personas a las que queréis mueren de la manera más dolorosa (y melodramática).
Imaginad que, un tiempo antes de morir hicisteis algo terrible (a la par que increÃblemente estúpido) Algo que no sois capaces de comprender por qué o cómo fuisteis capaces de hacerlo. Algo que se escapó completamente de vuestro control y cuyas consecuencias os torturaron durante años (cuando no siglos)
Todo aquello por lo que vivÃais ya no existe y lo peor es que ha sido culpa vuestra. La casualidad no ha tenido nada que ver. Tampoco la mala suerte. Ha sido culpa vuestra pero, por mucho que luchaseis. Por mucho que vuestra cabeza dijese “NO†no habéis podido hacer nada por evitarlo.
¿Podéis imaginároslo?
Supongo que no. Vale, lo tratar de haceros a la idea, pero nunca llegaréis a “saber†ni “sentir†lo que pasa ahora mismo por el interior de nuestros tres personajes.
Imaginad que, en un primer plano, por delante de todo lo que sois, imponiéndose sobre vuestros principios, aplastando todo aquello en lo que creéis, aparece el rostro del culpable de todo ese dolor.
Y no, amigos, no se trata de auto indulgencia. No os estáis creando alguien a quien odiar para no odiaros a vosotros mismos. No es un espejismo a quien culpar de vuestros errores.
Es él. Es “realâ€, y podéis hacer algo al respecto.
Estáis cabreados. Muy cabreados, pero os sentÃs imposiblemente lúcidos.
¿Que harÃais?
¿No lo sabéis?
Yo puedo hacerme una ligera idea.
– ¿Donde está? – Ellos tienen algo más que una ligera idea.
DÃa: El último.
Hora: En la que todo esta cerrado.
Lugar: Mundo “realâ€
Nada. No podÃa dejar de pensar en aquella mujer.
La pequeña distracción que habÃan supuesto las imágenes que habÃa visto en la tele apenas habÃan logrado mantener su atención durante un par de horas, antes de que su cabeza volviese de manera continua y exclusiva al monotema del dÃa.
Lo habÃa probado todo: Leer, navegar por internet, ver alguna pelÃcula, incluso… ¡LIMPIAR! Pero nada resultaba.
No lo entendÃa. Aquello no tenÃa ningún sentido. Su realidad se tambaleaba de maneras nunca antes experimentadas. SentÃa acercarse el gélido abrazo de la desesperación. El ponzoñoso hedor del desquiciamiento (vale, no tenÃa olfato pero sabÃa que estar desquiciado apestaba) El mundo, de repente, se habÃa vuelto un lugar triste y solitario.
– Espera, espera, espera – trató de tranquilizarse mentalmente – ¿Tú estás tonto?
– Venga, piensa. Racionaliza. Empieza con el clásico…
– Irrelevante.
– Vale, es un comienzo.
– ¿Te has planteado si te estás volviendo loco con esto por haber hecho el imbécil con Sandra?
– Eh, para. No vayas por ahÃ.
– ¿Por qué?
– Porque eso no me va a ayudar.
– Claaaaro. No tiene nada que ver con lo que te dijo tu madre.
– ¿No me has oÃdo? Que no sigas por ahÃ.
– Vas a acabar solo, y te cargaste la oportunidad de evitarlo.
– Y dale. ¡Que lo dejes ya!
– Sabes que esto no funciona asÃ.
– ¿De verdad crees que hice el idiota con Sandra?
– No importa lo que crea yo.
– Eso, quÃtate el muerto de encima. Para no gustarnos el fútbol, somos unos maestros en tirar balones fuera.
– Pues no me la devuelvas y responde.
– No. No hice el imbécil. Hice lo correcto.
– Entonces, piensa ¿Cual es la causa de todo esto?
– Esa mujer…
– A la que has visto durante dos segundos.
– SÃ, lo sé. Venga, vamos a ello otra vez.
– Irrelevante.
–
No habÃa réplica mental. Bien.
Se tumbó en el sofá y se quedó mirando el techo. Concentrándose en él se dedicó a buscar formas entre las irregularidades del gotelé. No era una actividad apasionante, pero lograba mantener su cabezas ocupada.
Pero no. Algo fallaba en todo aquello. HabÃa sido demasiado fácil. Los pensamientos estaban volviendo a primer plano cuando…
Sonó el timbre.
– Salvado por la campana.
No era el timbre de abajo, sino del de su puerta. Por norma general no solÃa abrir. Seguro que era algún vendedor, pero no importaba. Se levantó como impulsado por un resorte y se dirigió hacia la puerta.
Aunque claro. Si abrÃa la puerta asÃ, sin más, estarÃa actuando movido por la desesperación y aquello estaba mal (bueno, igual mal, lo que se dice mal, tampoco, pero serÃa ceder a un impulso… ¿indigno?¿impÃo? Se le estaba yendo la cabeza otra vez) Si abrir, o no, la puerta se estaba convirtiendo en un tema trascendental, definitivamente, estaba fatal de lo suyo.
Pero la pregunta estaba ahà y no era capaz de evitarla. Se detuvo y recapacitó. La acción ya se habÃa iniciado y no podÃa “deshacerlaâ€. Aún estaba a tiempo de retractarse, pero aquello no cambiaba el hecho que originaba la disquisición.
A todo esto ¿cuanto tiempo llevaba de pie en el recibidor con aquella disquisición estúpida? Igual quien hubiese llamado ya se habÃa ido.
Por debajo de la puerta no salÃa luz, asà que el pasillo debÃa estar a oscuras y echar un vistazo por la mirilla no le habrÃa servido para nada. Miró el reloj, eran las once y cuarto de la noche. O era un vendedor metiendo horas extras o un chorizo educado. De ser algún conocido le habrÃa llamado antes al móvil.
Como el echarse atrás no iba a cambiar el impulso inicial, optó por abrir la puerta (aunque no pudo evitar cruzar los dedos mentalmente. Igual quien fuese ya se habÃa largado)
– Hola – no habÃa tenido suerte, seguÃa ahà – soy la vecina del D – bueno, el tema de la buena o mala suerte estaba aún por decidirse – perdona que te moleste – era aquella mujer, la que habÃa estado venga a dar vueltas por su cabeza – ¿No tendrás un poco de azúcar? – vaya, habÃa comprado azúcar antes de venir a casa ¡Que suerte! Espera. ¿HabÃa dicho “Dâ€? HabrÃa jurado que aquel edificio solo tenÃa tres puertas por planta.
– SÃ, espera un poco – calma, calma, sólo te está pidiendo azúcar – ahora te traigo un vaso – y después, ¿qué? Piensa, piensa, rápido, un tema de conversación.
– Quieeeeto ¿Qué te pasa? Venga, para y razona un poco – las voces tomaron al asalto su cabeza. Además, y para variar, estaban todas de acuerdo. Lo peor era que, teniéndolo todo asà de claro, no era capaz de dejar de (No. Lo cierto era que no querÃa dejar de) alimentar las esperanzas absurdas que se agolpaban, solapaban y arremolinaban, anulando todo aquello que tanto le habÃa costado construir como su personalidad, sus valores y su verdad.
– Dale el azúcar. Punto. Nada de conversación intrascendente. Nada de intentar hacerte el gracioso. Eso eres tú. Eres gracioso con quien tienes confianza. Eres ocurrente cuando juegas sobre seguro. Eres simpático como respuesta. Cuando lo han sido contigo. Si das el primer paso puedes cagarla. Si te limitas a reaccionar tras analizar la situación es más difÃcil que te equivoques.
– Eso. Que de ella el primer paso.
– ¿Qué paso?¿De qué estás hablando? Una tÃa a la que no conoces de nada te está pidiendo azúcar. No hay conspiración. No hay mensaje oculto. Vive en la puerta de al lado. Azar. Punto.
– Dilo.
– Irrelevante.
– Bien.
– Pero…
– Ni pero no hostias. Vaso. Azúcar. De nada. Hasta otra.
– Pero…
– Que no. Que no hay peros.
– ¿Y si quiero dar yo el paso?
– ¿Qué paso? ¿Quién es ella? ¿Qué sabes de ella? Es guapa. SÃ. Mucho. Mesmerizantemente guapa. Te lo concedo. Vale, hay algo más. Es posible que se trate de ese “algo†que nos venden las pelÃculas. Quieres creer que es ese algo, pero sabes que no lo es. Eso no existe. Te sientes solo y quieres dejar de sentirte asÃ. Eso tiene un nombre: Desesperación. Nosotros no nos movemos por desesperación, lo hacemos guiados por la lógica. ¿Estamos?
– SÃ. Vale. De acuerdo.
– Sé que el “pero†está ahÃ. No lo verbalices, no lo des poder.
– Eso, autoengáñate.
– No se trata de auto-engaño, se trata de no dar el control a la desesperación. Actúa cuando no te sientas asÃ. Cuando seas capaz de mantenernos en silencio.
– Y todo esto por un vaso de azúcar.
– SÃ. Ya ves.
– ¿Y cuando podré plantearme todo esto?
– Cuando no tengas que hacerte la pregunta. Y sabes que eso no pasará hasta que la conozcas.
– ¿Y cuando llegará el momento? ¿Por qué no puedo empezar a conocerla hoy?
– Estamos volviendo al bucle.
– SÃ.
– Y ella está esperando.
– ¿Llevamos mucho con esto?
– Un buen rato.
– Bueno, vamos a acabar con esto.
– Perdona – la voz de la desconocida sonó tÃmidamente desde el marco de la puerta de la cocina – ¿Puedo pasar?
– Obviamente ya lo has hecho.
– Lo siento. Ya salgo.
– No, tranquila, no te estaba echando. Es sólo una manÃa que tengo de recalcar lo obvio.
– ¿PodrÃamos hablar un rato?
– Estoooo – hala, venga, vamos a darle a la batidora cerebral – Esto, claro. Pasa – ¿Puedo empezar a alimentar esperanzas ya?
– Tú mismo.
DÃa: Del fin del mundo.
Hora: La de la siesta.
Lugar: Mundo “realâ€
– Vale, nos vas a ayudar… – Javi miró su muñeca para ver la hora. La aparición de Deux Ex habÃa sido muy dramática pero, cuando se trataba de él, habÃa aprendido a mantener un tono escéptico ante lo que pudiera decirle – ¿Y cuanto vas a tardar en desaparecer otra vez? – No tenÃa reloj, pero aquello era más un acto simbólico que otra cosa.
– Dame un voto de confianza. Mis idas y venidas tampoco son cosa mÃa.
– Pues vaya Deux Ex de los cojones.
– SÃ, sÃ. Ja, ja. Yo también te quiero.
– Venga, empieza a largar, que seguro que estás desperdiciando un tiempo precioso con estas tonterÃas.
– Se donde está Ella.
– Que sÃ, que sÃ, que eso ya lo esperábamos. Al grano.
– Está cerca de “El autorâ€
–
– ¿Ningún comentario gracioso? Vaya, parece que he conseguido dejar sin palabras al gran bocazas.
– No me jodas.
– No tendrÃa tan mal gusto.
– Entonces, con lo que nos ha costado llegar hasta este puñetero lugar ¿No está aquÃ? – iracundo, se giró hacia Tipo Listo – ¿Y como es que no sabÃas tú esto? Pringao, que eres un pringao.
– ¿Quieres dejarle continuar?
– Gracias. No tenéis que iros a ningún otro lado.
– Menos mal. Pero bueno, este sigue siendo un pringao.
– ¿No eras tú el que decÃa que me diera prisa?
– Vale, sÃ. Continúa.
– Perdona – esta vez era Tipo Listo el interumpidor – ¿PodrÃas soltar a Tipo Duro? No veo a través de las vendas, pero yo dirÃa que ya estará empezando a ponerse azul.
– Cierto, cierto. Con la verborrea del cansino este lo habÃa olvidado – Tipo Duro habÃa permanecido inmóvil e impasible durante todo ese tiempo. Para ser alguien que estaba sujeto por el cuello y suspendido a un palmo del suelo, la verdad es que lo estaba llevando bastante bien.
Tras tocar de nuevo el suelo su posición no cambió ni un ápice.
– Bueno, esto ya está durando mucho para lo que suele ser normal en mi, asà que mejor si voy yendo al grano. Ella está aquÃ.
– Que sÃ, que ya lo has dicho. Menos mal que ibas a dejar de irte por las ramas.
– A callar. Ella está aquÃ, igual que “El autorâ€
– Y dale.
– “El Autor†ese tipo cuya mayor diversión en la vida ha sido dedicarse a putears. Que os ha matado una y otra vez. Que ha matado a vuestras novias, a vuestras mujeres, a vuestro perro y vuestros pececitos de colores.
¿Y sabéis quien se ha encargado de todas esas jodiendas?
Yo.
Una y otra vez. Porque sin mi ese capullo no es nada. Sin mis sus historias no avanzan. Sus personajes no tienen razones para actuar y sus tramas serÃan una puñetera mierda.
¿Y sabéis lo que me da a cambio a mi?
Nada.
Me odia. Siempre trata de mantenerme oculto, que no se note que estoy ahÃ. Soy el jodido ninja de las sub-tramas. El puto hombre invisible de los argumentos. El maldito maestro de marionetas de los secundarios.
– Y bastante malhablado, todo sea dicho.
– ¡Que cierres la boca! Estoy hasta el gorro de esto, y esta es mi ocasión de desquitarme, y estoy seguro de que vosotros también. Es hora de clamar venganza y cargarnos a ese desgraciado. Vamos a acabar con el malo de una vez por todas. Ya nos ocuparemos luego de conseguir a la chica.
DÃa: Mismo lunes (distinta sensación)
Hora: La de comer.
Lugar: Mundo “realâ€
– Irrelevante – su cabeza no dejaba de repetÃrselo.
Javi llegó a casa, pero su cabeza seguÃa por ahà atrás. Para ser más exactos, en un semáforo a unas cuantas calles de distancia. Ni siquiera una invasión alienÃgena lograba que aquella mujer se le fuese de la cabeza.
Por un momento, la tentación de hacer que se la llevasen los invasores le rondó por la cabeza, pero aquello no habrÃa solucionado el problema; su avatar en aquella historieta los habrÃa seguido hasta los confines del universo para rescatarla y… posiblemente, morir en el intento (otra vez)
– Venga, alegrÃa.
Encendió la tele y habÃa anuncios. Que sorpresa. Apago el sonido y encendió el ordenador para poner música.
Su estómago empezó a a gruñir. SÃ, debÃa de ser la hora.
Se dirigió hacia la cocina para hacerse la comida, pero ya sabÃa que lo que se iba a encontrar: Espárragos y patatas fritas (cielos, también habÃa una lata de atún)
Se presentaba la disquisición de todos los dÃas, el terrible drama existencial que consiguió que LA preocupación del dÃa se alejase un poquito la (¡yupi!): ¿Pedimos comida, o bajamos al súper?
Salir a la calle y arriesgase a la (remota) posibilidad de encontrarse (y empeorar un poco más) otra vez su nueva y flamante obsesión, o quedase tranquilito en la seguridad de su casa, esperando que le llegase algo sano, sano para comer.
– Ah, ¿qué diablos? – se sentÃa afortunado.
Al fin y al cabo, ¿cuantas posibilidades habÃa de que se la encontrase otra vez?… Además… tampoco habÃa nada malo en el simple hecho de cruzársela.
– TÃo, estás fatal.
Estaba saliendo por la puerta, cuando se dio cuenta. Con el calor que hacÃa en la calle, y se habÃa puesto la chaqueta. Con su cabeza tan lejos, su cuerpo se habÃa puesto en automático.
Se quitó la chaqueta y agarró las llaves y mientras se repetÃa una y otra vez “tienes que hacértelo mirar†esperando el ascensor.
– Joder. No he apagado la tele. Mierda, el ordenador tampoco. Bueno, da igual.
Mientas salÃa por el portal, su cabeza volvÃa al ataque:
– ¿Por donde serÃa más probable que aparezca?
– Irrelevante.
– Oh ¡Cállate!
– ¡Cállate tú y tira por la ruta de siempre!
Definitivamente, estaba siendo un dÃa de esos.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada.
Súper, lata de alubias (la más grande), azúcar (¿azúcar?, pero si no tenÃa leche), mmm que buena pinta tiene la foto de esa caja de… ¿espinacas congeladas? Vale, ¿por qué no? Cosas más raras habÃa comprado. Chorizo, chorizo picante, chorizo de pueblo, chorizo de Pamplona. Venga, chorizo de pavo también… y de jabalÃ. SÃ, con eso serÃa suficiente.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada hasta casa.
Misión cumplida.
Subió a casa y comenzó a comenzó a meter las cosas en el frigorÃfico. Miró la lata y se dijo “ya me haré esto mañanaâ€. Sacó del frigo los chorizos que acababa de meter y pilló la tabla de cortar.
Se sentó delante de la tele y empezó a cotar.
– Mierda, no he comprado pan.
– ¡Hey! ¡No estaba pensado en esa tÃa!
– Mierda.
Algo en la pantalla llamó su atención. HabÃa un montón de extraterrestres acorazados estrellándose contra el asfalto. La escena le sonaba, como un deja vu, aunque no lograba ubicarlo.
Esperó a que pasasen las imágenes y vio que eran las noticias. Para cuando paró la música y subió el volumen de la tele ya habÃan pasado a la siguiente noticia.
¿PelÃcula nueva? ¿De quién?
QuerÃa buscar algo en internet, pero no tenÃa mucho con lo que empezar.
Espera.
Espera.
Espera un poco. No era un deja vu, era una de las historias a las que habÃa estado dando vueltas.
Algún productor de Hollywood habÃa vuelto a robarle una idea… antes de que la escribiese. Seguro que hacÃan otra superproducción genérica. Que irÃa al cine y saldrÃa diciendo “TendrÃan que haberme dejado a mi hacer la historiaâ€
Cojonudo. Estaba siendo un dÃa perfecto.
Bueno. Al menos habÃa vuelto de dejar de pensar en…
– Mierda.
DÃa: Siguiente Lunes (pero del esos malos, malos)
Hora: Las ha habido mejores.
Lugar: Mundo “realâ€
– Vale, entonces… ¿el plan, es…? – Javi trataba de aclararse hablando en voz alta, mientras esperaba que alguno de sus “aliados†sugiriese algo – Por favor, no digáis “dominar el mundoâ€
En aquel nuevo mundo, y rodeados por las hordas cuasi comatosas de los devoradores de alcohol, nuestros tres héroes estaban desorientados y perdidos. Muy perdidos.
Pero el dÃa aún iba a ponerse peor… aparte de mucho más raro. A todo aquello, su primera respuesta serÃa:
– Hombre, no me jodas.
A su lado, un conmocionado turista no podÃa dejar de repetirse:
– TenÃa que haberme ido de vacaciones a otro lado.
El señor Gutierrez habÃa huido de su puesto en la NASA para evitar que su mundo racional fuese puesto en duda al hacerse preguntas sobre algo que sabÃa que habÃa visto, pero no querÃa reconocer como real. Pero, por lo visto, el mundo se empeñaba en hacer hincapié sobre el cariz extraño que habÃa decidido adoptar.
Primero el incendio que habÃa aparecido ante sus ojos el dÃa anterior. No habrÃa sido raro… de no ser porque, el segundo anterior, el edificio estaba perfectamente, no se parecÃa en nada al que habÃa aparecido en su lugar ardiendo y no habÃa rastro de los bomberos o la lÃnea de contención (que, curiosamente, se parecÃan mucho a las de las pelÃculas americanas)
Cuando el tipo poseÃdo por un ataque de heroicidad estúpida decidió entrar en el edificio, prefirió mirar para otro lado.
Después, la nevada “instantánea†y delimitada del dÃa anterior… del que nadie parecÃa haberse dado cuenta. Lo del incendio habÃa conseguido hacer como si no lo hubiera visto, pero aquello, por mucho “Nanana†mental que se repitiese, no conseguÃa que desapareciese. Y comenzaba a dudar sobre su estado mental.
Pero lo que acababa de ver… después de aquello, ya se veÃa con el embudo en la cabeza y la camisa de mangas extra largas anudadas a su espalda.
La cosa empezarÃa con el haz de luz que vendrÃa desde el cielo. Raro, vale, pero vete tu a saber si era el foco (con una señora lámpara de unos cuantos millones de vatios) de algún espectáculo de la fiesta. Pero al mirar al cielo buscando su origen, de repente se habÃa nublado… pero sin que el dÃa se oscureciera un ápice (ni las nubes impidiesen pasar la luz del haz)
Después, la figura que parecÃa ascender por el haz… y el tipo que parecÃa volar siguiéndola. Vale, quien hubiese hecho aquel efecto especial se habÃa dejado una pasta. El “Nanana†volvÃa a su cabeza, pero el estruendo de la colisión del artefacto en la carretera le impidió seguir escuchándolo.
Al menos de aquello si que parecÃa que se enteraba la gente. Casi se alegró del pánico que siguió a aquello.
– No estoy loco – gritó – No estoy lo…
– Aparta, mendrugo.
Cuando aquel tipo le apartó, no entendÃa la razón. Al ver a uno de los hombres que le acompaña parecÃa una momia, el “Nanana†regresó. Cuando otro artefacto similar al que habÃa caÃdo en la carretera se estrelló donde él se encontraba hace un momento, superó su estado de estupefacción, y comenzó a correr mientras caÃan uno tras otro los artefactos del cielo.
Asà que nuestros héroes se encontraban ante lo que parecÃa una… ¿lluvia de extraterrestres acorazados?
De cada boquete del suelo salÃa un nuevo exo esqueleto con su arma disparando a lo loco. El pánico se hizo de inmediato y una marea humana de gente de rojo y blanco comenzó a arrasarlo todo.
Tipo duro, como impulsado por un resorte, entró en acción. Para estar gravemente quemado era increÃble la manera en la que se movÃa. En un instante incapacitó al más cercano y, de unos disparos imposiblemente certeros con el arma que le habÃa arrebatado, inutilizó las de los demás.
El nivel de rareza de aquello estaba alcanzando unas cotas desorbitadas, por no decir ridÃculas.
Tipo duro incrustó de un puñetazo la protección de la cabeza de uno de los acorazados en los hombros. Tras arrojar la armadura que habÃa inutilizado contra otros dos “invasoresâ€, saltó contra otro de ellos.
En su caÃda, el boquete sobre el que se alzaba su presa se hizo algo más profundo.
– Esto tiene ningún sentido – Tipo listo habló.
– Se nota que eres el lumbreras del grupo.
– Me refiero a que es más anormal que lo que hemos hecho hasta ahora.
– ¿Eso es lo que te dice tu rarómetro?
– Está cerca.
– ¿Quién? Como me respondas con una vaguedad te juro que te arreo.
– Supongo que se refiere a mi – el que respondÃa no era otro que el lÃder de los invasores.
– ¿Ves como no era tan difÃcil? A todo esto ¿y tú, eres…?
Una de las armaduras que habÃa arrojado Tipo duro aterrizó junto a ellos.
– A ver si tenemos un poco más de cuidado – el desconocido se apartó un poco mientras se quitaba e casco.
– Déjalo, ¿no ves que le hacÃa falta un poco de diversión? Te estabas presentando.
– Cierto. Soy Deux ex – alzando uno de sus brazos, agarró por el cuello a Tipo duro, que en aquel momento parecÃa indefenso.
– ¿Y has venido a ayudarnos, o a terminar con nuestros sufrimientos?
– A ayudaros, por supuesto. Aunque no me lo han puesto nada fácil.
DÃa: Siguiente (por fin)
Hora: De las mejores del dÃa
Lugar: Mundo “realâ€
El lunes no habÃa estado mal. La verdad es que no habÃa estado nada mal.
Bueno, para ser sinceros el comienzo de la mañana habÃa sido un tanto extraño. Por un lado, Sandra no habÃa aparecido por el trabajo. Lo cual tenÃa su lado bueno, y su lado malo.
Por el lado malo, estaba el sentimiento de culpa ante la posibilidad de que la enfermedad que aducÃa como razón para no ir fuese mentira, y que la auténtica razón fuese que no querÃa verle a él.
Javi, el centro del universo atacaba de nuevo.
Posibilidades como que aquella enfermedad fuese cierta, que el domingo se hubiese agarrado una parecida a la del sábado, o que descansase en la cárcel por haber asesinado a su cuñado se pasearon por su mente, pero su ego y sus ansias autoflageladoras habÃan optado por descartar aquellas opciones (aunque a la tercera le daba alguna que otra vuelta por la cabeza, aderezada con la presencia de mutantes, derrumbamientos de muros, salvamentos in extremis, ninjas y ¿porque no? asesinos pontificios)
Por el lado bueno, estaba el sentimiento de relajación (no exento de culpabilidad) al llegar al trabajo y enterarse de que no serÃa un dÃa incomodo (al menos no en ese aspecto)
Como era de esperar en un lunes de San FermÃn, el curro habÃa brillado por su ausencia. Cuatro camiones a descargar en los muelles y poco más.
Asà que habÃa aprovechado para apropiarse de unas cuantas hojas de reciclaje de las amables señoritas de la oficina, y las habÃa pintarrajeado tratando de hacer dibujos (con escaso, por no decir nulo, éxito) para que finalmente acabasen en la basura. Para completar la mañana, y ya que estaba por la labor, también se dedicó a pulir algunas de las historias que daban vueltas por su cabeza.
El camino hacia casa se prometÃa igualmente tranquilo. No hacÃa demasiado calor, no habÃa mucha gente a la que esquivar, y la música que iba sonando de manera aleatoria por los auriculares era la que le apetecÃa en aquel momento.
Entonces le vino a la cabeza. Aquello era demasiado bueno. TenÃa que estar durmiendo, y se acababa de dar cuenta, asà que no tardarÃa en empezar a suceder cosas raras (o no tardarÃa en despertarse. Lo única duda era que pasarÃa antes)
Pero no. Para su alivio temporal, no estaba durmiendo (lo cual no fue óbice para que llegasen las cosas raras)
Se paró en un semáforo, y comenzó la fiesta.
La primera cosa, raro, lo que se dice raro, tampoco era. Parada junto a él, se encontraba “ellaâ€. La chica que habÃa visto ayer mientras volvÃa para casa (y que no se podÃa quitar de la cabeza desde entonces).
No sabÃa porque habÃa mirado para aquel lado (bueno, en realidad sà que lo sabÃa, pero en aquel momento le entró una duda estúpida) Con lo tranquilito que estaba mirando hacia adelante.
Bastó un segundo, menos tiempo aún que el que le dedicó en la anterior ocasión, y ya comenzó de nuevo a activarse el mecanismo que daba inicio al bailoteo de la caballerÃa cosaca (caballos incluidos) en su cabeza.
Pero es que, aquella ¿mujer?¿chica? era tan… tan…
Irrelevante. Ya volvÃa con la tonadilla.
Ella no era irrelevante. DebÃa serlo, pero no lo era.
Vamos a ver, sólo era una chica (muy) guapa. Otra desconocida más, como habÃa millones en el mundo, como otras tantas que ignoraba dÃa a dÃa. Pero aquella mujer tenÃa algo…
Irrelevante.
Que sÃ, que sólo es una (otra) tÃa.
Que no la mires.
Ahora no la estoy mirando.
Que no pienses en ella.
Trataba de no pensar en ella. Que las su monologo interior se callase, pero sabÃa que no iba a conseguirlo.
– Vamos a ver – giró su mente hacia sà mismo y se habló – Estoy en ello. Déjame tranquilo con el asunto y puede (sólo puede, tampoco prometo nada) que me concentre lo suficiente para dejar de pensar en ella.
Eso es mentira. En cuanto se callase aquella vocecilla la cosa iba a ir a peor. EmpezarÃa a cuestionarse lo divino y lo humano.
Que si no debes mirarla porque es una perdida de tiempo y no vas a volver a verla (tampoco vas a pararte a hablar con ella ¿para qué?)
Que si no puedes pensar en una relación (¡UNA RELACIÓN!) basándote únicamente en la apariencia de una persona.
Que tienes que ser ecuánime con tu atención a los demás (¿pero quien te crees que eres?) que si no los conoces (¿y asà como pretendes conocer a nadie?) o los ignoras a todos o les haces a todos el mismo caso (¿Pero tu te escuchas?)
Que si fuese un tÃo no le harÃas ni caso. Triste pero obvio (triste ¿por qué?)
¿Por qué no puedes ignorarla?
Le costó un poco, pero se dio cuenta de que ya estaba haciendo todo aquello que se decÃa que no querÃa hacer. Que le estaba dando vueltas y la cosa iba a ir para largo.
Asà que ya sabÃa lo que tocaba.
Vamos a ello.
Un rayo golpeó el suelo justo a su lado. De no haberse apartado en el último momento ahora serÃa un pedazo de churrasco muy hecho.
Mirando al cielo, vio que otro se dirigÃa hacia ella. De un salto la apartó de su trayectoria para recibir él el impacto, pero de poco le sirvió. Un haz tractor estaba izándola ¿Quien estaba haciendo aquello, y que querÃan hacer? ¿QuerÃan matarle a él, o a ella? ¿QuerÃan matarla o raptarla?
Levantándose dolorido sus piernas le impulsaron hasta lo alto del semáforo, sólo para apoyarse, ganar inercia y llegar hasta lo alto de una farola. De ahà a la barandilla de un balcón cercano, para rebotar en él y poder llegar a lo alto de uno de los edificios donde darÃa el salto final que le impulsarÃa hasta las alturas.
Mientras volaba no sabÃa que le esperaba en las alturas. Al cruzar las nubes aún no lo tenÃa decidido ¿Dioses o extraterrestres?
Venga, extraterrestres. Se protegió la cabeza con los brazos para prepararse para el impacto y creó una brecha en el casco metálico de la nave al atravesarlo.
Una ves en el interior, dudó. Igual mejor dioses.
Golpeado por los rayos del sol, ahora más cercanos, avanzó por la cima de aquella montaña.
Aunque… igual mejor extraterrestres.
El aire viciado de los pasadizos que recorrÃa se veÃa sacudido de vez en cuando por pequeñas descargas de estática. Por suerte, las abundantes sombras que lo cubrÃan todo le ayudaban a esconderse de las patrullas que la custodiaban.
¿Y como me aclaro para llegar a donde la tienen encerrada? No quedarÃa muy lógico (¿lógica?¿aquÃ?) que pudiese entender lo que decÃan o leer si lengua.
Venga, vamos a volver a lo de los dioses, y no nos complicamos demasiado.
Allà estaba ella. Suspendida en el aire delante de sus hermanos, estos trataban de arrebatarle su poder a aquella divinidad que habÃa preferido vivir entre los hombres.
SÃ, definitivamente, los dioses eran una elección mejor.
Cargó entre las filas de los titanes arrebatándoles su presa. No se atrevÃa a mirarla para no quedar paralizado por su resplandor (¿resplandor?, sÃ, casi mejor resplandor. Belleza y sus sinónimos estaban ya muy vistos)
– ¿Quien eres? – dijo ella – ¿Por qué haces esto?
– Sólo soy un hombre que trata de hacer lo correcto.
– No te sacrifiques por mi.
– Lo siento
– ¿Por qué?
– Por no no poder conocerte mejor. Por no poder hacer lo que me pides.
La arrojó tan lejos como pudo, mientras se encaraba a sus hermanos.
– ¿Quien eres? – preguntó uno de ellos – ¿Quien osa contravenir nuestros designios?
Mmm. Se planteó la respuesta molona “Vaya birria de dioses que sois si ni siquiera sabéis esoâ€. Pero optó por una más clásica. Más “dramática†y adecuada para los tintes que estaba tomando aquello.
– Un hombre – dijo finalmente – Sólo soy un hombre.
Y cargó contra ellos para cubrir tanto como pudiera la huida a aquella desconocida.
El semáforo se puso en rojo. Comenzó a caminar tan rápido como se lo permitieron sus piernas y cruzó la carretera como una exhalación sin mirar hacia atrás.
Durante unos momentos se planteó el retomar aquella historia, pero enseguida lo descartó. Demasiado facilona, aunque habÃa servido a su propósito.
El lÃder de los extraterrestres aterrizó creando un boquete en la carretera. Varios de los coches que no pudieron frenar a tiempo se precipitarÃan en aquella abertura.
Del interior del cráter, aún humeante, surgió la imponente figura de la armadura potenciada de aquel ser.
– Hemos estado muy cerca – dijo – Pero esto aún no ha terminado.
Igual habrÃa sido mejor elegir a los extraterrestres.
DÃa: El de siempre.
Hora: Más o menos…
Lugar: Mundo “realâ€
– Ya estamos aquÃ, ya hemos llegado ¿Que me podéis contar?
– Poca cosa. Mucho me temo que más o menos estamos como tú. Aunque esperaba estar equivocado y que nos trajeses noticias – primera decepción del nuevo mundo: Tipo listo no hacÃa honor a su nombre.
– Pues estamos buenos. Supongo que aquÃ, el amigo Akhenatón tampoco tendrá mucho que agregar.
–
– Vale, tampoco te hernies intentándolo – Javi hizo ademán de protegerse cuando Tipo Duro comenzó a caminar hacia él. Al menos alguien si que parecÃa merecedor de su nombre – Tampoco te pongas asÃ.
– Tienes que entenderle, tiene la traquea destrozada tras el incendio y no puede articular palabra. Me sorprende que sea capaz de andar – tipo listo salÃa en defensa de ambos – Asà que comprenderás que ciertos temas no convendrÃa sacarlos.
– ¿Incendio? Parece que me he perdido la parte divertida – iba a hacer un chiste sobre gente “quemada†pero, aparte de que era un juego de palabras muy simplón, prefirió no arriesgar su anatomÃa.
– Tampoco te creas, efectos secundarios de una trama terciaria. Poco más.
– Entonces, está aquà para…
– Hace un momento lo sabÃa, pero cada vez veo las cosas menos claras. Supongo que algún plan tendrá “el de arriba†para él.
– Yupi – no trató de disimular la desgana en su voz – Con lo que me gustan las sorpresas.
– Pues has elegido la mejor historia en la que embarcarte.
– SÃ, claro, estar aquà ha sido mi elección.
– Y eso que aún estamos un poco entre dos aguas, según pase el tiempo y te vayas adaptando a esta realidad tendrás una idea menos global del conjunto de la historia, y serás más una pequeña parte de ella.
– No te engañes, aquà poco pintamos cualquiera de nosotros. Sólo somos… sólo somos…
– Como te iba diciendo…
– Asà que estamos tú y yo solos para investigar.
– Eso me temo.
– ¿Alguna idea sobre donde por donde empezar?
– Por lo general, estas cosas solÃan comenzar con un sueño, pero parece que hemos pasado el umbral de un ciclo para pasar al siguiente.
– No se. Noto como un deja vu. Como si esto de las chorradas crÃpticas y sin sentido fuese una constante (lo cual me repatea bastante)
– Te acabaras haciendo a ello.
– Vale, ¿Por donde empezamos?
– Te puedo decir lo que he averiguado (o recuerdo) de nuestra situación.
– Vale, ponte a ello, pero tampoco repitas nada que se haya dicho antes, que hay cierto tipo de reiteraciones que no me van.
– Bien. Estamos en una ciudad llamada Pamplona. Se supone que estamos en medio de una fiesta, (lo cual deduzco por el alto porcentaje de gente cerca del coma etÃlico y la “uniformización†de vestimenta “pintorescaâ€) – se echó la mano al bolsillo – No tenemos dinero (Iba a usar la expresión “ni un duro†pero no se muy bien por qué, si la moneda local se llama Euro) Espero que si nos arrimamos a alguna cuadrilla de “alegres pillastres†podremos mimetizarnos como parte de ellos y que nos inviten a comer algo que no superará los mÃnimos controles sanitarios (esto, lo de mimetizarnos, es una teorÃa aún por validar, la segunda parte, lo del riesgo implÃcito en comer algo que nos sirvan en según que sitios, lo darÃa por seguro)
– Casi que preferirÃa ahorrarme esa parte y acabar cuanto antes. No me apetece quedarme demasiado tiempo por aquÃ.
– Bien. Puntos a favor: Si hemos aparecido aquÃ, supondremos que es aquà donde tenemos que buscar a nuestro objetivo.
– Nuestro objetivo. Ni que nos la fuéramos a cargar.
– Continuo con nuestro último punto a facor
– ¿Sólo dos?
– Deja de interrumpirme: No es una ciudad grande.
– Por poco grande que sea, buscar a una persona que no conoces, en un lugar que no conoces, atestado de gente que tampoco es del lugar, yo dirÃa que lo llevamos crudo.
– Me has quitado los puntos en contra que iba a enumerar. No sé que me da que ahora mismo la cantidad de gente que no es de la ciudad duplica a los nativos.
– ¿Que es esto, un vórtice dimensional? ¿Esta gente no tiene vida en sus puñeteras ciudades?
– Yo no utilizarÃa la palabra “vida†para describir lo que nos rodea.
– Hala, alegrÃa. ¿Entonces, qué? ¿Empezamos a encuestar guiris aleatoriamente?
– Por supuesto. PodrÃamos empezar con algo sencillo. Algo como: Buenos dÃas, ¿me podrÃa decir si ha visto a una mujer a la que no puedo describir?
– Vete a la mierda – empezaba a comprender y con…, con…, con alguien, pero no era capaz de recordar con quién. Aquello si que era un buen comienzo.
DÃa: Aún el mismo.
Hora: Un poco más tarde.
Lugar: Mundo “realâ€
Llegó a casa. Cabreado y hambriento, pero llegó. Que le apeteciese cocinar algo ya era otro asunto. Abrió una lata de espárragos y una bolsa de patatas fritas, sacó la botella de agua del frigorÃfico y se fue al salón. Después repartirlo todo por la mesa, la estampa no le convenció lo más mÃnimo.
Lo guardó todo y salió a la calle de nuevo. Si algo bueno tenÃa San FermÃn era que podÃas comer a cualquier hora. Otra cosa es que no te atracasen con el precio ni te intoxicases con lo que te vendÃan, asà que decidió ir a tiro hecho, por lo que le básicamente le quedaban dos opciones: Hamburguesa o Pizza. Lo mismo que podÃa comer a cualquier hora también durante el resto del año.
Ya que habÃa salido optó por la hamburguesa. Le apetecÃa más Pizza, pero eso lo podÃa haber pedido también desde casa. Listo, Javi, muy listo.
– Espero haber estado más espabilado con el resto de las decisiones del dÃa – dijo para sà mismo.
Descartó los restaurantes de franquicia que servÃan a domicilio por la mima brillante regla de tres que habÃa utilizado para el primer descarte, pero aquello tampoco logró que se sintiese más listo. Más bien la cosa tiraba hacia el lado contrario. Tocaba comida de franquicia… que no servÃa a domicilio. El dÃa iba mejorando por momentos, en aquel momento no le importaba que el armagedón llegase ya mismo.
Mientras subÃa por el parque de la Biurdana, su mirada láser imaginarÃa cortaba todo lo que se encontraba en su rango de visión; farolas, pivotes, arboles… puentes, nada era capaz de resistirlo. Eso sÃ, cuando algún transeúnte se le cruzaba por delante, su mirada lo rodeaba creando una grieta hasta el extremo opuesto del mundo si bajaba la vista, o partiendo por la mitad planetas y soles si lo hacÃa hacia arriba. Pensándolo bien, aquel rayo imparable continuarÃa su ruta después de atravesar la tierra, asà que no importaba hacia donde mirase; mundos morÃan por su poder mirase hacia donde mirase…
– Bwahahahahaha – en su interior se sentÃa un señor del mal y adoptaba esa pose.
Aunque claro, ni siquiera mentalmente mataba a nadie. Mira que era fácil, y ni siquiera como señor del mal valÃa una mierda.
– TÃo, eres único dándote ánimos.
“Apagó†el rayo letal y continuó su camino hacia la comida. Al llegar al lugar marcado con la “X†apagó el mp3 hizo memoria sobre cuantas y qué canciones habÃa escuchado: Cuatro. No era su mejor marca, pero bueno, tampoco querÃa batir ningún record.
Para el dÃa que era, tampoco habÃa demasiada cola, asà que esperó, comió y se marchó. Para las cinco ya habÃa terminado. Chúpate esa, Julio César.
Para la vuelta a casa decidió tomar una ruta alternativa. Se pasó por los cines Golem, pero no habÃa nada decente para ver. Sabiendo de antemano lo que le esperaba, decidió pasarse por el centro para ver si habÃa algo decente en los Carlos tercero. Un rato, y cosa de cuatro mil “personas excesivamente alegres†después y llegó: Nada. Para que luego dijesen que Internet se estaba cargando a los cines. Bueno, al menos ahora tenÃa la excusa para pasar por delante de su sitio preferido de Pamplona. SÃ, hombre, esas escaleras justo antes del Portal Nuevo. Que sÃ, bajando por la avenida de Guipúzcoa. No saber el nombre de aquel lugar nunca habÃa impedido que le gustase aquel… ¿monumento? ¿montón de piedras?… ¿escaleras?.
Además, da igual, aunque conocieseis la edificación, jamás la habréis visto tal y como la veÃa él
Mientras se hacÃa aquellas preguntas (una vez más) llegó hasta ellas, y todo lo demás desapareció de su mente.
Se las imaginó nevadas. Las hojas de la flor de cerezo revoloteaban a su alrededor mezclándose con los copos de nieve, como las entradas de esos templos japoneses (de las pelÃculas) a los que tanto le recordaba.
En lo alto del tramo final, dos personas luchaban. Entrechocaban sus espadas y daban saltos imposibles. Samurai de blanco contra ninja de negro. Colores puros, primarios y perfectos aderezaban una coreografÃa que era como tenÃan que haber sido las de las últimas pelÃculas de Zhang Yimou. Nada de pretenciosa ni lirismo de todo a cien. Aquello eran hostias como panes, como tienen que ser dadas.
En aquel vistazo de apenas dos segundos, en su cabeza se creó una (otra) historia más de amores, épica y tragedia. Después, continuó con su camino por la acera nevada.
– ¿Nieve en julio? – se dijo extrañado – Pues sà que va rápido esto del cambio climático – tampoco es que le importase, al fin y al cabo la nieve le gustaba y aquello “despejarÃa†a algún que otro sanferminero de pro – TendrÃa que haber salido con botas.
Cruzó el Portal Nuevo y entonces la vio. Le sonaba de algo, y eso que sólo veÃa la espalda de aquella chica. No. Más que “sonarleâ€, o recordarle a alguien, sintió una atracción instantánea.
¿Flechazos a aquellas alturas de la vida? Se veÃa que aquel dÃa le estaba afectando más de lo que creÃa. Continuó hasta a su velocidad de crucero y trató de no desviar la mirada hacia ella cuando la adelantó. Fracasó estrepitosamente.
Verle el rostro cambió la sensación. Ya no era atracción, era… ¿Amor?
– ¿Amor a primera vista? – pensó – TÃo, estas fatal de lo tuyo.
Aceleró el paso, pero no conseguÃa dejar atrás aquellas facciones… indescriptibles.
– Cállate – se dijo – Déjame tranquilo un rato.
Llegó al cruce de Cuatrovientos y miró hacia ambos lados. Coches por todas partes. Mientras cruzaba el paso de peatones se imaginaba disparando rayos, esta vez repulsores, desde sus manos. Los morros de los coches que le rodeaban se incrustaban en el suelo, obviamente, deteniendo sus trayectorias. Por “suerte†a los conductores no les pasaba nada.
Finalmente llegó a casa y se metió a la cama. No eran ni las siete.
Activó su esfera infinita de aislamiento, pero ya sabÃa que aquella noche tampoco iba a poder dormir nada.
DÃa: Estooo…
Hora: ¿Qué queréis que os diga? Más o menos entre esta y la otra.
Lugar: No. AhÃ, no. En otro lado tampoco.
– ¿Hola?
–
– Sé que estás ahÃ.
–
– ¿Vas a seguir jugando a esto durante mucho rato?
– Perdona, que no sabÃa como empezar.
– Pues como de costumbre, con el culo.
– Gracias, eres un amor.
– Déjate de gaitas, que te estas luciendo con la entradilla (en tu mejor tradición)
– Algún dÃa de estos tengo que ponerme a analizar por qué me hago estas cosas.
– Bla, bla, bla, aún no has empezado.
– Que sÃ, que sÃ, que me des un minuto para acabar de centrar un poco el asunto.
– Puedes darle todas las vueltas que quieras, pero el tema esta claro: Tu protagonista ha decidido pasar de ti.
– Hombre, yo no lo dirÃa asÃ. El enfoque es un tanto simplista.
– Pues yo lo veo cristalino. Sea como sea, toca improvisar.
– ¿De verdad crees eso?
– Creo lo que tú quieres que crea. Ya sabes… tú escribes, y yo… esto… eso, lo que sea.
– Venga, a ver si hacemos que esto avance un poco. Vamos a empezar con una recapitulación.
– ¿Como esos capÃtulos que son un copia – pega de los anteriores? ¿Que vas a hacer, poner aquà parrafitos de las anteriores entradas para ir ganando tiempo?
– Que no. Lo que pasa es que esto lo comencé hace ya un tiempecito y…
– Si no se acuerdan, que lo lean, que para eso está por ahà colgado. Nos hemos levantado vagos, ¿Eh?
– A ver, es que es un poco complicado de explicar…
– Que no. Que te cebaste mucho puteando a tu álter ego y no te ha quedado más remedio que hacer que reaccione de una manera coherente y pase de ti.
– ¿Eso es lo que crees?
– ¡Y dale!. Que no vuelvas por ahÃ, que vamos a acabar en un bucle infinito.
– Vale Entonces igual lo mejor es soltarlo directamente en plan monologo.
– No esperes que te diga que sà a nada. Tú mejor que nadie sabes cual es mi papel en esta historia.
– Por supuesto que lo sé. De no ser asà ya te habrÃa dado pasaporte hace tiempo.
– ¿Debo sentirme halagado?
– Tampoco es para tanto. Esto no deja de ser una historia sencillita, pero bueno, no dejas de ser el prota de esta parte.
– Hala, venga, toma huida hacia adelante… Que no cuela. Que esto va sólo de Javis.
– ¿Y que te cre..? Joder, cuesta no tomar el caminito de marras. Vamos a decirlo despacito y vocalizando bien para que ni siquiera a ti te cueste entenderlo: Tú también eres otro Javi.
– A ver, me has llamado Sarcástico y Mike, pero de Javi nada de nada. El prota siempre ha sido “el otroâ€.
– Eso es lo que podÃa parecer, pero tú siempre has tenido más dialogo que él. Tú eras el que daba “vidilla†a esta parte de la historia y no el sosito de Javi. Sin tu parte, el microverso habrÃa sido un muermazo. En definitiva: Sin ti, escribir esto habrÃa sido un coñazo.
– Eres único echándote flores.
– ¡Que este Javi no soy yo! (y el otro tampoco)
– No. Si yo te creo.
– Da igual. El tema es que ha llegado el momento en el que te toca saltar a primera lÃnea.
– No me jodas. A mi lo que me mola el papel de listillo. Ya sabes, lo de saber más que los demás, vacilarles y saber que siempre llevas las de ganas en una discusión. Lo de pringado a putear como que no me motiva demasiado.
– Uno: No puedes elegir y Dos: Tampoco creas que vas a cambiar mucho. Para personajes a traumatizar tengo muchos dispersos por ahÃ.
– Promesas, promesas. A ver en que fregado me metes.
– Nada, nada. Una un poco de lobotomÃa selectiva, un poco de ingenierÃa de personalidad y todo solucionado.
– Y que los demás que miren hacia otro lado y finjan que no soy quien soy.
– PodrÃa ponerme puntilloso y justificarlo, pero tampoco es que haya que disimular mucho. Al fin y al cabo nunca has existido en el universo al que te mando.
– Y con todo esto te ahorras también el encontrar un método “realista†con el que Javi pudiese llegar hasta allÃ.
Javi comenzó a caminar hacia el portal. Todo lo que habÃa pasado en los últimos dÃas no dejaba de parecerle ciertamente increÃble, pero aquello ya no importaba. Las dudas, fauna de la que se habÃa visto rodeado, el tipo misterioso de sus sueños y las voces en su cabeza habÃan cumplido su misión. TenÃa miedo pero, tragando saliva dio los últimos pasos. Al otro lado del umbral habÃa un mundo distinto y desconocido, pero era donde estaba Ella.
– Que sÃ, cansino, que ya lo saben. ¿Puedo cruzar de una vez?
Se sintió extraño al cruzar, como si su cuerpo cambiase… pero manteniéndose igual en la esencia.
– ¡Pero si nunca nos has descrito a ninguno! ¿Para que dices nada de cambiar de aspecto si sigues sin intención de decir que pinta tenemos?
Se quedó sobrecogido, sin habla.
– …
– He dicho que te quedaste sin habla.
Recordaba haber estado ahà antes en sueños, pero contemplarlo con sus propios ojos lo convertÃa en una experiencia nueva y sobrecogedora. Tras unos minutos de reflexión y adaptación (y espantar a los tipos que se le quedaban mirando) se dirigió hacia las personificaciones de los arquetipos que le debÃan ayudar en su búsqueda. Aquellos dos no tenÃan muy buena pinta.
Tipo duro parecÃa una momia y se le veÃa destrozado, pero aún asà impresionaba (o igual por que se mantenÃa en pie pese a eso)
Por su parte, tipo listo estaba también destrozado. Abrir el portal en un mundo en el que aquello era imposible (bueno, si lo habÃa logrado, imposible, lo que se dice imposible tampoco debÃa ser, pero sà muy chungo) le habÃa arrebatado hasta la última brizna de su esencia y estaba arrugado y escuálido. Como si se fuese a partir por la mitad en cuanto empezase a soplar un poco de viento.
– Hurra por el séptimo de caballerÃa – pensó para sus adentros – Menos mal que te ibas a cortar un poco con el nivel de puteo.
No tenÃa ni idea de como lograrÃa volver a casa, pero no importaba. TenÃa la sensación de que ya no habÃa vuelta hacia atrás posible pero, para su sorpresa, lo más extraño era que no le importaba demasiado.
DÃa: Venga, adivinarlo.
Hora: Segundos después
Lugar: Mundo “realâ€
– Hola.
– Hola – justificación onÃrica, segunda parte…
– Puedes empezar cuando quieras – …y comenzaba igual de mal que la última vez. Tomó aire y se lanzó.
– Déjame un segundo – no, lanzarse no habÃa sido la palabra correcta.
– Tómate todo el tiempo que quieras – aquello tenÃa algo bueno: No podÃa continuar peor.
– A ver, en el fondo debes saber que no querÃa ofenderte – bueno, no era peor que el comienzo, pero se acercaba demasiado para su gusto.
– Eso es lo mejor que se te ocurre.
– Hombre, perdón, mujer, asÃ, de sopetón…
– ¿Me estas pidiendo que lo racionalice?
– Si me puedes hacer ese favor.
– TÃo, ya se por qué sigues sin comerte nada a tu edad.
– Gracias por unas palabras tan halagüeñas.
– Dátelas a ti mismo – no, por favor, que su mente no tirase por ese camino otra vez. Por favor, que alguien lo sacase de ahÃ.
El teléfono le despertó. Salvado por la proverbial campana. Mientras respondÃa, de reojo miró el reloj; no habÃa pasado ni un minuto desde que se habÃa vuelto a acostar. Continuaba el domingo más largo de la historia.
– Si?
– ¿Javi?
– Hola, mama.
– ¿Has comido ya?
– No, aún no.
– ¿Quieres venir a comer con tu padre y conmigo?
– Son más de las dos ¿Aún no habéis comido?
– No.
– ¿Ha pasado algo?
– No. Sólo que hace varias semanas que no te vemos.
– … vale, me visto y voy para allá – aquello sonaba raro, pero estaba claro que no iba a poder dormir y no le apetecÃa hacer la comida.
Se vistió con lo primero que pilló a mano, se despejó lavándose la cara y salió a la calle.
San FermÃn, se decÃa que no odiaba aquellas fechas, que habÃa hecho un pacto de no-agresión con ellas; Si la fiesta no se metÃa con él, él no se meterÃa con la fiesta, pero no podÃa negar una cierta animadversión. Bueno, si que podÃa negarlo, pero serÃa algo bastante estúpido por su parte.
Se puso los auriculares, y subió el volumen al máximo. Gafas de sol: Colocadas. Manos en los bolsillos: Hecho. Vista al frente y encogimiento de hombros: en situación. Aislado de todo lo que le rodeaba, partió raudo hacia su objetivo. De vez en cuando se filtraba algún sonido en los silencios entre canciones, pero era capaz de ignorarlos.
Mientras caminaba a toda velocidad, su cabeza comenzaba a darle vueltas a la breve conversación que habÃa tenido con su madre; mejor aquello que volver a la conversación anterior.
– Tu padre y yo nos separamos – No, demasiado melodramático.
– Nos ha tocado la loterÃa y te vamos a pagar un piso – ¿HabÃa loterÃa en San FermÃn?
– Vas a tener un hermanito – ups, no. Definitivamente, no.
– ¿Cuando vas a hace algo productivo con tu vida? – sÃ, aquello era un clásico.
– ¿Cuando vas a echarte una novia? – esperaba que aquel no fuera el tema. Otros dÃas (otros muchos dÃas) le daba igual, pero aquel dÃa seguro que terminaba hablando de lo que habÃa sucedido. Malditos poderes mágicos de las madres.
Sonrió resignado y desvió la mirada. Se imaginó corriendo como a una velocidad de vértigo sobre la barandilla que le separaba del paseo del Arga. Su otro yo se acercaba casi a la velocidad de la luz, pero no era capaz de ir más rápido que su yo real. Cambió de distracción.
Con su poderoso giro de cintura esquivaba a todos los que se cruzaban en su camino. Aquello no era tan fácil como podÃa parecer. El caminar zigzagueante de los borrachos era un reto mayor al de los habituales viandantes. Metió la cabeza aún más entre los hombros y aceleró el paso: Sala de máquinas, velocidad de escape.
Veinte minutos después estaba en casa de sus padres. Las tres, una hora nada anormal para él para comer, pero no para sus padres. Mientras subÃa las escaleras los desvarÃas volvieron a su mente, ahora con un veinte por ciento más de delirio.
– Hola, hijo – su madre estaba tendida en el suelo cubierta de sangre y su padre le recibÃa tan alegremente con el cuchillo en la mano. Que tu padre tuviese el apodo de “El carnicero de la Txan†tenÃa que acabar afectándote con el paso de los años. Ya podrÃa haber sido ferretero.
– Nuestra nave ha venido a recogernos por fin. Tienes macarrones en el horno – No, el marciano siempre habÃa sido él.
– El demonio al que vendimos tu alma al nacer, ha venido a reclamarla – bueno, al menos se librarÃa de los san fermines.
Llegó al piso de sus padres y abrió la puerta con su copia de las llaves. Atravesó el recibidor y fue directamente hasta la cocina. Su padre estaba estaba ya sentado y comiendo. Al lado tenÃa otro plato esperándole.
– Siéntate, que se va a enfriar.
– Hola ¿Que tal? ¿que es de tu vida? Nos alegramos de verte – no pudo evitar el retintÃn en su tono de voz.
– ¿Que quieres? ¿Un buenos dÃas?
– Tardes serÃa más correcto.
– Calla y come. Tú siempre con tus tonterÃas – parecÃa enfadada, y no era por la hora ni por el comentario. Aquello no presagiaba nada bueno.
– Pero ¿se puede saber que te pasa?
– ¿A mi? Eres tú la que me ha llamado.
– ¡Tú es que estás tonto!
– A ver, nunca he sido ningún cerebrÃn, pero tonto, lo que se dice tonto, tampoco – su madre le pegó una colleja.
– Ahora no te hagas el listillo.
– ¿En que quedamos?
– Deja de marear a tu madre – por fin su padre habló. Su madre le dio otra colleja – Mujer, tampoco es para tanto.
– ¿Que no es para tanto? A este paso se va a quedar solo. Para vestir santos.
– Tú tranquila, esa opción queda descartada. Por lo demás, no me va tan mal – al fin encajaba todo. Diana, la traidora de su hermana les habÃa llamado. Aquello clamaba venganza – Supongo que habéis charlado con vuestra adorable hijita.
– No. Nos ha llamado Marcos – nota mental, nunca subestimes el odiómetro de tu cuñado.
– ¿Que es esto? ¿Una “intervenciónâ€? ¿Vais a tratar de reconducirme por “el buen caminoâ€?
– ¿Eso es lo que quieres? ¿Acabar solo y amargado?
– Bueno, acabar solo no me importa – mintió, pero le sorprendió darse cuenta de que aquello no estaba demasiado lejos de la verdad. No sabÃa si alegrarse o tener miedo por ello – Lo de amargado ya es otro asunto.
– ¿Pero tú le oyes?
– Mujer, tampoco es para tanto – su padre le defendió. ParecÃa que su apoyo estaba por encima de acabar la comida con tranquilidad. Nota mental; devolverle el favor algún dÃa de estos..
– ¿Ves? No es para tanto. Además, joder, aún no me he muerto. Vamos, que me queda tiempo de sobra para buscar algo (si me da por ponerme a ello)
– ¿Y que tenÃa de malo esa chica? A ver.
– Pues… nada. Sólo que no iba a funcionar.
– ¿De que me hablas? ¿De una lavadora?
– A ver, os dicen que le gusto a una chiva ¿y me echáis la bronca porque no me he casado con ella? ¿En tan poca consideración tenéis mi criterio? ¿Que sabéis vosotros de ella? A ver.
– Pero Javi, que ya sabes que sólo queremos lo mejor para ti.
– Pues ahora mismo lo mejor para mi es largarme – se dio la vuelta y se fue.
Perfecto. Era un domingo perfecto. Sin dormir, sin comer y cabreado. Mientras caminaba de vuelta a casa cruzo los dedos y esperó a que el fin del mundo no llegase antes de haber comido algo. Aquellas señales no podÃan apuntar a otra cosa.
DÃa: SÃ, aún seguimos en el mismo.
Hora: A escasos momentos de la gran H.
Lugar: Microverso
– ¿Hola? – Cojonudo. Estaba soñando otra vez. Pero esta vez parecÃa que habÃa suerte: nada ni nadie en el horizonte. Cerró los ojos, y trató de dormir dentro de su sueño. Un momento de tranquilidad tampoco le vendrÃa mal.
– ¿Que haces aquÃ? – fin del momento de paz, tocaba un nuevo y apasionante encuentro con la voz “misteriosaâ€
– Es mi cabeza. ¿A quién cojones esperabas encontrar? El que no deberÃa de estar aquà eres tú (seas quién seas)
– Despierta, cenutrio, y busca el puñetero camino hacia donde está Ella.
Despertó con la pregunta de costumbre: ¿Cómo narices se habÃa metido en aquel lÃo?
No, no era suficiente con las voces en su cabeza, también tenÃa que haber estrellas invitadas mientras dormÃa. Trataba de aclarar sus pensamientos, pero el cabreo aumentaba por momentos. Le habrÃa encantado que Mike tuviese razón para poder cagarse el los muertos de su “autorâ€
– ¿Vas a moverte? – hablando del rey de Roma, ahà estaba Mike.
– Claro. Sólo tienes que decirme hacia donde.
– Sencillo: Hacia donde está Ella.
– Venga, listo, dime como llego hasta ese mundo que sólo aparece en mis sueños.
– Pregúntaselo al tipo que te enseñó el camino de baldosas amarillas.
– Claro, como no tengo que bastante con las voces que están apalancadas en mi cabeza, voy a ir invitando a más ocupas.
– ¿Por qué no hablas con “el de arriba†y le dices que te diga como continua esto? – trataba de sonar sarcástico, pero sólo conseguÃa sentirse ridÃculo burlándose de una parte desquiciada de su personalidad.
– Ya sabes que hace tiempo que no aparece por aquÃ. Parece que le ha dado por cambiar las reglas.
– Deja de darme largas y empieza a darme ideas.
– Sigues apuntando en la dirección equivocada. Sólo soy una excusa argumental, tendrás que hablar con otro personaje para poder buscarte la vida.
– Pensaba que era el personaje de un relato, no de un videojuego.
– Puedes alargarlo todo lo que quieras, pero mientras no te muevas esto no se va a solucionar.
– No me vas a dejar tranquilo hasta que lo haga, ¿no?
– Puedes probar suerte. Igual hoy es tu dÃa.
Se levantó. Que remedio. Mientras se duchaba trataba de pensar en pelÃculas, juegos o libros. Buscaba un punto de partida del que comenzar, pero ninguno le valÃa.
Aquello no tenÃa ningún sentido. No creÃa en otras dimensiones, no creÃa en la magia, no era devoto de ninguna religión. Aquello no habÃa por donde pillarlo, pero todo el mundo le urgÃa en que se moviera, que hiciese algo. Estaba rodeado de tipos que estaban como una regadera y parecÃa que aquello estaba comenzando a afectarle.
– Claro, como siempre has sido un tÃo tan centrado… – y, claro, Mike. Siempre estaba por ahà Mike para terminar de arreglar las cosas.
– ¿Quieres dejarme tranquilo?
– Mmmmmm. No.
– ¡Joder! ¡Vas a acabar por volverme loco!
– …
– Bueno, ya me entiendes, más loco aún.
– Blablabla. ¿Ahora es cuando te echas a llorar?
– Pues igual lo que hago es volverme a la cama. Igual me doy la vuelta, me echo a dormir, y paso de todos vosotros.
– Menos lobos. Sabes que eso no va a colar.
– Gracias por ponérmelo tan fácil. Hala, vete a cascarla por ahÃ.
– ¿Pero vas en serio?
– …
– Oye, ¿se puede saber de que vas?
– …
– SÃ, te estoy hablando a ti.
– Al menos manda a alguien para que me eche una mano.
Alguien llamó a la puerta.
– Gracias.
– …
– ¿No vas a levantarte?
– …
– Nada, que no quiere levantarse.
– JAVI, QUE SOY DEUX EX. ABRE, COPÓN.
– Que duro eres, asà seguro que consigues que te haga caso.
– …
– QUE SE COMO PUEDES LLEGAR HASTA DONDE ESTA ELLA.
– Bueno, por ahà supongo que vas mejor.
– …
– Pues parece que va a ser que tampoco.
– Se aceptan sugerencias.
– Menudo instrumento divino estas hecho.
– Debo reconocer que he tenido dÃas mejores… pero ha sido con otros autores.
– ¿Y ya está? ¿No vas a intentar nada más?
– A ver. Igual esto vale. QUE ME HA DICHO ANTAGONISTA QUE HA CORTADO CON ELLA.
– Claro, eso tiene mucho sentido. Ha ido hasta donde sea que está, han cortado, y ha vuelto para decÃrtelo.
– No eres de mucha ayuda.
– Es un don… y mi papel.
– Pero que pelmas que sois.
– ¿Ves? Ha funcionado.
– Menudo crack está hecho el autor. Tiene unos giros argumentales que rompen caderas.
– Sólo para que conste, después de esto voy a ignoraros por completo para el resto de la eternidad.
– SÃ, sÃ, sÃ. Os odio mucho y blablabla.
– Que quede claro, esto es lo último que voy a deciros.
– Y dale, que sÃ.
– Que os follen.
– Vale. Esto no me lo esperaba.
DÃa: Lamentablemente, el mismo.
Hora: Un poco (muy poco) más tarde
Lugar: Mundo “realâ€
– Hola – Sandra habÃa vuelto. Esta vez estaban en sentados frente a frente en un lugar público, y su atuendo era menos sugerente. Al menos en aquella ocasión se habÃa ahorrado el “guapoâ€
– Hola. Gracias por venir.
– No hace falta que me des las gracias. No estoy aquÃ.
– Vale, ya lo sé, pero no hace falta que te cebes – estaba soñando y, obviamente, aquella no era la Sandra real, sino un constructo de su mente ante el que poder explicarse. De todas formas, aquella recreación no parecÃa especialmente afortunada. Le faltaba ese “algo†que solÃan tener sus avatares mentales.
– Pues nada, cuando tú quieras.
Generalmente la cosa no solÃa suceder asÃ. Él solÃa acceder a la ensoñación con la conversación ya comenzada y la retomaba desde un punto especÃfico. Pero todo en aquel dÃa habÃa sido muy raro y ni siquiera aquello se lo iban a respetar. Iba a tener que comenzar la escena desde el principio. Con lo que odiaba ser él quien arrancase las conversaciones… ya fuesen reales u onÃricas.
– Estooo, vale…
– ¿Interrumpo? – Daimon, otro de sus personajes recurrentes, se coló en el sueño.
– SÃ, interrumpes. Lárgate.
– Vale, pero a ver si te das un poco de prisa en soluciona la situación en la que me tienes bloqueado. Que, por muy imbatibles y estoico que sea uno, también se cansa de masacrar tipos sin rostro hasta que se te ocurra una manera de continuar.
– Que sÃ. Pesado. Fuera, fuera – en aquel momento no le apetecÃa bucear en las desgracias de sus personajes, lo cual era raro. Aquella era una ocasión ideal para mandar su cabeza a otro universo pero, al parecer, el tren para aquellos lugares habÃa salido sin él. Nunca habÃa andado falto de inspiración para diseñar nuevas maneras de traumatizar a sus creaciones, pero parecÃa que la musa estaba de vacaciones o en otros asuntos.
– Cuando quieras comenzamos – Sandra parecÃa divertida – No es que tenga nada mejor que hacer, pero seguro que quieres que terminemos cuanto antes.
– Que sÃ, que sà – no acababa de entender porque trataba de ganar tiempo ante aquella escena. PodrÃa repetirla tantas veces como quisiera, pero estaba realmente nervioso. Aún dormido notaba como su cuerpo real comenzaba a sudar – No me atosigues.
– ¿Crees que vas a solucionar algo haciéndote esto?
– Contigo, bueno, con Sandra, no.
– Aham.
– Esto es más una preparación que otra cosa.
– Aham.
– Ya sabes, por si se presenta una situación similar.
– Aham.
– ¿Quieres dejar ese “Ahamâ€?
– ¿Prefieres un “Aja†o “Aha†a secas?
– No, prefiero que me ahorrases el sarcasmo.
– Pues nada, es muy sencillo; ahórratelo.
– ¿No crees que, de poder, lo harÃa?
– Pues deja de echarle la culpa a esa pobre chica.
– No le estoy echando la culpa de nada.
– ¿Entonces para que la has puesto aquà delante?
– Ahora mismo no te pareces mucho a ella. Es más, cada vez te pareces más a…
– ¿A ti?
– Aaaaaaaaaaaarg. Déjalo ya.
– Hola – Sandra habÃa vuelto. Blablablabla. Comenzaba el segundo asalto.
– Hola, gracias por venir.
– Pues bien. Tú dirás – mierda, seguÃa teniendo que comenzar la conversación él. ¿Porqué no empezaba ella con las preguntas, como solÃa ser la costumbre?
– ¿Interrumpo? – ahà estaba Kinrase, otro de los habituales.
– ¡VETE A TOMAR POR… POR… POR AHÃ! – ¿porqué ni siquiera en sueños podÃa lanzar un buen juramento?
– Vale, vale, ya me voy.
– Venga, te lo voy a poner fácil.
– Te lo agradecerÃa.
– ¿Porqué me dijiste (bueno, le dijiste) que no?
– Me alegro que me hagas esa pregunta.
– ¿Ahora vas a empezar a tomártelo a broma?
– Perdona, son los nervios.
– Venga, a ver si empieza a tener todo esto algún sentido.
– Pues verás. Ya te dije que me parecÃas muy guapa y muy simpática…
– Pues, si ya me lo dijiste, no te repitas.
– Con tanto “pues†me está quedando esto de lo más navarrico.
– El “ico†también ayuda.
– Lo sé.
– Pues continua… Ups, lo siento.
– Bien. La cosa es que, por lo poco que sé, somos muy distintos…
– ¿Y porqué no averiguas algo más antes de abrir la bocaza?
– Espera, la cosa no funciona asÃ. Empiezas con una pregunta para la que yo tengo respuesta y, después, continuas con otra para la que también estoy preparado. Asà hasta que me quedo contento.
– Ya, pero eso no va a servir para nada.
– Sirve para que yo me sienta mejor y me reafirme en mis decisiones.
– Ya. ¿Y si estás equivocado?
– Pues… Hala, otro más. Bueno, pues (y dale) si estoy equivocado…
– Si estás equivocada ya te lo descubrirá algún otro.
– Más o menos.
– Entonces no quieres arreglar nada, sino perpetuar tu auto-engaño.
– Vale. Parece que lo vas pillando. Pero no tendrÃas que decir estas cosas en alto, porque pones a prueba mi burbuja de auto complacencia.
– Que digas estas cosas en alto tampoco creo que ayude mucho.
– Me parece que no vamos a sacar nada en claro esta noche.
La luz del sol golpeándole directamente en los ojos abiertos le despertó. En aquel momento confluÃan tres nuevos factores de extrañeza: Estaba de pie, con los ojos abiertos, y sus brazos se encontraban en posición de levantar la persiana. Para estar dormido se encontraba de lo más activo.
Miro el reloj. Eran las dos de la tarde, y continuaba siendo domingo.
Definitivamente, aquel fin de semana estaba resultando, citando la maldición china, de los más interesante. Esperaba que terminase pronto.
DÃa: Casi la fecha señalada
Hora: A escasas horas del momento definitorio.
Lugar: Microverso
– Vale ¿Y ahora, qué?
Javi estaba tumbado sobre la cama. No creÃa estar soñando, pero todo podÃa ser. Lo que sà que agradecÃa era que Mike no estuviese tocándole las narices en aquel momento.
Por muchas vueltas que le diese no terminaba de tenerlo claro. “Ella†no estaba. Bueno, más concretamente no sabÃa donde estaba (lo cual, debÃa reconocer, que era algo de lo más normal) pero Antagonista, su novio, tampoco sabÃa nada y, para terminar de redondear la cosa, le decÃa que él tenÃa que resolver aquello. La verdad, todo sea dicho, aquello no tenÃa ningún sentido. Ni siquiera para los cosas que solÃan pasarle a diario.
Finalmente cerró los ojos y no tardó en dormirse.
– Ya te ha costado – una voz le hablaba en sus sueños. Le sonaba pero no era capaz de identificarla. ParecÃa que la noche no iba a ser mejor que el resto del dÃa.
– Dime lo que quiera rapidito – en otra ocasión igual habrÃa respondido mejor, pero estaba bastante hasta los mismÃsimos de todo aquello – No estoy de humor.
– Vale. Salta.
– ¿Que?
– Que saltes, membrillo.
Sin saber porqué, saltó. Como era de esperar, sus pies se separaron del suelo. Pero parecÃa que no iba a caer. Aquello no era normal, pero era un sueño, asà que siguió a la espera de lo que venÃa después. Continuó ascendiendo, y su velocidad aumentaba por momentos. Vale, era raro pero, hasta cierto punto, esperable; no era la primera vez que volaba (o algo parecido) en sus sueños.
Su ropa comenzó a deshacerse, a esta le siguió la piel y después los músculos, nervios, órganos y huesos. Al final sólo quedó su forma astral y dejó de ascender. Se dio la vuelta y contempló la tierra. La habÃa visto muchas veces en fotos o la tele, pero aquella vez le parecÃa distinta. Nada que ver con las “Oooooohs†ni “Aaaaaaaahs†ni expresiones diversas de asombro o deslumbramiento. Nada de eso. Aquella esfera (¿Era una esfera?) le parecÃa pequeña, irrelevante e… ¿incompleta?
– Te ha costado llegar – una mano astral se apoyó sobre su hombro etéreo. Era Deux ex.
– Vale ¿Y ahora, qué? – sólo querÃa que aquello terminase y descansar de una vez. Además, le asaltó una pequeña sensación de deja vu.
– Tranquilo, ya falta poco. Pero antes hay que hacer unos últimos ajustes – le empujó.
No tenÃa cuerpo fÃsico, pero notó el impulso y comenzó a precipitarse en picado. Notaba el aire sobre su ¿esencia? Y contemplaba la tierra acercándose a una velocidad de vértigo. Cuando más caÃa, más cambiaba lo que tenÃa ante él. Finalmente atravesó una especie de bruma que parecÃa cubrÃa lo que tenÃa ante él… ¿O aquella neblina habÃa estado siempre cubriendo sus ojos?
Aquello parecÃa “realâ€. Los colores más nÃtidos, la luz más brillante… el tortazo que se iba a pegar más doloroso que ninguno que se hubiese dado antes. Mientras se decÃa que aquella acción era estúpida e inútil (y no iba a evitar que se matase. Claro, si es que una forma astral, dentro de un sueño, pudiese morir) se cubrió la cara con ambos brazos y se preparó para el impacto.
El mundo (y sus brazos) desaparecieron y se encontró mirando un techo. No era el suyo, pero se le hacÃa familiar.
Trató de mirar sus manos, pero no lo vio claro. La luz de la habitación estaba apagada y estaba muy oscuro, pero aquella oscuridad era distinta. Más… ¿oscura?
Sus manos tantearon la pared en busca de un interruptor. Aquella sensación también se le hacÃa extraña. Trató de incorporarse y su cuerpo también se le hizo extraño. Pesado y ligero al mismo tiempo. Aquellos conceptos parecÃan obtener un nuevo significado en aquel momento. El tacto de la pintura de la pared, las sabanas bajo su espalda. Absolutamente todo despertaba interrogantes en su mente. Aquellas preguntas y su imposibilidad para convertirlas en afirmaciones le estaban produciendo migrañas… e incluso aquellas migrañas era incapaz de definirlas con las palabras que aparecÃan en su cabeza. Decidió dejar de pensar en aquello, pero sabÃa que tampoco lograrÃa aquello.
Logró encender la luz y levantarse. Aquella no era su habitación… ¿o igual sÃ? Se abofeteó mentalmente por aquella pregunta. Levantó la persiana y, mientras lo hacÃa, una pregunta más trataba de aflorar en su mente, pero la metió en un pozo, puso una montaña encima y dinamitó aquel mundo. La pregunta se quedó malherida y huyó de su mente. La luz proveniente del exterior le golpeó como un ariete. No esperaba que fuese de dÃa. Aquel golpe pareció expulsarle de su cuerpo, y se encontró de nuevo flotando sobre el mundo.
– Ahora ya lo sabes – dijo la voz – Ella está allÃ.
– Vale ¿Y ahora, qué?
DÃa: SÃ, gracias
Hora: No
Lugar: Limbo conceptual
Ya estamos otra vez aquÃ, pero esta vez no hay “X†que marque el lugar. No. Esta vez no llegamos hasta este lugar porque un mapa, un GPS o un vidente nos haya indicado el camino. Esta vez hemos venido porque queremos. Porque sentimos su llamada. Porque ninguna razón en este u otro universo nos podrÃa hacer abandonar este lugar.
AhÃ, en el centro de todo esta “Ella†(o “Él†para las chicas o las gentes de sexualidad divergente)
Miradla. No se trata de que no podáis dejar de mirarla, es que no queréis dejar de hacerlo.
Al contrario que el resto de criaturas que pululan por el plano conceptual, pese a que cada uno veremos algo distinto, pese a que algunos se hagan los duros, los de-vuelta-de-todo o los desengañados, todos percibimos, sentimos y esperamos lo mismo. Y no. No es “esoâ€, guarros (y si lo es, me parece que el texto que buscas está escondido debajo de tu cama, u oculto detrás de esos botes en el baño)
Aclarado esto, supongo que ya sabéis lo que toca. Y dale, ¡Que no es “esoâ€! (la X que corona esta entrada es meramente casual y eminentemente numérica)
Para no perder la costumbre de estos relatos, nuestra querida entidades/concepto/arquetipo se ve repentinamente arrastrada fuera de su ubicación.
Atravesando dimensiones y realidades, mundos y continentes, acabará en el mismo centro de los eventos que se producen en este pequeño macroverso nuestro: Pamplona.
Como no podÃa ser de otra manera el paso desde el nivel conceptual hasta el plano fÃsico, resulta una experiencia traumática, más aún cuando pasas de ser “Ella†a ser, simplemente, “unaâ€. No se trata de una cuestión de ego, ya que los conceptos nunca han tenido opción de ser otra cosa. El problema es la adaptación a los rigores de la existencia corpórea.
Una de las principales complicaciones en este caso es la naturaleza eminentemente subjetiva de este concepto. En los casos de los dos amigos que hemos tratado hasta el momento, el paso a la materialidad era un problema, pero no alteraba en exceso su esencia o su “misiónâ€. En el caso que tratamos ahora, sólo hay esencia ya que la “misión†varÃa con respecto al receptor/idealizador del concepto. Cuando eres un reflejo de las aspiraciones de todo el mundo, el convertirte en el ideal de una única persona deberÃa ser una tarea de lo más sencilla, pero parece que la lógica mundana no se aplica a nuestra invitada, y el paso de la esquizofrenia suprema a “simplicidad†del individuo parece llevarnos, que en este caso, hacia la locura. De haber podido quitar las “aspiraciones sobrantes†quizás nuestra amiga habrÃa podido salvarse de la perdida total de su cordura, pero el caso es que la personalidad resultante trata de ser una condensación de los deseos e ideales de toda una especia, lo cual no es posible según los axiomas que gobiernan nuestro pequeño, limitado e infinito macroverso.
Pero obviemos esto. Miremos hacia otro lado y aceptemos de nuevo como ciertas las trampas narrativas de, aquÃ, el tahur de las letras que perpetra estos textos. No nos (y por “nos†nos referiremos a “meâ€) gustan los personajes locos o irracionales. Asà que aceptaremos que “Ella†deja de ser la “Ella†universal, para convertirse, casualmente, en mi “Ella†personal. Asà que me permitiréis que no la describa, ya que no tengo la menor idea de su aspecto (aunque si lo averiguo dudo que lo escriba por aquÃ)
Asà que tenemos a “Ella†convertida en mi “Ella†(aunque al resto del universo sólo le parezca “unaâ€) suelta y desorientada, aunque relajada y tramposamente cuerda en mitad de Pamplona.
Quizás os preguntéis
¿Sabe la razón por la que está aqu�
Aunque no os lo preguntéis, ya os respondo. No.
¿Sabe que sus “hermanos†han venido hasta aquà antes que ella?
Para un constructo abstracto, cosas como el tiempo, el espacio y la comida basura son materias irrelevantes y a la par que complejas. Antes o después, ahora o mientras tanto, son conceptos con los que no se tienen que enfrentar. Asà que, mientras no se termine de ubicar dentro de su nueva existencia asumiremos que no sabe nada de nada. Más adelante, cuando termine de aceptar el rol que se le ha asignado en esta historia, ya será otro asunto.
DÃa: Siguiente
Hora: Temprano (o demasiado tarde)
Lugar: Mundo “realâ€
Su esfera de paz y luz infinitas hacÃa aguas por todas partes (no sabÃa de donde venÃa el agua y, preguntarse aquello tampoco le ayudaba a descansar) No habÃa manera. Estaba claro que aquella noche no iba a dormir. Si a todo esto le sumábamos que, en la habitación de al lado, Sandra roncaba de manera ostensible algo (en teorÃa) tan sencillo como dormir, se convertÃa en una quimera inalcanzable.
Se levantó y se dirigió de puntillas hacia el salón. Mientras hacÃa esto, no podÃa evitar el escuchar en su cabeza la clásica música de “acechar†de los dibujos de la Warner.
Al llegar al salón comprobó que, con el barullo mental que le habÃa provocado la visita, se habÃa dejado encendidos el portátil y la consola. Al menos la tele sà que la habÃa apagado. Se cruzó de piernas sobre el sofá y miró si habÃa alguien conectado en los programas de mensajerÃa. Nada.
La consola se estaba quedando sin baterÃa, asà que la puso a recargar. Eran las siete de la mañana y no sabÃa que hacer.
Opciones, opciones. De nuevo tantas posibilidades, tantas elecciones posibles y tan pocas ganas de tomar ninguna.
PodÃa limpiar. La verdad es que la casa estaba bastante guarra (es más, en aquel momento todo le parecÃa estaba más sucio y desordenado que hacÃa un par de horas)
Nah. Aparte del ruido que meterÃa, aquello darÃa a su invitada una idea equivocada de donde se habÃa metido. Cerró los ojos y mando su cabeza hacia otro lado. Mentalmente repasó todas las historias que tenÃa pendientes y continuó una de ellas en el punto recurrente en el que siempre la retomaba.
Vale, parecÃa que aquello funcionaba, ahora tocada centrarse en uno ¿Su versión/homenaje de La Atlántida, o la justificación/trasfondo de los Tanraq?
Tampoco es que pudiese elegir. Por su cabeza iban apareciendo en bucle una sucesión de imágenes aleatorias; Fragmentos distorsionados de pelÃculas y bustos parlantes, colgados en mitad del vacÃo, que repetÃan siempre una misma frase o palabra. Paseos imaginarios por mundos imposibles y el sonido de los golpes de un combate del que sólo percibÃa los destellos provocados por el entrechocar de las espadas. Aquella ruleta giró y giró hasta detenerse en el interior de la mente de Ulwrath, uno de aquellos personajes que habÃan tenido la desgracia de ser creados por él.
El sonido de la puerta trajo de vuelta su cabeza a este mundo. No recordaba haber dejado de escuchar los ronquidos, pero parecÃa obvio que Sandra se habÃa levantado. Poco después escucho el sonido de la ducha, parecÃa que también se habÃa perdido como habÃa salido de la habitación. El alien de su estomago despertó de nuevo y empezó a moverse por su interior buscando la salida.
Encendió la tele, y miró el reloj. Las ocho y media. O su invitada necesitaba poco el dormir, o no habÃa sido capaz de hacerlo.
– Vaya, nunca habrÃa imaginado que te gustaban estas cosas – su cabeza se habÃa ido otra vez de paseo y la voz de Sandra fue la que la trajo de vuelta esta vez. Sus ojos lograron enfocar las imágenes que le mostraba la pantalla y se dio cuenta de que estaba viendo algo que debÃa ser la reposición de algún culebrón.
Javi se giró hacia la dirección de la que habÃa venido la voz, y la vio. Al lado de la puerta del salón, Sandra permanecÃa de pie. Aún tenÃa el pelo mojado por la ducha, y solo llevaba puesta la camiseta que habÃa dejado en su habitación y sus botas. La camiseta le llegaba casi hasta las rodillas y era suya, por lo que debÃa tratarse de una prenda de lo mas antiherótica. Pero no. Bello, hermoso, bonito. Su mente trataba de encontrar una palabra que describiese lo que tenÃa delante, y lo que mejor le sonaba para describir aquello era perfecto. Mientras tanto, procesándose en paralelo, sus neuronas se preguntaba si el tener olfato habrÃa añadido algo a aquella experiencia, y no podÃa evitar pensar que aquellas cosas sólo pasaban en las pelÃculas.
– Hola, guapo – Sandra le saludó reforzando aquella palabra y la mirada que la acompañaba con un gesto de su mano.
Javi trató de pensar una réplica. Algo original y gracioso. Mientras tanto en su cabeza le preguntaban:
– ¿Porqué estás buscando una replica original para un simple “holaâ€? – Bueno, el guapo que habÃa venido después no habÃa sido precisamente una ayuda.
– ¿Esta tratando de seducirme, señorita? – no sabÃa si el tono en el que habÃa dicho aquello era el correcto, pero las voces en su cabeza tampoco terminaban de ponerse de acuerdo sobre la intención última de aquella respuesta.
– ¿Sabes que la gente normal no habla asÃ, no? – vale, la sonrisa en su cara parecÃa indicar que se lo habÃa tomado como una broma. En la votación popular que acababa de finalizar en su cabeza, parecÃa que habÃan ganado, con bastante diferencia, los que defendÃan el “Eso es lo que querÃamosâ€
– Aceptaremos “anormal†como un halago. ¿Que tal? ¿Mejor? – trataba de pensar en cuanto tiempo habÃa tardado en salir la replica, pero le daba la impresión de que habÃa sido mucho. Aquella imprecisión no le gustó demasiado.
– Bueno, mi cabeza aún tiene que dejar de dar botes por ahà adentro – seguÃa sonriendo. Aquello era bueno y hacÃa aquella visión aún más perfecta.
Aunque si aquello ya era perfecto, se suponÃa que no podÃa mejorarse. Decidió cambiar la apreciación de su primera impresión a “casi perfectoâ€. También se propuso dejar de intentar catalogar o definir aquello.
– Siéntate cuando y como gustes – decidió continuar con la vena arcaica.
– No se… – la sonrisa desapareció por un momento y se volvió expresión de preocupación y tristeza. ParecÃa que se habÃa acordado de lo que fuese que la habÃa llevado hasta allÃ. De todas formas, se sorprendió al comprobar que aquello no le hacÃa perder un ápice de su… casi perfección – TendrÃa que irme – aquello le decepcionaba, pero también le aliviaba – Aunque tampoco tengo muy claro que hacer – se sentó en el sofá junto a él.
– Tómate tu tiempo – querÃa preguntarle sobre lo que le habÃa pasado, pero prefirió esperar a que fuese ella quien sacase el tema – No tengo planes para hoy.
Sandra se echo las manos a la cara y se encogió. ParecÃa que se iba a echar a llorar, pero aquello no parecÃa tristeza, sino rabia e impotencia. En aquel momento tenÃa ante él a alguien en quien no reconocÃa a su compañera del trabajo. Nunca pensó que utilizarÃa la palabra “frágil†para describirla.
Un abrazo parecÃa la respuesta idónea para aquella situación, pero un análisis rápido le indicó cinco razones distintas en las que podrÃa malinterpretase aquello (aunque estaba seguro de que habrÃa muchas más) asà que no hizo nada. Al final el llanto no llegó.
– ¿Tú que harÃas en mi lugar?
– Supongo que antes de tomar una decisión, sabrÃa la razón por la que estoy asà – cruzó los dedos para que aquel intento de humor funcionase.
– Perdona… es que nada que tampoco me haya pasado antes.
–
– ¿Me vas a preguntar que ha pasado?
– Ah, sÃ, perdona ¿Que ha pasado?
– TÃo, a veces pareces de otro planeta.
– ¿Gracias?
– No, pero bueno. A ver, he pillado a mi cuñado poniéndole los cuernos a mi hermana.
– Vaya.
– Ya te digo.
– Vale, ya sabes que hoy…
– Ayer.
– Vale, ayer ¿porque eres tan puntilloso con esas chorradas? No, déjalo. Ayer habÃa cena del curro. A todo esto ¿Porque no viniste?
– Si que fui, pero me largue después de la cena.
– Ah, sÃ, es verdad. Perdona… el alcohol… mi cabeza… ya sabes.
– Puedo hacerme una idea.
– Sabes que no vivo en Pamplona, asà que, como no querÃa cortarme con las copas, le dije a mi hermana, que si que vive aquÃ, si podrÃa dormir en su casa esta noche. Y va y me encuentro al cabrón de su marido, en un bar, metiéndole la lengua hasta los pulmones a una tipa.
– Supongo que estas segura de que era tu cuñado.
–
– Y de que la tipa no era tu hermana.
–
– Vale, vale. Asà que deduzco que no sabes si contárselo a ella, o no.
– Jo, que listo eres – sÃ, sarcástica sà que era una palabra que habrÃa utilizado para describirla. ParecÃa que volvÃa en sÃ.
– Es un don, pero no te sientas inferior por ello. Es más, arriesgándome aún más, el problema no es tanto el contárselo, como el cuando y el como.
– Ahà le has dado – la sonrisa parecÃa que trataba de asomarse de nuevo. Aquello no era bueno. Estaba esperando una respuesta que él no tenÃa.
– Pues no te envidio – brillante, Javi. Te has lucido con tu respuesta.
– ¿De verdad? ¿Con lo que mola?
– Llámame raro.
– No sé que harÃa sin tus consejos.
– Hombre…
– Mujer.
– Vale, mujer. Antes que nada yo intentarÃa hablar con él.
– Es verdad, seguro que hay una explicación lógica. Estoy convencida de que le estaba practicando una traqueotomÃa con la lengua a esa zorra.
– A ver, puedo parecer un poco inocente, pero tan tonto no soy. Por lo que cuentas, los actos hablan solos, pero no estarÃa de más saber el contexto – vas mejorando la situación, Javi. Ahora viene cuando te acusan de ponerte del lado del corneador. Todos los tÃos sois iguales y blablabla.
– ¿Tú crees? – rápido, di algo antes de que recupere todas sus funciones mentales.
– Que esas cosas de pareja son muy suyas (por lo que me han dicho) Que Igual andan con problemas (y el va “arreglándolos†como todo un macho) Yo hablarÃa con él sobre lo que “vi†y le darÃa la oportunidad de que fuese el quien se lo contase a tu hermana. Si no lo hace, pues ya volverÃa a estar la pelota en tu tejado.
– Pues… pues igual tienes razón
– Pero vamos, ahora que esta la cosa chupada, si quieres sà que te cambio el papelón.
– Gracias. Y yo pensado que ya estaba todo solucionado – por fin regresó la sonrisa.
Se hizo el silenció, y entonces Javi se dio cuente de un pequeño (y aún más incomodo) detalle. Mirándole fijamente a los ojos, le preguntó:
– ¿Puedo hacerte una pregunta un tanto “intimaâ€?
– Adelante.
– ¿Llevas ropa interior debajo de la camiseta?
– ¡¿QUE?! – Sandra armó el brazo para una bofetada.
– Espera, espera, esto tiene una explicación lógica, casta y pura.
– Sorpréndeme. Tienes cinco segundos y descontando.
– Esa camiseta que llevas es mÃa, y te está un poco grande. Entre las cosas, el cuello está un poco cedido, y cuando te inclinas hacia adelante, corro el riesgo de que mi mirada se dirija hacÃa… ahÃ.
– ¿Y con ropa interior lo encontrarÃas más aceptable?
– Vale, déjame que reformule la pregunta. Bueno, mejor déjame que la convierta en una petición. ¿PodrÃas ponerte tu ropa para librarme de la tentación?
– TÃo, eres la polla.
– Espero ser algo más, pero no has respondido mi pregunta/petición.
– SÃ.
– ¿SÃ, a que? ¿A que llevas ropa interior? ¿A que te vas a poner tu ropa (o algo menos tentador)? ¿A que soy algo más que un miembro viril? ¿Sà a todo y formateamos el disco duro?
– SÃ a ninguna de esas preguntas.
– Ah, vale, eso lo aclara todo.
– No. La verdad es que has acertado antes con lo del intento de seducción – Vale, aquello no se lo esperaba. Le halagaba y no se lo creÃa, pero no se lo esperaba.
– Pues sà que estás en shock.
– Que no, imbécil, que es verdad.
– Pues nunca lo habrÃa imaginado.
– Tampoco acabo de entenderlo yo, asà que imagÃnate.
– Vaya. ¿Me siento halagado u ofendido?
– Tómatelo como quieras, pero como no me digas algo al respecto antes de que se me termine de pasar la resaca, esto se va a volver aún más incomodo.
– Pues no se muy bien que quieres que te diga. Me pareces una chica muy guapa y me llevo muy bien contigo pero, esta creo que ha sido la conversación más larga que hemos tenido. Vamos, que no es que seamos Ãntimos o nos conozcamos demasiado.
– Sigues sin responder.
– Pues… no se si la cosa funcionarÃa.
– A ver. Te estoy diciendo que me gustas, no que seas el padre de mis hijos.
– ¿Me lo puedes explicar con palabras sencillas? Es que entre el alien de mi estomago y el derrame cerebral que acaba de desatarse, me va a costar un rato reaccionar y formar pensamientos coherentes.
– Te iba a preguntar si te apetecerÃa quedar algún dÃa para dar una vuelta o algo. Pero, visto lo visto, me parece que casi mejor si dejamos la cosa como está.
– No, no es eso. Pero es que esto es algo nuevo para mi.
– ¿Que una tÃa te pregunte si quieres salir con ella?
– No, que una tÃa quiera salir conmigo.
– ¿De verdad? No puedo imaginarme el porque.
Aquello era algo para lo que no estaba preparado. La opciones estaban claras, y la decisión era sencilla. El problema es que no querÃa hacer lo que consideraba que debÃa. PodÃa aceptar el quedar con ella y alimentar unas “esperanzas†(¿de verdad querÃa salir con él?) en una relación en la que entrarÃa sólo aportarÃa dudas y reticencia (aunque agradecerÃa la compañÃa) O podÃa decirle que no, y confiar en que se lo tomase a bien y comenzar con el tiempo una relación de amistad.
– Yo… creo que va a ser que no. Ya te digo que me caes muy bien pe…
– Déjalo, me visto ahora y me largo. Creo que prefiero darme de hostias con mi cuñado.
– No tienes porque irte, y no quiero que te vayas asÃ…
– No, va a ser lo mejor.
Sandra se fue. Bien por ti, Javi. Estas hecho un crack (y el lunes va a ser un dÃa muy incomodo en el curro)
Vale, no son ni las diez de la mañana de un domingo ¿Y ahora que?
Descolgó el teléfono y marcó.
– ¿SÃ? – Marcos descolgó al otro lado.
– Hola M, ¿está D?
– Hola Javi, acabas de subir a nivel nueve.
– Mola – Marcos colgó.
HabÃa alcanzado el nivel nuevo en el odiometro de su cuñado, acababa de superar a Data (el de los Goonies no, el de Star Trek)
Poco después sonó el teléfono.
– Hola D.
– ¡Que no me llames D!
– Pero si es una de mis pelÃculas favoritas.
– Ya, pero no soy un tÃo.
– Ya, ni un cazador de vampiros. Ni un medio vampiro.
– Vale, evitas el tema por el que has llamado desde el segundo uno. La has debido de liar gorda. Anda, déjate de rodeos y empieza a largar.
Esa era su hermana, al menos siempre le quedaba ella para contarle sus penas.
Fecha: La misma.
Hora: Mientras tanto
Lugar: Microverso
CaÃa, asà que debÃa de estar soñando.
Pero en aquella ocasión era distinto. La caÃda no era une experiencia relajante. No se sentÃa flotar, no notaba como el viento le acariciaba sustentándolo. ¿SerÃa una pesadilla?
Continuaba cayendo y su estomago fue el primero en sentir la sensación de vértigo. Su velocidad aumentaba, pero continuaba sin ver el suelo. Cerró los ojos y los abrió de nuevo. Estaba tumbado en su cama. No, no era él, era otro. Aquella tampoco era su cama, ni se encontraba en su habitación. PodÃa ver los pensamientos de “el otro†en su mente. Pensaba en una mujer, pero no era “Ellaâ€. “El otro†estaba quieto, pero él continuaba descendiendo a toda velocidad. Cerró los ojos de nuevo y volvió a abrirlos.
CaÃa… pero no. DescendÃa, pero habÃa algo raro en su trayectoria. Se estaba precipitando… hacia arriba.
Vale, aquello era más raro que de costumbre.
Trataba de analizar la situación, pero su cabeza se iba a otras partes. Lugares que no reconocÃa, gente que le provocaba una sensación de “deja vu†pese a que no conocerla de nada.
– Aún no.
Una voz sonó… a su alrededor.
Su ascenso/caÃda se frenó al chocar contra algo invisible. Pese a no verlo, sabÃa que era una gigantesca mano invisible.
– No tengas prisa. Pronto llegará.
Despertó. Ya era de noche, pero se encontraba en medio de la calle. Recordó que estaba volviendo a casa después de trabajar.
– Bienvenido de vuelta – Mike le hablaba desde el interior de la cabeza – Pensaba que me ibas a dejar al mando. Lástima que no pueda tomar control de tu cuerpo.
– ¿Cuanto tiempo he estado “fueraâ€?
– No pongas comillas mentales cuando hablas conmigo. Queda muy ridÃculo.
– Vale, lo tendré en cuenta, pero respóndeme.
– Poco, apenas unos minutos.
– ¿Y no estabas en el sueño?
– Nop. ¿Me he perdido algo interesante?
– Bueno, si no interesante, sà que ha sido raro.
– ¿Raro como un piso asequible, o como un viaje de pellote?
– Nunca he tomado pellote. Creo.
– Ya me entiendes.
– Supongo que me quedo con la segunda opción.
– ¿Más que lo habitual?
– ¿Cuantas veces me he quedado dormido mientras andaba, y cuantos de mis sueños te has perdido?
– Vale, ya te sigo.
– Hoy estas muy lento. Incluso parece que el vacilón soy yo.
– Parece que las reglas van cambiando, y no me gusta.
– ¿Estamos jugando a algo?
– Es una manera de hablar. No será un juego, pero las cosas, los axiomas de esta realidad, parece que están cambiando.
– Venga, tÃo, no sigas por ahÃ. Por un dÃa ¿No puedes dejarlo?
– Vale. Me estoy volviendo blando. Pero eso no cambia los hechos.
– No te lo niego. La pregunta es ¿Que hacemos?
– Tú mandas. Ordena tus prioridades y nos ponemos a ello.
– No hay prioridades. Que los “axiomas 
– Esas comillas.
– Vaaaale. Que los axiomas cambien, suponiendo que creyese tal cosa, aparte de no ser asunto mio, es algo sobre lo que no puedo hacer nada. Asà que sólo queda…
– Ella.
– Sasto.
– ¿Y cual va a ser el curso de acción, Sherlock?
– Pues habÃa pensado en visitar a Antagonista.
Antagonista era el novio de Ella. Sólo lo habÃa visto una vez y, pese a que, en un principio, deberÃa haber surgido una cierta hostilidad entre ambos… aquel tipo le caÃa bien. El problema era que no sabÃa su dirección, apenas sabÃa nada de él y tampoco sabÃa muy bien que preguntarle cuando lo encontrase.
Mientras caminaba hacÃa casa Mike se mantuvo extrañamente silencioso. Desde que aquella desagradable voz de su cabeza comenzó a meterse con él, habÃa deseado un momento de tranquilidad como aquel. En aquel momento, habrÃa preferido cualquier distracción antes de quedarse a solas con sus pensamientos y aquel molesto zumbido que lo embarullaba todo.
La noche era ideal para caminar, pero no le apetecÃa hacerlo. Sólo querÃa llegar a casa, echarse a la cama, apagar las luces, apagar su cerebro y descansar.
¿Por qué aquello le afectaba tanto?
Aquella chica era guapa, lo admitÃa, pero no más guapa que otras clientas que habÃan pasado por su trabajo. Ni siquiera era una de las clientas más habituales, o de las que le daba más palique le daban. Pese a que era consciente de que estaba como una regadera, Javi se consideraba a sà mismo una persona racional, y aquella a reacción suya no le encontraba ningún sentido.
Al llegar a casa, le sorprendió ver a tres personas sentadas charlando delante del portal. Ver allà a dos de aquellas personas le pareció, hasta cierto punto comprensible, ya que eran dios, su casero y satán, su vecino de abajo. Pero no sabÃa que razón podÃa haber llevado a la tercera persona hasta allà a aquellas horas. ParecÃa que no tendrÃa que buscar a Antagonista y que el destino tenÃa algo en contra suya aquella noche.
– Aquà llega – dijo dios al verle llegar.
– ¿Que hacéis aquà fuera a estas horas? – Javi no estaba de humor para andarse con rodeos.
– Nosotros disfrutamos de nuestro libre albedrÃo mientras dure – dijo satán señalándose a sà mismo y a dios – Tu comparsa en esta escena es este pobre hombre – Javi odiaba cuando la panda de locos con los que le habÃa tocado convivir se dedicaban a hablar de aquella manera. Pero el alquiler era barato.
– Vale, pues al grano.
– Ella no está – Antagonista parecÃa preocupado. Por un lado aquello era lo único que le parecÃa normal de lo que llevaba de dÃa. Por otro, y aunque él mismo tenÃa intención de ir a buscarle, no sabÃa muy bien que pintaba aquel hombre delante de la puerta de su casa.
– Ya lo veo – no pudo evitar soltar la gilipollez. La diversión, la preocupación y la culpa iban pidiendo turno alternativamente en su cabeza. Incluso se imaginaba la maquina que les iba asignando los números.
– ¿Y bien? ¿Que vas a hacer?
– ¿Yo? ¿A mi que me cuentas? Tú sabrás que le has hecho. Ya volverá.
– Mike ¿Me echas una mano? – aquel golpe bajo no se lo esperaba, aunque en un dÃa como aquel no tendrÃa que haberle pillado por sorpresa.
– Javi, deja de hacer el capullo y tómate esto un poco en serio – Mike siempre estaba ahà para estropearle la diversión.
– Vale, tú dirás.
– A ver. Todo esto va sobre ti. Tú eres el que debe tomar la iniciativa.
– ¿Que me dices? ¿Que me la he llevado? ¿Que se ha… ido a donde sea por algo que he hecho o dicho?
– No. No es que se haya ido, o se la hayan llevado. Ha desaparecido. Ya no está “aquÃâ€
– Perdona, creo que te has dejado un par de puntos para entrar en la definición canónica de “crÃpticoâ€
– Pues es lo que hay. Ahora búscate la vida.
Fecha: Otra
Hora: Un poco más tarde (o igual no)
Lugar: Limbo conceptual.
De nuevo nos zambullimos en esa no-dimensión en la que habitan los conceptos comúnmente aceptados. En ésta ocasión la “X†que marca el lugar se ha movido un poco. No, por ahà no, un poco a la derecha (o a la izquierda, todo depende de por donde vengas) SÃ, más o menos por aquÃ, entre Harvey: el conejo rosa invisible y los elfos de sexualidad distraÃda.
Es posible que os preguntéis ¿Como podemos ver a un conejo invisible? A lo que os responderÃa ¿De verdad lo estáis viendo? (soy navarro, tengo que responder con otra pregunta)
Pues bien, si hacéis el favor, dirigid vuestras miradas para que se centren en éste arquetipo consensuado por nuestro bienamado imaginario colectivo que os señalo (ya sabéis, con la “Xâ€)
¿Hecho?
De acuerdo, para entendernos (o liarnos un poco más) pondré un nombre a eso que estáis mirando: Llamaremos a nuestra abstracción… “Tipo Listo†(original, ¿Eh?)
Fijaos en él. Vale, ya se que cada uno estamos viendo algo distinto, pero sà que hay una serie patrones en los que coincidiremos (vale, quizás esto tampoco sea cierto, pero silbaremos distraÃdamente y haremos como que si lo fuese)
Ahà está él. Distante y seguro. Confiado, ya que cuando la misma razón de tu existencia es “saberâ€, se podrÃa decir que la sorpresa es lo único cuyo significado realmente no comprendes (y digo comprender porqué, obviamente sà que conoce su significado).
Aunque, claro, si asumimos que la compresión real sólo puede ser otorgada por la experiencia, podrÃamos decir que nuestro querido avatar comprenderÃa más bien poco (tendiendo sus posibilidades, que no capacidades, comprensoras hacia la nada)
De todas formas, no estáis obligados a coincidir con mi apreciación. Ventajas / Desventajas de ser un ente abstracto.
Una vez aclarado (o no) esto, continuamos observando la inacción de este ente inmaterial. Por supuesto, él “sabe†que estamos aquÃ, escudriñando desde los recovecos dimensionales y analizando su misma esencia; Esa es su naturaleza. De la misma manera, y por la misma razón, no hará nada al respecto.
Pero claro, esto es (o pretende ser) un relato. Y los relatos se mueven por los oscuros senderos y turbios recovecos de la mente de quien los escribe. Torciendo leyes universales a voluntad y mutando lo inmutable según su conveniencia.
Es por esto que “alguien†(quien se dedica a estas lides tecleadoras) forzando la credibilidad del lector, en un momento dado decide sorprender a nuestro tranquilo concepto y arrastrarlo a un entorno hostil. Trasladarlo al mismo lugar al que “invitó†a un viejo conocido suyo; Tipo duro.
Por supuesto, esto estaba premeditado, y nuestro amigo Tipo Listo deberÃa de haber sabido que sucederÃa, asà que rogaremos vuestra clemencia ante esta tergiversación de las leyes de la coherencia, y confiaremos en que el resultado final os resulte lo suficientemente satisfactorio (y coherente porque, lo parezca o no, ese es uno de los objetivos de toda historia que escribo) como para perdonar esta pequeña trampa argumental.
Dicho esto, nuestro amigo, Tipo Listo, se encuentra atrapado en un cuerpo fÃsico dentro de un mundo material. Obviamente él sabe en que lugar se encuentra y cuales son las razones que le han llevado hasta ahà (ya sabéis, su naturaleza y demás) también sabe lo que necesita hacer para volver a donde quiere estar (sÃ, amiguitos, es tan listo que se ha leÃdo el relato antes de que este terminado) asà que inmediatamente comienza a representar su papel dentro de esta obra.
Porque nuestro amigo también sabe que no tiene demasiado tiempo y que, según vayan transcurriendo las palabras, su esencia dejara de ser suya, hasta que no se reconozca a sà mismo. En éste lugar ya no es un concepto; es un personaje. Y los personajes, por muy ligados que estén a un concepto, son entes finitos constreñidos por las necesidades (o caprichos) de la historia.
Tipo Listo sabe que tiene que encontrar a su “hermano†Tipo Duro, ya que éste tendrá problemas para comprender los paradigmas reinantes en el mundo en el que han acabado.
No demasiado lejos, Tipo Duro, por su parte y muy a su pesar, ya ha descubierto que las cosas no funcionan de la manera correcta.
Mientras buscaba las respuestas que guiasen sus pasos quiso, el destino, el azar (o quizás otra persona o concepto) que presenciase un incendio. Al igual que nuestro invitado de hoy, Tipo Duro también tiene su naturaleza, y esta le impulsa a hacer lo correcto.
Frente al edificio, la policÃa y los bomberos habÃan acordonado la zona, pero el fuego continuaba descontrolado. Los agentes discutÃan los unos con los otros sobre las rutas y la posibilidad de evacuar a las personas encerradas por las llamas. La ubicación de la gente atrapada estaba claramente marcada en un mapa que se pasaban de mano en mano, como si el calor que emanaba de aquel edificio hubiese impregnado también el papel. Estaban desperdiciando el tiempo de oxigeno que les quedaba a las personas atrapadas.
Como dijimos en su presentación, Tipo Duro es un concepto de acción y, en aquella situación, no tardo mucho en decidir el curso a seguir.
Si mediar palabra con los agentes, saltó las vallas y se dirigió corriendo hacia el edificio. Mientras se acercaba dejó que el agua que era bombeada de manera constante por los bomberos le empapasen el cuerpo y la ropa. Tras tomar una bocanada de aire limpio, cubrió su rostro con su chaqueta húmeda y se introdujo sin vacilación en el edificio.
En el interior el calor era sofocante y aquello no facilitaba la concentración para tratar de ubicarse dentro del plano que habÃa visto sólo de pasada. Si no estaba equivocado, aún le quedaban tres plantas para llegar al primero de sus objetivos.
Las escaleras eran de baldosa y parecÃan resistir sin problemas su paso, pero la pintura de las paredes y el material aislante del techo se desprendÃan incandescentes, cortándole el paso, o tratando de hacerle arder también a él. Avanzaba agachado para tratar de no respirar el humo pero, después de subir dos plantas en aquella posición, su espalda comenzaba a molestarle.
Aquello no era normal. Él siempre habÃa sido un concepto. Asuntos como la fatiga, las dudas o los axiomas fÃsicos que sufrÃan aquellos avatares ficticios que le habÃan representado en diversas historias, jamás le habÃan repercutido.
Llego hasta la puerta que daba acceso a la tercera planta, pero estaba cerrada. Su mano, pese a estar cubierta por la chaqueta, le dolió como si la hubiese sumergido en lava en cuanto toco la manilla, pero no le impidió abrirla. Tan pronto como la puerta se vio libre del cerrojo, se abrió empujada por una explosión de llamas, tirando escaleras abajo a un aturdido e incandescente Tipo Duro.
La corporalidad representaba un inconveniente más importante de lo que jamás habÃa esperado. En su mente y su naturaleza, el objetivo seguÃa claro. De eso no habÃa duda, él hacÃa lo que tenÃa que hacer, lo que dudaba era si serÃa capaz de llevarlo a cabo.
El fracaso o la muerte no era algo ajeno a su memoria. Muchas de sus encarnaciones habÃan fracasado o perecido para que la trama continuase, o como un intento de giro inesperado dentro de la historia, pero siempre era en un momento dramático, en uno de los puntos culminantes de la historia. No allÃ, no en las escaleras que llevaban de la segunda a la tercera planta de un edificio cualquiera.
Mientras trababa de incorporarse se decÃa que él no morirÃa allÃ. No retrocederÃa. No fracasarÃa. Las vidas de aquellas personas dependÃan de él. Pero, por mucho que lo intentase, su cuerpo no le respondÃa y el dolor se abrÃa paso por encina de la adrenalina.
Su mente continuaba diciéndole que aquello no importaba, que era irrelevante. TenÃa una misión, un papel que cumplir en aquella historia. La rabia era más fuerte que el dolor. La voluntad más fuerte que la carne. HabÃa una razón para que él estuviese allÃ. No podÃa morir asÃ, no podÃa morir allÃ, no pod…
Cayó inconsciente.
Tipo Listo llegó hasta el callejón en el que se encontraba Tipo Duro. Su cuerpo estaba cubierto de quemaduras que fundÃan piel y ropa, pero respiraba. El hombre que acababa de dejar el cuerpo ahà se cruzó con él y le guiñó un ojo antes de continuar con su camino.
Aquello no era bueno. No era nada bueno. Y lo peor era que él sabÃa como acabarÃa todo.
Definitivamente, el mundo “real†no le gustaba nada.
DÃa: Entre uno y el siguiente.
Hora: Tarde (muy tarde)
Lugar: Mundo “realâ€
Javi trataba de dormir. No sabÃa cuanto tiempo tenÃa antes de que llegase Sandra pero, entre la curda que parecÃa llevar encima, y que nunca habÃa estado en su casa, estaba convencido de aún le quedarÃa un rato largo.
Aún asÃ, por si acaso, no se atrevÃa a dormir profundamente.
– Como si dormir profundamente fuese una elección – sonrió resignado mientras se decÃa esto mentalmente – Trataremos de dormir sin más.
Se imaginó a sà mismo flotando en la posición del loto, en el centro de una esfera infinita en la que sólo existÃan él y el color blanco. La esfera se expandÃa con cada uno de sus latidos. Más allá de ella se encontraban los pensamientos conscientes que no le dejaban dormir.
Bueno, también les acompañaba el insistente pitido que aparecÃa cuando todo lo demás se habÃa silenciado.
Las disquisiciones sobre la posibilidad de que algo fuese esférico (o de cualquier otra forma, ya fuese, o no, geométrica) a la par que infinito las dejarÃa para las charlas con sus colegas de ciencias.
Vale, de acuerdo, el que algo infinito se expandiese también era un contrasentido en su mismo, por mucho que matemáticamente fuese posible. Pero aquello era otro de los pensamientos conscientes que tenÃa que estar más allá de la esfera blanca (que, pese a ser infinita y estar en expansión, no impedÃa que el ruido de las ideas llegase hasta él)
Aunque, claro. Si veÃa que era blanca, también debÃa haber por ahà un punto de luz para iluminarla. Pero él se imaginaba con los ojos cerrados, asà que tampoco tenÃa que ser capaz de percibir aquello.
Trató de mandar a paseo aquellas disquisiciones chorras, pero las muy condenadas se empeñaban en rebotar por los limites de la esfera infinita, incordiándole una y otra vez. ParecÃa que aquel plan no funcionaba… otra vez.
Su universo infinito-pero-menos pasó, sin previo aviso, de tres a dos dimensiones. La esfera se transformó en un cÃrculo y él parecÃa un dibujo plano sacado de la viñeta de algún cómic.
Ya no se hacÃan los infinitos como antes.
El tamaño de la circunferencia se reducÃa por momentos, perdiendo su forma, comprimida por la presión de las ideas que la rodeaban. Mientras tanto, Javi extendÃa los brazos tratando de impedir el acabar aplastado por aquel, a todas luces, ineficaz campo protector.
– A la mierda – abrió los ojos y miró al despertador. No habÃa pasado ni un minuto desde que los habÃa cerrado.
Se levantó y, tras ponerse la bata, se dirigió al salón. Encendió la tele y el portátil. Hizo zapping hasta encontrar en alguno de los canales algo que no fuese la tele tienda; La reposición de una peli de acción de los ochenta. HabÃa cosas peores.
Abrió los documentos que tenÃa con textos a medio escribir, y revisó el programa de mensajerÃa. No habÃa nadie conectado.
Se sentó con los pies cruzados sobre el sofá y pilló una consola portátil, en la que se puso a jugar al Tetris.
– Tantas cosas por hacer, y tan pocas ganas de hacerlas – se recriminó mientras las figuras se le acumulaban en la pantalla.
Estaba nervioso y no sabÃa el porqué. Bueno, sà que lo sabÃa pero aquella era una reacción que no tenÃa el más mÃnimo sentido. Al menos no la tenÃa analizándola frÃamente.
Como no podÃa ser de otra manera, aquella sensación provocó una nueva andanada de preguntas y soliloquios mentales. Ya podÃa tener las cosas todo lo claras que quisiese, su cabeza no iba a dejar de darle la paliza por eso.
Se imaginó a sà mismo saltando desde algún punto indeterminado de la pared, y zambulléndose en su cerebro. Buceando entre sus neuronas llegaba hasta una habitación donde habÃa muchos “yoes†sentados formando una circunferencia abierta, hablando entre ellos. En cuando entró en la sala, se hizo el silencio. En el centro habÃa una silla vacÃa reservada para él. Se adentro en el cÃrculo sintiendo como la mirada de todos aquellos seres le seguÃan con impaciencia en su camino. En cuanto tomo asiento, todos volvieron a hablar al mismo tiempo, pero ya no entre ellos, sino directamente a él.
Javi trataba de establecer un cierto orden en aquella cacofonÃa, pero no le hacÃan ni caso. Después de este primer fracaso, trató de filtrar las voces, pero todas eran la suya.
Tomó aire mentalmente y se levantó dispuesto a irse. Por fin logró que se hiciese el silencio.
– Vamos a ver – le dijo una de sus voces – ¿A que viene tanto alboroto? – esa debÃa de ser su parte lógica.
– Va a venir una chica – el comentario era demasiado genérico como para dilucidad de que parte de si mismo le estaba hablando.
– Eso no deja de ser una suposición – vale, aquella era su parte puntillosa, aunque también podÃa ser la tocapelotas o la pesimista.
– Asumamos que lo que nos han dicho es cierto – la lógica volvÃa al ataque – Continua sin tener sentido este jaleo.
– Los datos de los que disponemos nos indican que ha cortado con su novio – aquello era demasiado aventurado para atribuÃrselo a la lógica, podÃa tratarse de la segunda voz que habÃa hablado.
– Eso es una suposición – la lógica contraatacaba. ParecÃa que estaba logrando imponerse. Aquello era bueno – Carecemos de la información suficiente como para afirmar tal cosa.
– ¿Alguien sabe si tiene novio? – ¿Cotilla o Desesperado?
– Eso es irrelevante – muy bien, se dijo. Dales duro, Lógico – No estamos interesados en ella.
– ¿Seguro? – aquella pregunta no le gustaba, su parte conformista entraba en juego.
– Mientras no cambien las cosas, sà – la respuesta era demasiado crÃptica como para ser Lógico. Alguien más entraba en juego.
– Las cosas son asÃ, especular es fútil – como le gustaba escuchar aquella voz.
– Vale ¿Puede estar ella interesada en nosotros? – aquello tenÃa que ser broma, pero no, eran Desesperado y Peliculero hablando al unÃsono.
– Continúa siendo irrelevante.
– Va a venir a nuestra casa – no, previsor, cuando ya casi estaba solucionado – Hay que tratar de preveer todas sus posibles motivaciones y pensar en las nuestra reacción a cada una de ellas.
– Y las razones que motivarÃan esas reacciones – llevaba por ahà desde el principio, pero a AnalÃtico le habÃa costado comenzar a hablar aunque, pero no estaba sólo, detrás de aquellas palabras también andaba Inseguro.
De reojo Javi vio a Desesperado preparándose para atacar.
– Es posible que ella quiera “vengarse†de lo que le hayan hecho con nosotros – Peliculero se le adelantó, pero tampoco le ayudaba demasiado.
– Lógico, como vuelvas a decir “irrelevante†te arreo – ahà estaba Desesperado.
– Pues arréame, pero no tenéis ninguna razón real para dedicaros a dar tantas vueltas – ahÃ, ahÃ, Lógico, con un par – Os estáis dedicando a marear la perdiz y fantasear.
– Vale, son unos bocas, pero tú estas negándote a aceptar que tienen parte de razón – y dale, estaba tan cerca, pero no, AnalÃtico tenÃa que abrir la boca otra vez – PodrÃa tratarse de una oportunidad para encontrar, por fin, una pareja – No, espera, era Conformista tratando de utilizar psicologÃa inversa.
– Datos concretos: – Lógico volvÃa a la carga – Nos ha llamado una compañera de trabajo, para pedirnos ayuda. Hemos aceptado ayudarla, asà que le ayudaremos. Más allá de eso, el resto es especulación.
– Pero…
– Ni pero ni leches – vaya, por fin Correcto se habÃa decidido a aparecer – Como cualquiera de vosotros trate de aprovecharse del estado en el que aparezca esa chica, os las veréis conmigo y, Javi, ya sabes lo pelma que me puedo poner.
– Dejar de montaros pelÃculas – y Romántico le iba a la zaga – Cuando surja la cosa, sea con quien sea, será de una manera natural y espontánea. Entonces dará igual todo lo que digáis. Yo hablaré, y asumiré el mando.
– Espero que no sea como la otra vez – pensó Javi para sus, aún más, adentros.
– Eso no te lo crees ni tú – Conformista volvÃa a la carga – Estoy hasta el gorro de tu tiranÃa. No asumirás el control de facto, pero siempre estas tocando las narices.
– ¿De verdad? – Romántico parecÃa realmente cabreado – Estoy hasta las narices de Desesperado y de ti. Siempre tratando de buscar cualquier resquicio para debilitar la voluntad de Javi y hacer lo que os venga en gana.
– Eso es lo que quieres, ¿no? – y Desesperado se sumaba al ataque, otra vez – Que acabemos solos. Al menos nosotros tratamos de hacer algo para solucionarlo.
– Si, quejaros y no dejarnos tranquilos a los demás – parecÃa que aquel comentario habÃa molestado a Correcto – ¿Qué más habéis hecho?
– ¡Ya basta! – a ver si esta vez Lógico zanjaba el asunto – Sabemos o, podemos asumir con un alto grado de certeza y, a partir de los datos de los que disponemos, que esa relación no funcionarÃa.
Por unos segundos el silencio se apoderó de la sala de nuevo. Unos escasos segundos de paz interrumpidos por el sonido del timbre.
La consciencia de Javi emergió de nuevo para asumir el control de su cuerpo. En aquel momento sus preocupaciones e inseguridades aprovecharon para bajar al estomago y alimentar al alien que trataba de abrirse camino hacia el exterior. Se limitó a abrir la puerta del portal sin preguntar, y se quedó esperando la llegada del ascensor.
– ¿Por qué cojones estoy tan nervioso?
SabÃa cual era la respuesta a aquella pregunta. En el remoto caso de que alguna de las voces de su cabeza que trataba de desoÃr tuviese razón ¿Seria capaz de hacer lo que consideraba correcto, si ella daba un paso hacia donde no debÃa?
Se decÃa sà mismo que sÃ, pero nunca le habÃan puesto en aquella hipotética situación. Al darse cuenta de lo peregrino de aquella preocupación y lo improbable de aquella reacción, no pudo evitar el sentirse un tanto estúpido, pero el Alien continuaba su desgaste del estómago
– ¿Por qué me tengo que angustiar con estas chorradas?
El ascensor abrió sus puertas, y de él emergió una criatura Sandra. El pedo parecÃa que, prácticamente, habÃa desaparecido, porque su rostro, sobre todo, mostraba odio.
– Hola – saludó Javi.
– Hola – el rostro de Sandra, repentinamente se iluminó mientras su expresión cambiaba hacÃa las facciones que él recordaba – Perdona este follón.
– Tranquila – Javi hizo un gesto caballeroso con la mano y se inclinó invitándola a entrar – Tú pasa y descansa.
– Gracias – Sandra se abrazó a su cuello y, tras unos segundos, le dio un beso en la mejilla. Javi fue incapaz de conseguir que su cuerpo respondiese.
– ¿Quieres pasar, sentarte y charlar un rato? – logró decir al rato.
– Casi mejor me voy a echar directamente. Ahora sólo estoy como para gritar.
Javi la acompañó hasta la habitación de invitados tratando de que no diese demasiados tumbos. De repente parecÃa frágil y desorientada. A punto de echarse a llorar de rabia.
– ¿Puedo abusar un poco más de ti?
– Prueba.
– Me puedes dejar algo para dormir. Mi ropa, ahora mismo, apesta un poco a cualquier cosa.
– Tienes una camiseta sobre la cama.
– Gracias. Hasta mañana – dijo mientras cerraba la puerta.
– Hasta mañana – dijo él con una exhalación, mientras se dirigÃa meditabundo hacia su habitación.
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