UtopÃa imposible
Alguna que otra vez he comentado por aquà que mi concepción de un mundo perfecto es algo inviable.
Mi idea de una utopÃa no tiene nada que ver con ciudades construidas en las nubes, o con consejos de sabios ancianos ataviados con túnicas, que desde su “cielo en la tierra†dirigen de manera ejemplar el devenir de la humanidad.
No es algo tan sencillo como un “mundo sin guerraâ€, como un “mundo sin pobreza ni hambreâ€. No serÃa un mundo sin “gente malaâ€, un mundo sin enfermedades, un mundo donde no existiera la desigualdad, donde todos fuesen “felicesâ€.
Por supuesto, todos estos ideales estarÃan incluidos, pero hay algo que incluirÃa que es lo que hace de este mundo ideal algo completamente imposible (incluso aunque viniese alguien y te ofreciese la posibilidad de concederte un deseo)
Me gustarÃa un mundo el que todo el mundo pudiese hacer lo que desea. Un mundo sin reglas. Sin leyes que nos coarte. Un mundo en el que el único limite de la libertad personal fuese la libertad personal de los demás. Un mundo de respeto, de “talante†(que dice el señor presidente del gobierno apañol)
Hasta aquà si que parece algo abarcable bajo las posibilidades del hipotético deseo, pero es en la puntilla final donde todo se joroba: Este respeto, esta libertad, esta sociedad del bienestar tendrÃa que ser la elección libre, personal e intransferible de todas y cada una de las personas.
Nada de trucos de manos, nada de lobotomÃa colectiva, nada de verdades de los poderosos por encima de verdades de los menos poderosos.
Un mundo ideal, una sociedad perfecta (al menos según mi concepción de perfección) no se puede alcanzar a la fuerza. No creo en tiranos ni dictadores benévolos. No creo en el pensamiento homogéneo. No creo en la estandarización de la personalidad. Creo en la diversidad y en el caos. Creo que las diferencias son necesarias. Que eso es lo que hace avanzar el mundo, lo que impulsa a la gente a tratar de superarse.
Asà que mi mundo ideal se basa en una contradicción de base. En algo que es imposible que se llegue a dar.
Si ese teórico genio me ofreciese el deseo, pero sin el cumplimiento de este último punto, le dirÃa que no hay trato (y aunque me dijese que sÃ, que podrÃa hacerlo, igualmente le dirÃa que no, porque como ya digo, es algo que no creo posible). La libertad de elección, el “libre albedrÃo†que promulgan los religiosos es algo que considero vital. Algo sin lo que el ser humano dejarÃa de ser “humano†(quizás incluso dejarÃa de ser incluso “serâ€)
Esto es a lo que me referÃa hace tiempo con mi pregunta sobre si el mundo en el que vivimos es lo más cercano, o esta moldeado según la concepción de algún ente abstracto, y con muy mala leche, de la perfección.
¿Es esto lo máximo para lo que da la raza humana?
A ver, no soy una de esas personas que van por ahà quejándose de que la raza humana es una mierda, que a ver si nos extinguimos de una puñetera vez y en lugar nuestro domina la tierra alguna raza realmente evolucionada como… no sé… los babuinos por poner un ejemplo (la verdad es que no se a que está esperando esa gente para extinguirse)
Tampoco soy uno de esos tipos “realistas†que dicen: que sÃ, que el ser humano es cabrón por definición y que no se que te esperabas (lo cual no implica que no haya mucho cabrón suelto por ahÃ).
Lo que si que digo es que hay mucha gente de todo tipo por ahÃ, y que si los demás se unen y se ponen a hacer algo (Yo no, que soy muy vago. Que hagan las cosas los demás) se pueden hacer las cosas mejor (o al menos más a mi gusto)
La discrepancia y el conflicto no son intrÃnsecamente malos. Pueden ser molestos y algo peñazo, pero necesarios al fin y al cabo.
El problema no es que haya problemas, el problema es la manera en la que la gente decide enfrentarse a ellos. Elegir el camino fácil (joe, estoy un poco pesadito con esto últimamente), la discusión sobre la conversación, el tratar de imponer criterios en lugar de tratar de explicarlos, o tratar de entender los del otro.
Si ya lo decÃa Ford Fairlane con sus inmortales palabras:
TenÃa que haber sido Ford Fairlane, el detective pescador.
Ay, no, que no era esta.
Tanto gilipollas, y tan pocas balas.