El online. Todos se van apuntando al online. A crear y vendernos ese bonito concepto al que llaman “La Nube”. Todo siempre accesible, siempre actualizado, siempre a mano. Señora, no hace falta que guarde se preocupe por sus datos, ya lo hacemos nosotros por usted.
Poco a poco las desarrolladoras de software van cambiado su modelo de negocio, tratando de pasar de creadores de productos (físicos) a proveedores de servicios.
La búsqueda de la suscripción y dependencia eterna, ese “ya-te-presto-yo-esto-que-es-muy-caro-a-un-precio-más-razonable” es algo tan viejo como el cine, las recreativas, las academias de idiomas o el vídeo. Campos (casi) todos estos asesinados por el avance de la tecnología doméstica.
Es por ello que deja de parecerme un tanto raro (aunque perfectamente comprensible) que sean estos “destructores del antiguo orden” quienes pretendan ahora apropiarse del carro y tratar de perpetuar el modelo que ellos mismos se han dedicado a desmontar.
Así, tratan de vendernos como servicios, algo que no lo es. Una cosa son las infraestructuras inabarcables para el bolsillo del ciudadano, y otra muy distinta un libro, una disco o un archivo.
En el fondo todos quieren ser Microsoft… pero tratando de caernos bien.

Porque el señor Gates se lo montó muy bien. Eso hay que reconocérselo. Cogió el modelo de su maestro-enemigo-cliente (IBM) y lo llevó de las oficinas a los hogares: No eres el propietario de lo que compras, sólo te doy permiso para utilizarlo (siempre bajo y según mis condiciones)
Por supuesto, sus condiciones eran laxas y su control benévolo. En el fondo el mercado doméstico le daba un poco igual.
Mientras con la boca grande decía “no copiéis mis productos, no os he dado mi permiso para ello” con la boca pequeña decía “está tirado, copiad todo lo que queráis”. De esta manera, como si de unos panes y peces de la era digital se tratase, sus pequeñines se irían multiplicando por todas partes, con la consiguiente consecuencia lógica:
¿Que sistema vas a poner en tu negocio?
El que conozco.

Y eso es algo que tenemos que agradecerle (en serio, sin dobles sentidos ni retintines sospechosos)
De no ser por Microsoft, nos habríamos quedado a expensas del elitismo intelectual del “sector duro” del software libre (si es bonito no es bueno, si no usas la línea de comandos no eres digno) o con las máquinas extracaras del iluminado adalid del diseño, el molonosmo y lo “cool”.

Pero me desvío del tema.
La red se encuentra ahora en ebullición. Ahora todo tiene que ser “virtual”, “etéreo”, como un anuncio de compresas. El marketing apunta en una dirección, y como si se tratase de una versión 2.0 del ataque de las punto com, la gente intenta apuntase al carro.
El negocio es el negocio, y (espero) el negocio se se les va a terminar por caer encima, porque se les están olvidando de va esto de vender.
Donde antes se buscaba la fidelidad a través del trato más o menos amable y alguna que otra pequeña ventaja, ahora se busca la dependencia y la exclusividad forzando la máquina.
A las empresas de la nube no les gusta la competencia (a los negocios físicos, tampoco, pero la relación tendía a ser más cordial y, sí, humana, llegando en ocasiones a ayudarse unos negocios a otros. Que cosas, oiga)
Ahora los chicos de la manzana mordida no quieren que aquellos que compren libros en el Amazonas los puedan leer en sus dispositivos (no al menos sin haber pasado antes por caja)
A los chicos del buscador de la muerte suprema les pasa algo parecido. Los libros que compres en Google Books tampoco se van a poder leer en el kindle (supondremos que será por el momento, hasta que llegue el pertinente acuerdo)
Mientras tanto, a todos ellos se la suda bastante el cliente final. Lo que importa no es «el que paga» sino «a quien se lo paga» (de nuevo, nada que no hayamos visto antes, sólo que mucho más a lo bestia y a pecho descubierto)
Una vez que obtienen su séquito, «los grandes» se dedican a atraer a los fieles de la competencia… a base de ignorarles. El mensaje está bien claro: O mios o de nadie.
¿El problema?
Mucha gente está aceptando y no sólo eso, encima les gusta y lo defienden.

Por suerte (o desgracia para quienes les ha tocado) de vez en cuando se les ven las cartas y salta la liebre.
La semana pasada podíamos ver perfectamente a algunas de esas liebres. Un usuario de Steam preguntó en un foro ajeno cuanto podría valer su cuenta de dicho servicio.
Como el contrato de ese servicio especifica que «no puedes vender tu cuenta», se la cerraron.
Así, unilateralmente (y, por lo que se sabe, sin que el tipo la vendiese). Los cerca de dos mil dólares en juegos que tenía ese usuario ya no son suyos.
También esa misma semana podíamos leer la noticia de un usuario que acusaba a los chicos de Bioware de «venderse» al demonio de EA. Esto lo haría en los foros de Dragonage II (propiedad de EA)
Como castigo le banearían de ese foro durante setenta y dos (y en un curioso efecto dominó, también se encontraría baneado de poder utilizar el juego por el que había pagado)
Por su parte, Apple, que hasta el momento se había mantenido bastante neutral de cara a los usuarios y desarrolladores pequeños (nada de DRM en su tienda online, relativa accesibilidad a quien quiera incluir sus productos) ya ha empezado a «filtrar» la licencia bajo la que se pueden publicar las aplicaciones del AppStore (una vez más, nada nuevo, y están en su perfecto derecho, pero…)
Eso por no hablar de lo que podríamos llamar la definición de ironía que sucedería hace un par de años con Amazon, el Kindle y la edición digital del 1984 de Orwell.

Así que, conspiranoias aparte, y pese a que no acostumbro a hacer predicciones de futuro, confío en que todo sea una moda pasajera, y el concepto de la “propiedad” de los productos vuelva a una senda más tradicional.

Llamadme capitalista, llamadme nostálgico, llamadme retro. Pero me gusta saber que aquello por lo que he pagado es realmente mio.

marzo 22, 2011 · Posted in Pontificaciones desde la subjetividad  
    

РCinco a̱os de trabajo a la mierda.
“A la mierda” era una expresión un tanto exagerada, pero la frustración y la impotencia impedían a Björn y los suyos analizar la situación con objetividad.
Cinco años pasados en el planeta al que los más optimistas bautizasen como “Nuevo Yggdrasail”, los escépticos como “J34B223R” y los desencantados como “Punto de paso Cincuenta y siete”.
Mientras ascendían hacia Sleipnir, todos miraron aquel mundo que tanto les había prometido y arrebatado. Dos hombres no encontrarían jamás un mundo al que llamar “hogar”, y los treinta que emprendían aquel viaje de despedida lo hacían ya sin esperanza.

Cuando las sondas detectaron aquel planeta, el consejo científico se enfrentó a una decisión complicada. El consumo que suponía encender los motores de la nave para modificar su trayectoria y llegar hasta aquel lugar, conllevaría el racionamiento de los servicios más básicos para la población durante varios meses.
De haber continuado la ruta que llevaban en aquel momento, habrían llegado Rigven la estrella a la que se dirigían en menos de dos años, pudiendo recargar los acumuladores de la nave para proseguir su viaje durante otro par de siglos, pero sabían que en aquel sistema no había ningún planeta que pudiese ser habitado. Por fortuna, la estrella que coronaba aquel sistema también era del tipo G2, lo que les permitiría igualmente recargar la nave mientras la orbitarla a su alrededor junto con J34B223R. Caso de que el planeta tampoco pudiese ser habitado, podrían reemprender su viaje sin mayor problemas que las quejas de la población por un nuevo fracaso en su búsqueda, y las privaciones que habían sido obligados a sufrir para llegar hasta allí.

– Al menos no volvemos con las manos vacías.
Las palabras de Eric, pese a ser ciertas, apenas aportaban un atisbo de luz a los expedicionarios. Volvían con cientos de toneladas de hielo y suelo rebosante de vida. Agua sin reciclar, y terreno que podría ser cultivado para proporcionar alimentos no excesivamente procesados. Aquello les permitiría prolongar la autonomía de Sleipnir unos cuantos años, quizás un siglo, ampliando el espacio que podía recorren antes de necesitar una una estrella que la recargase… o eso es lo que querían creer.

Al llegar a la cubierta de desembarco no les recibieron con vítores o agradecimiento. Las noticias de “su fracaso” les habían precedido. Mientras los técnicos descargaban la mercancía, Astrid, a través de los visores de la nave, vio llegar a su marido y sus hijos y no pudo evitar llorar de agotamiento y frustración. Aún pasarían varias horas en la cámara de desinfección y las pruebas posteriores, antes de poder estar con ellos. Nadie más vendría a recibirles.

Tras finalizar el proceso de reconocimiento llegaría la hora de dar explicaciones al capitán. Los informes que habían enviado regularmente dejaban bien claros los motivos por los que el planeta no podía ser habitado, pero el protocolo exigía la reunión. La relación entre Björn y Haskel nunca había sido especialmente cordial, pero ambos se profesaban un gran y mutuo respeto. Sus puntos de vista tendían a ser opuestos, pero solían lograr que sus discusiones no llegasen a lo personal. Pese a que Björn sabía que su capitán era un buen hombre (equivocado, pero un buen hombre) no tenía muy claro como terminaría aquella reunión.

Tras entrar en el camarote, la primera reacción fue la acostumbrada. Silencio e incomodidad por ambas partes durante eternos segundos.
– Siento lo de tus hombres – Haskel fue quien rompió el silencio – Los médicos hicieron cuanto pudieron, pero para cuando llegaron a bordo ya era demasiado tarde.
– Sabían a lo que se arriesgaban – Björn trató de mantener la compostura, pero aquel tema aún le dolía. Habría preferido ser él quien eligiese el primer asunto a tratar.
– Hemos esperado a que regresarais para celebrar las exequias.
– No era necesario, la energía utilizada para preservar sus cuerpos podría haberse dedicado a algo más provechoso – trató de mantener la máscara lógica, pero era fácil ver a través de las grietas.
– En estos momentos podemos permitirnos el despilfarro, todos los acumuladores están a la máxima carga.
– ¿Y bien?
– ¿Perdona?
– ¿No vas a pedirme el último informe?
– Los que has mandado hasta ahora eran bastante claros. Esta reunión no es más que un mero formalismo.
– En ese caso tengo muchas cosas que hacer – aquella reacción le sorprendió incluso a él. Quería bronca. Que le atacasen para poder decir en voz alta que no fue culpa suya, que hizo cuanto estaba en su mano para llevar aquella misión a buen puerto. Necesitaba un desahogo para toda la rabia que llevaba dentro, no compasión.
– Björn…
– ¿Que? – gritó mientras se giraba. Ya no quedaba nada de la máscara de frialdad o la compostura científica.
– Si hay algo que pueda hacer…
– Encuentra un sitio en el que podamos vivir, porque este se está desmoronando.
– Eso ha sido un golpe bajo indigno de ti.
– Ahora mismo no me siento muy digno u orgulloso de ser quien soy.
– Entiendo que te encuentres mal, y soy capaz de pasar según que cosas, pero no voy a permitir que te degrades así. Descansa. Cuando quieras hablar civilizadamente ya sabes donde estoy.
– No quiero descasar. Quiero que me des más recursos.
– Olvídate de ese planeta.
РNo estoy hablando del planeta, no quiero volver a pisar ese maldito sitio. La prioridad es Sleipnir. Hace a̱os que tienes los informes y no has hecho nada con ellos.
– Perdoname si no soy tan fatalista como vosotros.
– No es fatalismo, sino tener un mínimo de perspectiva. Y no digas que es cosa nuestra, este es un mal que lleva arrastrando la nave desde antes de que naciéramos tú o yo. Tras cada nueva recarga perdemos autonomía y llegará un día en el que tendremos que limitarnos a orbitar un planeta esperando a que algún sistema crítico falle.
– Estás hablando de más de un milenio.
– Siendo muy optimistas.
– Ese será el problema de quien este al cargo entonces. Ahora mismo tenemos problemas más acuciantes que ese.
– Eso, pásale la pelota a otro. Escurre el bulto como han hecho tus predecesores.
– De acuerdo. Muy bien. Dime ¿a quién le quito los recursos que te voy a dar a ti?
– Ese es tu trabajo.
– ¿Quién escurre el bulto ahora?
– No utilices la demagogia conmigo. ¿Quieres un informe? Dame datos y lo tendrás sobre tu mesa en un par de semanas.
– ¿Como el que me proporcionasteis para venir hasta aquí? – Haskel dio un manotazo con ambas manos sobre la mesa mientras se levantaba.
– Serás… – se frenó. Aquello había dejado de ser una conversación hacía rato y el intercambio de acusaciones estériles no iba a llevar a ningún lugar provechoso. Aún avergonzado de sí mismo, Björn no retiró la mirada desafiante de su capitán durante unos segundos, antes de darse la vuelta y salir de la sala.
Mientras recorría los pasillos de la nave, las ideas se agolpaban en su cabeza de manera desordenada. Los estudios que manejaba era públicos, pero la gente prefería ignorarlos. Quería un cambio de paradigma, una revolución, cualquier cosa que alejase de su mente los fantasmas de los hombres que había perdido.

Haskel abandonó su asiento y comenzó a dar vueltas por el camarote. El destino de la raza humana dependía de él y no dejaba de cagarla. Dos decisiones erróneas pesaban más sobre su conciencia que todas las que había tomado con acierto durante los últimos treinta años.
Los informes se los había proporcionado el consejo científico, pero la decisión final de cambiar el rumbo de Sleipnir era suya.
Contra las indicaciones de los doctores, había traído a dos hombres enfermos por una dolencia desconocida hasta la nave, y aquello había estado a punto de costar la propagación de un virus altamente contagioso entre toda la población.
Toda parecía indicar que se había logrado contener infección, pero en el proceso habían muerto otros treinta y cuatro hombres. Por orden suya se mintió a las familias para no causar el pánico general. Estuvo tentado de hacer saber la verdad y renunciar a su cargo, pero no encontró a su alrededor a nadie apto para asumir el cargo bajo aquellas condiciones. Aquello habría sido la salida fácil, hacer cierta la acusación de estar “escurriendo el bulto”. Algo indigno de él.
Furioso, pegó un puñetazo al muro rompiéndose la mano. Aquel ramalazo de dolor físico casi fue un alivio.
– Capitán ¿Está usted bien? – uno de sus escoltas no tardó en entrar atraído por el ruido.
– Sí, tranquilo Morten, todo va bien – mintió – Todo va bien.

marzo 16, 2011 · Posted in Ci-Fi  
    

Habíamos dejado esta pequeña historia de la emulación de las recreativas en los albores de su alumbramiento; los setenta.
De ahí deberíamospasar a los ochenta… pero, si pretendo ser fiel a lo que os quería contar, nos los podríamos saltar. En aquellos años la emulación (obviamente, lo que yo llamo y entiendo por emulación) no existiría, ya fuese de recreativas, ordenadores o consolas.

¿Como que no? Dirán algunos llevándose las manos a la cabeza.
¿Y esas conversiones de Konami para MSX?
¿Y las de Ocean para el resto de máquinas?
¿Y la NES? ¿Qué me dices de los juegos de la NES?
Venga, tío, no te columpies. En los ochenta se hicieron emuladores. Sin ir más lejos joyitas como el que publicaron en la Micromanía que permitía que Commodore funcionase como un Spectrum. ¿Eh? ¿Qué me dices a eso?

Quieeetos, quieeetos, que no estoy diciendo que no se hicieran buenos juegos para nuestras adoradas máquinas. Ni siquiera sugiero que fuesen grandes versiones, pero eran eso, versiones.
Vayamos por partes:
Konami hizo un montón de juegazos para el MSX (aunque nunca les perdonaré ese Green Beret tan jujano) pero eran eso: versiones.
Lo mismo se puede aplicar a Ocean, Imagine (y en mucha menor medida a US Gold, que lo suyo tenía delito) con las licencias oficiales, o Topo y Dinamic de manera un poco más… (ejem) “controvertida” con sus West Bank y Desperado,
La NES…
La NES tenía (algunos) juegos clavados a los de la recreativa como los Super Mario o el Punch Out, pero no tenía las roms “originales” de la recreativa, sino unas creadas para correr en el hardware de aquella consola.
Es más, la versión original del Super Mario sería la de consola, que (entre otras muchas) sería “portada” (convertida o reprogramada) para la plataforma de recreativas que sacaría Nintendo… basada en la NES (ahí es nada, Nintendo, como siempre, llevando la contraria al resto de la industria)
Con respecto al c64spec… bueno, fue un alarde, no lo niego, pero lo único que hacía era correr el Basic del Spectrum en un Commodore. Los programas originales de ese ordenador no llegaban a cargar, así que lo dejaremos en buen intento y lo catalogaremos como no sé… ¿simulador?

¿Y a que llamas tu emulación, listo?
Ya tardabais en hacerme la pregunta. Con emulación me refiero a la capacidad de… eso, “emular” una serie de componentes físicos concretos mediante software, para que el propio software (y por software me refiero al sistema operativo) diseñado para esa máquina, crea que “está” corriendo sobre ese hardware.
Ah, como el Vmware, Virtualbox o Qemu.
Que no. Eso es otra cosa y se llama virtualización.

Mira que eres especialito con los términos. Venga, dinos en que se diferencian (según tú)

Muy sencillo, con la virtualización se crea un entorno “generico” de hardware “virtual” sobre el que corre un software concreto (los sistemas operativos)
No emulas una placa base concreta, una tarjeta de vídeo concreta o… unos simms de memoria concretos (que ya os venía venir con “¿A que te refieres con hardware genérico”?.
¿Contentos?
Vale, pues sigo.

En los ochenta no se hicieron enuladores. Sí, se hicieron grandes conversiones, que exprimían los cuarenta y ocho o sesenta y cuatro ks de aquellas máquinas al máximo, no dejaban de ser “versiones” “con”(finadas) (sé que es un juego de palabras un tanto forzado, pero me gusta verlas así, encerradas y condenadas por haber cometido el crimen de tratado de “trascender” de su naturaleza. Vale, sí, igual me he puesto excesivamente filosófico con esto) en un hardware mucho más limitado que aquel para el que habían sido originalmente concebidas.
Tendría que llegar la siguiente década para que la tecnología fuese lo suficientemente potente (y asequible) y el conocimiento se expandiese con rapidez (y, también, de manera asequible) ncomo para que pudiese surgir el… emm ¿movimiento emulador? ¿frente emulativo de liberación?.
Bueno, ya me entendéis.

Y ya lo habéis conseguido otra vez. Esta iba a ser una única entrada, y al final van a acabar siendo tres (si no me enrollo con la siguiente)
Hala, nos leemos.

marzo 10, 2011 · Posted in Biografía computeril  
    

Habíamos dejado a la humanidad tras el descubrimiento de las puertas de salto lamorri.
Una vez comprendido (parcialmente) su manejo, se produciría la diáspora y el advenimiento de una nueva fe.
Al atravesar las puertas de salto, algunos hombres entraban en contacto con antiguo universo, experimentando una pequeña fracción de nacimiento del nuevo. Alrededor de aquella experiencia iluminadora surgirían profetas que inundarían el futuro de cultos, explicaciones parciales, superchería y amagos de enaltecimiento espiritual.

Uno de los planetas que colonizados sería Jorune. La diferencia que tendía éste mundo con respecto al resto sería que, tras unos pocos viajes, la puerta se cerraría dejando a sus habitantes (humanos) sin noticias del hogar, y cortando todo vínculo con los progresos (y retrocesos) de sus congéneres.

Y así llegamos hasta el “presente” donde comenzaba mi campaña pero antes, un pequeño avance de varios miles de años. Porque, no sé si os habréis dado cuenta de que en este pequeño resumen no he hablado de Tékumel.

Con éste mundo tenía un problema (nada irresoluble aludiendo de nuevo a forzar la suspensión de la incredulidad, pero me apetecía jugar un poco más con el universo, los viajes en el tiempo y alguna que otra paradoja)
Tal y como se habla de la humanidad en Tékumel, la cosa se sitúa en un futuro muy lejano (su descubrimiento se produce unos setenta mil años después del siglo veinte) También se habla de unos niveles tecnológicos con mucho superiores a los de el resto de ambientaciones (y del tono que pretendía dar a la campaña) así opté por ser muy literal en cuanto al tiempo pasado.
El descubrimiento de Tékumel se produciría miles de años después de el “presente”. En una época en la que ya no se necesitaba de puertas de salto, se había entrado en contacto con muchas más razas alienígenas y eso de terraformar mundos para convertirlos en lugares de recreo era algo tirado.
Hete aquí que el sistema se va a paseo tragado por las energías extradimensionales que se utilizaban en aquel lugar, y que aparece en un “universo de bolsillo” (vale, hasta aquí todo va según el libro, ahora toca la vuelta de tuerca. Que sea magistral o una estupidez está en vuestra mano el decidirlo)
Da la casualidad que, ese universo de bolsillo, dimensión paralela o lo que sea, no sólo se “mueve” con respecto al nuestro, sino que también el tiempo trascurre en dirección contraria.
Así, aprovechando las grandes lagunas temporales sin documentar que pueblan la historia de Tékumel en la otra dimensión, tiro porque me toca y lo ajusto hasta… dentro de unos párrafos.

Vale, ya podemos empezar.

Los jugadores son contratados por un comerciante ardothiano para acudir al rescate de los pobres habitantes de una aldea que ha volado por los aires. No, no ha habido ninguna explosión, sino que los terrenos sobre los que se asentaba han despegado convirtiéndose en un skyrealm.
El buen señor comerciante espera con su (desembolso) buena acción desinteresada, hacer puntos para que el Khodre se plantee darle la ciudadanía. Para ello había contratado a un estudioso quien calcularía la trayectoria del skyrealm “prediciendo” cuando llegaría hasta un lugar en el que se podía evacuar a sus habitantes.
El pequeño problema es que, si bien sus cálculos fueron certeros, y la isla flotante chocaría suavemente con el monte que él había vaticinado, no lo fue así su predicción de cuanto tiempo permanecería en aquel lugar.
¿Resultado?
La isla retoma su camino antes de lo previsto, y los jugadores se encuentran encerrados en aquel lugar.
Casualidades de la vida, su vehículo resulta ser uno de los territorios que los científicos lamorri habían estado preparando para ser un skyrealm, y donde estaban parte de los controles de su “arma definitiva”. Una tormenta de isho había logrado que todo comenzase a moverse con unos cuantos milenios de retraso.

De nuevo (y resumiendo): Resultado:

Los jugadores descubren la máquina y ven como se pone en funcionamiento. Presencian como las tres partes (skyrealms) se juntan y lanzan unos rayos al cielo. Las lunas se realinéan y la puerta de salto se abre. A mucha distancia de allí, el destructor de soles recibe sus órdenes y comienza su viaje.
El sistema Enrahir, antaño ocupado por los K’ta’viiri, es su primer destino. Su sol es convertido en supernova y el sistema entero desaparece.
Más casualidades de la vida. Mira tú por donde, coincide que, en ese momento y lugar, el lugar que ocupa Tékumel en la otra dimensión se encuentra alineado con esas coordenadas. Las fuerzas que se han desatado traen todo el sistema de vuelta a su antiguo plano de existencia y, en la lejanía, unos meses después, sólo se percibe el parpadeo de una estrella.

Comienza la diversión.

marzo 2, 2011 · Posted in Mundos improbables