Palabras desde otro mundo

18/04/2006

Cualquier tiempo pasado…

Soy un nostálgico. Nunca lo he negado.
Ahora bien. ¿Qué implica la nostalgia? (o al menos que significa para mí).

El refrán dice que cualquier tiempo pasado fue mejor… y como suele suceder con los refranes, en lo referente a este servidor de ustedes… es mentira.
Cualquier tiempo pasado fue anterior. Cualquier tiempo pasado fue distinto. Algún tiempo pasado fue mejor que algún tiempo posterior, y alguno peor.

Que sí. Que soy un nostálgico. Que me da por recolectar cosas de mi pasado. Por tratar de revisar las cosas de antaño con los ojos con los (que creo) que las veía entonces. Y este ejercicio no deja de ser en si mismo una mentira (o una verdad cuando menos incierta e inevitablemente distinta).
Creedme si os digo que cualquier tiempo pasado no fue mejor que este (al menos en lo referente a mí).
¿Quiero decir con esto que ahora soy feliz?
No
¿Entonces no has sido feliz nunca?
¡Oh! ¡Por favor! ¡No me seáis exagerados! Claro que he vivido momentos de felicidad. Pero la felicidad es un estado transitorio. La felicidad es algo efímero que valoramos cuando ya ha pasado. Mientras dura, nos limitamos a disfrutarla. Después de eso nos dedicamos a rememorarla y tratar de alcanzarla de nuevo.
Hay quien trata de vivir el resto de sus días a costa de los réditos de la felicidad pasada. Hay quien incluso lo consigue. Si funcionó una vez ¿Porque no va a volver a hacerlo?
Hay quien, con el tiempo, se da cuenta de que en otros momentos fue feliz (o vivió una época en la que era más proclive a los momentos de “felicidad”) y trata de recuperar aquello. Buscan a la gente de la que se distanciaron. Frecuenta de nuevo los lugares del pasado. Pero el tiempo ha pasado y él ha cambiado. Todo ha cambiado. Y lo que antes le hacía feliz ahora le resulta indiferente.
La felicidad es un estado mental, dicen. Por supuesto que sí. Pero eso no implica que sea un estado mental que puedas alcanzar cuando te apetezca.
Que puñetera es la felicidad.

Pero me estoy desviando, como de costumbre, del tema que pretendía tratar.

Nostalgia.
¿Qué es la nostalgia?
En el diccionario de la RAE pone:

Nostalgia. (Del gr. νόστος, regreso, y -algia).
1. f. Pena de verse ausente de la patria o de los deudos o amigos.
2. f. Tristeza melancólica originada por el recuerdo de una dicha perdida.

Pues no se parece a la acepción que yo le suelo dar. La segunda acepción se acerca, pero yo sustituiría “tristeza melancólica” por “añoranza” y “perdida” por “pasada” (que puede parecer lo mismo, pero como que a mi parecer no lo es).
Ahora, claro. Si miramos añoranza en el diccionario de la RAE nos sale:

Añoranza. (Del cat. enyorança).
1. f. Acción de añorar, nostalgia.
Pues si que me lo dejan claro estos chicos utilizándome el palabro que quiero definir como parte de la definición de la palabra que uso para definir el termino.
A lo que ibamos, yo definiría la nostalgia tal que así:
La añoranza de las felicidades pasadas (vaya, pues no me estaba desviando yo tanto con mi disertación de antes).
Según estos tipos la nostalgia (y, por añadidura, la añoranza) implican tristeza. A no ser, claro, que melancolía signifique algo distinto a lo que creo. Vamos a ver:

Melancolía. (Del lat. melancholĭa, y este del gr. μελαγχολία, bilis negra).
1. f. Tristeza vaga, profunda, sosegada y permanente, nacida de causas físicas o morales, que hace que no encuentre quien la padece gusto ni diversión en nada.
2. f. Med. Monomanía en que dominan las afecciones morales tristes.
3. f. ant. Bilis negra o atrabilis.

Pues si que iba encaminado en su significado aunque, como de costumbre, no coincidimos al cien por cien (y de postre la segunda y tercera acepción de las que no tenía ni idea).
Bueno, entonces quedamos que nostalgia es una tristeza doblemente triste (porque nostalgia también tiene la tristeza entre las palabras que la definen). Vamos, como para echarse a llorar.

Que suerte la mía. Al final quedamos en: Diccionario de la RAE – 3, Yo – 0.
Vamos, como que no coincidimos demasiado. Pero que le vamos a hacer, si no están de acuerdo con lo que pongo por aquí, que vengan y me denuncien. Yo voy a seguir utilizando mis definiciones.
Y es que, para mí, la nostalgia no implica tristeza. Más bien todo lo contrario.
La nostalgia implica un recuerdo agradable. Por supuesto, ese momento ha pasado y no se va a repetir (no al menos en la misma manera), puedo echarlo de menos, puedo querer que se repita, pero eso no implica que recordar ese momento me cause tristeza. Todo lo contrario. Muchas es el pensar en esos momentos, el invocar esos recuerdos, lo que me saca de ella.
Ahí si que se podría decir que esos momentos pasados fueron mejores que el “actual”. Pero de ahí a convertir esa excepción en la norma, va un mundo. Y de ahí a presuponer que todos los momentos que rodearon a ese “feliz” lo fueron de igual manera, un multiverso.

Soy un nostálgico. Nunca lo he negado.
Me encantan los ordenadores de ocho bits. Los comics de los ochenta. Las películas malas a rabiar. Colecciono ordenadores viejos (y ahora voy a empezar también con las consolas). Rebusco en las librerías a la caza y captura de aquel cómic que vendí en una de esas épocas en las que me dio por dejar de leerlos. Busco en la mula esa película tal mala que no me cansaba de ver en el viejo video. Y cuando encuentro algo de eso, recuerdo los momentos pasados. Sonrío. Lo dejo en una estantería y sigo con mi vida. De vez en cuando lo miraré o lo sostendré entre mis manos, y volveré a sonreír recordando los tiempos pasados.

Pero eso no hace que olvide todos los momentos que rodearon a aquel. Y aquellos momentos fueron peores que los que estoy viviendo ahora.
Porque muchos momentos felices de mi pasado están ligados a objetos, no a personas. Mi vida como estudiante no es que fuese un infierno, pero no lo recuerdo con ningún agrado. Mi vida se reducía a mi habitación y lo contenido en ella. La tele que veía, los comics o revistas que leía, el ordenador o consola a los que jugaba. Casi todos mis recuerdos felices de aquellos días están ligados a ellos.
Sí, tenía conocidos a los que llamaba amigos. Pero eran amistades forjadas en un entorno que no había elegido yo. Amistades que duraron tanto como el tiempo que compartíamos en el colegio. No fue hasta que comencé a buscar mi propio lugar, cuando elegí a que sitios ir, que comencé a forjar amistades verdaderas. Amistad con gente con gustos similares a los míos. Gente con la que hacer algo que nos gustase a todos los implicados.

Y fin.

Pues no.
Fin no.
Porque yo cambie, y ellos cambiaron también. Y nos alejamos unos de otros y no echaba tanto de menos lo que hacíamos juntos, como a las personas. Y conocí a gente cuyos gustos no se parecían en nada a los míos, pero a los que quise tanto como a los otros. Y continuamos cambiando todos juntos. Unos aquí al lado, y otros allá lejos.
Y el “que” dejo de ser importante, para dejar paso al “con quien”. Y ahora los recuerdos están asociados a personas y no a objetos. Y puedo hablar con esas personas, o escribir para ellas. Y ellas me pueden decir que eso no fue así, que fue de otra manera. Y los recuerdos cambian con cada nueva palabra, y generan a su vez nuevos recuerdos.

¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
No. Vamos, ni de coña.
El pasado ahí esta. Ya lo tienes y no te lo pueden quitar (ni lo bueno ni lo malo). De lo bueno te acordaras con agrado, pero no puedes vivir eternamente a sus expensas. De lo malo debes aprender y no cometer los mismos errores otra vez.
De mi pasado lejano guardo con cariño los momentos agradables y a trabes de los objetos tangibles. De mi pasado cercano también, solo que tengo con quien compartirlos.
¿Cualquier tiempo pasado fue mejor?
No. Cualquier tiempo pasado, pudo ser tan bueno como los buenos tiempos presentes. Y mis tiempos presentes son muy buenos, son mucho mejores que los pasados, gracias a vosotros.