Palabras desde otro mundo

03/11/2009

Plan educativo (Para la dominación mundial)

Filed under: — Javier Albizu @ 20:48

Y ahora quieren obligar a la chavalada a estudiar hasta los dieciocho años…

Venga, vamos a ponernos reivindicativos y escribanos una:

Carta abierta al ministro de educación (y a los padres)

Empecemos por el principio: Porqué me parece un error obligar a la gente a estudiar hasta los dieciocho.

Desde mi experiencia personal (que no deja de ser eso, personal, y que no tiene que ser extrapolable a todo el mundo) podría afirmar que queda demostrado que esta medida no es acertada.

Yo no quería estudiar. Así de sencillo.
Ya a los catorce quería dejar los estudios. Mi padre tiene un negocio y “sabía” (aunque, con el tiempo, resultó que me equivocaba) que iba a acabar trabajando ahí. Así que el continuar estudiando me parecía una perdida de tiempo (aparte de que no me gustaba nada, y que los últimos años de la EGB habían sido un constante “in crescendo” de suspensos en mis notas)
Pero mis padres tenían otra idea, y se empeñaron en que siguiese estudiando. Entre tiras y aflojas la cosa se eternizó, pero mis padres lograron sacar algo en claro sobre lo que me podía interesar. De verme obligado a estudiar, me planteaba dos opciones: Informática (caso de que existiese tal cosa en aquellos años en Pamplona) o electrónica. Los ordenadores me gustaban, pero había hecho alguna intentona de aprender a programar en academias de informática, con el resultado de un aburrimiento supino. La opción de de la electrónica iba orientada a la sección del negocio familiar que más me podía atraer, que era el taller, pero tampoco me apetecía lo más mínimo.
Al final, entre mi pasotismo al respecto y que mis padres tampoco se terminaron de decidir, para cuando lo hicieron, no quedaba ninguna plaza para estudiar electrónica en los institutos.
¿Resultado? Me apuntaron a electricidad (supongo que porque sonaba parecido)

Y es que, creo yo, ese es parte del problema que tenemos por aquí con el tema de los estudios: Los cursos no se encaminan a los conocimientos de los alumnos, lo hacen con respecto a su edad.
“Perder” un curso es algo terrible. Los vecinos van a decir que el niño es tonto, o un inútil, o algo peor.
¿Habría pasado algo malo porque ese año hubiese trabajado, y apuntarme el año siguiente a algo que me interesase lo más mínimo?
Nunca lo sabremos.
La cosa es que asistí a clases de FP de electricidad. Pasé como buenamente pude el primer año, pero el segundo curso me tocó repetirlo (terrible tragedia para todos, yo incluido)
Una vez finalizado el ciclo formativo de FP1, me dieron la opción de empezar FP2… de electrónica. Claro, puestos a perder el tiempo en clase, prefería hacerlo en algo a lo que le fuese a sacar partido. El problema es que, por mucho que se parezcan sus nombres, las similitudes entre la electricidad y la electrónica terminan ahí.
No me enteraba de nada, así que ya me veía repitiendo otra vez y acabé con una úlcera. Ante esta perspectiva, y ya con los dieciocho cumplidos, mis padres aceptaron (es más, me lo sugirieron ellos) que dejase de estudiar.
¿Que lección podemos aprender de esto? (vale, sí, aparte de que soy un neuras)
Obligar a alguien a estudiar (bueno, a acudir a clase) no va a conseguir que absorba la cultura por osmosis.
En mi caso, de unos años a esta parte (pasados ya los treinta) es cuando he comenzado a estudiar (aunque por mi cuenta, ya que no he encontrado ninguna enseñanza reglada que me convenciese, ya sea por horarios, materias o simple y llanamente por el tema económico) pero hay gente a la que la “curiosidad” le llega más tarde (o no se le llega a despertar nunca)

Sé que mi caso es mío, igual que cada caso es único y personal, pero por obligar a alguien a hacer algo no vas a conseguir que haga lo tú quieres.

No estoy diciendo que la escuela sea algo opcional desde un principio, pero a partir de cierta edad, por mucho que se empeñen los padres (es más, muy probablemente, cuanto más se empeñen, peor será) sus hijos van a hacer lo que les salga de las narices. Y el problema no es sólo que pierdan el tiempo yendo a clase, sino que es probable que lo único que consigan sea retrasar el avance del resto de sus compañeros.

El problema que tenemos aquí (y supongo que también en otros países) es que consideramos que se tiene que estudiar a una edad concreta. Vale, sí, los patrones mentales se forman cuando se forman, y es entonces cuando hay que “alimentarlos” pero, por mucho que su metabolismo esté preparado para formarse, quien no quiere aprender no va aprender.

Ojo, no estoy proponiendo que quien decida no estudiar se dedique a tocarse las narices en casa, todo lo contrario. Lo que habría que hacer (y siempre desde mi opinión) es buscarles una ocupación. Claro, ahí entran ya los padres, entran las leyes de empleo y entran las empresas que buscan aprovecharse de las oportunidades mano de obra barata.
Porque no puedes sacar a un chaval de (pongamos) catorce años al mercado laboral normal. No es cuestión de que se dediquen a desempeñar trabajos que pueden ocupar gente con familias que alimentar, por un sueldo inferior. Del mismo modo, tampoco puedes pedirle las responsabilidades laborales de un adulto.
Pero eso no implica que necesariamente tengan que permanecer desocupados, al igual que por el simple hecho de no estudiar de una manera “reglada” no vayan a aprender.
Se podría establecer una nueva categoría laboral para esa gente (o se podría recuperar la figura del aprendiz, aunque de una manera regulada)
Que vean a lo que se van a “enfrentar” cuando salgan al mercado laboral de verdad y se preparen para él. Pero no como castigo o como un dedo acusador; Eres un fracasado, no sirves para estudiar, ahora púdrete y trabaja.
En su momento, cuando opté por la formación profesional, esa era la idea que tenía: Aprender a trabajar. Todo lo demás; física, matemáticas, lengua o historia me daban igual (aunque reconoceré que el profesor que me tocó para historia en FP era muy bueno y logró despertar mi interés al respecto)
Básicamente se trata de cambiar una obligación por otra: Estudiar por trabajar. En el fondo no deja de ser lo mismo pero desde una perspectiva distinta (ya que no sólo de los libros se aprende)

De todas formas, si, con el tiempo, ese chaval (o ese adulto) quisiese retomar los estudios, también tendría que poder hacerlo. El camino hacia la educación tendría que estar siempre abierto, pero de una manera flexible. Volver a estudiar no tendría que ser una carga. Obviamente requeriría de un esfuerzo por su parte, pero tendría que ser algo que compaginable con un trabajo (y una vida) normal.

Vale, de acuerdo, ahora mismo existen el bachiller y FP en horario de tarde, pero no considero que sea algo viable para un trabajador. Un amigo mío ha regresó a los estudios el año pasado, pero sin dejar de trabajar. Así que trabajaba sus ocho horas, y luego tenia que estar otras seis o siete estudiando (bueno, yendo a clase) Por mucho que sea en horario de tarde, eso no me parece “facilitar” la educación a los trabajadores, porque es un ritmo que pocos puedan (o estén dispuestos a) mantener durante los años que dura la formación.

Para que esto fuese viable, también haría falta un cambio social de mentalidad. Desde un principio se nos plantea, y asumimos, la educación como algo obligatorio. Como un escollo a sortear hasta llegar al mundo “real”. Pero no debería de ser así. Cuanto más forcemos a la gente, más se va a rebelar. La cultura no se puede imponer, es algo que se debe aceptar por voluntad propia.

No digo que no deba de haber una formación obligatoria, lo que digo que es que por obligar a la gente a estudiar hasta los dieciocho, no vamos a sacar gente más preparada. Obviamente, para desempeñar según que funciones, hace falta cumplir unos requisitos mínimos, pero no todos los requisitos se obtienen únicamente mediante la formación reglada. Que nos cueste más llegar al mismo sitio, o que hayamos tomado una ruta distinta, no evita que podamos llegar hasta el mismo lugar. Aquí estoy yo para demostrarlo (o, igual, para desmentirlo)

La cultura no debería de ser una carrera contra reloj, una competición o una imposición. La educación es un fin al que se puede llegar por distintos medios.