Allá vamos. Nuestras primeras jornadas de rol (nuestras, mas que nada mÃas y de alguno mas, no de todos los que fuimos). La cosa ya comenzó bien. Viernes, nosecuantos del nosecual, del (posiblemente) noventa y cuatro. Doce y mucho de la noche, estamos en frente de los cines Golem, ubicación desde la cual nos recogerÃa el autobús que nos trasladarÃa hasta Barcelona.
El autobús llega, y nos subimos a él. Nos agrupamos como mejor podemos (no eramos los únicos pasajeros), y hala, a intentar sobar. Como habÃa un concurso de dibujo en las jornadas, Naranjo dice que va a practicar durante el viaje, cuando ya ha garabateado la hoja por casi todas partes, se de cuenta de que es el billete de vuelta.
Seis de la mañana (quizás un poco antes), desembarcamos en la estación de Sants en Barcelona. No han puesto ni las calles. Tenemos sueño, no hay un sitio en el que dormir, un tipo que anda por la estación nos dice que los seguratas andan “despertando†a los que intentan hacerlo (dormir, no seáis mal pensado) en los bancos de la estación. Tenemos hambre, no hay nada abierto; ¿O nos equivocamos?
¿Que es aquello?
¿Es acaso una luz en las tinieblas de la estación?
Es el Golden Wagon, el único sitio abierto a esas horas en la estación y alrededores. Al entrar para el temprano desayuno, descubrimos porque, con esos precios, a nada que tengan un poco de competencia, no se le va a acercar ni dios, asà que no les quedarÃa mas remedio que abrir antes que nadie a ver si los pringados (como nosotros) pican.
Después de pagar con dolor de nuestros corazones y bolsillos lo que nos pidió el amable tipo de la pistola, nos sentamos, y hacemos firme propósito de no largarnos de ahà hasta que nos echen, o se acerque la hora en la que abran las jornadas (lo que llegase antes). Mientras tanto, “ayudamos†a José Luis a preparar las preguntas de la entrevista que pretendÃa hacer a alguien de las jornadas (creo que Ricard Ibañez). Entre preguntas chorras, se nos hace cosa de las nueve, asà de decidimos desmontar el campamento, y dirigirnos hacia la siguiente etapa de nuestro viaje.
Como tenemos cosa de una hora, decidimos ir a pie hasta el lugar marcado con la “x†en el mapa, tras cosa de una hora de camino, llegamos a nuestro destino, en el que no nos aguarda un tesoro, o una bomba, sino una caseta en la que tenemos que comprar la entrada. Para nuestra sorpresa (y gran regocijo), junto a la entrada regalan una pizza gratis en una cadena de pizzerias de Barna (al menos no las he visto en ningún otro lado, aunque claro, tampoco es que viaje mucho), Pizza D´arte (o algo asÃ).
Entramos en el local, a nuestra derecha, una sala en la que se hace una presentación; la muy infame Urza. En la sala, cuatro gatos: nosotros, y los de la Sir Roger de Zaragoza. Mientras yo pugnaba dúramente por no quedarme sopa (no se porque, lo cierto es que lo que decÃan no me interesaba lo mas mÃnimo), habÃa tres tÃos al otro lado de la mesa, intentando vendernos la revistucha aquella.
Tras superar aquella ardua prueba, nos adentramos en las jornadas en si. Como en todas ellas, no hay mucho que contar sobre las jornadas en si. Cienes y cienes de frkis por metros cuadrado (bastantes mas de los que se suelen juntar ahora), sentados en cualquier parte (sillas, mesas, stands, el suelo) jugando a Magic. Alguna que otra mesa con partidas de rol, y unos cuantos stands de tiendas y editoriales en los que dilapidar nuestros ahorros.
Joc Internacional habÃa muerto (larga vida a Joc), y las tiendas rebosaban de saldos (¡LARGA VIDA A LOS SALDOS!), nuestros ojos lloraban de la emoción, nuestros bolsillos lloraban de dolor, y nuestras mochilas sufrÃan con el peso adicional.
Llega la hora de comer, y raudos nos disponemos a canjear nuestros vales por una pizza. Las pizzas no es que sean gran cosa (de tamaño), y el vale no incluye bebida. Resultado, todos nos comemos dos pizzas, con sus respectivas cocacolas. Eramos jóvenes, frikis, y nuestras lineas (o curvas) no nos preocupaban (ahà va, como ahora, pero sin ser tan jóvenes).
Regreso a la guerra, presentación de la caja en castellano de Ravenloft (nota para los lectores no frikis: ambientación de terror “clásico†para ADD), Luis Vigil; el abuelito de la barba blanca, y Paco Pepe (como el patito de goma de Epi) Campos sueltan una serie de tonterÃas que demuestran que no tienen muy claro que es lo que están sujetando, asà que regresamos a la batalla de los saldos.
Llega la noche, se acerca el descanso del guerrero, y decidimos ir a cenar a algún lugar raro, mira tu por donde, un chino (y lo digo sin coña, entonces la gente aún no iba tres dÃas por semana a cenar ahÃ). Nos juntamos con los de las Sir Roger, y hala, a zampar como descosidos, entre anécdotas de partidas en ambos clubs, la ya clásica “que mal va esto del mundo del rolâ€, y el “que chungo es esto de sacar un fanzineâ€.
El plan era ir a dormir a casa de un conocido de Pedro, con quien jugaba por correo (creo que ordinario). La cosa es que habÃa quedado en una parada de autobuses a las diez de la noche, y aparecimos poco después de las doce. No habÃa móviles, Pedro no sabia ni el teléfono, ni la dirección del tipo este. La cosa es que se acuerda de que sus padres trabajan en un lugar llamado “Pan Tumaca†(o al menos asà sonaba cuando lo decÃa él). Asi que ahà estamos, cerca de la una de la mañana, algo asà como una docena de frikis, llamando a información preguntando el teléfono de un sitio cuyo nombre sonase mas o menos asÃ. Creo que fue al tercer intento, nos debió salir la telefonista competente, y logramos el numero. Entonces toca el numerito de explicar a los padres del chaval la pelÃcula. Lastima no poder ver la cara de aquellos señores.
Una vez conseguido el numero del chico en cuestión, nuevamente nos sonreirÃan los hados, y este seguÃa en casa (por lo que comentaban, estaba a punto de salir a tomar algo). Siendo la hora que era, y como ya no habÃa autobuses, pillamos un par de taxis para que nos lleven a nuestro lugar de reposo, la cosa es que a los de uno de los taxis el viaje les salió mas caro que a los del otro. ¿explicación?, ellos habÃa metido las mochilas en el maletero, y por eso les habÃan cobrado un extra (ya sabéis chicos y chicas, las maletas en el asiento con vosotros).
La cosa es que algunos aún tenÃan ganas de juerga, y se fueron a tomar algo con el chaval este (este Josemi, que ya apuntaba maneras, y alguno mas), el resto, a sobar en el suelo sobre sacos de dormir, y con las mochilas repletas de libros como almohadas. Como el calzado debÃa oler un poco, tanto zapatillas como calcetines a la ventana.
Yo me puse el walkman, apoyé la cabeza sobre la mochila, y antes de que hubiese acabado la primera canción, ya habÃa caÃdo.
A la mañana siguiente, un grito despierta a todos los que estábamos durmiendo en el salón, algún incauto (creo que fue Sesma) habÃa ido a la ducha, y no habÃa agua caliente.
Al abrir los ojos Fernando (que dormÃa al lado mÃo), otra nueva sorpresa. Mi walkman habÃa reptado hasta cerca de su cara, tanto como daba el cable de los auriculares. De haber sido este un poco mas largo, posiblemente, Fernando habrÃa sufrido la ira de ¡EL WALKMAN ASESINO!.
Para mas inri, los calcetines estaban congelados (idem de las zapatillas), con la consiguiente alegrÃa de nuestros pies, y para finalizar, Josemi baja de su habitación (si, al llegar el ultimo, habÃa dormido en cama), quejándose de que habÃa tenido que apagar la estufa porque se estaba asando (estufa cuya existencia desconocÃamos).
Después de aquel magnifico despertar, desayuno, y yo para casa (el sábado antes de ir a las jornadas, habÃa pillado el billete de vuelta para el domingo a la mañana), asà que me fui a la estación con ganas de haber estado mas tiempo. Y mira que no aprendo, porque la siguiente vez me pasarÃa lo mismo.
Pero eso ya sera el lunes que viene.
Ahora me diréis. ¿Y esto que tiene que ver con internet?.
Pues nada, es mas, creo que por aquel entonces no tenÃa internet en casa o en la tienda, pero para las siguientes jornadas (o las siguiente a esas), ya empezarÃa a conocer a gente con la que luego mantendrÃa contacto vÃa internet, y si empezaba por esas, esta se iba a quedar muy solita.
Tiene gracia que Josemi se quejara, porque el tio ni de dignó en robar la estufa (que estaba en vuestro cuarto) y tuve que hacerlo yo 😀
El tipo ese que conocÃa Pedro era de Las Liaisons Dangereuses (pbem) y creo que falleció en circunstancias extrañas poco después. Ya no recuerdo su nombre… D.E.P.
No me suenan jornadas en ese año en mi city en la que se regalase una pizza.
Recuerdo los DÃes de Joc (Joc no habia quebrado aún pero sacaba en saldo todo el material defectuoso) y Divermania (en plaza españa). En ambas jornadas hicimos con mi club actividades… qué jovenes erámos y qué bien nos los pasábamos. 🙂