Seguro que mas de uno os decÃs: Ya esta este creyéndose el heredero de Tolkien. Pues no, ni soy, ni quiero, ni pretendo ser Cristopher Tolkien (es mas, aunque me parece que tienen buenas ideas, tanto a sus libros, como a los de su padre me parece que les sobran cientos de paginas).
¿A que se debe el titulo de esta columna?
Muy sencillo. A tres simples razones (antes eran solo dos).
1.- A que me apetecÃa llamar un poco vuestra atención.
2.- A que he sido requerido por parte de mis lectores, sobre la ampliación de los textos que datan y narran acontecimientos previos a mi completa y absoluta “edad frikiâ€. No es que hayan sido muchas las peticiones (es mas, han sido dos peticiones, ambas llevadas a cabo por la misma persona). Pero como me debo a mi publico (siempre habÃa querido decir o escribir eso), ahà vamos.
3.- Os lo explico al final de la columna.
A lo largo de las semanas, me han ido viniendo a la memoria mas detalles de mi época mas juvenil (o infantil), y ya que me lo piden, pues voy a compartirlos. No es que esto vaya a ser una ampliación faraónica, pero es mas que nada.
Retorno a Alsasua…
Recordareis que os comente que en Alsasua tenÃa dos amigas. Pues bien, una de ellas se llamaba Arancha (si, ya esta todo, no me miréis asÃ, ya os he dicho que tampoco era gran cosa lo que habÃa logrado recordar).
He recordado también, el nombre de la librerÃa que habÃa al lado de casa de mis padres: la librerÃa Urteaga. Allà compraban los libros de texto mis padres (y supongo que todos los padres de Alsasua), pero no los comics, al menos no en mi presencia (no recuerdo si tenÃan comics, o no). Lo que si que tenÃan eran ¡pegatinas de personajes de comics!.
VenÃan en pliegos de plástico de tamaño A4 (o igual A3, no lo recuerdo con exactitud), y venÃan personajes aleatorios. Pero no eran pegatinas “vulgaresâ€, no. VenÃan con la forma del personaje recortada (cada uno con sus poses), y ¡tenÃan relieve!. Aquello molaba, y según recuerdo, estaban bastante valoradas dentro del circulo de gente de clase.
Recuerdo que cambié uno de estos pliegos por un comic en francés de Grandizer (grandaiser como lo llamábamos nosotros). Yo ni sabÃa ni he sabido nunca francés, pero los dibujos eran chulos (aunque entonces no sabÃa porque narices tenÃan que llamarlo los gabachos Goldorak).
Alsasua también tenÃa su cine, uno con una cartelera menos variada que mis temas de conversación. Allà verÃa por primera vez (primera de unos cuantos cientos) la pelÃcula que habÃan hecho en España de Mazinger Z a partir de tres episodios especiales japoneses: Super Mazinger (mira que eran originales poniendo nombres). Viendo aquella pelÃcula, llorarÃa por primera vez (en un cine), mientras Koji tenÃa que hacer una trasfusión de sangre a su hermano Shiro.
Solo recuerdo dos pelÃculas mas que viese en aquel cine: Sheena, reina de la jungla (que me pareció un tumo; yo querÃa ver a Tarzan, y me sacan a una tÃa ligera de ropa, haciendo el ridiculo), y una de las Spiderman (aquellas tan malas, que en realidad eran pelÃculas para televisión, que aquà las echaban en cine. Que si, aquellas en las que un karateka cutre llevaba un disfraz aún mas cutre), que ya en su momento me pareció lamentable.
Otro recuerdo (aunque este serÃa a medio camino entre Alsasua y Pamplona), es el de el descubrimiento de “el†vÃdeo club. Mi padre solÃa traernos pelÃculas con cierta regularidad (para que lo de diéramos demasiado la tabarra, supongo). Estas solÃan ser principalmente de robotijos. No se si mis hermanos se harÃan “la†pregunta, lo cierto es que yo no: ¿de donde salÃan aquellas cosas?.
Esta pregunta no formulada, se responderÃa por si sola. Fu en en un viaje a Pamplona. Hasta aquel entonces solo recuerdo haberla visitado para ir a las barracas en San FermÃn. Aquello debió ser en otras fechas. La razón del viaje en si, la ignoro. Lo que si que recuerdo con claridad, es el descubrimiento de lo que fue para mi el primer jardÃn del eden: El vÃdeo club Telman.
Ya desde las cristaleras, repletas de posters a cada cual mas setentero/ochentero, para luego introducirme en el recinto. Paredes recubiertas de estanterÃas, estanterÃas repletas de carátulas de pelÃculas. Ahà estaban las italianadas, los pelums, las pelÃculas de Bud Spencer y Terence Hill, las pelÃculas de Chuck Norris y Bruce Lee (de estas ultimas no verÃa ninguna hasta bastantes años después, pero las portadas molaban). Y por supuesto, las pelÃculas de dibujos. Ni Disney ni leches. Bien de cintas japonesas, o imitaciones chinas. Mazinger Z (la pelÃcula de imagen real, con el robot rosa, de la que luego harÃa un comic igualmente malo el dibujante de Pumby), Tarzerix y tantas aberraciones mas.
Con el tiempo, la ubicación que ocupaba el “Telmanâ€, serÃa adquirida por una franquicia de las tiendas de ordenadores Iguzquiza, y mas tarde (y que yo sepa, hasta la actualidad), un Sex Shop (es que no respetan nada). No podÃa evitar el echar la vista hacÃa donde estaba aquel santuario de entretenimiento cada vez que pasaba cerca de ahà (cuando iba al “Bogart†desde la casa de la juventud), y sentir un poco de pena porque habÃa desaparecido. Ha habido y habrá vÃdeo club mayores, con mas espacio y mejores selecciones, pero solo habrá un “Telmanâ€.
Y para acabar un recuerdo no friki (al menos no demasiado, creo). Creo que era la primera vez que ahorrábamos la paga de varias semanas entre los tres hermanos. Pero los querÃamos. No se donde los vimos por primera vez, pero tenÃan que ser nuestros: Unos walky talkies. Aquello si que molaba.
Nos costaron mil quinientas pesetas (supongo que lo que le cobraron a mi padre), y nos debimos pegar ahorrando cosa de dos meses, pero al final fueron nuestros. Los tres querÃamos usarlos, las pilas se gastaban a una velocidad de vértigo.
Al final, se fastidiaron. No se cuanto nos duraron, pero me parece que no fue demasiado, y después de aquello decidimos que no merecÃa la pena el esfuerzo de ahorrar para el resultado que habÃamos obtenido. Se la vie (o como se escriba, ya digo que nunca he sabido gabacho).
Para finalizar (y esta vez si), el porque de el comentario entre paréntesis del titulo. TenÃa la columna escrita (hasta el final de lo del Telman), cuando se ha ido la luz. No tenÃa activado el auto salvado (no uso Office, y pensaba que el programa este tendrÃa la opción activada por defecto: me equivocaba). Asà que he tenido que reescribirlo todo desde el principio. Mira que son majos.
¿Cést la vie? 🙂
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