Saltó.
De nuevo el viento azotaba su rostro mientras descendÃa velozmente. Las corrientes le mecÃan haciéndole sentir que podrÃa remontar el vuelo cuando quisiese. Él sabÃa que no era asÃ, no podÃa volar, pero no le importaba. Sólo importaba aquella embriagadora sensación de ingravidez. Cuando dejase atrás las nubes, cuando pudiese contemplar la cercanÃa de su destino, sólo entonces se preocuparÃa. Hasta ese momento serÃa completamente libre de cualquier atadura.
– ¿Otra vez saltando al vacÃo?- aquel comentario no le pillaba por sorpresa – Mira que puedes llegar a ser cansino – pero no por ello dejaba de ser molesto.
Ignoró la voz y continuó cayendo.
– Vale, parece que hoy estamos en modo “ignorar todo†¿De verdad crees que te va a servir?
Aún podÃa sentir como su cuerpo era mecido por las corrientes de aire.
– Y dale. Si quieres ponerte asÃ, venga, analicemos esto. Saltó… ¿Desde donde has saltado?
– Eso no importa. Cállate y déjame tranquilo – CreÃa que, en aquella ocasión, serÃa capaz de ignorar a las voces de su cabeza, pero habÃa fracasado. Como siempre.
– En serio. Párate un segundo y analÃzalo un poco.
– No hay que analizar nada. Esto es una fantasÃa. No hace falta que tenga sentido.
– Y como no es obligatorio que tenga sentido, haces todo lo posible para que no lo tenga.
– ¿Quieres dejarme soñar tranquilo?
– No. Esa es una de mis múltiples funciones.
– Y como eres muy responsable, te lo tomas muy en serio, ¿no?
– No soy una persona, sólo soy un producto de tu imaginación (bueno, en realidad otro producto de la mente del autor)
– Ya esta. Te ha costado un poco, pero ya lo has soltado. TenÃas que mencionar a vuestro puñetero “autorâ€
Javi tenÃa un problema (bueno, en realidad muchos, pero mencionarlos todos nos llevarÃa más espacio del que disponemos para esta narración): Era un esquizofrénico.
Por si no fuese suficiente con esto, sus otras personalidades eran conscientes de algo que Javi no podÃa reconocer: Javi no era real, era un personaje ficticio. Todo el limitado microverso en el que se movÃa era ficticio, y él era el único incapaz de aceptarlo.
Para terminar de complicar su problema, tanto sus otras personalidades, como cualquiera que se pudiese encontrar por la calle, se dedicaban a “charlar†con “el autor†en cualquier momento (sobre todo cuando estaba él presente)
Pero volviendo a nuestro relato: Javi continuaba intentado caer… hacia donde fuese.
– TÃo. Que estas trabajando. Tómatelo tú un poco en serio – sus personalidades, por supuesto, no tenÃan ninguna intención de dejarle vivir tranquilo y feliz en su ignorancia.
– Pero si no hay nadie.
– Que aún no haya llegado “Ella†no implica que el resto del mundo no merezca el apelativo de “alguienâ€
– Esta tardando mucho, ¿no?
– Eso. Tú sigue ignorando lo que te digo.
“Ellaâ€. El amor platónico de Javi. Una clienta anónima del Burger Prince de la que nuestro protagonista se habÃa enamorado, pese a ser una completa desconocida.
HabÃan coincidido en una fiesta (ellos dos y el novio de “Ellaâ€) lo que la hacÃa aún más ideal para el desfasado concepto de amor romántico-trágico-e-inalcanzable con el que tanto le gustaba fantasear. ¿Para que arriesgarse a que otros pudiesen causarle el sufrimiento y brusco dolor del rechazo, cuando se lo podÃa producir él solo de una manera más controlada?
– Ya tendrÃa que haber venido. Suele ser muy puntual.
– Y dale. Hoy estamos en plan autista.
– Es que me lo estáis poniendo muy fácil.
– ¿Perdona?
– Lo digo porque hoy estas tú solo. ¿Donde están los demás?
– Es verdad… No hay nadie más por aquÃ. ¿Hola?
– ¿No hay nadie más?
– Pues no.
– ¿Y como puede ser que no te hayas dado cuenta hasta ahora?
– Exigencias del guión, supongo. Ya sabes, cosas del autor.
– Porque, claro. Vosotros sois un producto de mi imaginación. No sois reales. No tenéis forma ni sentidos. Asà que supongo que el mundo real lo veréis a través de mis ojos.
– Creo que pecas de un error de concepto. Vale, sÃ, de acuerdo, no somos reales. Pero tampoco lo eres tú. Nosotros somos un apoyo para el autor. Somos una especia de “narradores conceptuales†ya que estas historias no suelen tener un narrador omnisciente. Nuestra tarea es la de transmitir ideas. Tratar de clarificar el punto de vista subyacente debajo de la historia que se esta contando.
– Para estas alturas ¿No me habrÃais dejado ya colgado para poneros a “hablar†con vuestro “autorâ€?
– … Pues es verdad.
– ¡IncreÃble! ¡Te he dejado sin una respuesta pseudomordaz! Igual es que estoy mejorando de lo mÃo.
– Vamos a ver que tal vas de “lo tuyoâ€
– Venga, lánzame tu mejor golpe.
– ¿De que color es la ropa que llevas?
– ¿Que?
– Lo que oyes. Que me digas de qué color es tu ropa.
– Pues… mi ropa… es… ¡No me lÃes!
– No lo sabes.
– Claro que lo se. Lo que pasa es que esa pregunta es una estupidez. ¿Que pretendes demostrar con eso?
– Y dale. Pues te demuestro que no existimos. No tienes ojos con los que ver el “mundo real†porque el mundo en el que te mueves ni es real, ni existe.
– ¿Porque no te vas a hablar con tu “autor†y me dejas tranquilo un rato?
– Porque al señor gracioso no le ha dado aún por aparecer. Asà que me seguiré dedicando a darte el coñazo.
– ¡Porque no viene “Ellaâ€! ¡Al menos asà mejorarÃa un poco el dÃa!
– ¿Lo ves?
– ¡¿El que?!
– “Ellaâ€. No tiene nombre. Has estado hablando con ese personaje. Te has enamorado estúpidamente de él (o, mejor dicho, ella) y no sabes su nombre.
– Soy tÃmido… No se lo he preguntado.
– Es sólo un concepto. Si ahora te pregunto de qué color tiene el pelo, o los ojos. Si te pido que me digas cuantos años aparenta o cuanto puede pesar, no sabrÃas que decirme.
– … pues claro que sabrÃa. ¿Como iba a enamorarme de …?
– ¿De una abstracción? ¿De un concepto ideal?
La puerta del Burger Prince se abrió y ambos dejaros de discutir. Pero no fue “Ella†quien atravesó el umbral de la puerta, sino un hombre. PodrÃamos tratar de describirlo, pero su apariencia carecÃa de la más mÃnima relevancia.
– Yo conozco a este tipo – Javi no sabÃa si el “tono de voz†de aquel ser de su cabeza era de sorpresa, temor, incredulidad, o todos ellos juntos.
– Ah, ¿sÃ? Pues a mi no me suena de nada.
– Normal, hasta ahora sólo habÃa sido otro concepto. No deberÃa estar en este plano de irrealidad.
– ¿Y quien es?
– En la mente del autor se llamaba Deux Ex (una abreviación más cómoda que el nombre completo) Posiblemente sea el concepto que más odia.
– Pues nada. Bienvenido sea. Igual a partir de ahora se dedica a joderle la vida a otro.
Contunua sintiendo que posiblemente la realidad se encuentre en un punto de su lado.