Palabras desde otro mundo

10/10/2005

Esta vez será distinto

Filed under: — Javier Albizu @ 20:22

Este fin de semana ha sido de lo mas tranquilo y raro. Tranquilo porque no he hecho nada, y raro porque me he demostrado (otra vez) que si me obligo, soy capaz de escribir (bueno, eso me lo demuestro cada lunes). Esto puede sonar un tanto contradictorio, lo se. Pero escribir tiendo a no considerarlo como “hacer algo”. Puede ser frustrante, puede ser desesperante. Pero es algo que nadie me “obliga” a hacer. Es una labor única y exclusivamente de mi elección (y quizás también de mi vena masoquista).
Empecé a escribir el relato que he subido, el día veintiséis. Solo escribí cuatro líneas. A lo largo de las dos ultimas semanas, lo he ido dejando pasar, y cuando estaba a punto de “vencer” el plazo que me había dado, me puse a ello y lo acabé entre el sábado y el domingo.

Así que el sábado me estaba llamando imbécil y vago a mi mismo mientras escribía (después de estar en casa varias horas viendo series y perdiendo el tiempo), y a eso de las once decidí salir a dar un paseo, y tratar de no pensar durante un rato.
¿Lo conseguí?
Pues no.
Primero sonaron tres canciones tranquilas en la PDA, When your heart is weak de Cock Robin, She has no time y Somewhere only we konw de Keane. Durante ese rato me dedicaba a zigzaguear por Pamplona. Tomando el camino mas largo y tratando de llegar lo mas tarde posible a los sitios comunes y me dio por pensar en aquel trayecto como una analogía de mi vida. Un camino que no lleva a ningún lado concreto (aquella era la intención que me decía había originado mi salida), pero luego empezaron los guitarreos de A con su Rush song, y todo cambio.
No es que me diera cuenta en aquel momento de que aquella no era la intención real de aquella salida, sino que fue entonces cuando acepte que había salido para ver si me encontraba a alguno de mis amigos por ahí.
Pase cerca del Vaiven para ver si había acabado el concierto al que habían ido unos, y como vi que no había nadie en la puerta, continué mi camino en dirección al Quzar, esperando encontrar allí a Patxi.
Mientras tanto, mi cabeza seguía divagando. Sobre que escribir el lunes (hoy), sobre seguir o no escribiendo cuando regresara a casa, o dejarlo para el domingo. Sobre mi incapacidad para dejar de darles vueltas a las cosas, sobre si eso era algo bueno o algo malo. Sobre la partida este domingo, sobre los relatos que quiero escribir, sobre cual seria el siguiente que haría. Sobre el baúl que tenia que mandar hoy a una gente de Valencia. Sobre que haría si me cojo vacaciones, sobre los dos palés que tenía que devolver hoy a Barcelona. Sobre cual seria la manera optima para grabarle a Patxi los documentales que le había bajado. Sobre como liberar disco duro. Sobre que poner a descargar a continuación. Sobre eso y muchas cosas mas.
Cuando llegué al Quzar, miré el reloj. Un trayecto que me suele costar veinticinco minutos, me llevó algo mas de una hora. No estaba mal. Patxi no estaba. Le esperé veinte minutos sentado en un banco y como no llegaba, me encaminé de vuelta hacia casa.
En ese trayecto me dedique a limar detalles, a encajar las ultimas piezas, analizar eventos y calcular reacciones a estos por parte de la gente que puebla mi mundo para la partida del mes que viene, y del siguiente. En mi cabeza aparecían mas y mas imágenes. Momento que contar, e impaciencia por llegar a ellos. Mientras tanto, los temas que he mencionado antes iban apareciendo, intercalándose unos con otros.
Llegué a casa hora y pico mas tarde, y mientras daba tiempo a funcionar a una de mis pastillas, me vi dos capítulos de Entourage que habían acabado de bajarse.

El domingo me levante tarde, a eso de las tres. Llame a Patxi para quedar con el y darle los documentales, pero en aquel momento no se encontraba muy bien. Me vi un par de capítulos de El ala oeste, y me puse a escribir. Después de un par de horas, me vi otro capitulo del Ala oeste, y continué escribiendo otro rato mas, hasta que me llamo Patxi.
Lo que en un principio iba a durar un par de horas, se prolongó hasta cosa de las doce y media. Llegue a casa a eso de la una y pico, y continué escribiendo. Rescribí un par de cosas en las que había pensado mientras salía de casa, acabé con el resto, lo subí y me fui a sobar.
Hoy, mientras pensaba sobre que escribir, le seguía dando vueltas al fin de semana. Preguntándome hasta que punto la música que escucho condiciona mis estados de animo. Pero eso tampoco es algo cierto. Durante la noche del sábado sonaron mas temas calmados, pero no cambiaron así mis divagaciones y pajas mentales.
Seguía dándole vueltas también al tema de aquel paseo como analogía de mi vida, pero mas que de mi vida, de mi manera de ser. De esa manía de tratar de justificar algunas cosas de las que hago bajo falsos pretextos para mi mismo, solo para terminar por aceptar los auténticos motivos, y dar marcha atrás (cuando me es posible, o lo considero necesario).
De mi reticencia a aceptar que necesito de otros, cuando a mi me encanta ser necesitado. De esa pretendida pose de “macho” de “hombre autosuficiente”. De ese “me basto yo solo para hacer las cosas”, cuando siempre necesito de la opinión y aprobación de los demás para seguir hacia delante con mis proyectos.
Sobre mi necesidad de metas, de quimeras que alcanzar. Y siempre me digo que no. Que esta vez lo haré, que esta vez lo lograré, que esta vez será distinto, solo para acabar por no llegar jamás a ninguna parte.
Me digo que los proyectos no mueren, que siguen dentro de mi, que cuando sea el momento adecuado seguiré con cada uno de ellos. Que todos llegaran a buen termino.

Cuando empezaba a escribir esta columna, y casi hasta que la he acabado, su titulo era “Sin llegar a ninguna parte”. Pero esta vez llegare.
Pero esta vez será distinto. No es un intento de justificación. No son mentiras para seguir.

Esta vez será distinto.