Era joven e inexperto y el tipo era un conocido de mi padre (empezando asÃ, esto parece el comienzo de un relato de relaciones poco adecuadas, pero tranquilos, mis traumas nada tienen que ver con cosas de esas)
El tiempo pasaba, y la familia de ordenadores que tenÃa a mi disposición iba ampliándose y mutando.
El tres ocho seis del trabajo digievolucionarÃa a pseudo pentium a setenta y cinco megahercios, y digo pseudo, porque me timaron (a cuento de esto venÃa el párrafo de introducción)
De todas formas no me enterarÃa del engaño hasta un tiempo después, cuando el disco duro (¡DE UN GIGA!) se fastidiase y el amigo que me lo reparó me lo comentase. Llenos de justa ira mirarÃamos la factura a ver si podÃamos reclamar algo, pero sólo ponÃa “Ordenador a setenta y cinco megahercios†El hombre, por teléfono me asegurarÃa que él nunca habÃa dicho que nos habÃa vendido un pentium, asà que ante un plan de horas de discusión estúpida, optarÃa por colgar cuando veÃa que el ciclo de monólogos comenzaba su segunda fase.
No sé si aquel incidente alimentarÃa mi desconfianza ante los ordenadores “pre-montadosâ€, pero la cosa es que, entre esto y lo que nos pasarÃa unos pocos años después con la siguiente tanda de equipos “te-los-vendo-como-están†todo el parque de ordenadores personal, de amigos y del trabajo lo he ido montando pieza a pieza.
Pero claro, mi confianza electrónica aún se estaba desarrollando, la información de la que disponÃa para meter mano entre la circuiterÃa era más bien escasa, y las máquinas eran demasiado caras como para andar practicando método de prueba y error.
Con aquel ordenador vendrÃa otro cachivache nuevo: Un escáner no-se-qué.
A ver, que sà que sabÃa que era aquello, pero era lo que más fácil me salÃa cuando trataba de decir el tipo de conexión que utilizaba. Porque en aquellos tiempos, como que “escasi†no me decÃa mucho a mi ni a casi nadie que se lo dijese. Asà que, entre la traducción/vocalización de SCSI que me salÃa entonces (que era… pues eso; ese-cé-ese-i) o decir “Un palabro u acrónimo guiri que no tengo ni idea de como pronunciarlo y que tampoco me dice nada†pues optaba por el camino de en medio.
Pues bien, gracias a aquel artefacto iba a cargarme los lomos de mis libros de ilustraciones de TSR y artistas diversos, y realizando retoque cutres con el Picture Publisher que venÃa de regalo.
Aquello era un tanto agónico y casi te costaba tanto dibujar a mano aquellas imágenes que lo que tardaban en ser escaneadas. Además, luego tenÃas que andar comprimiéndolas y partiéndolas en cachitos para poder pasarlas a otro ordenador (y rezar para que los discos no se jodiesen en el trayecto) asà que útil, lo que se dice útil, no era en aquel momento (pero todo llegarÃa)
De todas formas lo que me encantaba de aquel cachivache era trastear con los interruptores de la controladora, mirar el manual y aquellos números en hexadecimal (que tampoco me decÃan nada) y cambiar la configuración una y otra vez (no me miréis asÃ, cada uno tiene sus vicios, aunque luego el maligno señor Gates me robase ese placer)
Por otro lado, mi pequeñin (el de casa) también se harÃa mayor. De cuatro ocho seis mutarÃa en pentium noventa. No, aún no me tocarÃa a mi pegar el salto, sino que confiarÃa en otras manos expertas. En aquella ocasión, las manos que obrarÃan el milagro serÃan las de algún técnico de una tienda valenciana que se anunciaba en los tochos semanales de la “GuÃa de compra de ordenadoresâ€
Fue tan sencillo como empaquetar mi über torre, mandarla por transporte, que me llamasen por teléfono preguntarme si las tripas de mi ordenador tenÃan que estar revueltas, cagarnos en los muertos de Seur, y recibir mi flamante viejo ordenador con un nuevo interior.
En el ámbito de la gestión empresarial, cambiarÃamos del Bull con su vetusto Unix y pantallas en fósforo verde, a un servidor Fujtisu con sus terminales tontos funcionando bajo Theos y su flamante… monocromo y un programa de búsquedas que era un dolor (en fin, que le vamos a hacer). Más adelante (mucho más tarde, más concretamente en el nuevo milenio, cuando me lo llevase a casa) descubrirÃa que el “flamante†súper-servidor un cuatro ocho seis. Con arquitectura propietaria de Fujitsu y que sólo aceptaba su propia (y obscenamente cara) memoria, pero no sé que me da que nos la volvieron a colar (malditos, malditos, informáticos) (Ups, igual no tendrÃa que haber dicho eso) Pero bueno, que le vamos a hacer.
Para terminar de redondear el asunto, mientras todo esto sucedÃa, en una trama secundaria, algo sucedÃa en la oficina que ocupaba mi hermano dentro de la tienda. Algo terriblemente misterioso que tendrÃa cataclÃsmicas e inesperadas consecuencias a nivel universal. Llegaba un nuevo inquilino electrónico hasta el negocio. Nada hacÃa pensar que aquel pequeño pentium cien ocultase en su interior (bueno, en realidad en su exterior) aquel terrible poder. Porque conectado a su puerto seria habÃa un misterioso artefacto: Un módem (externo)
No, en aquel momento no relacionaba aquello con el cacharro que usaban en Juegos de guerra (… no tenÃas que colgar el auricular del teléfono encima) pero pronto. Muy pronto, se desencadenarÃa todo su potencial.
Pero bueno, para eso habrá que esperar un poco, porque en la siguiente entrada volveremos a tropezar con la piedra de costumbre.