Ecai II (Comienza la diversión)
¿Que queréis que os diga?. Seguro que haberlos, húbolos, pero no soy capaz de rememorar ningún recuerdo desagradable de Ecai.
Ecai molaba. Me encanta aquella enorme casa de piedra casa con las escaleras que daban a la puerta principal, y el montón de habitaciones que iba descubriendo con el tiempo (no es que fueran tantas, si no recuerdo mal, eran seis, pero al no usarse todas, los misterios ocultos tras las puertas, fueron apareciendo ante mà como ocasiones especiales). Me encantaba la cuadra con las vacas que ocupaba toda la parte de abajo de la casa. Me encantaba mirar el fuego de la chimenea, y revolver entre las ascuas con la barra de hierro. Me encantaba jugar en el granero (que era otro edificio a parte).
Atención, se presenta ahora una oportunidad inmejorable para mi escarnio publico por parte del publico masculino
Me lo pasaba de miedo con las gemelas (con lo que odio ahora a los crÃos). Me gustaba jugar con ellas y sus muñecas. Y es que en aquella época, yo querÃa ser chica. Como lo oÃs. No es que me gustaran los tÃos (creo que entonces ni siquiera pensaba en chicas). Pero lo cierto es que, a pesar de que me cuesta mucho mas coger confianza con ellas que con los hombres, una vez que me siento cómodo con una mujer, su compañÃa me resulta mucho mas grata que la de un hombre. No tiene nada que ver el tema sexual, no se cual es la razón, pero asà son las cosas.
Cada vez que venÃan los primos de Durango era un acontecimiento (eran los primos “mayores†y siempre tenÃan historias nuevas que contarnos). Nos lo pasábamos bien chinchando a Oskia, o jugando con ella.
Lo mas curioso del asunto, es que no tengo grabado ningún momento concreto, sino sensaciones asociadas a las distintas cosas que hacÃamos allÃ.
Allà aprendà a hacer tirachinas con un globo y un rulo. A pesar de que (al igual que en Araia) tenÃamos que ir a la iglesia todas las semanas, no lo recuerdo como nada especialmente pesado (no es que fuera lo que mas nos apetecÃa, pero tampoco era una carga), y al salir de misa solÃamos ir a la sociedad (que creo que solo abrÃa esos dÃas y en fiestas) y nuestros tÃos nos invitaban a un tomarnos un batido o un mosto.
Recuerdo ir montado el el remolque del tractor mientras Ãbamos al campo a recoger los fardos de trigo (nosotros intentábamos subir al remolque los mas pequeños, pero no solÃamos ser capaces).
En fiestas se multiplicaba la población del pueblo con el regreso de todos los que vivÃan fuera y sus familias (y pongo que alguno mas), y se ponÃa al músico (o músicos) en un remolque (mis padres se conocieron cuando mi padre iba a tocar allÃ).
Se celebraba también en aquellas fechas el partido de solteros contra casados, y ayudábamos a quitar la mierda de vaca del campo para que se pudiera celebrar el partido (el campo estaba inclinado, se delimitaba con un cordón y las porterÃas eran tres palos mal sujetos), no faltaba partido en el que el balón no acabase en el rÃo (lugar hacÃa donde se inclinaba el campo), ni en el que no esperásemos a crecer un poco mas para poder jugar.
También en fiestas, se celebraba en la sociedad la cena “de los mayoresâ€, y también esperábamos con ansiedad el dÃa en el que nosotros pudiéramos participar en aquellos eventos que, para mi imaginación, debÃan ser como festines medievales, como las cenas que habÃa visto en la viñeta final de los comics de Asterix .
Recuerdo jugar a fútbol en al atrio de la iglesia y subir al campanario cuando se acababa la misa. Recoger renacuajos en los pilones y subirme a la cosechadora cuando no la usaban o, simplemente pasear hasta la entrada del pueblo para luego volver a la casa.
Poseso, que Ecai molaba. Pero algo pasó, no se el que, y de repente dejamos de ir tanto. Lo visitábamos alguna vez, de camino cuando regresábamos de Araia, pero ya no era lo mismo. Ya no nos dejaban allÃ, ya no Ãbamos en fiestas, y las relaciones se enfriaron. Y lo cierto es que es una pena. Y me he dicho mas de una vez que tengo que llamar a mis primas (las nenas) para quedar con ellas. ¿Y sabéis que os digo? Que lo voy a hacer.