Palabras desde otro mundo

05/12/2005

Etiquetas

Filed under: — Javier Albizu @ 13:56

No deja de ser curiosa la manera en la que la gente cataloga las cosas. Como gustan (o gustamos) de poner etiquetas a casi todo.

De acuerdo, hay muchas veces en las que esas etiquetas son, hasta cierto punto necesarias como elemento “comparativo” a la hora de tratar de definir algo, basándonos en elementos o expresiones que consideramos de “conocimiento común”, para facilitar la explicación.
Pero a partir de estas etiquetas, también se crean una serie de prejuicios para según que estilos o géneros en concreto, ignorando muchas veces el soporte o el autor.

En lo musical, por ejemplo. Yo siempre he dicho que en lo referente a mi, solo existen dos tipos de música: La que me gusta y la que no. Es mas. Estoy convencido de que (gran parte de) los estilos musicales, son invenciones de aquellos incapaces de dar su brazo a torcer en los referente a comentarios efectuados con anterioridad. Cosas tipo: “El Tecno es una mierda” al tiempo sale una canción que cabría bajo el epígrafe de “tecno” que les gusta, y en lugar de decir que esa canción les gusta pese a ser tecno, ellos siguen en sus trece y dicen “esta canción no es tecno. Es…Trance”. Hala, ya tenemos un nuevo estilo musical cortesía de este señor.
Hasta cierto punto, entiendo la necesidad de catalogar, asignar categorías y tratar de ayudar acotar donde empiezan y acaban las cosas. Pero de ahí a decir: “Si tal o cual cosa se engloba en este estilo, ya no me gusta” va un mundo.
Si que puedo decir “este estilo no me gusta”, “este genero cinematográfico no me gusta”, “este guionista no me gusta”. Pero si, por la razón que sea, acabo escuchando, viendo o leyendo algo englobado bajo estas etiquetas, y resulta que me gusta, no voy a decir que no me ha gustado solo por mantener una imagen determinada (si te gusta el heavy, no te puede gustar nada de pop, si te gusta la música clásica, no te puede gustar el heavy). Muchas veces las etiquetas, en lugar de ayudar a definir algo, lo único que hacen es limitarlo. Abandonan su función (al menos la que yo creo que les corresponde) como elemento definitorio y se convierten en algo excluyente.
Luego están los que confunden autor con obra: “Esta película no me gusta, porque su director es tal o cual cosa”. Si algo te gusta o no, que sea por ese algo en si, no por elementos que quizás lo toquen de manera tangencial. Yo no trago a Tom Hanks ni a Spielberg, pero reconozco que hay películas de ambos que me gustan. Mike Olfield me parece un flipao, pero eso no evita que me guste sus discos (al menos los primeros). Joe Satriani me parece un guitarrista cojonudo, pero hay temas suyos que me parecen una mierda. Scott Lobdell me parece un guionista lamentable, aunque debo reconocer que algún guión suyo que he leído me ha gustado. Las películas de psico killers no me gustan, pero en Destino Final me lo pase como un enano.
Las etiquetas deberían acotar, no limitar. Una palabra no es capaz de definir una obra, sino que, como mucho podrá darte una ligera (muy ligera) idea de lo que te vas a encontrar.

Porque ¿Quién pone las etiquetas?
No las pone ningún ente abstracto llamado “arte”. Las etiquetas las ponen las personas. Gente con gustos particulares y personales. Que con el paso del tiempo, la gente haya aceptado las definiciones de estos señores como verdades universales (y que en la actualidad otros tantos pretendan imponernos sus propias definiciones como absolutas) no hace que sus opiniones (al menos en lo que a mi respecta) sean algo infalible.

¿Me puede decir alguien que es un clásico?
Clásico del cine, música clásica, comic clásico. ¿Quien da a la gente el titulo de entendido. La etiqueta de portador de verdades absolutas?. Pues ese titulo se lo dan otros con unos razonamientos similares a los suyos propios. No hay dioses del arte que designen a sus avatares en este planeta para esparcir sus designios. No hay unanimidad de criterios, ni siquiera entre los críticos. Nadie tiene razón, y nadie está equivocado (nadie salvo yo mismo, por supuesto. El pontificador máximo, elegido por la fuente de la sabiduría y la verdad universal para ser su voz en este mundo).
Hay veces que se esgrimen unos varemos pretendidamente “objetivos” para definir la calidad de las obras. Pero no se puede enseñar a “apreciar” algo. Puedes explicar las razones por las que te gusta a ti (si es que eres capaz definirlas y enumerarlas). Con esto podrás conseguir que se mire la obra desde un punto de vista diferente, pero es muy difícil que cambie tu manera de verlo (no digamos ya que llegue a gustarte, aunque todo es posible). Pero comprensión no es lo mismo que aceptación. Por lo general, las “definiciones” solo son claras y validas para aquellos que las han creado o para aquellos que los compartan sus criterios (vamos, que tengan gustos similares).

Hace unas semanas (en mi columna Triste alegría) hablaba de películas, series y libros que no me gustaban, que me parecían mejores que otras que me gustaban. Hoy me doy cuenta de que aquello que valoraba en esas obras, no era el resultado, sino los medios que se habían empleado para alcanzarlo y el resultado que buscaban. De su producción y su objetivo.
Básicamente, aquellas obras se habían gastado mas dinero, o tenían (según mi parecer) una meta mas allá del mero entretenimiento. Supongo que, pese a no llegar a conectar con el resultado, si que llego a entrever lo que pretenden decirme, y es eso lo que aprecio. En algunas de ellas (en las que aprecio la producción) agradezco el “esfuerzo” que han hecho en la recreación de unos entornos y personajes “reales” (o que pueden llegar a ser tomados por reales), y en los otros coincido ideológicamente con lo que me cuentan, por encima del “cómo” me lo cuentan.

Así que en definitiva, yo puedo ver “Los amigos de Peter” y que me parezca una comedia (al menos casi toda la película), que se la podré a otra persona, y me diga que es un drama (con toques cómicos, pero un drama). Puedo ver “Jason contra Freddy”, y decir que es una comedia, y otros me dirán que es una película de terror.

Ya lo dije hace tiempo. Todo lo que se escribe, es sobre los gustos de cada uno.