Palabras desde otro mundo

10/01/2006

La belleza de lo práctico

Filed under: — Javier Albizu @ 19:48

Viviendo en casa de mis padres no era de esos que llenan las paredes de posters. Si que compré alguno que otro, pero acabaron almacenados en un armario. De vez en cuando los sacaba, los ponía sobre la cama, y los miraba durante un rato (sobre todo uno dibujado por George Perez con todos los que habían sido miembros de los vengadores hasta aquella fecha)
Si que llegué a poner uno de Mariposa Mental, dibujado por Jim Lee, en la puerta, pero fue mas que nada para tapar una marca que se había quedado después de algún golpe desafortunado. También puse un calendario, y un póster de un castillo detrás de la mesa del ordenador. Pero aquellos eran otros tiempos, y no tenía la pasta (ni, supongo, el consentimiento de mis padres) para llenar aquella habitación de más cachivaches para almacenar.
Eso si. Me encantaban mis estanterías. Ver los libros que tenía haciendo de pilar entre una balda y otra, evitando que el peso de sus compañeros pudiera con ellas, y acabar sepultado en mis propios libros.
También tenía libros y cajas en los últimos estantes de uno de los armarios empotrados (que, con el tiempo, acabarían por ocupar todo el armario). De vez en cuando lo abría, solo para ver como estaban ordenados, y en otras ocasiones para cambiar su disposición cuando llegaban mas adquisiciones. Me encantaba optimizar aquel espacio.

Cuando me emancipaba de casa de mis progenitores, mi padre se empeñó en comprarme cuadros para poner en las paredes (donde sino). Yo lo dije que no. El volvió a decirme que sí, y yo le dije otra vez que no. El volvió a insistir, y yo le dije que vale, que hiciera lo que quisiese, pero que yo (bueno, ni yo, ni ningún otro) no iba a colgarlos en mis paredes.

¿Qué queréis que os diga?. No me gusta “mirar” cuadros, al igual que no me gusta mirar fotografías.
A ver, me gusta un buen dibujo, una buena foto o una buena pintura tanto como a cualquier otro (salvando las distancias de lo que ese otro y yo consideremos “bueno”), pero nunca me he detenido a mirar esas cosas que cuelgan en las paredes de las casas o edificios (ya sean oficiales o no). Prefiero ver una buena ilustración cómodamente sentado (vale, un cuadro también se puede mirar estando sentado, pero ya sabéis a lo que me refiero). Mirarla durante unos segundos (¿quién sabe?, quizás hasta un minuto), y pasar a la siguiente ilustración del libro.

No se. Cuando veo un cuadro en una pared, me digo “Vaya espacio desaprovechado. Con lo bien que vendría ahí una estantería. Una bien grande, desde el suelo hasta el techo”.
Me gustan las paredes repletas, la sucesión ininterrumpida de baldas repletas de libros. Que las cosas encajen, como si se tratase de una partida perfecta de Tetris. Me gusta la asimetría simétrica de los lomos, el ensamblaje sin fisuras de sus tapas.
Me gusta mirar una pared, y decir “ese es un espacio bien aprovechado”, contemplarla, y tratar de adivinar los títulos de los libros. Fijarme en el pequeño defecto de esa esquina, que antes no había llamado mi atención. En el grabado que encuadra las letras.
Me gusta pensar en que colección, que volumen o que combinación llenará ese hueco que queda. Jugar con las configuraciones. Alterar su orden. Alejarme unos pasos, y mirar el resultado.
Me gustan las paredes recargadas, saturadas de papel, cartón y madera que pueblan las bibliotecas. Pero no de las nuestras, sino de esas que nos muestran las películas. Esas habitaciones colosalistas, repletas de volúmenes arcanos. Esas escaleras que parecen ascender hasta el infinito, esos ancianos gruñones de pelo cano, con sus gafas caídas, cuyas sillas crujen al moverse.

Podría decir que prefiero la simetría y el aprovechamiento antes que la estética, pero sería una mentira. Me gusta la estética que da la simetría. Me llena de una manera mucho mas profunda un espacio bien aprovechado, repleto hasta su ultimo recoveco útil, que una habitación cuyas paredes estén repletas de oleos.
Puedo disfrutar tanto presenciando la simetría anárquica de un paisaje, como los precisión milimétrica (o no tanto) del castillo que parece haber surgido como parte de ese lugar. Ante mis ojos, un buen plano acotado, resulta una visión mas satisfactoria que un cuadro de los denominados clásicos. Me gustan mas los edificios que se funden con el entorno, que aquellos que pretenden sobresalir. Prefiero al artesano modesto, antes que al “artista” egomaniaco.

No pongo al carpintero por encima del pintor, al arquitecto por encima del escultor, a la naturaleza por encima del urbanista. Pero tampoco los pongo por debajo. Pese a pertenecer a distintas ramas, todos ellos son capaces de crear alguna forma de arte.
Ahora bien. Una cosa es lo que entiendo yo por arte, y artista, y otra cosa lo que pueda entiende cada uno de vosotros (no, no pretendo empezar otra vez con el tema del arte y la subjetividad… bueno, creo que si que lo he hecho)

En fin. Que no vais a ver cuadros en mis paredes. Eso si, este sábado me voy a Ikea, a pillar más estanterías para seguir llenándolas.