Palabras desde otro mundo

27/11/2007

Textos y contextos (y también enciclopedias)

Filed under: — Javier Albizu @ 00:02

Cuando comienzo a escribir un relato hay una serie de requisitos que trato de cumplir siempre.
Primero, la historia tiene que estar perfectamente definida. No en el sentido de principio nudo y desenlace, sino en el porque suceden las cosas y que es lo que mueve a los personajes a hacer lo que hacen.
Los personajes son siempre el motor de mis historias. Esto no significa que el mundo gire alrededor de sus acciones, sino que lo que les pasa a ellos, como les afecta y como se enfrentan a ello es lo que realmente quiero contar.
El germen de las historias suele surgir casi siempre de una imagen que aparece por mi cabeza, pero esas imágenes, pese a repetirse constantemente en mi cabeza no son realmente importantes. Voy a tratar de desarrollar esto deconstruyendo uno de los relatos que he escrito: Reflejos y cambios.

La imagen que dio origen ese relato en concreto llevaba en mi cabeza cosa de diez años. Era una imagen que me impactó en el momento en el que la vi y aún ahora, después de habérmela “sacado de la cabeza” con el relato, sigue por ahí repitiéndose una y otra vez (al igual que otras tantas).
Pero con el tiempo ha ido pasando a ser más cosas. Ya no es solo una imagen impactante, ahora hay una historia que la acompaña. Una razón de ser para los hechos, unos personajes y situaciones desencadenantes. Una consecuencia e intención más complejas que las del simple “mola”.
Es posible que no haya sido capaz de transmitir todas esas emociones con las palabras que forman el relato. Soy consciente de que muchas personas, tras leerlo, no hayan entendido nada, o hayan encontrado nada relevante. Que habrá gente a la que le haya parecido sin más, otra historia pretendidamente épica, pero que no llega a serlo. Que habrá gente se haya visto con detalles que yo no he puesto ahí. Cuando escribes una historia, en el fondo, estas escribiendo tantas historias como personas la lean con posterioridad.
Puedes tratar de ser conciso, que trates de usas las palabras que consideres más precisas, que en tu mente la historia no tenga posible interpretaciones divergentes. Pero, al final, cada uno tenemos nuestros propios contextos en lo que ubicar las historias. Tanto las que leemos como las que vivimos.

Pero bueno, cosa de un mes sin pasarme por aquí, pero sigo poniéndome a desvariar como el primer día. Nada, al grano (o a lo que salga)

Hablábamos de una imagen. En el caso que nos ha traído hasta aquí procede de un capítulo de Evangelion (Que queréis, cuando os pasáis por aquí ya sabéis lo que hay)
La imagen estaba ahí. No era exactamente la escena que había visto. No era el super-robot arrojando la lanza de Longinos para cargarse al ángel que estaba orbitando la tierra (a los que no han visto la serie, si esto os suena raro, no llegáis a haceros una idea de todo lo demás de esa serie)
Bueno, a veces si que era eso, sobre todo al principio. Pero con el tiempo iba cambiando hacia algo distinto, hacia algo mío.
Pasa muchas veces (al menos a mí) Algo te gusta tanto que quieres hacerlo tuyo (limpiad esas mentes sucias, que estoy hablando de otras cosas) Supongo que viene a ser lo mismo que cuando estas leyendo un libro que te engancha, o una película que realmente llega a atraparte. No te pasa en el momento en el que estas leyendo, sino después. No se trata de que yo sea el protagonista de la historia, tampoco se trata de algo que pueda controlar conscientemente, pero las imágenes comienzan a formarse en mi mente. Son recreaciones de lo que has visto o leído, pero distintas. Hasta que llega un momento en el que sólo son tuyas. Llámalo copia, inspiración u homenaje, pero la cosa es que llega un momento en el que la imagen termina de desligarse de su origen para pasar a ser parte de mí.
Se dice que la vida inspira al arte (aunque como firme agnóstico de la adoración al dios “arte” yo puntualizaría con que la vida inspira a los autores, luego ya, lo que cada uno quiera ver en las obras es su problema)
La cosa es que llega un momento en el que no te vale con la simple “posesión” de la imagen. Llega un momento en el que es tan poderosa que quieres compartirla, inspirar a otros lo que te inspira a ti (y donde digo imágenes digo también ideas)
Pero claro, la cosa no es tan sencilla. Es más, analizando la idea fríamente, la cosa es que es un tanto estúpida. Así que llega el momento de comenzar a formular las preguntas.
Volviendo al caso del relato (que ya me estaba yendo otra vez por las ramas) La escena de Kenrath arrojando su lanza me inspiraba varias cosas. Dolor, rabia y locura (uno que es así de raro) En un principio el personaje no tenía nombre, causa o motivo. Sólo había un poderoso deseo de retribución. De desahogo. De liberación de la rabia. Claro, vete tú y suelta esto así tal cual.
Así que, como decía hace un momento, había llegado el momento de las preguntas.
¿Quién es este tipo sin nombre y a quien le tiene tanto paquete?
Momento de sacar la enciclopedia de universos imaginarios personales.
¿Dónde ubico a este tipo?
Lanza. Vale, en el universo del Ermitaño como que no encaja ni de globo.
Drama. No, yo diría que en el Microverso tampoco tiene su hueco.
A veeeer. Armas medievales, dramones y tipos con poder a escala épica… Pues si que lo tengo difícil (creo que me costo dos o tres milésimas de segundo adjudicarlo a Daegon)
Vale. Saquemos la enciclopedia Daegoniana.
¿En que época podemos meter a un tío capaz de empalar a otro de un lanzazo en la luna?
Época de los padres de los hombres.
¿Quién es la victima?
Hombre, que bien me vienes para contar la historia de mi viejo amigo Shaedon. Entre la primera pregunta y la respuesta a esta última no fue mucho tiempo. Es más, ya se que esto que os estoy contando (y como os lo estoy contando) no tendrá el menos sentido para vosotros, pero en mi cabeza las piezas iban encajando a una velocidad asombrosa.
Mola.
¿Os he dicho alguna vez cuánto me gustan el drama y la tragedia épica?