Palabras desde otro mundo

04/11/2010

Macroverso XXIV

Filed under: — Javier Albizu @ 00:42

Día: El último.
Hora: H menos cero.
Lugar: Mundo “real”

“Tenemos que hablar”. Vaya. Primero llegó el subidón. Súbito, estúpido e irreflexivo. Después la cautela. El socorrido “irrelevante”, el echar agua fría a las neuronas y tratar de frenar el ímpetu.
Entonces todo comenzó a precipitarse hacia el abismo esquizofrénico.
– “Tenemos que hablar”
– ¿De qué?
– Piensa. No la conoces de nada. Alerta de posible pirada.
– Pero… es que…
– ¿Qué?
РNo s̩. Tiene algo.
– Vas a hacer que me repita. ¿Qué?
РAhora me repito yo. No lo s̩.
– ¡Y dale! Datos, necesito datos.
– ¡Joder! Que no lo sé.
– Pues ya estás tardando en enterarte. Céntrate. Cierra y los ojos y respira. Datos. Sí, ya sabemos que es guapa. ¿Y qué? Ya estamos otra vez. No sabes de que quiere hablar contigo, y ya estás empezando a pensar en vuestro matrimonio, los niños y el perro.
– ¿Perdón?
– Es una manera de hablar. Que no, cojones. Sabes el procedimiento: Conocer, valorar y…
– Y hostión. Sí, ya me lo conozco.
– Un intento, un fallo. Vale, cien por cien de cagadas, pero no me llores. Ya lo analizamos en su momento. ¿Qué pasó? Que no la conocías. ¿Donde la cagaste? Dejando que la imagen mental que te habías creado de ella ocupase el lugar de la persona real. El problema es que te enamoraste de alguien que no existía. Te dijo que no, punto . Ya lo hemos hablado y lo asumimos hace tiempo. Ahora no repitas el mismo error – Javi levantó la mano mentalmente para pedir turno de palabra – Quieeeto, que te veo venir – pero parecía que no iba a tener esa suerte – Vale, no sabemos si ella cometía el mismo error que tú, pero eso ahora es ya:..
– …
– Venga, que tú puedes:…
– ¿Irrelevante?
– Muy bien.
– Pero…
– ¿Se puede saber que te pasa? Ni peros ni… eso.
Los apenas cuatro metros que separaban la cocina del salón se le habían hecho eternos con el incesante.
– Nada de echarle miraditas de refilón, que te caneo. Ni se te ocurra girarte.
Definitivamente; iba a ser un tanto complicado hablar con ella si no quería mirarle a la cara. A todo esto ¿De qué quería hablar ella?¿Se lo había dicho?
– A todo esto ¿De qué querías que hablásemos? – tentó a la suerte.
– No sé… sólo necesito hablar con alguien – su ego se resintió un poco por eso pero, por otro lado… No. No le vio el lado positivo.
– ¿Llevas mucho tiempo viviendo en el edificio?
– … – dudó – No lo sé.
– Pues lo siento mucho, pero no se me ocurre una pregunta más sencilla para romper el hielo – eso, hazte el gracioso.
Se hizo el silencio. Sabía que le estaba mirando, pero no quería girarse. Aún así, lo hizo. En cuanto sus miradas se cruzaron, ella rompió a llorar. Su primer acto reflejo fue abrazarla y decirle alguna frase hecha, genérica y tramposa. Mentirle para que se sintiese mejor y se calmase. Ser el reflejo de lo que siempre había visto en las películas. Pero dudaba. ¿Haciendo eso sería él, o sólo alguien más imitando un comportamiento ajeno?
Le costó toda su frialdad el contenerse, pero no podía evitar que su corazón se acelerase. No podía apartar la mirada de ella. En su interior, el dolor ante aquella impotencia se le hacía inaguantable. Quería rozar su mejilla y secar sus lágrimas, acabar con quien fuera que le hubiese causado tanto dolor. Era algo ajena a su aspecto. No era sólo guapa, era …
– Eso no lo sabes.
РD̩jame en paz.
Se abalanzó sobre él y lo abrazó como desesperada.
– No sé quién soy. No sé qué hago o cuánto llevo aquí. Sólo camino, me muevo y respiro, pero no me siento ni una persona.
Sonó el timbre. Lo ignoró. Sonó de nuevo. Lo volvió a ignorar. Escuchó como alguien parecía estar echando la puerta abajo. Le daba igual. Cuatro tipos llegaron hasta el salón.
Vale, a aquello iba a tener que prestarle atención.

– Que bonito. Míralos a los dos, ahí abrazaditos – aquellos tipos le sonaban de algo, pero no era capaz de ubicarlos.
– ¿Habéis destrozado mi puerta? – no era una pregunta especialmente brillante, pero era un comienzo – Empieza a entrar corriente.
– Sí, ha sido el amigo este, que tenía prisa – señaló a alguien que parecía el hermano hormonado de Akenatón – Pero bueno, voy a ahorrarme las presentaciones, para lo que van a servirte. Hemos venido a matarte.
– Mi blog es malo, pero esto me parece excesivo. Aunque, mirándolo por otro lado, acabo de descubrir que tengo cuatro lectores. Supongo que podré morir feliz.
– No vas muy desencaminado.
– Me dejaréis escribir una última entrada antes de morir – siempre se había preguntado como reaccionaría ante una situación de vida o muerte. La verdad es que se lo estaba tomando bastante bien. Vale, seguramente sólo vendrían a robarle pero, aún así, aquello era demasiado serio como para estar tomándoselo con tanta tibieza – Ahora que sé que tengo “fans”, supongo que os debo una entrada de despedida.
– Eres la viva expresión de “el ignorante vive feliz” Menos mal que estoy yo aquí para sacarte de tu ignorancia.
– Ilumíname, oh sabio – a ver, la katana la tengo en mi habitación, así que no es una opción. Como le pongan una mano encima a la chica, estos no salen enteros de aquí.
– Por todos los… – parecía que se estaba cabreando ¿aquello era bueno o malo? – Eres igual de irritante como persona que como demiurgo.
– ¡Toma ya!¡Demiurgo! Como se nota que alguien ha sacado partido a sus estudios.
– ¡Ya está bien! Venga, pégale un tiro de una vez – sacó una pistola y se la entregó a uno de sus acompañantes. Un individuo que le resultaba tremendamente familiar. Estaba convencido que se parecía mucho a alguien que conocía seguro.
– ¿Vais en serio? – parecía que iban en serio – ¡Joder!, vamos a hablarlo. ¿Que os he hecho?
РQue que nos has hecho. T̼, nos has hecho.
– ¿Un poquito más de concreción? – ¿de verdad crees que es buena idea seguir con las gracietas? – ¿Por favor? – hombre, donde va a parar. Eso lo arregla todo.
– Somos creaciones tuyas.
– ¿Perdón?
– Si lo miras desde un cierto ángulo (y con un poquito de ironía), tú solito te has buscado esto.
– Creo que me he perdido algún capítulo de esta serie.
– Voy a intentar explicártelo con caramelos. Somos personajes de tus relatos. Esa gente a la que te dedicas a putear. A hacer “dramáticamente interesantes”. A quienes usas como elementos reciclables una y otra vez para plasmar tus neuras y tu sentido de la “épica” y la “tragedia”
– Venga. Estáis de coña.
– Es… verdad – la chica se levantó mirándole horrorizada.
– ¿Que? No, venga ya – sí, aquello se asemejaba más a la brillante verborrea que creía que desplegaría ante una situación como aquella.
– Eres tú. ¡Tú me has hecho esto!
– Venga – hala, otro venga en dos frases. Bueno, mejor se centraba en otras cosas en lugar de hacerlo en su limitado repertorio de expresiones genéricas – No puedes tragarte este cuento – obviamente, podía. Quería poner la alerta de posible pirada, pero no podía. Aquellos ojos desprendían un dolor atroz. Un dolor de… de esos que le gustaba para sus personajes.
– ¿Sabes por todo lo que me has hecho pasar?
– Venga – e iban tres – Esto no tiene sentido.
– ¿Sabes cuantas veces me ha asesinado quien más quiero?¿Sabes cuantas veces he tenido que mirarle a los ojos y perdonarle porque, muy en el fondo, sabía que no era culpa suya?¿Sabes cuanto he podido llegar a odiarte durante todos los incontables eones de dolor que he has pasar? – no sabía si era el miedo ante una muerte casi cierta, o la convicción y agonía con la que le arrojaba aquellas palabras, pero le creía. Aquello no tenía ningún sentido, pero le creía. Además, parecía que su voz interna se había largado, así que no tenía quién le anclase al mundo de los cuerdos.
– Te cedo el honor – Deux Ex le entregó la pistola a Ella.
– Pero yo no os he hecho nada. Yo sólo escribo historias. Vosotros sois personas reales. Yo no puedo crear a personas reales. Además – se le ocurrió una idea desesperada ideal para la situación – Mis personajes, mis protagonistas, jamas matarían a alguien así, a sangre fría. Si lo sois, eso tenéis que saberlo. No matan por venganza – hizo memoria. No, creía que nunca había escrito a ningún personaje así, demasiado “fácil” – Si me matáis, estaréis demostrando que todo lo que decís es mentira.

Ella miró a Javi, bueno, al Javi del microverso. Sin mediar una palabra se lo dijeron todo. Era verdad (aquel era un recurso que también había utilizado más de una vez). No podían matarle. En el fondo tampoco era culpa suya. Él sólo contaba la vida de unos personajes que no existían. No podía imaginar que pudiesen llegar a tener sentimientos reales.

– Está visto que aquí tengo que hacerlo yo todo – Deux Ex cogió la pistola – Pero bueno, a todo se acostumbra uno.
– ¿Y por qué no se te aplica el razonamiento de antes a ti?
– Porque yo no soy un personaje “normal”. Yo soy el recurso que utilizas y desprecias. La justificación que das para que las cosas sucedan. Soy el barniz que une tus historias y que luego ignoras mientras te dedicas a pisotearlo como si no estuviese por ahí. Soy lo único que podría salvar ahora tu triste vida de mierda. Pero no me da la gana.
Disparó a Javi a la cabeza, matándolo en el acto.