Palabras desde otro mundo

15/05/2007

Ilusión vs ambición

Filed under: — Javier Albizu @ 07:50

Ilusión.
(Del lat. illusĭo, -ōnis).
1. f. Concepto, imagen o representación sin verdadera realidad, sugeridos por la imaginación o causados por engaño de los sentidos.
2. f. Esperanza cuyo cumplimiento parece especialmente atractivo.
3. f. Viva complacencia en una persona, una cosa, una tarea, etc.
4. f. Ret. Ironía viva y picante.

Ambición.
(Del lat. ambitĭo, -ōnis).
1. f. Deseo ardiente de conseguir poder, riquezas, dignidades o fama.

¿Que es lo que diferencia a estas dos palabras? (a parte de alguna letra que otra)
Me refiero, por supuesto a la segunda acepción de la primera palabra y la acepción única de la segunda (aunque no acabo de entender que me quieren decir con la tercera acepción de la primera… y, ya puestos, con la cuarta tampoco)
Saco hoy éste tema a colación por lo siguiente:
No me considero un hombre ambicioso, aunque si que hay cosas que “ambiciono” (o lo que es lo mismo, que me gustaría, o haría ilusión el lograr, poseer o alcanzar) Lo cual, en cierto modo, me convertiría en un hombre ambicioso (o moderadamente ambicioso)

Como de costumbre, el diccionario de nuestra muy querida y estimada RAE no ha hecho nada por solucionar mis dudas. Es más, tan solo ha logrado demostrarme, una vez más, que las definiciones que se incluyen entre sus páginas no coinciden con las que surgen en mi mente cuando suenan las palabras que acabo de citar.

Retomando el tema (y siempre según mi blasfemo entender) hay situaciones en las que estas dos palabras podrían llegar a ser sinónimas. Quizás funcionando a unos niveles distintos, quizás una como consecuencia de la otra.
Porque hacen falta ciertas dosis de ambición para lograr alcanzar aquello que te ilusiona. Sin esta citada ambición, las ilusiones no son sino meras ensoñaciones. Objetivos que nunca serán alcanzados (salvo rara suma de coincidencias).
Así que, espero que coincidiremos en que, dentro de la ambición, debemos aceptar la existencia de diferentes grados (aunque nuestro nunca suficientemente bien valorado diccionario no las incluya en su definición)
Sin ambición, sin hombres y mujeres ambiciosos, sin gente que aspirase a “más” (de lo que sea) no habríamos llegado hasta donde estamos (tanto para lo bueno como para lo malo)
Y como de costumbre, lo negativo suele superar a lo positivo. La ambición es una palabra denostada y pronunciada con desagrado. Aquellos que son ambiciosos son malos. Solo quieren fama, dinero o poder. Pero la gente a veces se olvida de que esas cosas no son intrínsecamente malas. Gracias a la fama, el dinero o el poder se pueden hacer cosas buenas, objetivos que sin ellas serían más difíciles de lograr.
El problema no es la ambición en si misma, sino al falta de moderación y la falta de una guía para ella. Es aquí donde entra en juego la ilusión (aunque también se le podría llamar objetivo, foco o razón)
Porque la ambición no puede carecer de objetivo, y un objetivo, por lo general, tiene una razón de ser, y esa razón de ser, por lo general, nace de la ilusión (aunque en otras ocasiones nace de un deseo desestructurado al que no se ha terminado de dar forma)

Y si antes aceptábamos que la ambición tiene distintos grados, lo mismo le sucede a la ilusión.
La ilusión sin ambición no es nada. Es algo en lo que piensas, pero que no lo deseas con la suficiente intensidad como para luchar por ello, no lo consideras algo alcanzable o no consideras que el esfuerzo para conseguirlo merezca la pena.
Pero cuando algo te ilusiona con la suficiente intensidad, entonces muta y pasa a ser un objetivo. Pasa del terreno de las abstracciones para convertirse en algo realizable, algo casi tangible.
El problema es cuando la ilusión se desdibuja. Cuando lo único importante es el objetivo y lo que lo ha inspirado queda en un segundo plano. Es entonces, cuando el equilibrio entre ambas se rompe, cuando la ambición adquiere la faceta despectiva a la que hace referencia el diccionario.
Porque la riqueza, el poder o la fama (o casi todo aquello a lo que aspiremos) por si mismos tampoco son intrínsecamente buenos. La ambición, cuando carece de una perspectiva que la modere, se convierte en una fuerza sin dirección. En un camino hacia adelante sin final ni destino.

Así que no lo olvidéis.
Luchad por aquello en lo que creéis. Por aquello que queréis. Luchad todo lo que vuestras fuerzas den de sí. Pero nunca olvidéis porque lo hacéis.
Y cuando alcancéis aquello por lo que habéis luchado, descansad. Tomad aire y contemplad lo que habéis obtenido. Y después de esto preguntaros.
¿Que es lo que viene ahora?