Palabras desde otro mundo

22/03/2011

Hegemonía en la nube

Filed under: — Javier Albizu @ 21:48

El online. Todos se van apuntando al online. A crear y vendernos ese bonito concepto al que llaman “La Nube”. Todo siempre accesible, siempre actualizado, siempre a mano. Señora, no hace falta que guarde se preocupe por sus datos, ya lo hacemos nosotros por usted.
Poco a poco las desarrolladoras de software van cambiado su modelo de negocio, tratando de pasar de creadores de productos (físicos) a proveedores de servicios.
La búsqueda de la suscripción y dependencia eterna, ese “ya-te-presto-yo-esto-que-es-muy-caro-a-un-precio-más-razonable” es algo tan viejo como el cine, las recreativas, las academias de idiomas o el vídeo. Campos (casi) todos estos asesinados por el avance de la tecnología doméstica.
Es por ello que deja de parecerme un tanto raro (aunque perfectamente comprensible) que sean estos “destructores del antiguo orden” quienes pretendan ahora apropiarse del carro y tratar de perpetuar el modelo que ellos mismos se han dedicado a desmontar.
Así, tratan de vendernos como servicios, algo que no lo es. Una cosa son las infraestructuras inabarcables para el bolsillo del ciudadano, y otra muy distinta un libro, una disco o un archivo.
En el fondo todos quieren ser Microsoft… pero tratando de caernos bien.

Porque el señor Gates se lo montó muy bien. Eso hay que reconocérselo. Cogió el modelo de su maestro-enemigo-cliente (IBM) y lo llevó de las oficinas a los hogares: No eres el propietario de lo que compras, sólo te doy permiso para utilizarlo (siempre bajo y según mis condiciones)
Por supuesto, sus condiciones eran laxas y su control benévolo. En el fondo el mercado doméstico le daba un poco igual.
Mientras con la boca grande decía “no copiéis mis productos, no os he dado mi permiso para ello” con la boca pequeña decía “está tirado, copiad todo lo que queráis”. De esta manera, como si de unos panes y peces de la era digital se tratase, sus pequeñines se irían multiplicando por todas partes, con la consiguiente consecuencia lógica:
¿Que sistema vas a poner en tu negocio?
El que conozco.

Y eso es algo que tenemos que agradecerle (en serio, sin dobles sentidos ni retintines sospechosos)
De no ser por Microsoft, nos habríamos quedado a expensas del elitismo intelectual del “sector duro” del software libre (si es bonito no es bueno, si no usas la línea de comandos no eres digno) o con las máquinas extracaras del iluminado adalid del diseño, el molonosmo y lo “cool”.

Pero me desvío del tema.
La red se encuentra ahora en ebullición. Ahora todo tiene que ser “virtual”, “etéreo”, como un anuncio de compresas. El marketing apunta en una dirección, y como si se tratase de una versión 2.0 del ataque de las punto com, la gente intenta apuntase al carro.
El negocio es el negocio, y (espero) el negocio se se les va a terminar por caer encima, porque se les están olvidando de va esto de vender.
Donde antes se buscaba la fidelidad a través del trato más o menos amable y alguna que otra pequeña ventaja, ahora se busca la dependencia y la exclusividad forzando la máquina.
A las empresas de la nube no les gusta la competencia (a los negocios físicos, tampoco, pero la relación tendía a ser más cordial y, sí, humana, llegando en ocasiones a ayudarse unos negocios a otros. Que cosas, oiga)
Ahora los chicos de la manzana mordida no quieren que aquellos que compren libros en el Amazonas los puedan leer en sus dispositivos (no al menos sin haber pasado antes por caja)
A los chicos del buscador de la muerte suprema les pasa algo parecido. Los libros que compres en Google Books tampoco se van a poder leer en el kindle (supondremos que será por el momento, hasta que llegue el pertinente acuerdo)
Mientras tanto, a todos ellos se la suda bastante el cliente final. Lo que importa no es «el que paga» sino «a quien se lo paga» (de nuevo, nada que no hayamos visto antes, sólo que mucho más a lo bestia y a pecho descubierto)
Una vez que obtienen su séquito, «los grandes» se dedican a atraer a los fieles de la competencia… a base de ignorarles. El mensaje está bien claro: O mios o de nadie.
¿El problema?
Mucha gente está aceptando y no sólo eso, encima les gusta y lo defienden.

Por suerte (o desgracia para quienes les ha tocado) de vez en cuando se les ven las cartas y salta la liebre.
La semana pasada podíamos ver perfectamente a algunas de esas liebres. Un usuario de Steam preguntó en un foro ajeno cuanto podría valer su cuenta de dicho servicio.
Como el contrato de ese servicio especifica que «no puedes vender tu cuenta», se la cerraron.
Así, unilateralmente (y, por lo que se sabe, sin que el tipo la vendiese). Los cerca de dos mil dólares en juegos que tenía ese usuario ya no son suyos.
También esa misma semana podíamos leer la noticia de un usuario que acusaba a los chicos de Bioware de «venderse» al demonio de EA. Esto lo haría en los foros de Dragonage II (propiedad de EA)
Como castigo le banearían de ese foro durante setenta y dos (y en un curioso efecto dominó, también se encontraría baneado de poder utilizar el juego por el que había pagado)
Por su parte, Apple, que hasta el momento se había mantenido bastante neutral de cara a los usuarios y desarrolladores pequeños (nada de DRM en su tienda online, relativa accesibilidad a quien quiera incluir sus productos) ya ha empezado a «filtrar» la licencia bajo la que se pueden publicar las aplicaciones del AppStore (una vez más, nada nuevo, y están en su perfecto derecho, pero…)
Eso por no hablar de lo que podríamos llamar la definición de ironía que sucedería hace un par de años con Amazon, el Kindle y la edición digital del 1984 de Orwell.

Así que, conspiranoias aparte, y pese a que no acostumbro a hacer predicciones de futuro, confío en que todo sea una moda pasajera, y el concepto de la “propiedad” de los productos vuelva a una senda más tradicional.

Llamadme capitalista, llamadme nostálgico, llamadme retro. Pero me gusta saber que aquello por lo que he pagado es realmente mio.

06/02/2011

Cuando los crossovers molaban

Filed under: — Javier Albizu @ 15:35

A raíz de la entrada dedicada a Crisis en tierras infinitas, Lynnot dejó un comentario que me dio bastante que pensar.
¿Ha sido ésta maxi serie el único crossover decente de cuantas ha habido?
Digo que me ha dado que pensar, porque me ha costado encontrar otros macro eventos que no den demasiada vergüenza ajena y/o/u no sean meras piezas de mercadotecnia editorial.
Porque entiendo que a eso se refería Lynnot con el término crossover; a los macro eventos anuales con los que nos llevan bombardeando las editoriales grandes desde hace décadas.
Así, tras darle muchas vueltas sí que logré recordar unos cuantos cruces masivos de personajes decentes, pero claro, al ser como soy, me dedique a seguir dando más y más vueltas sobre un asunto hasta que la cosa cobró sentido (o lo perdió del todo)
Vale, no vamos a salvar el mundo con una disquisición en profundidad de un tema (en un principio) tan trivial, pero sí que podemos sacar una extrapolación de lo que fueron un día los tebeos, lo que son a día de hoy y el papel que han ido representando a lo largo del tiempo (sí, ya sé que esta es una entrada a lo Un tebeo con otro nombre, pero confiaré en que Pedro no me demande)
Porque el concepto del que estamos hablando no siempre ha tenido el mismo significado y por eso os pregunto:
¿Que entendemos bajo el término de crossover?
Chaaan.
Fundido en negro y flashback a los años cuarenta.

Poniéndonos en plan arqueológico, podríamos datar en el número tres de la colección All Star Comics (invierno de mil novecientos cuarenta) el momento en el que se producía lo que podríamos considerar como el primer crossover de la historia: La primera reunión (publicada) de la Sociadad de la Justicia de América.
¿Fue una estratagema editorial?
Por supuesto que sí. La misma All Star Comics no era sino un intento de vender una revista más, metiendo en ella aventuras de los personajes de más éxito en otras cabeceras.
Vale, los personajes apenas coincidían en unas pocas páginas y se dedicaban a relatarse entre ellos sus últimas aventuras en solitario.
¿Fue éste un crossover tal y como lo entendemos (entiendo) hoy en día?
Pues no. No tenías que comprarte mil y una tebeos más para entender la historia. Las aventuras que se narraban allí no tenían repercusión en el resto de publicaciones, y los personajes apenas interactuaban entre ellos. Llamarlo crossover es una afirmación un poco pillada por los pelos, pero fue un comienzo (y todo un hito en su época)

¿Que a qué voy yéndome tan atrás?

Muy sencillo, a lo que me refería por ahí arriba: Si entendemos los crossovers como algo más (y anterior) a los macroeventos, o las máquinas de sangrar a los lectores con las que tratan de timarnos las editoriales, hay bastantes más cosas salvables.
Si delimitamos este apelativo a las apariciones de personajes con colección propia bajo una cabecera nueva e independiente de sus series, pero integradas en su continuidad, tendríamos cosas bastante interesantes (o, como mínimo entretenidas)

Estoy hablando de crossovers como pudieron ser el especial de Superman y Wonder Woman en la segunda guerra mundial de Gerry Conway y José Luís García López. También de cosas como las Guerras asgardianas de Claremont, Smith y Adams (aunque los tics del guionista, leídos hoy día, ya cansan un poco) o la primera “Guerra de Thanos”, que aparecería en los The Avengers Annual número siete y el Marvel Two-In-One Annual número dos.
Me refiero a cuando esperábamos con ansia los números especiales que sacaba Forum de manera estacional. Cuando se preocupaban en poner a buenos autores a hacer historias “especiales” que honrasen el nombre que tenían aquellos tebeos.

Aún diré más: Si, dentro de los macro eventos, entendemos sólo la parte “central” (la mini o maxi serie principal) como crossover, olvidándonos de consecuencias y series derivadas, aún habría alguna más salvable. Porque como hagamos baremo de todo lo derivado, no se salva ni una.

Por poner un ejemplo de lo que estoy diciendo:
Secret Wars. Sí, a mi me gusta. Me parece muy divertida. Y el órdago que se lanzó Shooter pidiendo a los guionistas que todos sus personajes tenían que volver con algún cambio (que él luego integraría dentro de la colección) me parece, cuando menos, algo a respetar.
Hablo también de El guantelete del infinito. ¿Que queréis que os diga? Es de Starlin y sale Thanos, así que me gusta (aunque podría decir que esa fue una de las últimas ocasiones en las que ese axioma funcionó) Como serie independiente es legible (vale, igual algo estirada) pero aguanta bien. Pero como hagamos promedio de ella y de los números relacionados en las colecciones mensuales, el resultado baja muchísimo.
Lo mismo se podría decir de las últimas sagas cósmicas de Marvel (las diversas Aniquilaciones). Como series están muy entretenidas, pero las mini series derivadas van de lo nefasto a lo funesto.

Y cambiando totalmente de ámbito, no puedo dejarme a Go Nagai, el señor que reinventa constantemente a sus personajes para poder mezclarlos en series nuevas. Personalmente me quedo con los OVAs que realizase en los setenta: Mazinger vs Devilman, Mazinger vs Gran Mazinger y Gran Mazinger vs Getter Robbo, sin olvidarme de las que ha hecho este siglo como Mazinkaiser me parece una serie increíblemente divertida (a la par que delirante), igual que Shin Getter vs Neo Getter Robbo.
Y es que, si tiene robots gigantes, mola, y si son retro, molan aún más.

Así que… ¿No hay crossovers decentes?
Pues… sí pero no. Todo depende de la definición que cada uno tenga del término.

19/01/2011

El plan (editorial)

Filed under: — Javier Albizu @ 23:21

Sí, tengo un plan (aparte del de dominar el universo, que como se ese está alargando un poco, me he tenido que buscar otras cosas que hacer mientras tanto)

Como ya comenté hace unas semanas, me dispongo a retomar la historia que dejé presentada (y colgada) hace cosa de cinco años. Una vez descartada la opción del papel, he optado por abandonar mis fetichismos retro (y ser capaz de “palpar” algún día mis textos) y ser coherente con los tiempos que estamos viviendo y los postulados de la filosofía de los navegantes (de la red) que, de un modo u otro, también yo practico.

Porque, admitámoslo, lo que estamos viviendo en estos días son los estertores del viejo orden y el establecimiento de un nuevo paradigma. Por mucho que se empeñen algunos, por mucho que quieran luchar una guerra suicida (y perdida) las nuevas generaciones van a pasar de los formatos físicos. No hablo (ni defiendo) la filosofía del “todo gratis”. Os estoy hablando de que, dentro de cuatro (metafóricos) días, se impondrá el “Si no está en internet, no existe”.

Y ahora voy a hacer unos cuantos amigos antes de seguir con lo mio.

No es una cuestión de derechos, ni de defensa de la “cultura”, ni de leyes. De lo que habla todo el mundo (enrevesándolo mucho y tratando de darle una pátina de dignidad y justificación moral) es de dinero y formatos.
Antaño, quien mandaba y decidía era la industria. El “esto es lo que hay y cuesta lo que yo digo”. Esto es lo que “vale” un libro, esto “cuesta” un cartucho, el proceso de creación de un vinilo tiene estos costes. Y tenías que tragar, porque no había otra.
Lamentablemente (para ellos), vivimos otros tiempos. La tecnología se ha abaratado y evolucionado de tal manera que ahora es accesible para mucha más gente que en los tiempo pretéritos. Sabemos lo que “cuesta” el producto físico que llega hasta nuestras manos (otra cosa es ya su producción, pero eso tampoco nos lo van a decir) y lo que es más, sabemos que hay otros métodos de acceder a esos productos.
Porque (nuevamente), admitámoslo, la gente no busca CULTURA (ahora sí, con mayúsculas) busca productos de entretenimiento baratos. En cambio, la industria hace oídos sordos, y cuando el mercado pide contenidos descargables, ver las series en la pantalla del ordenador, o escuchar música con unos auriculares de seis euros, ellos se empeñan en sacar soportes más caros, como el Blue Ray, libros en formatos de lujo y cine en Tres Dé, y están en su derecho (de seguir cagándola).
Porque Lost, no es CULTURA, Windows no es CULTURA, Tool (perdóname, señor) no es CULTURA. Al menos no tal y como yo entiendo el concepto (pero para eso de las abstracciones y definiciones siempre he sido un poco especialito) Algunos de ellos, quizás lo sean con el paso del tiempo pero, a día de hoy, son productos, y pertenecen a unos señores que tienen derecho (legal y contractual) a hacer lo que les plazca con ello.

Pero… pero… pero, tengo “derecho” a tener Windows… y (Microsoft) Office… y la última serie del Abrahms.
Perdona, pero no. Tienes derecho a todo eso pero, claro, después de pasar por caja. Lo demás es “ilegal” o (con suerte) aún sin regular.
Pero… jo, no es justo.
No vivimos en un mundo justo e igualitario. Vivimos en un mundo legislativo (donde ley y justicia no tienen por qué ser sinónimos). Asúmelo.
¿Y que puedo hacer?
Fácil, cámbialo.
No consumas. Vete a casa, y apaga la tele, el móvil (la calefacción y el frigorífico te dejo que estén enchufados) y no te pases por el Corte Ingles, el Media Market, o los centros comerciales. Saca tu dinero del banco y esos lugares del mal. Atácales donde les duele, en el bolsillo. Que vean que tienes el poder y que se planteen sus métodos.
Tampoco vendría mal que, antes de hacer nada de eso, también tuvieses un “plan”, una proposición real y factible más elaborado que el tan gastado “Que cambien sus caducos modelos productivos” (que un poco de anarquía de vez en cuando no viene mal, pero no veas como ayuda tener unos objetivos y un proyecto un poco más complejo de hacer daño porque puedes hacerlo).
Pero… pero… es que eso requiere que yo ponga algo de mi parte.
Pues claro, puede que tú no te lo quieras currar para sacarte las habichuelas, pero ellos están pagando a gente para que te las quite de su parte.
Bueno, ya lo hará otro.
Vale, tú sigue esperando sentado.

Yo, por mi parte, voy a ir poniendo mi pequeño granito de arena. Ya sé que no le importa a nadie, pero a mi me vale. Seguiré usando software libre, y pagando por aquel que quiera que perdure (y considere que lo merezca).
Compraré discos, películas, tebeos y series cuando los vea a un precio razonable (generalmente de segunda mano, que para mis fetichismos me vale) es un razonamiento un tanto tramposo, pero yo soy quien marca esos límites. Me gustaría que el dinero llegase a los autores pero, por lo general, sé que no será así.
Creo que los autores tienen derecho (bueno, que es justo) que se reconozca su autoría en aquello que hayan creado. Creo que tienen derecho a cobrar por su trabajo, pero igual que yo tengo derecho a cobrar por el mio. Si quieren vivir de ello, que hagan como yo, y que trabajen todos los meses.
Si yo compro un producto, tengo derecho a compartirlo con quien quiera (es mio) Si me pones un contrato en el que diga que tengo que pagarte por cada vez que lo uso, o que no puedo dejárselo o regalar a un amigo… pues no lo compraré. Por supuesto, nunca diré que yo soy el autor.
Es muy posible que, con este planteamiento no pueda haber superproducciones, o series en las que cada capitulo cueste millones, pero puedo vivir sin ello perfectamente.

Así que, volviendo a mi plan, retomo los relatos de Abner Biuler “El ermitaño”. Empezaré con un relato en tres partes no relacionado con la trama principal, pero que también tengo colgado desde aquellos tiempos.
Para quien no quiera leer en el blog todo lo ya escrito con anterioridad, dejo aquí en formato pdf y epub (al epub tengo que darle algún repaso más, porque el formato no se acaba de ajustar bien, pero bueno) ese material para que se lo descargue (y espero que lea) quien guste.

Y… eso es todo (creo)

Actualización 23-01-2011: Ya he conseguido que el epub sea un poco más cómodo de leer.

11/01/2011

Devolvedme mis magdalenas (cabrones)

Este sábado me reuní con el amigo Multimaniaco en una de sus visitas a la tierra que le hospedase durante tanto tiempo. Como no podía ser de otra manera (para dos nostalgiadores natos como nosotros) en una conversación de bar a las tantas de la mañana (bueno, tampoco eran las tantas de verdad, pero se acercaban. Diremos que las “casi” tantas de la noche) surgiría el tan peliagudo tema la memoria, los sentidos, la repostería/bollería industrial y el su vinculación con el señor Marcel Proust.
Una vez que me las he dado de intelectual, me doy paso a mí mismo para divagar un rato sobre lo de siempre.

Vivir, lo que se dice vivir, lo he hecho sólo en dos ciudades: Alsasua y Pamplona.
De la primera de ellas, tengo bastantes recuerdos y podría hacer un mapa de por donde me movía (nos mudamos a Pamplona cuando tenía cosa de ocho años, así que tampoco es que mi radio de acción fuese demasiado amplio)
Tengo (creo, confío y espero) buena memoria. Recuerdo a mis amigos, y a los padres de uno de ellos. Recuerdo la tienda de deportes y el bar en el que trabajaba una tía mía. Por supuesto, recuerdo mi casa y la discoteca de mi padre. Incluso guardo gratos recuerdos de los colegios por los que pasé, aunque no logro ponerles nombre más allá de los cursos que pase en ellos.
Para cada uno de aquellos lugares tengo una ubicación clara y definida en mi diminuto “Mapa conceptual de Alsasua”. Incluso podría localizarlos sin problemas en un plano de la ciudad (siempre que fuese uno de finales de los setenta)
Pero en mi cabeza hay otro mapa. Uno con unas cuantas “X” emocionales que indicarían las localizaciones de las que tengo un recuerdo más sentimental que visual. Lugares en los que no pasé tanto tiempo pero que dejarían una marca igualmente indeleble. Lugares que también sabría ubicar sin problema en ese mismo mapa, pero no sería capaz de describir. Gestadoras de mis futuras aficiones y museos fantasma de mi pasado.
Hace mucho que no voy a Alsasua, pero recuerdo perfectamente el girar la cabeza buscando aquellos emplazamientos místicos que ayudaron a forjar quien soy. Pero ya no están ahí. Han sido sustituidos por otros negocios y locales que, por más grandes o modernos que sean, no son capaces de ocultar a mis ojos los espectros de aquello que me marcó.
Ya no están los (“mis”) puestos de revistas donde mi padre me compraba los tebeos y los soldados paracaidistas de plástico, ni el salón recreativo (ahora hay otro, pero es un lugar lóbrego y botellonesco) ni el almacén donde el padre de mi amigo Rafa tenía las máquinas en toda su gloriosa desnudez electrónica.

Y nos vinimos a Pamplona; tierra ignota, tierra de maravillas sin fin. Una Pamplona distinta a la que vivimos hoy. Un lugar de expediciones y descubrimientos.
Al principio, cada esquina ocultaba una librería, un lugar en el que entrar y mirar “que había salido”. El tiempo era algo relativo, los tebeos no tenían cadencia. No eran semanales, quincenales o mensuales, sino “los que había”.
Cuando creías tener una ruta perfecta, veías por el rabillo del ojo una callejuela con un estanco o una papelería que no conocías, y entrabas, y el tendero te miraba mal mientras estabas de cuclillas revisando la mercancía.
Y llegaron los ordenadores, y a las librerías y papelerías se añadieron las tiendas de electrodomésticos o de electrónica. Y llegó la eclosión de los video-clubs, y cada día te sacabas el carné de uno nuevo. Y llegaba el momento en el que superabas tu timidez, y entrabas en los bares para ver que máquina tenían. Y empezabas a jugar a rol, y tu espectro de locales en los que descubrir “algo”, de locales con “posibilidades”, se ampliaba aún más.
El mundo era un lugar lleno de recovecos por investigar. Un lugar inundado por el “sentido de la maravilla”. Un lugar que ya no existe.

Ahora paso por esos sitios y también veo los espectros de lo que fueron. Nunca más diré en Perseo que le apunten a mi padre los tebeos que me llevo, ni descubriré en Macoe a los Alpha Flight de Byrne. No más caratulas de Mastertronic en Arévalo Micro Sistemas o Noain. No más carátulas Boris Vallejo para las películas de vídeo italianas en el Irache o el Urdax. No más alquileres en el Supermercado del cassette.
La especialización mató a la estrella de la descentralización. La certeza de lo que hay a la esperanza de lo que podría haber.

Camino por la ciudad y continúo girando la cabeza en los mismos lugares, pero ellos ya no están ahí. Se han ido y no puedo evitar echarlos de menos.

30/11/2010

El poder del comentador

Filed under: — Javier Albizu @ 00:08

Si me dedicase a escribir con la única esperanza de recibir comentarios, hace mucho tiempo que habría dejado de hacerlo, o me habría dedicado escribir para los inconscientes que me han ofrecido espacio en sus webs que, todo sea dicho, tienen bastante más tráfico que la mía (cosa, por otro lado, nada complicada)
Si escribiese buscando notoriedad o visitas llegadas desde Google, estaría en Blogger, pondría montones de imágenes y vídeos, gruñiría y lanzaría exabruptos sobre temas controvertidos, tendría Google Adds y la entrada que más tráfico ha generado desde los buscadores no sería una llamada “Stajanovismo” (lo que tampoco llego a entender)
Si mi máxima aspiración fuese recibir copias de prensa gratis, que alguien publicase mi material o ganarme la vida con esto, no estaría pagando un dominio (con nombre “raro”) con su correspondiente hosting, tampoco hablaría de juegos de rol que nunca han llegado a gozar del beneplácito del gran público, ni escribiría relatos con un interés ciertamente limitado sobre distintas facetas de mi vida, o me dedicaría a redactar un juego de rol sin razas no humanas y poca magia (y encima, sin publicarlo en los buscadores)
Vamos, que mis blogs se podrían clasificar bajo los epígrafes de onanismo intelectual (siendo la segunda parte del apelativo opcional) masoquismo emocional y/o/u exhibicionismos de diversa índole.
Vamos, que por aquí voy plasmando lo que me apetece, como, cuando y según me va dando la gana (Aunque a veces no. Que supongo que ya nos vais conociendo a mí, mis neuras y mis contradicciones)

¿Que a cuento de qué viene todo esto?

Que soy un tío que va a su bola. Estoico, incorruptible e inescrutable. Ajeno a las injerencias externas e inmune a modas, presiones mediáticas y cambios sociales. En otras palabras: Cuando mi honor está en juego, de aquí no me muevo (sí, esta frase no es mía).

Claro, todo esto es así, mientras nadie me hace caso. Cuando alguien deja un comentario, comienza el ataque de incongruencia suma y la reestructuración faraónica de todas mis prioridades.

Hasta el año pasado, me encontraba acomodado en una plácida cadencia mensual de entradas. Pero no, tenía que llegar Pablo y decirme que le había gustado una de las entradas del Macroverso y sugerirme que lo moviese entre las editoriales. Tenía que ofrecerse a darle un repaso, pero no antes de que lo hubiese terminado.
No se trataba tanto de la (nula) esperanza de moverlo entre editoriales, como de que le hubiese gustado tanto a alguien como para que lo creyese viable. Ahí daría comienzo en mi cabeza un nuevo baile de planes, ideas y posibilidades.

El Macroverso estaba acotado desde su mismo comienzo; Iban a ser veinticinco entradas, ni una más ni una menos (con todo lo bueno y todo lo malo que esto implica). Debo reconocer que me apetecía llegar al final pronto (bueno, más concretamente, quería llegar a escribir las últimas dos entradas) pero, después del comentario de Pablo, se avivó aún más el deseo de terminarlo cuanto antes. Aunque claro, al mismo tiempo (y por otro lado), tampoco quería dejar colgadas el resto de secciones que estaba escribiendo al mismo tiempo.

Por un lado estaba mi “Biografía computeril” que también me gusta escribir y de la que varios amigos me habían dicho ser seguidores. Por otro, estaba realizando una serie de entradas centradas en hablar de las ambientaciones de los juegos de rol que me dedique a destrozar en una campaña de GURPS (que comencé hace apenas cosa de doce años).
Para poner la guinda al pastel, había vuelto a (re)tomar la (re)escritura de Daegon, mi proyecto más personal (y con el que llevo pegándome desde hace casi dos décadas).
Así que el trabajo se me iba acumulando, con lo que tocaba un cambio de ritmo y ponerse serio.

En un principio me planteé el reto de escribir un poco cada día, aunque fuese un par de párrafos, pero eso cambiaría pronto. Haciendo cálculos rápidos, para poder acabar este año el Macroverso, tenía que cuadruplicar mi ritmo de publicación (ahí es nada) Pero como yo soy así (será la cercanía de Bilbao) me lancé un órdago a mi mismo y dupliqué ese ritmo: Una entrada en el blog normal a la semana, y otra entrada semanal en el blog de reescritura de Daegon.

Y bueno, he conseguido mantener el ritmo hasta hoy, aunque en algunos momentos lo he acelerado (es lo que tiene esto de funcionar a ojímetro, ¿Que queréis? el cálculo y yo nunca hemos estado demasiado bien avenidos) con lo que he conseguido unas ciento cincuenta páginas escritas en lo que llevamos de año (lo que tampoco es como para tirar cohetes, pero se trata de una cifra para nada despreciable en mi caso)

Aprovechando la coyuntura, también he aprovechado para cacharrear con Google Analytics y ver si podía averiguar si la gente se daba un garbeo por mis dominios aunque no dejase comentarios, lo que me ha llevado a descubrimientos ciertamente curiosos (como lo que mencionaba por ahí arriba sobre la entrada sobre el Stajanovismo)

– He descubierto que tengo un lector en Toledo (que creo que es quien ha dejado un par de comentarios en las dos últimas entradas del Macroverso, más que nada porque se ha dedicado a hacer búsquedas por esa palabra)
– He visto que, después de dejar comentarios en algún otro blog, suele haber un pequeño pico de visitas de cero segundos de duración en el mio, por supuesto, sin comentarios, de lo que deduzco que no llego a captar su atención)

– Y, una vez más, he confirmado que Daegon no interesa a prácticamente nadie (lo cual no me ha sorprendido lo más mínimo)

Si a esto sumamos que todos los comentarios que suelo recibir son que todo lo que escribo que-no-es-de-Daegon-gusta-más-que-las-que-si-que-lo-es. Ante este comentario, podría tomármelo por el lado bueno (me gusta esto que has escrito) o por el malo (…) vale, no hay nada “intrínsecamente malo” en esos comentarios. Pero claro, para mis atrofiadas neuronas, la traducción es: Daegon, eso que te cuesta tanto escribir cada palabra, me gusta menos (es malo) que eso que cuesta muchísimo menos escribir (eres un muñón cuando tratas de escribir algo “serio”)
Así soy yo, todo alegría y confianza.
Pero bueno, supongo que la edad me va atemperando un poco y ahora me tomo las cosas de otra manera. Ya no me desanimo (otra vez) y dejo mi pequeñín en el congelador (también otra vez) hasta que (de nuevo, otra vez) haga como que se me olvida esta hecho y me golpee (una vez más) contra el mismo muro.
Ahora la cosa se queda más o menos así:
– ¿Así que te parece una mierda?¿Eh?
– Oye, que yo no he dicho eso.
– ¡Que te calles!
– Es un placer conversar contigo.
– Pues cuando me esfuerce aún más, y mejore más como escrit…
– ¿No crees que tendrías que tomártelo con un poco más de calma. Al fin y al cabo lo que más suele gustar es en lo que menos te “esfuerzas”
– ¿Que te he dicho hace un par de líneas?
– Vale, vale.
– Pues eso, que cuando saque todo lo que tengo que sacar, os vais a cagar.

Pero bueno, antes de que se me se termine de largar de paseo la disgresión por los cerros de Úbeda, vuelvo al asunto con el que empezaba la entrada.

No. No voy a dejar de escribir lo que escribo porque sea más “popular” que lo que a mí me gustaría que tuviese más repercusión. En primer lugar, si comencé a escribirlo era porque me apetecía, así que abandonarlo porque tenga (ejem) “éxito” sería una estupidez.
Una cosa es que no escriba para “molar” y otra que no lo haga para ser leído.
Una cosa es que no espere comentarios, y otra que no me guste (o quiera) recibirlos y los agradezca enormemente.

¿Que para qué escribo?

Lo comenté hace unos cuantos años cuando comenzaba con el blog, pero tampoco está de más el volver a comentarlo.

Escribo sobre lo que me gustaría leer.
Escribo para encontrar a gente con gustos, “sensibilidades” e intereses afines a los mios.
Lanzo al aire (a la red) temas de conversación deseando (aunque, en el fondo, no esperando) que alguien responda a ellos.

Así que ahora, tras la finalización de una de las partes, toca replantearse el conjunto y comenzar a planificar el camino de aquí en adelante.
Por mucho que me haya encantado el último comentario de Yohans Dark (sea quien sea) el Macroverso ha muerto, larga vida al Macroverso. Habrá una entrada más, Macroverso Anotado, donde hablaré de los “qués” y “por qués” de lo que he contado en esta serie de relatos pero, como supongo que podréis entender, no tiene mucho sentido el pensar en secuelas o precuelas. Así que siguiendo la tradición de “A rey muerto rey puesto” toca pensar con que lo sustituyo.
Podría sustituirlo por otra serie de relatos que tengo abandonada desde hace años: Los de la serie del ermitaño (que también tiene un tono “similar”) pero también llevo un tiempo con ganas de retomar alguna de las secciones del antiguo Frikcionario como son las de Nostalgia en cuatro colores, ¿Y este quién es?, Clásicos aún no superados o ¿Por qué nadie habla de…, al mismo tiempo que desde hace un tiempo tengo la idea de hablar sobre la historia de la Informática personal.

¿Que qué problema tengo para no retomarlas?

Que si me pongo a hacer una ratación entre ellas, al final terminaría por eternizarlas todas y, si no me fuerzo, me organizo o me pongo un “calendario” acabaría por dejar alguna (las que más esfuerzo y documentación requieran) abandonadas.
En un principio, mi idea es cambiar un muerto por dos vivos. Donde ahora hay una rotación de tres categorías distintas, pasar a cuatro.
Calculando por encima (ya sabéis, a ojímetro) aún queda Biografía computeril para otro año, pero Mundos improbables acabará bastante antes.
Así que la planificación para el año que se acerca será:
– Daegon Beta seguirá con la misma cadencia.
– Biografía computeril.
– Mundos improbables (posiblemente hasta mayo o junio)
– El último viaje del atlantis (continuación de los relatos de ciencia ficción)
– Lo que elijáis de las opciones mencionadas por ahí arriba.

Si nadie dice nada, supongo que tiraré un dado, por lo demás, el miércoles tendréis una nueva entrada de mi vida entre ceros y unos.

08/11/2010

Asaltando Atenas (Versión ligera)

Filed under: — Javier Albizu @ 22:40

Aludiendo a la cultura helénica una vez más, tras triunfar sobre el modo de vida de ¡¡¡ESPARTA!!! (aunque sin muerte, sangre… CGI ni cuerpos sudorosos y aceitados) ahora dirijo mi mirada hacia otra de las conquista de otra de las polis de la Grecia clásica.
Quizás os preguntéis sobre que toca el desvarío de hoy.
El ya clásico ¿Qué se ha metido este hoy?
A lo que os responderé: Nada, sigo siendo un… eeee… tío de taitantos muy sanote.
Simplemente, os diré: Lo he vuelto a hacer.
¿El qué?
Me he vuelto a meter en otro embolado de los míos.
¿Que me deje de metáforas y os diga de que se trata esta vez?
Vale: Me he apuntado a hacer un bachillerato (tecnológico) a distancia (aunque aquí, en Pamplona)
¿Tanta paja para esto?
Sí, para esto y un poco más.

Para comenzar, lo haré siguiendo la manera habitual. Dando un rodeo.
Porque aquí hay un culpable claro y destacado.
Pues la culpa, como de costumbre (aunque sólo en un principio) la tiene Daegon. Porque claro, la cosa luego continuaría por unos derroteros, no por lógicos, menos inesperados (y, si no dejáis de leer aquí, os vais a tener que tragar toda la historia, avisados quedáis)

A principios de año, cuando retomé el largo tiempo postergado juego de rol de Daegon, me planteé hacerlo por varios frentes.
Uno (o primero) obviamente, la reescritura de todo el material de trasfondo que ya tenía escrito.
Dos (o… bueno, confío en que lo deduciréis vosotros solitos) el tema de la web.
Y tres (o…eso) el tema gráfico.

Las cuestiones primera y segunda, entran (más o menos) dentro de mis (enormemente limitadas) capacidades. La tercera (muy a mi pesar) se sale un poco (vale, bastante) de mi campo de acción habitual.
No es que no quiera dibujar, es que soy un muñón y nunca le he dedicado a esa faceta mía el tiempo necesario como para sacar unos resultados satisfactorios.
Así que empecé a (re)escribir. Primero despacito, para luego plantearme el seguir un ritmo concreto. A la vez, también me puse a practicar con el lápiz apoyándome en un libro muy interesante llamado «Aprende a dibujar con el lado derecho del cerebro» (lo cual, aunque a simple vista, pinte un tanto doloroso, no lo es en absoluto)
Coincidió que, junto a un periódico (ya ni me acuerdo cual) comenzó a salir un curso de dibujo y pintura. Así que, confiado yo, compré unos cuantos de sus fascículos «Cuando acabe con el libro, empiezo con el curso» – me decía. Pero no acabé con el libro, ni continué practicando el dibujo (una vez más)

Así irían pasando los meses y saliendo las páginas de texto de manera regular. Y, de la misma manera, iba «acercándose» la necesidad de darle un aspecto «visual» a mi mundo.
Decidido a lanzarme a lo loco, contacté con varios ilustradores (no demasiado) decidido a delegar (previo pago) en otra persona el aspecto gráfico de mi pequeñin. Así que también comencé a mandar correos a varios artistas que encontré por la red y que me gustaron. Tres de ellos ni siquiera me respondieron. El cuarto me dio un precio bastante razonable, pero andaba con mucho jaleo, así que, mucho me temo que tardará bastante tiempo antes de que pueda ponerse con algo que le va a reportar escasos beneficios en comparación a su trabajo habitual.
Ante esta perspectiva, volví a la opción de ponerme manos a la obra con el dibujo. Pero esta vez en serio. Nada de seguir mi tónica habitual de «aprendo lo que me hace falta para este momento en concreto». Se acabaron las medias tintas. Como me conozco, me iba a «forzar» a estudiar; Me iba a apuntar a un bachiller artístico, ya fuese nocturno o a distancia.

Pero claro, para tocarme un poco la moral, en Pamplona no existe ninguna de esas dos posibilidades.
Mirando por internet, vi que tanto en Badajoz, como en Madrid y País Vasco (por Barna me suena que también, pero como la página estaba sólo en catalán no le dediqué demasiado esfuerzo) sí que existía esa opción.
Investigando un poco, y en una nueva muestra de el odio que me profesa el mundo de la educación (a mí y sólo a mí) por muy «a distancia» que sean en teoría esos cursos, tienes que ir a hacer los exámenes de manera presencial a los lugares en los que se imparten.
¿Que implica eso?
Veintisiete exámenes anuales (con suerte, y si no hay suspensos) en días sueltos, con sus correspondientes viajes a los centros de estudio. Vamos, dejarme una pasta en viajes y/o/u alojamiento, a lo que añadiríamos el invertir todas mis vacaciones en hacer los exámenes.
Vale, en el caso del País Vasco, igual podía permitírmelo dependiendo de las horas de los exámenes, pero había un pequeño problema: Una de las asignaturas es euskera, donde mi conocimiento se reduce a cosas como Kontuz Goku o Madarikatua.
Conclusión: Igualmente inviable.

¿Vale, y como llegamos desde aquí hasta el Bachillerato tecnológico?¿No son conceptos un tanto… antagónicos?
Podría decirse que sí. Pero siempre he sido una persona llena de contradicciones.
Pero la respuesta a esta pregunta es muy sencilla.

Mientras miraba las posibles opciones formativas que tenía a mi disposición, vi que entre ellas se encontraban algunas de mis bestias pardas. O lo que es lo mismo: Matemáticas y física (entre muchas otras)
Así que me dije; “Ya que estás lanzado a forzarte con algo que necesitas, quítate esta espina de una puñetera vez”

Yyyyy… continuará en la versión “Sesuda”.

25/07/2010

Punto de inflexión

Filed under: — Javier Albizu @ 23:08

Ya hemos llegado.
¿Que a donde?
¿Donde va a ser? A donde quería llegar, que tampoco es muy lejos, pero es un lugar tan bueno como cualquier otro para un pequeño salto.
A ver, dejar que me explique.

Como sabéis (o deberíais saber) de manera simultánea a este blog estoy escribiendo otro en el que voy reescribiendo el trasfondo de mi proyecto eterno: Daegon.
Pues bien, he llegado a un punto al que quería llegar. No sé si alguno de los que os pasáis por aquí (o de los que me tenéis en caralibro) soléis daros una vuelta por allí, pero el resumen (muy resumido) de la historia de ese mundo ha llegado al final de la quinta edad.
Que tampoco es que sea el fin del mundo (que llegará dos mil y pocos años después de ese momento, unos pocos años más adelante del “presente”) pero es un buen unto para empezar a hablar de los países actuales (y su historia, obviamente) ya que muchos de ellos surgieron de ese momento.
Claro, aquí estamos mis disquisiciones chorras (o no) y yo asumiendo de nuevo el mando. Así que me asalta la duda: ¿Hago eso que tenía planificado desde el principio, o continuo con la historia hasta el presente, y luego me centro en (detallo y puntualizo) la de los países?

¿A que se debe mi duda?

Pues… a que no se si centrándome en las historias de los países se perderá parte de la imagen de conjunto que (confío que) he presentado para el mundo.
Vale, sí, “sólo” es otro mundo de fantasía, con sus gentes, sus dioses y sus tortas, pero espero haber logrado trasmitir las señas de identidad que lo hacen “único” (al menos a mis ojos, pero también puede ser que su paternidad me haga un tanto miope)

Así que aquí estamos de nuevo. Tengo hasta el jueves (que es cuando suelo empezar a escribir el blog beta de Daegon) para decidirme por el camino a tomar.
De todas formas, si hay alguien por ahí a quién le apetezca escribir algo al respecto, soy todo ojos.
Venga, no os cortéis.

24/04/2010

En el día del libro… III

Filed under: — Javier Albizu @ 01:30

Hace unos años nació en la blogosfera una iniciativa para recomendar la compra (y regalo) de tebeos en el día del libro.
Yo, como buen ente gregario, me apunté a la movida y durante un par de años (aquí y aquí) realicé mis recomendaciones.
Al año siguiente tenía intención de continuar con la “tradición” pero, entre mi vagancia natural, y la falta de movimiento entre los blogs comiqueros, lo dejé pasar.
Hoy el señor Álvaro Pons (quién sino) ha hecho una mención al asunto en una de sus entradas de hoy y me he dicho: “Venga, vamos a ello”
Así que he empezado a darle vuelta al tema.
¿Qué recomiendo?
Pero luego he empezado a desviar mis desvaríos hacia otro lugar que queda ahí al lado:
¿A quién se lo recomiendo?
Para terminar por un:
¿Quién cojones se lee los tebeos?

Pero me estoy adelantando, así que vamos por el principio.

Con respecto al “Qué” lo tenía bastante claro. Mi intención era hablar de algún tebeo que se pueda encontrar a día de hoy a las librerías. Vale, hasta aquí vamos bien.
El tema de las otras dos preguntas… bueno. Eso ya es un poco más complicado, y me recuerda un poco a la vieja cantinela de “Se acerca el fin del mundo… del rol” Solo que el mundo de el rol (bueno, más bien su industria) lleva bastante tiempo zombificado y el del cómic se va constriñendo cada día más. Pero me voy adelantando… otra vez.

La segunda y la tercera respuesta se responden entre ellas.
Mi intención cuando escribía la anteriores entradas era la de recomendar tebeos para que la gente comenzase a leer. Historias entretenidas, autocontenidas y sencillas. Nada de historias con mucho renombre y premios, que necesitasen varios doctorados (o saberse la biografía y gustos del autor al dedillo para poder entenderlas o disfrutarlas) No se trataba de decir “Mira que maduro y profundo es el mundo del cómic. Pon esta “Novela Gráfica” en tu estantería, que no desentonará con esa colección del Premio Planeta a la que te suscribiste, y tampoco te has leído”
Pero tampoco de asustar al lector con siglos de continuidad, o insultar su inteligencia con tebeos populistas y/o/u oportunistas.

Vale, hasta aquí la cosa es viable: Hay tebeos que se adaptan a esos parámetros. Tenía intención de recomendar Cinder y Ashe (de la que ya hablé hace tiempo), Camelot 3000, Epicurus, Green Arrow: The longbow hunters, El gran poder del Chnikel y Twilight (no, los vampiros gusiluz no. El de Chaykin y García López) Que sí, que todos son viejunos (y tampoco negare que bastante pijameros), y seguro que habrá tebeos modernos tan buenos para comenzar a leer como estos, pero está visto que no soy capaz de salirme del retro en ninguna de mis aficiones. Una vez decidido esto, es cuando la cosa ha empezado a complicarse.

Porque esto es ¡Ssspaña!
Y las cosas se publican como se publican.
Y no es ya que los tebeos se publiquen mal, y a unos precios asequibles. No. Los tebeos (y más aún las reediciones de cosas con una cierta edad) se publican con el culo, en tapa dura y a precios de lujo. Lo ideal para promocionar una afición a la gente que llega nueva.

Los tebeos se publican para los que ya leen tebeos. Para frikis y nostálgicos. Estamos metidos en un gueto. Por mucho que ahora se hable de tebeos en los periódicos, tertulias o medios “serios”. Por mucho que hablar de tebeos (perdón, Novelas gráficas) sea algo “cool”. Por muchas películas que se hagan basadas en ellos, los seguimos leyendo los mismos.
Y esta es una queja ya vieja. Porque no se busca al púbico joven (y por añadidura a público nuevo en general). Salvo el manga (y tampoco todos), los tebeos no tienen tirón entre la chavalada, porque no va dirigido a ellos. Y si no empiezas a leerlos de crío, está complicado que te aficiones a ellos de adulto.
Sí, te compraras el tebeo-best-seller-o-con-renombre-edición-de-lujo para ponerlo en esa balda al lado del Quijote, pero le harás el mismo caso.

Así que bueno, ahí queda esa recomendación, pero no se que me da que tampoco va a calar mucho (aunque me leyeran más de cuatro gatos)

21/03/2010

Efeméride escritora

No soy de celebrar aniversarios ni cosas de esas (lo cual no implica que considere irrelevante el paso del tiempo) Como ya dije hace tiempo, lo mismo me da el cambio de año, que el cambio de hora y de semana.
Este blog (con su cadencia irregular y anárquica) lleva por aquí desde hace casi seis años (las primeras entradas datan del dos mil tres, pero eso es porque son relato que escribí antes de empezar con él) y nunca he sentido la necesidad de hacer entradas conmemorativas. No se trata de que no me guste un poco de autobombo de vez en cuando, sino que buscaba algo que significase algo para mí (que al resto del mundo le pueda parecer una pijada ya es otro tema) Y el momento ha llegado.
Según la chuleta que tengo en mi disco duro, con la entrada que acabo de subir al blog beta de Daegon, llevo la nada despreciable cantidad de quinientas páginas escritas y publicadas entre ambos blogs.
También podría ponerme en plan pseudo-depre y decir que quinientas páginas en casi seis años es bastante poco cosa, pero haré caso omiso a mis instintos autodestructores, y me dedicare a celebrarlo.
Quinientas hojas (con ésta que escribo ahora quinientas dos) mola. Vamos a hacer un pequeño resumen de mi vida como juntaletras.

La culpa de todo la tiene el rol (y, por supuesto, Daegon) Empecé mis pinitos en esto de aporrear el teclado más o menos sobre el noventa y cuatro. Llevaba ya arbitradas un par de campañas en mi querido mundo y llegó el momento de ponerme serio y empezar a definir el mundo y su historia.
La cosa no duró mucho y, tras escribir la cosmología (el origen del mundo) y, más o menos, la mitad de la cronología, creé la primera versión de la pagina (alojada en la ya fenecida Geocities) aparqué la escritura por un tiempo.
No sería hasta el noventa y nueve, cuando cree la primera lista de correo de Daegon (en la también fenecida Onelist) que retomé el proyecto. La idea con la que creé la lista fue la de tener un foro en el que poder hablar de mi mundo con otra gente que pudiera estar interesada. Por aquellos tiempos también era un asiduo de Esencia, y gracias a ella más de uno se apuntaría a mi lista.
Pero la cosa no se movía. No había preguntas, no había muestras de interés. No había nada que me motivase a escribir y sin un estimulo externo yo tampoco escribía. Así que lancé un órdago y me comprometí a escribir algo cada día y subirlo a la lista. Desde marzo hasta julio del dos mil mantuve aquel compromiso. Pero entre que tampoco obtuve respuesta de los lectores y que surgió “EL” problema, mis ánimos y la lista de correo (y mi relación con el rol, y mis relaciones sociales, y casi todo lo que era mi vida) se fueron a paseo durante mucho tiempo.

El año siguiente trataría de escribir mi (“LA”) novela (de Daegon, faltaría más).
Empecé con calma en mayo del dos mil uno, para luego coger carrerilla en agosto y empezar a compartirla. En aquella ocasión no creé una lista de correo al uso, pero sí que tenía una serie de gente que se había ofrecido a leer y criticar a la que se lo mandaba.
De nuevo un compromiso de escribir algo (en esta ocasión, más o menos semanalmente) desde finales de agosto hasta marzo del año siguiente.
De ahí saldrían cosa de ciento veinte paginas horrendamente redactadas y que algún día reescribiré completamente. Ante la falta de respuesta de la gente a la que se la enviaba, también abandoné el asunto.

Al año siguiente, el amigo Tibero me preguntó si querría escribir algo para Exo. La cosa tampoco cuajaría, pero de ahí surgirían los relatos de Ci-Fi.
Poco después me uniría a otra lista de correos, la también desaparecida Cuentódromo. La idea de aquella lista era la de escribir, leer y criticar los relatos que íbamos escribiendo.
La cosa tampoco cuajó, todos queríamos recibir comentarios por parte de los demás, pero eran pocos los que opinaban sobre los de los demás (no, yo no mande ningún correo de critica. Lo sé, soy lo peor, hago lo mismo por lo que luego me quejo y blablabla)

En septiembre de dos mil cuatro nacería la primera versión de este blog en la (sí, desaparecida) pagina de la “República de los triunfadores”. Pronto comenzaría a hacer mis primeros pinitos con WordPress y lo movería al espacio web gratuito de Miarroba, para terminar un par de meses después en mi propio dominio.

En dos mil cinco, y en paralelo con esto, más de lo mismo. Nueva lista de correo de Daegon (en Yahoogroups. Mira, a estos aún no me los he cargado) e idéntico resultado: Cosas sueltas a ser reescritas, nula respuesta e igual desanimo.

Y aquí estamos a día de hoy. Doscientas cincuenta y seis entradas (más ésta) en este blog y doce más en en el beta. El blog sobrevive donde fracasaron las listas de correo. Llevo cosa de un par de meses escribiendo a diario y parece que la cosa se mantiene.

Si fuese supersticioso cruzaría los dedos para que esto durase. Pero mejor dejo los dedos como están, sobre el portátil, y sigo pulsando teclas.

03/11/2009

Plan educativo (Para la dominación mundial)

Filed under: — Javier Albizu @ 20:48

Y ahora quieren obligar a la chavalada a estudiar hasta los dieciocho años…

Venga, vamos a ponernos reivindicativos y escribanos una:

Carta abierta al ministro de educación (y a los padres)

Empecemos por el principio: Porqué me parece un error obligar a la gente a estudiar hasta los dieciocho.

Desde mi experiencia personal (que no deja de ser eso, personal, y que no tiene que ser extrapolable a todo el mundo) podría afirmar que queda demostrado que esta medida no es acertada.

Yo no quería estudiar. Así de sencillo.
Ya a los catorce quería dejar los estudios. Mi padre tiene un negocio y “sabía” (aunque, con el tiempo, resultó que me equivocaba) que iba a acabar trabajando ahí. Así que el continuar estudiando me parecía una perdida de tiempo (aparte de que no me gustaba nada, y que los últimos años de la EGB habían sido un constante “in crescendo” de suspensos en mis notas)
Pero mis padres tenían otra idea, y se empeñaron en que siguiese estudiando. Entre tiras y aflojas la cosa se eternizó, pero mis padres lograron sacar algo en claro sobre lo que me podía interesar. De verme obligado a estudiar, me planteaba dos opciones: Informática (caso de que existiese tal cosa en aquellos años en Pamplona) o electrónica. Los ordenadores me gustaban, pero había hecho alguna intentona de aprender a programar en academias de informática, con el resultado de un aburrimiento supino. La opción de de la electrónica iba orientada a la sección del negocio familiar que más me podía atraer, que era el taller, pero tampoco me apetecía lo más mínimo.
Al final, entre mi pasotismo al respecto y que mis padres tampoco se terminaron de decidir, para cuando lo hicieron, no quedaba ninguna plaza para estudiar electrónica en los institutos.
¿Resultado? Me apuntaron a electricidad (supongo que porque sonaba parecido)

Y es que, creo yo, ese es parte del problema que tenemos por aquí con el tema de los estudios: Los cursos no se encaminan a los conocimientos de los alumnos, lo hacen con respecto a su edad.
“Perder” un curso es algo terrible. Los vecinos van a decir que el niño es tonto, o un inútil, o algo peor.
¿Habría pasado algo malo porque ese año hubiese trabajado, y apuntarme el año siguiente a algo que me interesase lo más mínimo?
Nunca lo sabremos.
La cosa es que asistí a clases de FP de electricidad. Pasé como buenamente pude el primer año, pero el segundo curso me tocó repetirlo (terrible tragedia para todos, yo incluido)
Una vez finalizado el ciclo formativo de FP1, me dieron la opción de empezar FP2… de electrónica. Claro, puestos a perder el tiempo en clase, prefería hacerlo en algo a lo que le fuese a sacar partido. El problema es que, por mucho que se parezcan sus nombres, las similitudes entre la electricidad y la electrónica terminan ahí.
No me enteraba de nada, así que ya me veía repitiendo otra vez y acabé con una úlcera. Ante esta perspectiva, y ya con los dieciocho cumplidos, mis padres aceptaron (es más, me lo sugirieron ellos) que dejase de estudiar.
¿Que lección podemos aprender de esto? (vale, sí, aparte de que soy un neuras)
Obligar a alguien a estudiar (bueno, a acudir a clase) no va a conseguir que absorba la cultura por osmosis.
En mi caso, de unos años a esta parte (pasados ya los treinta) es cuando he comenzado a estudiar (aunque por mi cuenta, ya que no he encontrado ninguna enseñanza reglada que me convenciese, ya sea por horarios, materias o simple y llanamente por el tema económico) pero hay gente a la que la “curiosidad” le llega más tarde (o no se le llega a despertar nunca)

Sé que mi caso es mío, igual que cada caso es único y personal, pero por obligar a alguien a hacer algo no vas a conseguir que haga lo tú quieres.

No estoy diciendo que la escuela sea algo opcional desde un principio, pero a partir de cierta edad, por mucho que se empeñen los padres (es más, muy probablemente, cuanto más se empeñen, peor será) sus hijos van a hacer lo que les salga de las narices. Y el problema no es sólo que pierdan el tiempo yendo a clase, sino que es probable que lo único que consigan sea retrasar el avance del resto de sus compañeros.

El problema que tenemos aquí (y supongo que también en otros países) es que consideramos que se tiene que estudiar a una edad concreta. Vale, sí, los patrones mentales se forman cuando se forman, y es entonces cuando hay que “alimentarlos” pero, por mucho que su metabolismo esté preparado para formarse, quien no quiere aprender no va aprender.

Ojo, no estoy proponiendo que quien decida no estudiar se dedique a tocarse las narices en casa, todo lo contrario. Lo que habría que hacer (y siempre desde mi opinión) es buscarles una ocupación. Claro, ahí entran ya los padres, entran las leyes de empleo y entran las empresas que buscan aprovecharse de las oportunidades mano de obra barata.
Porque no puedes sacar a un chaval de (pongamos) catorce años al mercado laboral normal. No es cuestión de que se dediquen a desempeñar trabajos que pueden ocupar gente con familias que alimentar, por un sueldo inferior. Del mismo modo, tampoco puedes pedirle las responsabilidades laborales de un adulto.
Pero eso no implica que necesariamente tengan que permanecer desocupados, al igual que por el simple hecho de no estudiar de una manera “reglada” no vayan a aprender.
Se podría establecer una nueva categoría laboral para esa gente (o se podría recuperar la figura del aprendiz, aunque de una manera regulada)
Que vean a lo que se van a “enfrentar” cuando salgan al mercado laboral de verdad y se preparen para él. Pero no como castigo o como un dedo acusador; Eres un fracasado, no sirves para estudiar, ahora púdrete y trabaja.
En su momento, cuando opté por la formación profesional, esa era la idea que tenía: Aprender a trabajar. Todo lo demás; física, matemáticas, lengua o historia me daban igual (aunque reconoceré que el profesor que me tocó para historia en FP era muy bueno y logró despertar mi interés al respecto)
Básicamente se trata de cambiar una obligación por otra: Estudiar por trabajar. En el fondo no deja de ser lo mismo pero desde una perspectiva distinta (ya que no sólo de los libros se aprende)

De todas formas, si, con el tiempo, ese chaval (o ese adulto) quisiese retomar los estudios, también tendría que poder hacerlo. El camino hacia la educación tendría que estar siempre abierto, pero de una manera flexible. Volver a estudiar no tendría que ser una carga. Obviamente requeriría de un esfuerzo por su parte, pero tendría que ser algo que compaginable con un trabajo (y una vida) normal.

Vale, de acuerdo, ahora mismo existen el bachiller y FP en horario de tarde, pero no considero que sea algo viable para un trabajador. Un amigo mío ha regresó a los estudios el año pasado, pero sin dejar de trabajar. Así que trabajaba sus ocho horas, y luego tenia que estar otras seis o siete estudiando (bueno, yendo a clase) Por mucho que sea en horario de tarde, eso no me parece “facilitar” la educación a los trabajadores, porque es un ritmo que pocos puedan (o estén dispuestos a) mantener durante los años que dura la formación.

Para que esto fuese viable, también haría falta un cambio social de mentalidad. Desde un principio se nos plantea, y asumimos, la educación como algo obligatorio. Como un escollo a sortear hasta llegar al mundo “real”. Pero no debería de ser así. Cuanto más forcemos a la gente, más se va a rebelar. La cultura no se puede imponer, es algo que se debe aceptar por voluntad propia.

No digo que no deba de haber una formación obligatoria, lo que digo que es que por obligar a la gente a estudiar hasta los dieciocho, no vamos a sacar gente más preparada. Obviamente, para desempeñar según que funciones, hace falta cumplir unos requisitos mínimos, pero no todos los requisitos se obtienen únicamente mediante la formación reglada. Que nos cueste más llegar al mismo sitio, o que hayamos tomado una ruta distinta, no evita que podamos llegar hasta el mismo lugar. Aquí estoy yo para demostrarlo (o, igual, para desmentirlo)

La cultura no debería de ser una carrera contra reloj, una competición o una imposición. La educación es un fin al que se puede llegar por distintos medios.

28/07/2009

La ola nostalgiadora

Filed under: — Javier Albizu @ 11:04

Uno cree estar tranquilo, seguro y afianzado en las costas del presente. Pero sólo es necesaria una pequeña ola de nostalgia para hundirte en las simas e insondables abismos de la memoria.

Pues sí. Fue escribir la anterior entrada, y descubrir que las puertas que llevaban unos cuantos años conteniendo a ese océano que es el ansia fabuladora eran, a todas luces, insuficientes. Y como da la casualidad de que vosotros pasabais por aquí, os va a tocar aguantarlas.

Hasta donde me alcanza la memoria, mi mente siempre ha tenido la fabulosa, según cuando preocupante y, en ocasiones, molesta, capacidad de irse de paseo por otros lugares. Una vez en esos lugares, se dividía a sí misma, y cada una de sus divisiones se iba de paseo a un lugar distinto.
Como podréis haber adivinado dados los calificativos que le he otorgado, ni me solía pedir permiso para ausentarse del mundo que ocupaba mi cuerpo, ni siempre me hacía caso cuando la llamaba y/o/u necesitaba de su servicios para conmigo.

Que estas frases no os confundan. Vale, sí. Quizás tendía a distraerme más de lo que debía (bueno, también podéis quitar el “Quizás”) pero esto no implica que viviese, quisiese o creyese vivir en mundos fantásticos alejados de la realidad. Tampoco creo que me hubiese gustado vivir en ellos, a nada que hayáis seguido los relatos de Daegon, cuando mando mi cabeza de paseo tiendo a crear escenarios no demasiado agradables.

De crío no tenía el rol, pero no era raro que me diese una vuelta por la Zona Negativa o echase una mano a los Vengadores o al Comando G contra el malo de turno. Que descubriese nuevos mundos junto a los protagonistas de Érase una vez el espacio o Ulises XXXI. Todo eso, claro, cuando no estaba apartando de en medio al inútil de Koji, o cualquiera de los pilotos de super-robots de Go Nagai, para patear brutos mecánicos pilotando mi propio coloso metálico.
Eran tiempos de descubrimiento, del “sentido de la maravilla”. Todo era nuevo, todo te impresionaba. No importaban los personajes, no importaba la coherencia, no hacía falta que tuviese sentido, el axioma reinante era el de la acción sobre la reflexión.
Cuando echo la mirada hacia aquellos años no recuerdo que nada (serie, película o tebeo) me pareciese malo o decepcionante. También puede ser (es más, es bastante probable) que los haya olvidado pero… claro… no me acuerdo.

Como no podía ser de otra manera, con el tiempo la cosa fue cambiando. Continuaba leyendo y visionando el mismo tipo de material, pero cuando mi cabeza se iba de paseo por aquellos mismos mundos, tomaba rutas distintas a las de los personajes que los habitaban. Sí, era posible que apareciese alguno de ellos en escena, pero cada vez con menos frecuencia y en papeles secundarios. Como gente a la que salvar.

De todas formas, pese al pequeño cambio en el germen de las imágenes, el axioma continuaba siendo el mismo: Escenas cortas sin contexto alguno, que me asaltaban de vez en cuando, repitiéndose de manera continuada, pero carentes de un contexto que les diese sentido más allá de la pura espectacularidad. Y la cosa fue así hasta que, por supuesto, cambió.

No se cual fue el día exacto. Si tuvieron algo que ver la aparición de los libro-juegos (donde rara vez llegabas a saber las motivaciones de nadie que no fuese tu personaje) la serie de dibujos de Dragones y Mazmorras (no por nada, sino porque nunca llegaban a explicarte la razón por la que los personajes habían llegado a ese mundo) o una confluencia de astros lo que provocó el cambio. La cosa es que un día, uno que no recuerdo y que no tiene mayor relevancia en los calendarios, comencé a hacerme preguntas sobre esas imágenes.
No, las preguntas no versaban sobre mi posible perdida de contacto con la realidad, o la necesidad de una camisa muy incomoda de mangas demasiado largas. Mis inquietudes iban justo en a dirección opuesta. Quería “saber” más sobre aquellas escenas, de donde venían y en que desencadenaban.
Pero, claro, tenía un problema (que no, que no estaba loco) aquellas imágenes no existían más allá de mi cabeza (bueno, igual un poco loco, sí) así que no podía preguntarle a nadie. Para saber más sobre ellas, tenía que ser yo quien lo crease todo.
Y llego el rol a mi vida. Así, a traición, sin buscarlo ni avisar. Y durante mucho tiempo copó casi todo mi tiempo de ocio (bueno, el rol y, sobretodo, la gente que conocí gracias a él) y las historias comenzaron a volar libres.
Primero un tanto sencillas o tontas (tendría cosa de catorce o quince años) por no decir ruborizantes (bueno, lo he dicho) Llenas de referencias nada disimuladas a lo que leía. Forzando, a menudo en exceso, la lógica interna de las historias y lastrando su desarrollo. Luego cada vez se irían haciendo más complejas, más grandes y más ambiciosas.
¿Más refinadas?
Quizás.
¿Más pretenciosas?
También es posible.
¿Mejores?
Espero que sí.
Y el tiempo del rol pasó (al menos el de jugar a él, porque la gente continuaba ahí, espero que hasta el fin de los tiempos) también a traición, con alevosía y sin premeditación (o eso creía yo, que ni lo esperaba ni lo deseaba)
Y cuando creía estar asentado en una posición estable y establecida, llega una ola traicionera y te arrastra de nuevo hasta lugares que ya habías visitado antes. Y revives los momentos pasados, consciente de que no se volverán a repetir, pero sabedor de que aún puedes extraer grandes cosas de ellos.

Y aquí estamos ahora. De nuevo en la casilla de salida (aunque con el grado y la perspectiva que aportan las experiencias ya vividas) y dispuestos a tomar un nuevo rumbo.

30/04/2009

Integrismo conceptual y posesivismo literario

Filed under: — Javier Albizu @ 09:12

Esta semana pasada, leyendo el blog de SuperSantiEgo, descubrí una cosa que, sería la mar de interesante, de ser yo otro tipo de persona: SoopBook.

Y ¿Qué es SoopBook?
Pues, amigos míos, nos encontramos ante una red social de, por y para creadores literarios.
¡Que resuenen las fanfarrias!

Dicho así suena muy modelno, multimedia y sofisticado. Es más, seguro que hay mucha gente que, no siendo capaz de encontrar en nuestra (pobre y tercermundista) legua palabras capaces de expresar la grandeza del concepto, se rendiría a la superioridad de los anglicismos y la calificaría con un simple, a la par que mayestático “Cool”
Porque ¿Que hay mas modelno, sofisticado y multimedia que el idioma ajeno?
Pero apenas llevo cuatro líneas, y ya estoy desvariando.

A lo que íbamos. La cosa vendría a ser algo, más o menos, tal que así:
Uno comienza a escribir el relato, novela o texto libre.
La gente va votando y se abre la posibilidad para que él mismo, o algún otro (u otros) lo continúe, creando distintas ramificaciones a partir de un mismo comienzo.
Con respecto a los votos de la gente, se va creando una historia… no la llamaría oficial o canónica, sino “popular” ya que, una vez se da por terminada la “obra”, la historia (o, mejor dicho, “ruta”) que se queda como definitiva, es la que mayor puntuación haya recibido por parte de los lectores.

La idea, como tal, no me parece mala. No deja de ser una evolución del juego que practicábamos de críos. Sí, hombre, ese en el que uno comenzaba una trama, y se la contaba al oído a quien tenía a su derecha, para que este la continuase, contándosela, a su vez a quien tenía a su diestra, repitiendo este ciclo hasta que nos aburríamos, para luego contar en voz alta la “historia” (por llamarlo de alguna manera) resultante.

Ya os digo que el concepto, en sí, me parece, cuando menos, interesante.
Es más, hace unos años, después de una cena, comencé con unos amigos un proyecto similar, a la sazón del cual monte un foro. La cosa no avanzó más allá de una docena de mensajes, con resultados más bien anárquicos. Supongo que sólo tendrá gracia para aquellos que participamos pero, por si a alguien le entra la curiosidad, aún sigue colgado aquí.

Pero claro, tenía que haber algún pero. Y este pero que os debo, os lo voy a pagar.

Soy muy maniático con mis cosas (oh sorpresa) y sobre todo con las cosas que escribo (que son más mías que cualquier otra cosa del universo)

En mis tiempos de master rolero, cuando arbitraba partidas ajenas (ya fuesen creadas por aficionados en una revista o fanzine, ya las hubiese escrito el autor de juego que estuviese arbitrando) siempre lo cambiaba todo.
Cuando las leía me decía: Tal o cual idea no esta mal. Empezaba a desarrollar las cosas a partir de ahí, para terminar haciendo algo que no tenía prácticamente nada que ver con lo escrito.
No era algo intencionado (al final era más trabajo para mí) pero siempre era lo mismo.

En los tiempos en los que escribía el trasfondo para Daegon, me planteé en varias ocasiones el pedir ayuda a alguno de mis jugadores para desarrollar alguna parte del mundo que no tuviese muy definida. Pero, era ponerme a pensar sobre cual de los territorios “ceder” y mi mente ya empezaba a inundar las lagunas que no me había preocupado en llenar. Así que, al final, ni lo escribía yo, ni se lo encomendaba a nadie. No porque dudase de sus capacidades, sino porque sabía que iba a escribir algo que no tenia nada que ver con “lo mío”
En la primera lista de correo de Daegon que creé, a un par de usuarios se le ocurrió la “desfachatez” de crear material para mi mundo. Uno creó una criatura y al otro le dio por introducir una ciudad enana (vamos, habitada por enanos) y creo que se me fue un tanto la mano con los comentarios sobre sus contribuciones (no es que me dedicase a meterme con ellos, pero igual si que fui un tanto duro)
Las criticas no eran por la antes mentada “desfachatez”, sino porque el material me pareció bastante malo, aparte de tremendamente tópico (no digo que lo mío no pueda parecer tópico a ojos de otros) y no lo veía conexión alguna con el material en el que supuestamente se basaba.

Asimismo, no me veo capaz de desarrollar argumentos de otros sin una libertad absoluta. Si la historia, los personajes y el trasfondo no son totalmente míos no me siento cómodo. Es como si sintiese que no iba a llevar a cabo la idea del creador original.
Cada vez que he pensado en historias para creaciones preexistentes, acabo creando cosas radicalmente distintas. Ya me pueden gustar mucho los personajes o la ambientación; Siempre introduzco cambios sustanciales y de raíz.

Porque para mí historia y personajes son entidades completas e indivisibles. No hay espacio para la improvisación o el cambio de planes (aunque si para la matización) Si, una vez que he comenzado a escribir, se me ocurre una idea que podría quedar bien dentro del relato, no la incluyo, sino que la dejo como germen para otra.
No me parece bien el alterar la historia una vez que la he dado por completada en mi cabeza. Siento como si “mintiese” al posible lector.
Peor aún. Si estoy ya en la fase de escritura y me doy cuenta de que alguno de los detalles que tenía en la cabeza no “funciona” fuera de ella, me cuesta horrores el cambiar ese detalle. Es más, tampoco puedo evitar el sentirme “deshonesto” pese a saber que es un cambio a mejor.

Concluyendo. No diré que no me gustaría que otros escribiesen relatos utilizando mis personajes o mi trasfondo (es más, me encantaría) Lo que no se es si, por muy bueno que fuese, sería capaz de aceptarlo como parte de “mi visión”

13/02/2009

Larga vida al Frikcionario

Filed under: — Javier Albizu @ 15:19

Decir que el Frikcionario estaba vivo sería, aparte de un eufemismo, una estupidez y una mentira de las que es harto difícil que cuele (¡Como un huevo Kinder, tres en uno!)
¿Que, qué es (ha sido, fue y/o/u será) el Frikcionario?

Pues fue mi intentona (fallida) de hacer un blog tematico sobre mis aficiones.
El frikcionario nació hace ya tres años pero, como si se hubiese quedado atrapado en alguno de esos caos cronales chungos de Morrison (Jim no, Grant) nunca llegó a crecer o prosperar.

Éste blog que leéis ahora ha tenido muchas razones de ser a lo largo del tiempo. Primero fue una tontería para dar un poco de movimiento a la página de un amigo. Luego una manera de forzarme a escribir y tener una cierta regularidad (y sin comer cosas con fibra) Después de esto, vino el momento “catártico” en el que me dedicaba a decir a mis amigos las cosas que no suelo expresar de manera verbal.
Fue entonces cuando decidí crear el Frikcionario, ya que, hablar por aquí de mi vertiente lúdica me pareció que era como “traicionar” el espíritu que tenía el blog (al menos en aquel momento)
Coincidió que en aquella época encontré y comencé a leer con asiduidad varios blogs sobre comics como: Un Tebeo con otro nombre, El blog de ADLO, el desaparecido Heroe.com o El Blog de Jotace) (No, Viruete no. A ese ya lo conocia de mucho antes gracias a la 2D10 y, además, tampoco es «de cómics») y me entró la envidia del colegueo que se veía entre ellos y en los comentarios.
Aceptémoslo. Me encanta Pamplona, pero en lo relativo a mis aficiones no hay, lo que se dice, una oferta diversa.
La gente más afín a mi vertiente retro (ya sea en lo relativo a la informática, los tebeos, las series o los juegos de rol) ha ido emigrando a otras ciudades y los que se han quedado aquí no comparten esa faceta mía.
Así que decidí dejar este blog para “los de aquí” (que, al fin y al cabo, los únicos que lo leían pertenecían a ese grupo), y crear uno nuevo para los que pudiesen surgir “por allí”

Y la cosa comenzó bien. Al principio hubo un poco de regularidad (durante casi un par de meses). Mientras me limitaba a dar opiniones sobre esas pequeñas joyas que me encantaron (y encantan) y parece que nadie más parecía haberse enterado de su existencia, la cosa se mantuvo con una moderada estabilidad.

Si iba tan bien la cosa ¿Qué falló?
Puesss… estooo… mmmmm ¡Un mapache tecnofago gigante de la quincuagesimotercera dimensión se comió mi ordenador!
¿Cuela?
¿No?
Vale. Ya lo suponía.
¿Pues que creéis que iba a fallar?
Pues yo, almas de cántaro. Yo.

Vale, reformularemos la pregunta ¿Porque falló la cosa?
El problema vino cuando quise hacer un poco más que sólo eso. Algo más que limitarme a dar mi opinión y comencé a buscar documentación.
Pero claro, la interné es asín y basta que quieras buscar información de algo o alguien para que no encuentres nada, o para que lo poco que encuentres sea contradictorio lo uno con lo otro. Así que me dedicaba a perder el tiempo buscando información, pero sin saber si esta era correcta. Así que buscaba más.
Tampoco quería dedicarme a copiar o reciclar información de la wikipedia, o a tratar temas de la misma manera que los habían tratado en otro lugar. Aparte de todo esto, tampoco me terminaba de sentir cómodo hablando de cosas que no conocía en primera persona, sino que tenia que dedicarme a escribir sobre lo que alguien había oído, creído o leído sobre el asunto que estuviese escribiendo.
Por otro lado, había temas sobre los que no escribía aquí, porque eran más adecuados para el Frikcionario, pero tampoco escribía ahí sobre ellos, porque tampoco sabía si era el lugar mas adecuado. Por esto llegue a plantearme la posibilidad de crear un tercer blog, pero sabía que, con toda seguridad, también acabaría igual de abandonado, así que me dedicaba a no escribir también sobre esos temas.
Así que el Frikcionario iba languideciendo lentamente mientras decidía sobre que narices escribir o hacer en él.
Y el tiempo pasaba y todo cambiaba: Mi vida, mi trabajo el blog (bueno, mis aficiones no). Vamos (casi todo) yo en mi conjunto.

Bien, pues ésta es la razón por la que estamos aquí hoy (estemos quienes estemos)
Definitivamente, declaro como oficialmente muerto al Frikcionario. Larga vida al difunto (Lo sé, no tiene sentido, pero es lo que se suele decir en estas ocasiones, ¿no?)

¿Habéis derramado la lagrimita?
Supongo que no, pero bueno, por preguntar tampoco se pierde nada.

Pero el Frikcionario no ha muerto de verdad.

Ahora es cuando vosotros decís (venga, pofavó, decilo):

¡¿COMO?! ¡¿Y PARA ESO NOS CAUSAS TANTO DOLOR Y SUFRIMIENTO?!
¡ERES UNA CRIATURA CRUEL QUE DISFRUTA JUGANDO CON LOS SENTIMIENTOS DE LOS DEMAS. QUE SE RECREA Y REGODEA DESTRUYENDO NUESTRAS ILUSIONES!

¿No decís nada?
Bueno, al menos tenía que intentarlo.

Lo que os iba diciendo.
El Frikcionario como blog ha muerto. Tenerlo ahí comiendo polvo virtual me parece un tanto chorra, así que he optado por ponerlo como una categoría más de éste.
Hace una semana importe las entradas que había escrito en él (pero nadie se ha dado cuenta, malditos desagradecidos) pero no podré los comentarios, ya que no se hicieron en este blog, y morirán con él (pero los textos son míos y me los quedo)
En breve (no se si será una semana o un siglo) comenzaré también a hablar sobre algún temilla más (Linux, algún truquillo de vindous, cacharros que he ido encontrado por ahí y cosas por el estilo) e iré creando más categorías para aglutinarlas.

Por que, como os iba comentando antes, las razones por las que va avanzando este blog van cambiando conmigo, al igual que van surgiendo y desapareciendo sus lectores. Al fin y al cabo, todo esto forma parte del “mundo” que soy yo y desde el que os hablo (y si me quiero ahorrar una pasta en psiquiatras para que traten mi esquizofrenia, mejor dejo de fraccionarme en la red)

Y dentro de nada, a ver si le cambio el aspecto al garito éste, que ya me vale.

05/12/2008

Sábado intenso

Filed under: — Javier Albizu @ 14:30

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13/10/2008

Retomando Daegon (y van…)

Filed under: — Javier Albizu @ 12:25

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03/09/2008

PEML II (Der continueision)

Filed under: — Javier Albizu @ 16:22

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11/08/2008

El advenimiento del RETROVERSO II

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12/06/2008

El advenimiento del RETROVERSO I

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08/04/2008

Maltratando al personal

Filed under: — Javier Albizu @ 13:33

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31/03/2008

PEML I (Disertaciones filolingüísticas)

Filed under: — Javier Albizu @ 11:32

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11/03/2008

Tras larga estancia en el espacio exterior…

Filed under: — Javier Albizu @ 13:11

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04/01/2008

Flujo de datos insuficiente – error de sintaxis

Filed under: — Javier Albizu @ 20:17

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27/11/2007

Textos y contextos (y también enciclopedias)

Filed under: — Javier Albizu @ 00:02

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26/10/2007

Un pequeño interludio para la publicidad

Filed under: — Javier Albizu @ 13:43

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25/10/2007

De mapas, brújulas y caminos

Filed under: — Javier Albizu @ 05:13

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21/10/2007

Ártico utópico

Filed under: — Javier Albizu @ 10:28

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08/10/2007

Alternancia, inconstancia, inconsciencia e incoherencia

Filed under: — Javier Albizu @ 06:37

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10/09/2007

Visiones y visionarios

Filed under: — Javier Albizu @ 06:49

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24/08/2007

Mundo binario

Filed under: — Javier Albizu @ 06:47

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07/08/2007

Disciplina

Filed under: — Javier Albizu @ 06:35

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26/07/2007

Masoquismo, gregarismo y gustos adquiridos

Filed under: — Javier Albizu @ 07:25

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