HabÃa llegado el momento.
El terreno estaba listo, la tropa preparada, en enemigo frente a nosotros, los ánimos caldeados.
Las espadas en alto, el olor del sudor impregnando el campo de batalla, la furia en el rostro de los combatientes.
Nadie pedirÃa clemencia.
Nadie la darÃa.
La tensión en el ambiente era asfixiante, hasta que saltó la primera agresión.
– ¡PUES EL CEPECE ES EL MEJOR!
¿Cómo podÃan decir que su maquina era mejor?
¿El cepece el mejor?
– Anda, amos, vete a cagá a la vÃa. Lo que pasa es que no tienes ni idea.
– ¡Y…Y… Y LA NINTENDO LE DA MIL VUELTAS A LA MASTER SYSTEM!
– Chaval, tú lo que eres es un troll.
(Psssst, oye, que en aquellos tiempos no existÃa internes, que no habÃa ni foros, listas de correo, blogs ni na de eso)
(Ya lo sé, pero lo hago asà para que la chavalerÃa pille por donde van los tiros)
(Ah, vale, si es por eso…)
(¿Dónde lo habÃamos dejado?)… (Ah, sÃ)
– Tú lo que eres es un troll… y un tarao. Además ¿Qué haces escribiendo todo con mayúsculas?
(Psssst, oye, que eres tú el que lo esta escribiendo asÃ)
(Que sÃ, que ya lo sé, que es para que se hagan la idea de que es como los flames en los foros. Que la chavalerÃa ahora no sale de casa y no sabe que es eso de discutir emitiendo sonidos)
(Ah, vale)
(Ya me has desconcentrao, ahora no se como seguÃa la cosa)
(Ya sabes, con el tono de disertación intelectualoide que te caracteriza)
(Vete a paseo)
En resumen. Antes del Commodore habÃa sido un apartida, un renegado. PoseÃa una máquina, pero las otras me parecÃan mejores que la mÃa. HabÃa poseÃdo un C64 con anterioridad, pero mi ignorancia me habÃa hecho despreciarlo. Cambiarlo por la maquina de Sir Clive y, a posteriori, volver a cambiar, esta vez por el hijo predilecto de los japoneses.
PodÃa parecer que me habÃa vendido al enemigo amarillo, pero no era asÃ. El MSX me habÃa entrado por la vista, pero mi mente me demostraba la mentira de mis ojos. SerÃa más bonito, serÃa más grande, pero lo que importa es el interior, y las interioridades de la bestia nipona no se me mostraban superiores a las de mis anteriores posesiones (o al menos los programadores que trabajaban sobre, por y para ella no se lo curraban tanto)
Asà que tuvo que ser el azar quien me llevase de vuelta a la Uber Máquina parida por Robert “Bob†Russell, Robert «Bob» Yannes y David A. Ziembicki (loada sea la wikipedia por sus datos y sapiencia) que me harÃa encontrar un hogar tecnológico.
A partir de aquel momento ya me podÃan decir lo que quisieran, yo sabÃa que mi maquina era las más mejor. No tendrÃa (o no traerÃan) tantos juegos o cachivaches como para el Spectrum o el CPC, pero las versiones para el Commodore eran mejores (vaaaale, la versión del Gryzor para CPC está mas lograda, pero eso no cuenta)
En los ochenta tocaba elegir bando. Ya fuese en ordenador o en consola, ya fuese en los tebeos o en el formato del video.
Como ya habrá quedado más que claro en anteriores columnas, yo era de Commodore y de Sega (y del VHS y Marvel, pero esa es otra historia) No es que nos dedicásemos a pegarnos o dejásemos de hablar con aquellos que no compartÃan nuestros criterios, pero (básicamente) cada uno defendÃa el estándar que tenia en su casa.
Era una rivalidad amistosa. Ibas a casa de un amigo que, por ejemplo, tenÃa un Spectrum y le decÃas: Ese juego lo tengo yo, y la versión del Commodore es mucho mejor. Tal o cual pantalla es distinta. Se parece más a la recreativa.
Cosas por el estilo.
Pero todo cambiarÃa pronto.
Porque llegarÃan los noventa. La MicromanÃa cambiarÃa de formato, y llegarÃa el Apocalipsis de los 8 bits. LlegarÃan los juegos en cuyas carátulas ponÃa en pequeñito “Imágenes pertenecientes a la versión de Amigaâ€
El fin estaba cerca.
¡ARREPENTIOS, PECADORES!
Los cuatro jinetes de los 16 bits se acercan.
Tened miedo (mucho miedo)
Y preparad vuestras carteras…