Palabras desde otro mundo

13/04/2006

Comunicación y medios

Filed under: — Javier Albizu @ 02:16

No. No voy a hablar sobre la tele y resto de medios de comunicación. Bueno, sí que los mencionaré, pero la columna de hoy no trata intrínsecamente sobre ellos.
Vamos a ello.

Ya en los comienzos de este weblog, me preguntaba sobre la razón que me anima a escribir tanto (no tanto en lo referente a mi tarea como “ficcionador” como a lo poblado de mi comunicación escrita con mis amigos y conocidos), en contraposición a mi más que notable laconismo verbal. Como de costumbre la columna de hoy no pretende anular nada de lo anteriormente escrito, sino que su propósito es el de clarificar y/o/u ampliar las pontificaciones previamente publicadas por estos bytes.
Ayer, cuando se suponía que debía haber subido esta columna no encontraba ningún tema sobre el que tratar. Esto, como de costumbre frustrante (el bloqueo, la sensación y sus consecuencias no eran nada nuevo, ni algo cuya desaparición crea posible, me llevó a plantearme (una vez mas, y van…) la continuidad utilidad y/o/u necesidad de este blog.
Como si de una persona se tratase (al fin y al cabo, una persona es quien esta tras de él) los asuntos sobre los que van versando estas palabras no tienen un elemento común otro que yo mismo, pero si que pretenden cumplir siempre dos objetivos: Decir algo sobre como me siento en un momento concreto, y por cuya relevancia yo considere que esa información os pueda resultar de interés (luego pasaré a hablar sobre el “os”). Desbarrar un rato sobre algún asunto que haya despertado en algún momento dado de mi existencia mis inquietudes filosofantes. Desbarrar de manera anárquica, libre, amena, surrealista y/o/u humorística sobre un tema cualquiera. ¿El objetivo? despertar una sonrisa, abriros una parte de mi que considero que podáis no comprender, induciros una reflexión o que paséis (vosotros, que es lo mismo que el “os” del que os hablaba antes, y de lo que os hablaré luego) un rato agradable durante su lectura.
Estos serian las reglas que debe cumplir cualquiera de las columnas que subo por aquí. Pero más allá de esas normas existe algo más. En un principio sólo se trataba de imponerme un mínimo de escritura semanal porque, caso de saltarme esta columna una semana, se que, poco a poco, iría abandonando el habito de escribir. De esta manera trato de escribir sobre “algo”. Trato de evitar las columnas de relleno (aunque, mucho me temo, que las ha habido). Trato de escribir algo que merezca la pena el tiempo que vais a gastar leyéndolo. Pero como todas las cosas, esto también ha ido evolucionando, y sobre todos los demás se ha ido imponiendo un objetivo: Trato de que esto sea una vía de comunicación contigo.
Porque este “os” del que te hablaba es un “os” singular. Es un “tú”.
Sé (o creo saber) quien lee estas columnas. Hay quien deja sus comentarios, y hay quien simplemente los lee sin decir nada. Existe gente que me gustaría que las leyese y también escribo para ellos “por si acaso”.
Pero siempre te tengo en mente mientras escribo estas cosas. Sí, a ti. A ti que me conoces y estas leyendo estas palabras. Se que es probable que me lea gente a la que no conozco, pero no me importa. Intento ser siempre claro. Matizar los detalles en la manera que me es posible. Pero, aun así, sé que se no tienes por qué estar de acuerdo conmigo, pero tampoco me importa.
Porque tú que me conoces. Tú, en quien pienso cuando estoy escribiendo. Sabes que puedes hablarme de cualquier cosa y que te escucharé. Sabes que puedes decirme tu opinión ya sea favorable o contraria.
No tienes que hacerlo por escrito. No tienes que hacerlo hoy. No tienes por qué hacerlo nunca. Sólo quería que supieras lo que te acabo de decir. Solo quería tener una vía más de comunicación abierta contigo. ¿Qué se puede enterar todo el mundo? Pues que se enteren. No tengo nada que ocultar. Por supuesto, hablaré siempre sobre mí y mis consecuencias. Entiendo que si quisieras hablar sobre ti, lo harías tú mismo/a.
Y esa es la razón principal por la que esta página sigue aquí funcionando. Muy por debajo sigue la tarea de seguir escribiendo. De ser esta la razón principal para escribir, esto habría sido sustituido hace mucho por el frikcionario.

Bueno, pero esto vendría a ser un por qué de la razón por la que hago esto. Pero no es un por qué del por qué lo hago de esta manera.
Podría hablar contigo. Podría quedar con cada uno de los “tú” y decírtelo en persona ¿verdad?
Cierto, podría hacerlo (¿o quizás no?)

Analogía friki (y explicación, por fin, del porqué del título)
Hoy estaba trabajando y me ha dado por pensar (no os creáis, lo hago a menudo… lo de pensar… y lo de trabajar). Me ha dado por pensar en Sin City, cómic contra película.
¿Por qué me gusta el cómic y no me gusta la película, cuando son exactamente iguales?
Pues precisamente por eso. Porque son iguales y lo que funciona en la viñeta, pasado a las imágenes en movimiento puede quedar ridículo.

Esto lo tenía claro desde que vi la película, pero no se me había ocurrido hasta hoy el traspasar ese razonamiento al tema que estoy tratando.
Volvemos al principio. ¿Por qué desbarro tanto por escrito y tan poco verbalmente?
Sí, de acuerdo, contigo he tenido conversaciones que eran más que meros monólogos por tu parte y afirmaciones de cabeza por la mía. Es posible que, alguna vez, hasta se haya asemejado mi verborrea a lo que trascribo por aquí. Vamos, que esta más demostrado que tengo opiniones y cosas que decir.
¿Será que soy uno de esos tipos que se aprovechan del anonimato que da interntet?
Pues va a ser que no. Tú me conoces, y con quien hablo es contigo.
¿Será por mi timidez?
Nos vamos acercando.
¿Será por mi sentido del ridículo?
Caliente, caliente.
¿Me estas diciendo que todo esto que escribes te parece ridículo?
No, no te estoy diciendo eso.
No te creas. Más de una (y más de… mejor ni lo cuento) vez me ha dado por pensar que esto no era sino una muestra de cobardía por mi parte. Que tendría que decirte estas cosas en persona. Pero no puedo. Simplemente no puedo. En ambos casos (escrito y hablado) te hablo a ti, pero la comunicación no es la misma.

Retomamos la analogía de Sin City.
El lenguaje hablado no tiene nada que ver con el escrito (bueno, sí, se usan las mismas palabras y todas esas cosas, pero dejad que me explique)
De todo hay en el mundo (y como parte de ese todo que soy, dejadme que os hable desde mi “parte”) pero yo, cuando leo, esas palabras no tienen “voz” no tienen “sonido” sólo son palabras y soy yo quien les da un sentido en mi cabeza. Una frase, un pasaje que me emocione leyéndolo en silencio, dicho en voz alta pierde toda la carga emocional que le encuentro en el papel. Esta simplemente desaparece y solo queda el sonido de las palabras. Quizás si les acompaña una entonación o declamación adecuada, quizás si les acompaña una música de fondo, quizás si me convencen de que esas palabras tienen un mundo alrededor en el que pueden existir de manera natural no me parezcan ridículas o forzadas. Cuando leo las veo con los ojos de mi mente y ésta crea un mundo en el que situarlas. Cuando alguien las pronuncia no logro crear ese mundo, ya que se clavan en la realidad en la que vivimos. La traslación de papel a sonido simplemente chirría demasiado.
Algo similar pasa con mis pensamientos. Cuando los paso a papel (bueno, a bytes) estas palabras tienen sentido dentro de “mí” mundo. Dentro de la manera de funcionar de mi cerebro. Mientras no salen por mi boca, sino que son trasvasadas de mis neuronas a mis dedos, se me muestran similares (aunque nunca idénticas).
Pero cuando hablo. Ay cuando hablo. Algo no funciona. Simplemente, esas palabras no parecen encajar en el mundo de los sonidos. Se vuelven extrañas. Arcaicas, ridículas, forzadas. Los signos de puntuación desaparecen. La entonación falla. Te trabas. Tartamudeas. La cadencia es anárquica. Hay sonidos que no son míos. Las manos se mueven pero, sus movimientos resultan demasiado caóticos y acaban por ser un lastre. El rostro trata de adoptar las expresiones necesarias, pero no lo consigue. Todo falla.
Así que no queda más remedio que hacer una traslación distinta. Resumen, laconismo. Por supuesto, esto también suele fallar. No puedes resumir cinco mil palabras explicativas en dos frases. A veces se consigue. A veces incluso las manos se mueven cuando deben y el rostro adquiere la mascara adecuada. La frase es insertada en el momento justo. El universo se alía contigo. A veces la traslación es simplemente perfecta.

Cada medio de comunicación tiene sus propias leyes, sus propios axiomas inmutables y personales (Vaya, pues entonces no serán muy inmutables. ¿Creíais que os ibais a librar del panfletillo subjetivista?). Hay quien consigue dominarlos todos (Pensamiento-verbo-escritura-imagen y a saber cuantos por descubrir) así como la manera de conjugar cada uno de sus elementos.
Los demás simplemente tenemos afinidad por algunos de ellos y tratamos de sacar el máximo provecho de nuestros dones (mientras tratamos de paliar nuestras limitaciones)