Ayer os hable un poco del pueblo, y ahora lo haré de sus alrededores.
En su momento no apreciaba en nada todo el monte con el que limitaba (bueno, supongo que seguirá limitando) la casa de mis abuelos. Pero ahora supongo que me gustarÃa dar una vuelta por ahà de vez en cuándo.
A medio camino entre casa de mis abuelos, y el monte Kukuma (supongo que se escribirá asÃ), se encontraba el nacedero (de un rÃo cuyo nombre desconozco). En mi tierna juventud, no recuerdo que fuera una visión que me llamara especialmente la atención, pero el recuerdo que tengo de aquel lugar es de un lugar ideal para hacer localizaciones para rodar pelÃculas en plan Indiana Jones.
Si no recuerdo mal, para llegar hasta él, habÃa que atravesar un puente colgante metálico, con tablones de madera carcomida (los que quedaban), o bien podÃas dar un pequeño rodeo e ir por otro sitio, pero aquello estaba chulo (igual me lo parecÃa porque solo podÃa mirarlo, que no nos dejaban cruzar por ahÃ).
Una vez llegabas al nacedero, tenÃas pues eso, el nacimiento de un rÃo. Dependiendo de épocas tenÃa mas o menos caudal, pero la caÃda del agua siempre impresionaba. De vez en cuando, si el caudal estaba muy bajo, nos dejaban cruzar de un lado al otro de rÃo dando brincos entre los pivotes que sobresalÃan de la ¿presa?. Eso si que tenÃa que ser una foto chula. Algún dÃa tengo que volver, a ver si el lugar sigue manteniéndose igual. ¿Alguien se apunta?.
El nacedero no es que estuviera “exactamente†a mitad de camino del monte Kukuma, sino que para mi percepción de entonces era asÃ. Creo que a Kukuma solo fui (fuimos) un par de veces con mi abuelo, y las veces que hicimos el trayecto entero, la parada de medio camino la realizamos en la bifurcación que se desviaba para el nacedero.
En lo alto del monte, estaban las neveras. O sea, lo que se usaba de congelador cuando no habÃan inventado el chisme ese. No se si os estoy descubriendo nada, pero por si acaso, ahà va ese dato. La verdad es que, en su momento me pareció flipante (bueno, aun hoy en dÃa me lo sigue pareciendo) que la peña se hiciera semejante caminata para dejar las cosas en medio del hielo para que durasen mas.
Lo cierto es que de crÃo no apreciaba para nada el monte, quizás porque me consideraba mas “urbanoâ€, quizás porque me obligaban a ir. No recuerdo aburrirme en Araia, ni pasármelo “malâ€, pero tengo emociones mezcladas al respecto. Es posible que el paso del tiempo haya teñido de nostalgia los recuerdos, no lo se. Tampoco recuerdo echar de menos a mis padres, o a mis amigos de Alsasua cuando estaba allÃ, solo recuerdo que dependÃamos mucho de mis abuelos, y que eran bastante mas restrictivos que los de la otra rama de la familia.
Mi abuelo Matias era un hombre serio y poco hablador (¿os recuerda a alguien?). También era un hombre de poca paciencia, y perdÃa esta si las cosas no se hacÃan a su manera. No nos puso nunca la mano encima (no recuerdo que nadie me haya pegado nunca), pero creo que aún asà le tenÃa bastante miedo. No es que no lo quisiera, ni que nunca pasara ningún momento agradable con él (recuerdo estar con él alguna vez cuando trabajaba la madera en el cobertizo) sino que habÃa muchas cosas que no me atrevÃa a hacer en su presencia (y fuera de su presencia tampoco. A pesar de que me habrÃa gustado, nunca me atrevà a tocar ninguna de sus herramientas).
Un dÃa mi padre me despertó, bastante antes de la hora en la que tenÃa que ir a clase. Me dijo que nos Ãbamos a Vitoria, que mi abuelo estaba ingresado ahÃ. No recuerdo cuantos años tenÃa, ni se muy bien porque me eligió a mi para ir con él, supongo que no querrÃa hacer el viaje solo.
Recuerdo lo que me pasaba por la cabeza en el largo rato que me dejó solo en la habitación con él (supongo que para hablar con los médicos). Recuerdo que miraba a aquel hombre inmóvil, y no sabÃa que pintaba yo allÃ. Recuerdo que aquel pensamiento me pareció algo muy triste, y hoy en dÃa me lo sigue pareciendo.
Es posible que por su edad y la clase de trato que tenÃa con ellos, estuviera mas preparado para aceptar su desaparición (tanto de él, como de los padres de mi madre cuando también murieron). Pero mientras que de mis otros abuelos conservo un recuerdo mas vivo, por mucho que me esfuerce , no logro recordarlo nunca con una sonrisa en el rostro.
No quiero decir que me alegrase de su muerte, solo (y esto es algo que me resulta muy duro de admitir) que no es alguien a quien eche de menos.
Y no se si esto me convierte en una persona horrible.
SerÃa horrible si fueras incapaz de sentir algo, pero ya sabemos que eso no es asÃ. El porqué de ese momento concreto lo ignoro, pero la infancia da sorpresas de ese tipo.
Yo no sentà la pérdida de mi abuelo materno de la forma en que seguramente la sentirÃa ahora.