Tras dejar los estudios (es más, al dÃa siguiente) comencé un curso de mantenimiento de ordenadores en el Fondo de Formación (que, creo, tenÃa alguna relación con el INEM) El curso ya llevaba tiempo empezado para cuando entré, y la verdad es que llegué bastante perdido, y nunca terminé de encontrarme en él.
Básicamente, la formación se dividÃa en tres vertientes: Dos de sistemas operativos (DOS y UNIX) y otra de desguace y goce con la casquerÃa electrónica (vamos, reparación de hardware)
En las de sistemas operativos no me enteraba de nada. De DOS sabÃa un par de comando (más que nada intuÃa alguna que otra cosa gracias a saber un poco de ingles, y de los tiempos del Basic) y alguna cosa más me sonaba. Por ahà utilizaban las PCTools, aunque no sabÃa muy bien para que.
No pedÃan que hiciéramos cuadrados y cÃrculos de colorines con aquella herramienta, pero a mi me sonaba que mis colegas la utilizaban para trampear las caracterÃsticas de sus personajes del Bard´s Tale, asà que no terminaba pillar por donde tenÃa que ir aquello.
Lo único que sacarÃa en claro de aquellas clases serÃan algunas cosillas:
Que el gore electrónico era algo que nunca tendrÃa que haber abandonado. Me seguÃa encantando ver maquinas desmontadas, juntar las piezas y que aquello hiciese cosas.
Que el Prince of Persia era un juegazo. Bueno, con esto creo que no descubro nada a nadie.
Que el Atomic runner era otro juegazo (No, a este no jugaba en los PCs del curso, sino en el bar al que Ãbamos a tomar algo en los descansos)
Y que la programación y yo no éramos compatibles (aunque, cabezón como soy, de vez en cuando trato de demostrar como falsa esta afirmación)
En aquel momento los más de los más que habÃa en PCs (al menos en aquel lugar) eran los 386, que se utilizaban en exclusiva para la sala dedicaba a Autocad. Nosotros nos tenÃamos que conformar con unos 286. Aquellos números entonces no me decÃan gran cosa. Lo único que sacaba en claro era que los tÃos que los fabricaban y comercializaban tenÃan alguna fijación rara con los números y el año ochenta y seis.
También empezaban a moverse por la clase unos discos con una cosa que se llamaba Ventanas 2.x , lo cual me decÃa que los tiempos cambiaban, y que los tipos que empezaban a diseñar y comercializar los sistemas operativos debÃan de ser colegas de los que ponÃan nombre a los superhéroes.
Cuando acabé el curso, llegó el doloroso momento de abandonar de nuevo al Commodore y poner un PC en casa. Ya desde aquel momento tomarÃa la decisión que se mantendrÃa en todos los PCs que he ido comprando (salvo con los portátiles): Nada de ordenadores de marca. Es más, mi primer PC ni siquiera serÃa Intel, sino que optarÃa (bueno, aconsejarÃa a mi padre, que con aquella edad uno no tenÃa esos dineros) por un procesador de la ya desaparecida Cirix: Un 386 a cuarenta megaherzios, con un mega de RAM y un disco duro de ciento veinte megas. Luego, ya por mi cuenta, le doblarÃa la RAM, le pondrÃa (bueno, lo harÃan los de la tienda) un coprocesador matemático, y le pondrÃa una disquetera de cinco y cuarto.
Con este equipo también comenzarÃa otra tradición: La desconfianza hacia las versiones modernas de los sistemas operativos.
Ya durante el curso habÃa visto como mis compañeros sufrÃan los estragos causados por aquella cosa de las “Ventanasâ€, con sus pantallazos de error continuos y su casi completa ausencia de programas para utilizar.
De todas formas, terminarÃa por caer con la versión 3.1, porque el wordperfect para DOS era feo e incomodo de cojones y los cantos de cisne del entorno gráfico de los Mac llamaban con fuerza.
Pero antes de llegar hasta ahÃ, tendrÃa mi primera experiencia mÃstica con los virus, acabarÃa hasta el gorro de los mensajes de memoria insuficiente para ejecutar tal o cual juego (y me harÃa un ferviente devoto del memmaker) y nacerÃa en mà un odio cada vez más acentuado hacia las disketeras.
Pero de eso ya os hablaré en la siguiente entrada.
Fuuu, la eterna batalla por rascar un poco más de memoria EMS y convencional, anda que no habré manipulado lÃneas y comandos del Autoexec.bat y el Config,sys para lograr que tal o cual juego funcionara.
¡Ah, la nostalgia!