Nostalgiando
Nostalgiar: Verbo inventado, de procedencia obvia, que significa lo que a mi me apetezca.
La nostalgia es, a parte de una perdida de tiempo, una estupidez. Y dado que el ser humano es capaz de grandes cantidades de estupidez y posee una habilidad innata casi ilimitada para desperdiciar su tiempo, podrÃamos aseverar que, la nostalgia es una cualidad de lo más humana.
Nostalgia: Acción de nostalgiar.
Llevando esta afirmación al plano meramente academicista, podrÃa (y serÃa con casi absoluta certeza) ser considerada un insulto hacia el concepto de la nostalgia (y por añadidura, hacia el ser humano)
Pero llevándolo a un terreno puramente semántico y subjetivista, no solo no es un insulto, sino que sà que lo es, a la vez que implica todo lo contrario. Esperando haber dejado perfectamente claro mi punto de partida, continúo con éste vacuo ejercicio de futilidad retórica (que quizás lo sea, o quizás no, pero hoy me siento pedante y me ha gustado la expresión)
La estupidez, asà como otras tantas cosas por definición “malasâ€, es necesaria. Hasta cierto punto, y en cierta medida, faltarÃa más.
Si no fuésemos capaces de la estupidez, tampoco serÃamos capaces de la brillantez (en el terreno intelectual, se entiende) Como en casi todo, la cuestión consiste en averiguar que posición ocupamos en medio de estas fuerzas que tiran de nosotros, y tirar nosotros de aquella que más beneficiosa nos resulta.
Porque si ya disertaba en su momento (en muchos momentos, y llamándola de distintas maneras) de la ignorancia, su necesidad, practicidad y búsqueda, con la estupidez pasa lo mismo, a la vez que lo contrario.
La estupidez, al igual que la ignorancia, se posee y no es, en un principio ineludible. El truco para que nos resulte útil radica en nuestra consciencia de ella, su existencia y sus distintas formas. Y la nostalgia es una de esas formas.
La nostalgia es una herramienta y, como tal, dependiendo del uso que le demos, desequilibraremos a esas dos fuerzas que tiran de nosotros hacia uno de sus extremos.
La nostalgia nos dice “lo tuve y lo perdÆ“ya no está aquÃâ€
Pero si nos quedamos solo con eso no hacemos nada, bueno sÃ, nos quedamos con el recuerdo de o que tuvimos (o creÃmos tener) Con un recuerdo, probablemente placentero, pero inútil por si solo. Asà que la pregunta consiste en ¿Nos conformamos con eso, tratamos de repetirlo o reafirmarlo, o buscamos algo más?
No podemos vivir de los recuerdos por bonitos o agradables que estos sean. Podemos tratar de repetir las condiciones que los provocaron, pero aquello que antaño nos satisfizo, hoy se nos puede mostrar insuficiente o decepcionante (a parte de que es imposible la recreación exacta de todos los factores que intervinieron, empezando por nosotros mismos)
Pero, aunque los recuerdos no sean en si mismos la respuesta, las claves, el núcleo o la esencia de lo que despertó ese “algo†en nosotros siguen ahà (o igual no, de nosotros depende el descubrirlo)
Llevando esto al terreno práctico y concreto, y dando un origen a tan trascendental tema:
A veces pienso que demostré muy poca inteligencia al regalar mis MicromanÃas, todas las cintas originales con juegos del Commodore o vender muchos de mis comics antiguos. Me acuerdo de ellos, y me apetece releerlos o mirar las portadas. Leerlos o jugar con los emuladores no es lo mismo.
Aunque, por otro lado, de tenerlos en casa seguro que no les harÃa ni puñetero caso.
Y me diréis ¿Esta parrafada por esta pijada?
Pues sÃ.
Chorrada o no, usted decide.