DÃa: Casi la fecha señalada
Hora: A escasas horas del momento definitorio.
Lugar: Microverso
– Vale ¿Y ahora, qué?
Javi estaba tumbado sobre la cama. No creÃa estar soñando, pero todo podÃa ser. Lo que sà que agradecÃa era que Mike no estuviese tocándole las narices en aquel momento.
Por muchas vueltas que le diese no terminaba de tenerlo claro. “Ella†no estaba. Bueno, más concretamente no sabÃa donde estaba (lo cual, debÃa reconocer, que era algo de lo más normal) pero Antagonista, su novio, tampoco sabÃa nada y, para terminar de redondear la cosa, le decÃa que él tenÃa que resolver aquello. La verdad, todo sea dicho, aquello no tenÃa ningún sentido. Ni siquiera para los cosas que solÃan pasarle a diario.
Finalmente cerró los ojos y no tardó en dormirse.
– Ya te ha costado – una voz le hablaba en sus sueños. Le sonaba pero no era capaz de identificarla. ParecÃa que la noche no iba a ser mejor que el resto del dÃa.
– Dime lo que quiera rapidito – en otra ocasión igual habrÃa respondido mejor, pero estaba bastante hasta los mismÃsimos de todo aquello – No estoy de humor.
– Vale. Salta.
– ¿Que?
– Que saltes, membrillo.
Sin saber porqué, saltó. Como era de esperar, sus pies se separaron del suelo. Pero parecÃa que no iba a caer. Aquello no era normal, pero era un sueño, asà que siguió a la espera de lo que venÃa después. Continuó ascendiendo, y su velocidad aumentaba por momentos. Vale, era raro pero, hasta cierto punto, esperable; no era la primera vez que volaba (o algo parecido) en sus sueños.
Su ropa comenzó a deshacerse, a esta le siguió la piel y después los músculos, nervios, órganos y huesos. Al final sólo quedó su forma astral y dejó de ascender. Se dio la vuelta y contempló la tierra. La habÃa visto muchas veces en fotos o la tele, pero aquella vez le parecÃa distinta. Nada que ver con las “Oooooohs†ni “Aaaaaaaahs†ni expresiones diversas de asombro o deslumbramiento. Nada de eso. Aquella esfera (¿Era una esfera?) le parecÃa pequeña, irrelevante e… ¿incompleta?
– Te ha costado llegar – una mano astral se apoyó sobre su hombro etéreo. Era Deux ex.
– Vale ¿Y ahora, qué? – sólo querÃa que aquello terminase y descansar de una vez. Además, le asaltó una pequeña sensación de deja vu.
– Tranquilo, ya falta poco. Pero antes hay que hacer unos últimos ajustes – le empujó.
No tenÃa cuerpo fÃsico, pero notó el impulso y comenzó a precipitarse en picado. Notaba el aire sobre su ¿esencia? Y contemplaba la tierra acercándose a una velocidad de vértigo. Cuando más caÃa, más cambiaba lo que tenÃa ante él. Finalmente atravesó una especie de bruma que parecÃa cubrÃa lo que tenÃa ante él… ¿O aquella neblina habÃa estado siempre cubriendo sus ojos?
Aquello parecÃa “realâ€. Los colores más nÃtidos, la luz más brillante… el tortazo que se iba a pegar más doloroso que ninguno que se hubiese dado antes. Mientras se decÃa que aquella acción era estúpida e inútil (y no iba a evitar que se matase. Claro, si es que una forma astral, dentro de un sueño, pudiese morir) se cubrió la cara con ambos brazos y se preparó para el impacto.
El mundo (y sus brazos) desaparecieron y se encontró mirando un techo. No era el suyo, pero se le hacÃa familiar.
Trató de mirar sus manos, pero no lo vio claro. La luz de la habitación estaba apagada y estaba muy oscuro, pero aquella oscuridad era distinta. Más… ¿oscura?
Sus manos tantearon la pared en busca de un interruptor. Aquella sensación también se le hacÃa extraña. Trató de incorporarse y su cuerpo también se le hizo extraño. Pesado y ligero al mismo tiempo. Aquellos conceptos parecÃan obtener un nuevo significado en aquel momento. El tacto de la pintura de la pared, las sabanas bajo su espalda. Absolutamente todo despertaba interrogantes en su mente. Aquellas preguntas y su imposibilidad para convertirlas en afirmaciones le estaban produciendo migrañas… e incluso aquellas migrañas era incapaz de definirlas con las palabras que aparecÃan en su cabeza. Decidió dejar de pensar en aquello, pero sabÃa que tampoco lograrÃa aquello.
Logró encender la luz y levantarse. Aquella no era su habitación… ¿o igual sÃ? Se abofeteó mentalmente por aquella pregunta. Levantó la persiana y, mientras lo hacÃa, una pregunta más trataba de aflorar en su mente, pero la metió en un pozo, puso una montaña encima y dinamitó aquel mundo. La pregunta se quedó malherida y huyó de su mente. La luz proveniente del exterior le golpeó como un ariete. No esperaba que fuese de dÃa. Aquel golpe pareció expulsarle de su cuerpo, y se encontró de nuevo flotando sobre el mundo.
– Ahora ya lo sabes – dijo la voz – Ella está allÃ.
– Vale ¿Y ahora, qué?