Y llegamos al año del Apocalipsis. Cuando el gran mal largo tiempo aprisionado serÃa desencadenado sobre la humanidad. Año de rimas, año de cambios.
Llegó el noventa y cinco y con él, la siguiente evolución del sistema de las ventanitas. Plug & Play, decÃan. Pincha y juega. Conecta y trabaja. Señora, se terminó el poner interruptores a mano en las tarjetas de ampliación. Bill nos iluminaba con su nueva obra (y la de sus ingenieros)
Su evangelio decÃa: El configurar se va a acabar.
Y claro, todos corrieron a su tienda más cercana para hacerse con los bits sagrados.
¿Todos?
No.
Yo seguÃa apegado a lo que ya conocÃa. Irreductible y estoico ante los cantos de sirena procedentes de los ImpÃos salones de Redmon (que ya estaban cómodamente asentados en mi sistema… pero eso es otro asunto. No me cambiéis de tema ahora)
Vamos, que experiencia pecera aún era escasa, pero no me fiaba de aquellos señores que me querÃan colar su última “idea genialâ€
¿Qué era eso de poner a los archivos nombres más largos de ocho caracteres más los tres de la extensión?
Yo querÃa seguir arrancando en DOS y sólo poner las ventanitas cuando me viniese en gana.
Que no. Que no iba a dejar que el sistema “adivinase†en que posición habÃa puesto yo los selectores de la tarjeta de sonido (que, además, lo hacÃa con el culo, como asà quedarÃa demostrado en la instalación del equipo de mi hermano)
Además, el emulador de OS2/WARP no funcionaba. Vamos, que no me ponÃa aquel engendro “multimedia†(en aquellos dÃas comencé a odias esa puñetera palabra) ni de coña.
Pero, como os comentaba ahà arriba, pronto me verÃa rodeado.
Mis dos hermanos se instalarÃan aquella aberración tecnológica en sus equipos del curro. Para más INRI, gracias al señor G lograrÃamos conectar los tres en red (previo agujereado de suelos y tabiques) Pero mi pequeñin se portaba muy bien y nunca se rindió. PodÃa ser una generación de hardware y de software anterior a los otros dos, pero no tenÃa nada que envidiarles.
La presencia del retro era muy poderosa en él.
Mientras tanto, y ya en casa, también habÃa cambios. La placa de Pentium noventa era heredado por un amigo y yo me hacÃa con uno a ciento veinte. No era un gran cambio, pero lo mejor vendrÃa después: Me harÃa también con un sintonizador-de-televisión para-el-ordendor-pero-no.
El aparato en cuestión se colocaba dentro de la torre, utilizaba su fuente de alimentación, pero ahà acababa toda su interactuación. No podÃas grabar los programas de la tele ni nada parecido (ni me lo planteé ¡como si tal cosa fuese posible!) pero debÃas tener el ordenador encendido si querÃa ver cualquier programa.
Entre la potencia que tenÃan aquellas máquinas de la época, que no existÃan el DVD o los divx (aún tardarÃamos un tiempo en comenzar a escuchar de algo llamado MP3) y la capacidad de los discos duros, la posibilidad de poder, no grabar, sino simplemente “visualizar†vÃdeo en un ordenador se me hacÃa algo de pelÃcula (sÃ, igual que lo de poder conectar los ordenadores entre ellos, pero aquello, a base de usarlo, más o menos ya lo iba asumiendo)
De todas formas, la experiencia con aquel trasto empezó con susto.
Después de convencer a mis padres para hacer un agujero entre nuestras habitaciones (la mÃa no tenÃa toma de antena para la tele) Después de hacer el susodicho agujero y pasar el cable. Después de montar el aparato y lograr averiguar como se suponÃa que tenÃa que funcionar.
Después de todo aquello, la tele no se veÃa.
Venga, alegrÃa.
¿TendrÃa algo que ver con el sistema operativo? ¿Me verÃa obligado a claudicar ante la tiranÃa de los designios mediáticos del tito Gates?
No, y no (por el momento)
El problema era que el sintonizador se habÃa quedado un poco obsoleto, y el refresco de los monitores SVGA no soportaba la señal que le mandaba (claro, esto lo deduje después de semanas de prueba y error)
¿Solución?
Tras probar con varios monitores (véase, dar algún que otro cambiazo con los ordenadores del trabajo) di con uno que sà que era capaz soportar aquella frecuencia. Casualidades de la vida, el monitor del primer ordenador que me habÃa comprado.
Aquello debÃa ser una señal. El poder del retro siempre habÃa estado muy presente en mi “familiaâ€
¿Gracias a mà conectásteis los tres ordenadores en red?
Nop, gracias al G calvo.