DÃa: Mismo lunes (distinta sensación)
Hora: La de comer.
Lugar: Mundo “realâ€
– Irrelevante – su cabeza no dejaba de repetÃrselo.
Javi llegó a casa, pero su cabeza seguÃa por ahà atrás. Para ser más exactos, en un semáforo a unas cuantas calles de distancia. Ni siquiera una invasión alienÃgena lograba que aquella mujer se le fuese de la cabeza.
Por un momento, la tentación de hacer que se la llevasen los invasores le rondó por la cabeza, pero aquello no habrÃa solucionado el problema; su avatar en aquella historieta los habrÃa seguido hasta los confines del universo para rescatarla y… posiblemente, morir en el intento (otra vez)
– Venga, alegrÃa.
Encendió la tele y habÃa anuncios. Que sorpresa. Apago el sonido y encendió el ordenador para poner música.
Su estómago empezó a a gruñir. SÃ, debÃa de ser la hora.
Se dirigió hacia la cocina para hacerse la comida, pero ya sabÃa que lo que se iba a encontrar: Espárragos y patatas fritas (cielos, también habÃa una lata de atún)
Se presentaba la disquisición de todos los dÃas, el terrible drama existencial que consiguió que LA preocupación del dÃa se alejase un poquito la (¡yupi!): ¿Pedimos comida, o bajamos al súper?
Salir a la calle y arriesgase a la (remota) posibilidad de encontrarse (y empeorar un poco más) otra vez su nueva y flamante obsesión, o quedase tranquilito en la seguridad de su casa, esperando que le llegase algo sano, sano para comer.
– Ah, ¿qué diablos? – se sentÃa afortunado.
Al fin y al cabo, ¿cuantas posibilidades habÃa de que se la encontrase otra vez?… Además… tampoco habÃa nada malo en el simple hecho de cruzársela.
– TÃo, estás fatal.
Estaba saliendo por la puerta, cuando se dio cuenta. Con el calor que hacÃa en la calle, y se habÃa puesto la chaqueta. Con su cabeza tan lejos, su cuerpo se habÃa puesto en automático.
Se quitó la chaqueta y agarró las llaves y mientras se repetÃa una y otra vez “tienes que hacértelo mirar†esperando el ascensor.
– Joder. No he apagado la tele. Mierda, el ordenador tampoco. Bueno, da igual.
Mientas salÃa por el portal, su cabeza volvÃa al ataque:
– ¿Por donde serÃa más probable que aparezca?
– Irrelevante.
– Oh ¡Cállate!
– ¡Cállate tú y tira por la ruta de siempre!
Definitivamente, estaba siendo un dÃa de esos.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada.
Súper, lata de alubias (la más grande), azúcar (¿azúcar?, pero si no tenÃa leche), mmm que buena pinta tiene la foto de esa caja de… ¿espinacas congeladas? Vale, ¿por qué no? Cosas más raras habÃa comprado. Chorizo, chorizo picante, chorizo de pueblo, chorizo de Pamplona. Venga, chorizo de pavo también… y de jabalÃ. SÃ, con eso serÃa suficiente.
Auriculares al máximo, encogimiento de hombros y ruta planificada hasta casa.
Misión cumplida.
Subió a casa y comenzó a comenzó a meter las cosas en el frigorÃfico. Miró la lata y se dijo “ya me haré esto mañanaâ€. Sacó del frigo los chorizos que acababa de meter y pilló la tabla de cortar.
Se sentó delante de la tele y empezó a cotar.
– Mierda, no he comprado pan.
– ¡Hey! ¡No estaba pensado en esa tÃa!
– Mierda.
Algo en la pantalla llamó su atención. HabÃa un montón de extraterrestres acorazados estrellándose contra el asfalto. La escena le sonaba, como un deja vu, aunque no lograba ubicarlo.
Esperó a que pasasen las imágenes y vio que eran las noticias. Para cuando paró la música y subió el volumen de la tele ya habÃan pasado a la siguiente noticia.
¿PelÃcula nueva? ¿De quién?
QuerÃa buscar algo en internet, pero no tenÃa mucho con lo que empezar.
Espera.
Espera.
Espera un poco. No era un deja vu, era una de las historias a las que habÃa estado dando vueltas.
Algún productor de Hollywood habÃa vuelto a robarle una idea… antes de que la escribiese. Seguro que hacÃan otra superproducción genérica. Que irÃa al cine y saldrÃa diciendo “TendrÃan que haberme dejado a mi hacer la historiaâ€
Cojonudo. Estaba siendo un dÃa perfecto.
Bueno. Al menos habÃa vuelto de dejar de pensar en…
– Mierda.
Que no. Que soy un chico muy sano y no he fumado nada raro. Lo que pasa es que el evento que estoy a punto de narraros bien merece un tÃtulo en consonancia, asà que permaneced atentos.
Como os contaba hace unas entradas, un nuevo artefacto, cuyo poder sólo era superado por su arcano misterio, habÃa llegado hasta mis dominios (bueno, en realidad los de mi hermano mayor)
¿Un transfuncionador del continuo? Os preguntaréis ¿Un nulificador supremo? Murmuraréis aterrados.
Pues no. Nada tan banal.
Lo que habÃa llegado hasta mis manos (bueeeno, las de mi hermano) era un poder sin parangón. La rueda o el fuego que nos transportarÃa hasta el nuevo siglo: Un modem.
Porque aún nos hallábamos en los albores (bueno, casi ya habÃamos alcanzado su equinoccio) de la última década del siglo pasado. Para ser mas exactos, mil novecientos noventa y cuatro.
Nada sabÃamos de lo que nos depararÃa aquel mÃstico talisman. De lo que nos aguardaba a la vuelta de la esquina tecnológica.
En tiempos pretéritos (aunque tampoco mucho) visitando a los amigos Z y Mercenario, les habÃa contemplado escribir mÃsticas ordenes en los terminales de misteriosos programas. DecÃan que, gracias a aquellas arcanas runas, eran capaces de comunicarse con gente de más allá. Con entes que se hallaban “al otro lado de la lÃneaâ€, aunque por entonces no asociaba el termino “lÃnea†con “telefónica†cuando se trataba de las lides informáticas. Al fin y al cabo, Juegos de guerra, no dejaba de ser una pelÃcula. Ciencia ficción como lo era Starfighter o Cortocircuito.
La gente no podÃa hablar con las máquinas, al igual que no habÃa reclutadores de “la liga de las estrellas†merodeando por los salones recreativos, ni robots con una vida interior más rica que la de muchos humanos.
Con el tiempo, de aquellas pesquisas virtuales que realizaban mis amigos por las brumosas estepas de las BBS, como si de chamanes gloranthinos se tratase, regresarÃan con el conocimiento almacenado en “la máquinaâ€.
Nos traerÃan la reinvención del fuego, la reformulación de los leyes del universo. Noticias de lejanas tierras, reglamentos desechados por editoriales o revistas sin imágenes que imprimÃan en sus impresoras de agujas.
La nueva panacea. La cornucopia del ávido devorador de información. Nos traÃan… EL FUTURO (venga, bien de fanfarrias)
Pero aquel FUTURO pronto se quedarÃa atrás (entre otras cosas porque a nosotros nos habÃa llegado un poco tarde) porque adelantándole de manera fulgurante llegarÃa hasta nosotros el hermoso retoño de los ceros y unos.
Como suele ocurrir con todas estas cosas que os suelo contar, mi único merito en estas cosas es el de “pasar por ahÆcerca de alguien que tiene los ojos abiertos. En esta ocasión, el amigo Mercenario y su inestimable apoyo técnico.
No recuerdo muy bien como sucedió. Supongo que serÃa gracias a las partidas que solÃamos echar los domingos en la tienda. Imagino que verÃa el modem y dirÃa “si yo tengo una conexiónâ€.
Asà que, ni corto ni perezoso se vino un dÃa entre semana y nos la configuró en nuestro flamante Ventanitas 3.11.
Tras pegarse con el winsok, los inis y la madre que lo trajo. Tras unos cuantos reinicios. Tras instalar un navegador (supongo que el Netscape 4.08) Ya estaba. Por fin lo tenÃamos:
INTENNEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEEE
Claro, aquella conexión se hacÃa con sus datos, asà que no podÃamos estar “en linea†a la vez que él, por lo que básicamente nos conectamos cuando el se pasaba por la tienda.
Aquellos momentos de emoción contenida: ¿Se conectará?
Aquellos momentos de juramentos incontenibles: YA SE HA VUELTO A CAER LA CONEXIÓN
Aquel sentimiento de maravilla: Mira, mira, ¡¡¡está descargando a cien bites por segundo!!!
Aquellos momentos de ensoñación: ¿Te imaginas poder descargar algún dÃa ese programa de dos megas?
Todo estaba ahÃ. En aquella pequeña cajita. En aquel puñetero trasto.
Aquello parecÃa insuperable pero, aunque nos parecÃa casi imposible, la continuó yendo a más.
HabÃamos dejado a la humanidad haciendo amigos en lo que iba a ser su nuevo hogar.
Después de la “justa represaliaâ€, los colonos se darÃan cuenta de un pequeño, pequeñÃsimo, Ãnfimo, apenas perceptible problema: Eran cuatro gatos y, caso de una guerra, no tenÃan nada que hacer.
Asà que no tendrÃan otra idea más brillante que la de prepararse para una posible guerra, que comenzar a desarrollar armas bacteriológicas. AhÃ, con un par.
Bomoveris, uno de los cientÃficos de la primera expedición se pondrÃa a ello, creando un virus bio-tecnológico diseñado para acabar con los shantha.
Cuando los ataques comenzaron de manera masiva sobre las colonias, el virus serÃa liberado sobre la atmósfera del planeta acabando con la vida del noventa y nueve por ciento de los shanthas de Jorune en unos pocos dÃas.
Pero con aquello tampoco solucionaron gran cosa, ya que un uno por ciento de varios miles de millones seguÃa siendo un número levemente superior a los pocos miles de humanos que habÃa en el planeta. La huida era la única salida que les quedaba… caso de tener algún lugar al que huir.
Iscin serÃa el único superviviente de su colonia y, tras varios meses sin recibir señales de los suyos, se creyó el último hombre vivo sobre el planeta. PoseÃdo por aquel pensamiento, dedicarÃa el resto de su vida a tratar de crear nuevas formas de vida inteligente para que no se perdiese el legado de la tierra.
Utilizando como base para aquellas nuevas razas a los animales que habÃan traÃdo desde la tierra crearÃa a los Blount, Crugar, Woffen, Bronth y Tologra.
PasarÃan veintidós años antes de que tuviese contacto con otro humano; Bomoveris, pero el encuentro no serÃa muy feliz. Bomoveris matarÃa a dos crugar tomándolos por criaturas hostiles y tendrÃa que ser salvado por Iscin antes de que el resto de sus criaturas acabasen con él.
Tras el impacto inicial, discutirÃan sobre la ética y moralidad de la creación de aquellas criaturas (acusación a la Iscin responderÃa con un sencillo, viniendo de un genocida, como que tiene bastantes narices)
De todas formas, el asunto no estaba como para despreciar posibles aliados por pequeñeces como la conciencia y los principios morales, asà que ambos se aliarÃan temporalmente. El único problema que tendrÃan serÃa Choundra, el lÃder de la camada crugar a la que pertenecÃan las vÃctimas de Bomoveris, que tratando de vengar a sus camaradas, terminarÃa asesinando a Iscin esa misma noche.
Bomoveris lograrÃa huir, sólo para acabar en uno de los cetros de contención shanthicos. Parece que no estaban en racha.

Un muadra
Cosa después de un siglo después de la llegada del hombre a Jorune, los restos de alimentos genéticamente creados y las herramientas que los hacÃan viables se han consumido. La expectativa vital del humano medio caerÃa hasta los treinta y seis años. Comenzaba una era oscura, pero aquà no acabarÃa la diversión.
Los hijos de Iscin se esparcirÃan por todo el mundo. Los hombres conocerÃan a los cleash y, como no, acabarÃan a hostias con ellos.
En el año doscientos cincuenta después de las guerras coloniales, se fundarÃa Ardoth, como una aldea de pescadores. Los restos de las máquinas lamorri impedÃan el buen funcionamiento de las dyshas shanticas que creaban portales en aquella zona. La cosa parecÃa que prometÃa.
Ciento cincuenta años después, una alineación de las lunas de Jorune provocarÃa mutaciones en los recién nacidos, dando origen a nuevas criaturas de las que sólo sobrevivirÃan los acubon, boccord, muadra, salu y trarch.
Las dyshas de los shanthas no podÃan llegar hasta Ardoth, pero las olas provocadas por la alineamiento de las lunas destruirÃan la ciudad (por primera vez)
En el año quinientos cincuenta y cinco (según reza la tradición) nacerÃa Paul Gauss (en el valle que más adelante heredarÃa su apellido), un hermoso lugar en el que los niños con mutaciones eran (ejem) “liberados†de su maldición a la antigua usanza.
Cinco años después nacerÃa quien serÃa su futura esposa, Mayatrish (solo que ella el bien gusto de nacer en lo harÃa en Ardoth, donde eran un poco más civilizados, allà sólo marginaban a los diferentes)
A los diecinueve años Paul descubrirÃa alguno de los laboratorios de Iscin en su valle de nacimiento, junto a sus notas sobre el durlig. No tenÃa ni idea de como leer aquellos papeles, pero comenzarÃa a alimentarse de las raÃces que habÃa en aquel lugar.
Sólo cuando sus vecinos vieron que el muchacho estaba creciendo sanote le harÃan caso y comenzarÃan a alimentarse de aquella planta tan desagradable.
Por lo demás, ya sabéis la historia: Chica viaja volando en su talmaron, y este cae moribundo el en valle del chico. Se enamoran, se casan y ella se queda embarazada, pero como el niño le sale boccord se va a criarlo a su ciudad (no vaya a ser que los amigotes de su marido se lo carguen) Poco a poco van acercando sus respectivos pueblos, y los mutantes encuentran un lugar en el que no tienen que esconderse (tanto) y, con el tiempo, comienza el comercio del hierbajo asqueroso pero muy nutritivo entre las ciudades.
Más adelanta el niño al que llaman Michael, pero que será conocido como Khaun, construye un muro marÃtimo para que los oleajes no se vuelvan a cargar su ciudad, enseña a la gente a utilizar a los thombos para cosechar mejor el durlig, y son todos muy felices.
Felices, claro, hasta que llega una plaga que dura casi un milenio, diezmando a la población humana y devolviéndolos casi a la barbarie.
Ya sabéis, cosas que pasan.
Y bueno, me podrÃa extender mucho más, que aún nos quedan cosa de dos milenios por contar. Ya sabéis, guerras, expansiones, descubrimientos tecnológicos y todo eso. Pero como os podéis bajar la cronologÃa de Jorune.org y leerla vosotros solitos, me lo ahorro.
En la siguiente entrada, alimentaré un poco vuestra vagancia y os contaré más o menos como es el mundo y alguna cosa más.
Hasta entonces.
DÃa: Siguiente Lunes (pero del esos malos, malos)
Hora: Las ha habido mejores.
Lugar: Mundo “realâ€
– Vale, entonces… ¿el plan, es…? – Javi trataba de aclararse hablando en voz alta, mientras esperaba que alguno de sus “aliados†sugiriese algo – Por favor, no digáis “dominar el mundoâ€
En aquel nuevo mundo, y rodeados por las hordas cuasi comatosas de los devoradores de alcohol, nuestros tres héroes estaban desorientados y perdidos. Muy perdidos.
Pero el dÃa aún iba a ponerse peor… aparte de mucho más raro. A todo aquello, su primera respuesta serÃa:
– Hombre, no me jodas.
A su lado, un conmocionado turista no podÃa dejar de repetirse:
– TenÃa que haberme ido de vacaciones a otro lado.
El señor Gutierrez habÃa huido de su puesto en la NASA para evitar que su mundo racional fuese puesto en duda al hacerse preguntas sobre algo que sabÃa que habÃa visto, pero no querÃa reconocer como real. Pero, por lo visto, el mundo se empeñaba en hacer hincapié sobre el cariz extraño que habÃa decidido adoptar.
Primero el incendio que habÃa aparecido ante sus ojos el dÃa anterior. No habrÃa sido raro… de no ser porque, el segundo anterior, el edificio estaba perfectamente, no se parecÃa en nada al que habÃa aparecido en su lugar ardiendo y no habÃa rastro de los bomberos o la lÃnea de contención (que, curiosamente, se parecÃan mucho a las de las pelÃculas americanas)
Cuando el tipo poseÃdo por un ataque de heroicidad estúpida decidió entrar en el edificio, prefirió mirar para otro lado.
Después, la nevada “instantánea†y delimitada del dÃa anterior… del que nadie parecÃa haberse dado cuenta. Lo del incendio habÃa conseguido hacer como si no lo hubiera visto, pero aquello, por mucho “Nanana†mental que se repitiese, no conseguÃa que desapareciese. Y comenzaba a dudar sobre su estado mental.
Pero lo que acababa de ver… después de aquello, ya se veÃa con el embudo en la cabeza y la camisa de mangas extra largas anudadas a su espalda.
La cosa empezarÃa con el haz de luz que vendrÃa desde el cielo. Raro, vale, pero vete tu a saber si era el foco (con una señora lámpara de unos cuantos millones de vatios) de algún espectáculo de la fiesta. Pero al mirar al cielo buscando su origen, de repente se habÃa nublado… pero sin que el dÃa se oscureciera un ápice (ni las nubes impidiesen pasar la luz del haz)
Después, la figura que parecÃa ascender por el haz… y el tipo que parecÃa volar siguiéndola. Vale, quien hubiese hecho aquel efecto especial se habÃa dejado una pasta. El “Nanana†volvÃa a su cabeza, pero el estruendo de la colisión del artefacto en la carretera le impidió seguir escuchándolo.
Al menos de aquello si que parecÃa que se enteraba la gente. Casi se alegró del pánico que siguió a aquello.
– No estoy loco – gritó – No estoy lo…
– Aparta, mendrugo.
Cuando aquel tipo le apartó, no entendÃa la razón. Al ver a uno de los hombres que le acompaña parecÃa una momia, el “Nanana†regresó. Cuando otro artefacto similar al que habÃa caÃdo en la carretera se estrelló donde él se encontraba hace un momento, superó su estado de estupefacción, y comenzó a correr mientras caÃan uno tras otro los artefactos del cielo.
Asà que nuestros héroes se encontraban ante lo que parecÃa una… ¿lluvia de extraterrestres acorazados?
De cada boquete del suelo salÃa un nuevo exo esqueleto con su arma disparando a lo loco. El pánico se hizo de inmediato y una marea humana de gente de rojo y blanco comenzó a arrasarlo todo.
Tipo duro, como impulsado por un resorte, entró en acción. Para estar gravemente quemado era increÃble la manera en la que se movÃa. En un instante incapacitó al más cercano y, de unos disparos imposiblemente certeros con el arma que le habÃa arrebatado, inutilizó las de los demás.
El nivel de rareza de aquello estaba alcanzando unas cotas desorbitadas, por no decir ridÃculas.
Tipo duro incrustó de un puñetazo la protección de la cabeza de uno de los acorazados en los hombros. Tras arrojar la armadura que habÃa inutilizado contra otros dos “invasoresâ€, saltó contra otro de ellos.
En su caÃda, el boquete sobre el que se alzaba su presa se hizo algo más profundo.
– Esto tiene ningún sentido – Tipo listo habló.
– Se nota que eres el lumbreras del grupo.
– Me refiero a que es más anormal que lo que hemos hecho hasta ahora.
– ¿Eso es lo que te dice tu rarómetro?
– Está cerca.
– ¿Quién? Como me respondas con una vaguedad te juro que te arreo.
– Supongo que se refiere a mi – el que respondÃa no era otro que el lÃder de los invasores.
– ¿Ves como no era tan difÃcil? A todo esto ¿y tú, eres…?
Una de las armaduras que habÃa arrojado Tipo duro aterrizó junto a ellos.
– A ver si tenemos un poco más de cuidado – el desconocido se apartó un poco mientras se quitaba e casco.
– Déjalo, ¿no ves que le hacÃa falta un poco de diversión? Te estabas presentando.
– Cierto. Soy Deux ex – alzando uno de sus brazos, agarró por el cuello a Tipo duro, que en aquel momento parecÃa indefenso.
– ¿Y has venido a ayudarnos, o a terminar con nuestros sufrimientos?
– A ayudaros, por supuesto. Aunque no me lo han puesto nada fácil.
Pues sÃ, maldito gorila.
¿A que gorila me refiero?
Al de Nintendo. Al puñetero Donkey Kong, que me hizo reincidir. Que me harÃa tropezar otra vez con la piedra de costumbre.
Vamos, que después de ver los anuncios del Donkey Kong Country en la tele (a todo esto, juegazo), aquellas mismas navidades me comprarÃa una Super Nintendo.
A ver, no me entendáis mal. La máquina bien merecÃa la pena un tiento (y alguno más también) pero estaba negando una vez más a uno de mis señores. Sin un Commodore a quien negar ante la cruz, esta vez traicionarÃa a Sega.
Bueno, tampoco es que la traicionase de una manera exacta (al menos no del todo) Al fin y al cabo la MegaDrive seguÃa en casa y ¿que queréis que le haga? del MegaCD, que habÃa salido un par de años antes, ni me habÃa enterado.
Lo mismo pasarÃa con “La respuesta de Sega ante la SNESâ€, el 32X, de cuya existencia no sabrÃa hasta mucho tiempo después (y que, seamos sinceros, de haber visto en su momento dudo mucho que me hubiese comprado)
Y hasta en año siguiente no saldrÃa la Saturn, que pasarÃa de una manera bastante discreta por las tiendas de la zona. A veces me pregunto ¿HabrÃa corrido la Saturn la misma si a los señores de Sega España, en lugar del “Canal Pirata†le hubiesen dado un tiento por estas tierras a los anuncios del amigo Segata Sanshiro?
No lo sé… pero nos habrÃamos echado unas risas.
Más adelante, tras tropezar de nuevo con la misma piedra, tropezarÃa de nuevo volviendo al redil de mi señora de los ludismos. Pero eso os lo contaré cuando toque cronológicamente.
Pues bien, a lo que Ãbamos.
Mi tropiezo con la piedra de costumbre me llevarÃa hasta los amorosos brazos de la gran “Nâ€, pero serÃa una recaÃda muy prolongada (pero bien aprovechada)
Durante mi etapa con Nintendo, la verdad es que probarÃa pocos juegos. No tanto por elección premeditada, como por imposición, llamémosla “socialâ€. Los juegos para la SNES (como todos los de la época) eran caros de cojones.
Si a esto sumamos que tampoco habÃa mucho entre lo que elegir (en Pamplona) y que, pese a que internet estaba a punto de llamar a mi puerta, no era lo que es hoy dÃa, el resultado fue que sólo me compré cuatro juegos para aquella máquina.
Por un lado estarÃan el mencionado Donkey Kong Country, su segunda parte y el R-Type, grandes juegos todos ellos. Por el otro, me harÃa con el Killer Instinct, que no es que fuese malo, pero que no dejaba de ser un Mortal Kombat con todo lo malo que aquello acarreaba. Vamos, que se dejaba jugar pero tampoco me emocionaba (ni él, ni el CD que te regalaban con su banda sonora)
Lo cierto es que en aquellos años no recuerdo haber visto por las tiendas la saga de los Super Mario pero, de haberlos visto no creo que les hubiera hecho mucho caso. No os creáis que era por un sentimiento de “madurez†mal entendida, sino que con esas mirando sus portadas no creo que me hubiesen llamado lo suficiente como para darles la vuelta (toooonto que puede llegar a ser uno)
Salvo el R-Type, me los acabarÃa todos (era chungo el condenado, y hasta que lo jugué con el MAME con sus “truquillos†no habrÃa manera de terminarlo) alguna que otra vez. Lamentablemente, en lo que parece haberse convertido en una (triste) tradición por mi parte, ahora soy incapaz de dedicarles partidas de más de unos minutos, antes de dedicarme a correr p’alante en lo que es más una carrera por llegar cuanto antes posible al final de la pantalla, que disfrutar del juego en sÃ.
Pero que le vamos a hacer. La chavalada se queja ahora de que los juegos “sólo†les duran veinte horas, y a mi me entran sudores frÃos si dedico a (casi) cualquiera de ellos más de veinte minutos. Será que no estoy a la moda.
El planeta llamado Jorune fue colonizado por el hombre hace cosa de tres mil quinientos años, pero su historia comenzarÃa mucho antes. Es más, la lÃnea temporal detallada en la tercera edición comienza en el año tres mil cien BC (antes de la colonización)
Tampoco es que el mundo comenzase en ese momento, pero la cosa comienza tal que asÃ:
3100 BC – Comienza la primera guerra shanthica.
2100 BC – Finaliza la primera guerra shanthica. Se establecen las siete sectas.
No hay más detalles, asà que no preguntéis. Un milenio de hostias, ahà es nada.
Después de esto nos dice como cada siglo (más o menos) se crearÃan diversos artefactos. AsÃ, en este orden, serÃan:
La creación de las primeras cle-eshtas por parte de Ca-Tra en el 2000 BC.
El comienzo de la construcción de las grandes ciudades por parte de Ca-Gobey en el 1900 BC.
La creación de las Elip ston por parte de Ca-Shal en el 1800 BC.
Y la creación de los Cetros de contención (Keeper rods) por parte de Ca-Du en el 1700 BC.
AsÃ, a saco. Nos empiezan a asaltar con nombres de tipos y cachivaches. Como a mi me gusta. Luego, eso sÃ, tienes un glosario en el que puedes mirar que narices significan todos esos conceptos. Pero de buenas a primeras la cosa desorienta un poco (aunque promete mucho)
Y la cosa se anima. En el año mil quinientos cincuenta antes de las colonias, al planeta llegan unas naves de exploración.
¿Humanas?
No
Lamorri.
La… ¿qué?
Joe, pues Lamorri, que hay que repetÃroslo todo.
¿Que quienes son estos?
Pues unos tipos que llegarÃan (con su flota) veinticinco años después con la poco amistosa intención de conquistar el planeta. Pero no llegarÃan solos. Junto a ellos llegarÃan, como sus aliados, los Cleash.
A su vez, sus tropas estaban compuestas por otras razas que ya habÃan conquistado con anterioridad: Los Thriddle llegarÃan como sus sirvientes, mientras que los corastin, croid, y ramian lo harÃan como sus esclavos.
Por su parte, los Cleash (más modestos ellos) traerÃan a scarmis.
Y claro, se lió gorda.
Que si comenzamos un programa para procesar y controlar el isho (la energÃa ambiental del mundo) Que si nos dedicamos a crear skyrealms artificiales. Que si destruimos las ciudades shanthicas. Que si nos ponemos a alterar y potencias los skyrealms naturales. Que si nos plantamos en Doben-al y nos dedicamos a hacer cosas nada agradables.
Vamos, lo de costumbre en cualquier invasión.
Tras completar sus edificaciones en Doben-al, Tan-Iricid, Ardoth y otras ocho localizaciones, activarÃan la primera de ellas que comenzarÃa a drenar el isho que la rodeaba. AsÃ, como quien no quiere la cosa, crearÃan el desierto de Doben-al.
Por suerte (para lo que le rodeaba) la ciudad de Ardoth serÃa sitiada por los shanthas y la construcción lamorri parcialmente destruida, antes de que pudiera ser activada.
Pero esto no desanimarÃa a nuestros amables visitantes, que comenzarÃan a exportar a otros mundo skyrealms.
Y parece que la cosa ya alcanzó un punto limite, asà que los shanthas se cabrearon y derribaron dos naves lamorri que orbitaban sobre el planeta, gracias a las elip ston (una de las cuales caerÃa sobre el su de Khodre)
Si a esto sumamos la liberaración de Eelshon She-evid (la caminante de portales) sobre Doben-al, y los cañones thosk, creados por Ca-Desti, magnificados por las cle-eshta, los lamorri huirÃan del planeta (dejando atrás a muchas de sus tropas multi racial)
Esta guerra durarÃa apenas setenta y cinco años. Una minucia para una raza que se habÃa dedicado a darse de toñas entre ellos durante un milenio.
Pero no contaban con unos tipos especialistas en los genocidios.
Mil cuatrocientos años después, el hombre desarrollarÃa el viaje más rápido de la luz (se masca la tragedia)
Tres años después, las primeras sondas robotizadas humanas llegarÃan a Jorune.
Doce años después, varias naves tripuladas por el hombre partirÃan de la tierra camino al recién descubierto mundo.
La primera expedición cientÃfica llegarÃa tras un viaje de tan solo dos años, y negocia con los shantha para que se les cedan unos terrenos para asentarse.
Once años después, ochenta naves partirÃan de la tierra con veinte mil hombre en su interior.
Y, claro, tras ocho años de relativa tranquilidad, los siguientes diez serÃan una cuenta atrás hacia el desastre.
Tras la llegada de los colonos (bueno, en realidad un poco antes) se harÃa evidente un pequeño problema: La flora del planeta era tóxica para los hombres. Asà que Iscin, uno de los cientÃficos de la primera expedición, serÃa el responsable del proyecto de creación de un vegetal que pudiese crecer en Jorune y ser alimenticio para el hombre, el Durlig.
Peeeero. Pronto llegarÃan noticias sobre tensiones en la tierra (aunque los dirigentes dicen “No preocuparse, todo va bienâ€)
Las naves que llegan al año siguiente traen noticias que desmienten los buenos presagios. Vienen a decir que cuando vuelvan a la tierra no van a encontrar a nadie.
Mientras tanto, y aprovechando la coyuntura (y el poder del que dispone) el señor se podrÃa a esparcir laboratorios por diversos sitios para proyectos personales; como por ejemplo el desarrollo de una raÃz que pueda crecer en los climas que habitan los ramian; el shirm-eh, en su laboratorio de Voligire. Pero antes de poder finalizar este proyecto serÃa reclamado en el Valle de Gauss.
Las primeras pruebas del durlug, una cepa a la que llamarÃan gerrig, es exitosa, pero solo a medias. Se puede plantar en Jorune, pero es muy complicada de extraer y preparar.
Las siguientes noticias que llegan del hogar, no son precisamente halagüeñas; la Tierra está en guerra, y no se van a mandar más naves con provisiones (en teorÃa “por el momento)
Asà que, claro. La gente se calienta y comienzan a surgir divisiones entre los colonos. Se incumplen los tratados, y se comienza a plantar durlig allá donde se puede (casualidad, varios de esos sitios son territorios sagrados para los shantha)
Los shantha pedirÃan que se atendiese a los acuerdos, pero no se les escucha. Durante una escaramuza, muere un hombre. Doce shantha son ejecutados en represalia.
Y lo que tenÃa que llegar, llego: La liaron bien liada.
Pero eso os lo contaré en la próxima entrada.
DÃa: Siguiente (por fin)
Hora: De las mejores del dÃa
Lugar: Mundo “realâ€
El lunes no habÃa estado mal. La verdad es que no habÃa estado nada mal.
Bueno, para ser sinceros el comienzo de la mañana habÃa sido un tanto extraño. Por un lado, Sandra no habÃa aparecido por el trabajo. Lo cual tenÃa su lado bueno, y su lado malo.
Por el lado malo, estaba el sentimiento de culpa ante la posibilidad de que la enfermedad que aducÃa como razón para no ir fuese mentira, y que la auténtica razón fuese que no querÃa verle a él.
Javi, el centro del universo atacaba de nuevo.
Posibilidades como que aquella enfermedad fuese cierta, que el domingo se hubiese agarrado una parecida a la del sábado, o que descansase en la cárcel por haber asesinado a su cuñado se pasearon por su mente, pero su ego y sus ansias autoflageladoras habÃan optado por descartar aquellas opciones (aunque a la tercera le daba alguna que otra vuelta por la cabeza, aderezada con la presencia de mutantes, derrumbamientos de muros, salvamentos in extremis, ninjas y ¿porque no? asesinos pontificios)
Por el lado bueno, estaba el sentimiento de relajación (no exento de culpabilidad) al llegar al trabajo y enterarse de que no serÃa un dÃa incomodo (al menos no en ese aspecto)
Como era de esperar en un lunes de San FermÃn, el curro habÃa brillado por su ausencia. Cuatro camiones a descargar en los muelles y poco más.
Asà que habÃa aprovechado para apropiarse de unas cuantas hojas de reciclaje de las amables señoritas de la oficina, y las habÃa pintarrajeado tratando de hacer dibujos (con escaso, por no decir nulo, éxito) para que finalmente acabasen en la basura. Para completar la mañana, y ya que estaba por la labor, también se dedicó a pulir algunas de las historias que daban vueltas por su cabeza.
El camino hacia casa se prometÃa igualmente tranquilo. No hacÃa demasiado calor, no habÃa mucha gente a la que esquivar, y la música que iba sonando de manera aleatoria por los auriculares era la que le apetecÃa en aquel momento.
Entonces le vino a la cabeza. Aquello era demasiado bueno. TenÃa que estar durmiendo, y se acababa de dar cuenta, asà que no tardarÃa en empezar a suceder cosas raras (o no tardarÃa en despertarse. Lo única duda era que pasarÃa antes)
Pero no. Para su alivio temporal, no estaba durmiendo (lo cual no fue óbice para que llegasen las cosas raras)
Se paró en un semáforo, y comenzó la fiesta.
La primera cosa, raro, lo que se dice raro, tampoco era. Parada junto a él, se encontraba “ellaâ€. La chica que habÃa visto ayer mientras volvÃa para casa (y que no se podÃa quitar de la cabeza desde entonces).
No sabÃa porque habÃa mirado para aquel lado (bueno, en realidad sà que lo sabÃa, pero en aquel momento le entró una duda estúpida) Con lo tranquilito que estaba mirando hacia adelante.
Bastó un segundo, menos tiempo aún que el que le dedicó en la anterior ocasión, y ya comenzó de nuevo a activarse el mecanismo que daba inicio al bailoteo de la caballerÃa cosaca (caballos incluidos) en su cabeza.
Pero es que, aquella ¿mujer?¿chica? era tan… tan…
Irrelevante. Ya volvÃa con la tonadilla.
Ella no era irrelevante. DebÃa serlo, pero no lo era.
Vamos a ver, sólo era una chica (muy) guapa. Otra desconocida más, como habÃa millones en el mundo, como otras tantas que ignoraba dÃa a dÃa. Pero aquella mujer tenÃa algo…
Irrelevante.
Que sÃ, que sólo es una (otra) tÃa.
Que no la mires.
Ahora no la estoy mirando.
Que no pienses en ella.
Trataba de no pensar en ella. Que las su monologo interior se callase, pero sabÃa que no iba a conseguirlo.
– Vamos a ver – giró su mente hacia sà mismo y se habló – Estoy en ello. Déjame tranquilo con el asunto y puede (sólo puede, tampoco prometo nada) que me concentre lo suficiente para dejar de pensar en ella.
Eso es mentira. En cuanto se callase aquella vocecilla la cosa iba a ir a peor. EmpezarÃa a cuestionarse lo divino y lo humano.
Que si no debes mirarla porque es una perdida de tiempo y no vas a volver a verla (tampoco vas a pararte a hablar con ella ¿para qué?)
Que si no puedes pensar en una relación (¡UNA RELACIÓN!) basándote únicamente en la apariencia de una persona.
Que tienes que ser ecuánime con tu atención a los demás (¿pero quien te crees que eres?) que si no los conoces (¿y asà como pretendes conocer a nadie?) o los ignoras a todos o les haces a todos el mismo caso (¿Pero tu te escuchas?)
Que si fuese un tÃo no le harÃas ni caso. Triste pero obvio (triste ¿por qué?)
¿Por qué no puedes ignorarla?
Le costó un poco, pero se dio cuenta de que ya estaba haciendo todo aquello que se decÃa que no querÃa hacer. Que le estaba dando vueltas y la cosa iba a ir para largo.
Asà que ya sabÃa lo que tocaba.
Vamos a ello.
Un rayo golpeó el suelo justo a su lado. De no haberse apartado en el último momento ahora serÃa un pedazo de churrasco muy hecho.
Mirando al cielo, vio que otro se dirigÃa hacia ella. De un salto la apartó de su trayectoria para recibir él el impacto, pero de poco le sirvió. Un haz tractor estaba izándola ¿Quien estaba haciendo aquello, y que querÃan hacer? ¿QuerÃan matarle a él, o a ella? ¿QuerÃan matarla o raptarla?
Levantándose dolorido sus piernas le impulsaron hasta lo alto del semáforo, sólo para apoyarse, ganar inercia y llegar hasta lo alto de una farola. De ahà a la barandilla de un balcón cercano, para rebotar en él y poder llegar a lo alto de uno de los edificios donde darÃa el salto final que le impulsarÃa hasta las alturas.
Mientras volaba no sabÃa que le esperaba en las alturas. Al cruzar las nubes aún no lo tenÃa decidido ¿Dioses o extraterrestres?
Venga, extraterrestres. Se protegió la cabeza con los brazos para prepararse para el impacto y creó una brecha en el casco metálico de la nave al atravesarlo.
Una ves en el interior, dudó. Igual mejor dioses.
Golpeado por los rayos del sol, ahora más cercanos, avanzó por la cima de aquella montaña.
Aunque… igual mejor extraterrestres.
El aire viciado de los pasadizos que recorrÃa se veÃa sacudido de vez en cuando por pequeñas descargas de estática. Por suerte, las abundantes sombras que lo cubrÃan todo le ayudaban a esconderse de las patrullas que la custodiaban.
¿Y como me aclaro para llegar a donde la tienen encerrada? No quedarÃa muy lógico (¿lógica?¿aquÃ?) que pudiese entender lo que decÃan o leer si lengua.
Venga, vamos a volver a lo de los dioses, y no nos complicamos demasiado.
Allà estaba ella. Suspendida en el aire delante de sus hermanos, estos trataban de arrebatarle su poder a aquella divinidad que habÃa preferido vivir entre los hombres.
SÃ, definitivamente, los dioses eran una elección mejor.
Cargó entre las filas de los titanes arrebatándoles su presa. No se atrevÃa a mirarla para no quedar paralizado por su resplandor (¿resplandor?, sÃ, casi mejor resplandor. Belleza y sus sinónimos estaban ya muy vistos)
– ¿Quien eres? – dijo ella – ¿Por qué haces esto?
– Sólo soy un hombre que trata de hacer lo correcto.
– No te sacrifiques por mi.
– Lo siento
– ¿Por qué?
– Por no no poder conocerte mejor. Por no poder hacer lo que me pides.
La arrojó tan lejos como pudo, mientras se encaraba a sus hermanos.
– ¿Quien eres? – preguntó uno de ellos – ¿Quien osa contravenir nuestros designios?
Mmm. Se planteó la respuesta molona “Vaya birria de dioses que sois si ni siquiera sabéis esoâ€. Pero optó por una más clásica. Más “dramática†y adecuada para los tintes que estaba tomando aquello.
– Un hombre – dijo finalmente – Sólo soy un hombre.
Y cargó contra ellos para cubrir tanto como pudiera la huida a aquella desconocida.
El semáforo se puso en rojo. Comenzó a caminar tan rápido como se lo permitieron sus piernas y cruzó la carretera como una exhalación sin mirar hacia atrás.
Durante unos momentos se planteó el retomar aquella historia, pero enseguida lo descartó. Demasiado facilona, aunque habÃa servido a su propósito.
El lÃder de los extraterrestres aterrizó creando un boquete en la carretera. Varios de los coches que no pudieron frenar a tiempo se precipitarÃan en aquella abertura.
Del interior del cráter, aún humeante, surgió la imponente figura de la armadura potenciada de aquel ser.
– Hemos estado muy cerca – dijo – Pero esto aún no ha terminado.
Igual habrÃa sido mejor elegir a los extraterrestres.
Era joven e inexperto y el tipo era un conocido de mi padre (empezando asÃ, esto parece el comienzo de un relato de relaciones poco adecuadas, pero tranquilos, mis traumas nada tienen que ver con cosas de esas)
El tiempo pasaba, y la familia de ordenadores que tenÃa a mi disposición iba ampliándose y mutando.
El tres ocho seis del trabajo digievolucionarÃa a pseudo pentium a setenta y cinco megahercios, y digo pseudo, porque me timaron (a cuento de esto venÃa el párrafo de introducción)
De todas formas no me enterarÃa del engaño hasta un tiempo después, cuando el disco duro (¡DE UN GIGA!) se fastidiase y el amigo que me lo reparó me lo comentase. Llenos de justa ira mirarÃamos la factura a ver si podÃamos reclamar algo, pero sólo ponÃa “Ordenador a setenta y cinco megahercios†El hombre, por teléfono me asegurarÃa que él nunca habÃa dicho que nos habÃa vendido un pentium, asà que ante un plan de horas de discusión estúpida, optarÃa por colgar cuando veÃa que el ciclo de monólogos comenzaba su segunda fase.
No sé si aquel incidente alimentarÃa mi desconfianza ante los ordenadores “pre-montadosâ€, pero la cosa es que, entre esto y lo que nos pasarÃa unos pocos años después con la siguiente tanda de equipos “te-los-vendo-como-están†todo el parque de ordenadores personal, de amigos y del trabajo lo he ido montando pieza a pieza.
Pero claro, mi confianza electrónica aún se estaba desarrollando, la información de la que disponÃa para meter mano entre la circuiterÃa era más bien escasa, y las máquinas eran demasiado caras como para andar practicando método de prueba y error.
Con aquel ordenador vendrÃa otro cachivache nuevo: Un escáner no-se-qué.
A ver, que sà que sabÃa que era aquello, pero era lo que más fácil me salÃa cuando trataba de decir el tipo de conexión que utilizaba. Porque en aquellos tiempos, como que “escasi†no me decÃa mucho a mi ni a casi nadie que se lo dijese. Asà que, entre la traducción/vocalización de SCSI que me salÃa entonces (que era… pues eso; ese-cé-ese-i) o decir “Un palabro u acrónimo guiri que no tengo ni idea de como pronunciarlo y que tampoco me dice nada†pues optaba por el camino de en medio.
Pues bien, gracias a aquel artefacto iba a cargarme los lomos de mis libros de ilustraciones de TSR y artistas diversos, y realizando retoque cutres con el Picture Publisher que venÃa de regalo.
Aquello era un tanto agónico y casi te costaba tanto dibujar a mano aquellas imágenes que lo que tardaban en ser escaneadas. Además, luego tenÃas que andar comprimiéndolas y partiéndolas en cachitos para poder pasarlas a otro ordenador (y rezar para que los discos no se jodiesen en el trayecto) asà que útil, lo que se dice útil, no era en aquel momento (pero todo llegarÃa)
De todas formas lo que me encantaba de aquel cachivache era trastear con los interruptores de la controladora, mirar el manual y aquellos números en hexadecimal (que tampoco me decÃan nada) y cambiar la configuración una y otra vez (no me miréis asÃ, cada uno tiene sus vicios, aunque luego el maligno señor Gates me robase ese placer)
Por otro lado, mi pequeñin (el de casa) también se harÃa mayor. De cuatro ocho seis mutarÃa en pentium noventa. No, aún no me tocarÃa a mi pegar el salto, sino que confiarÃa en otras manos expertas. En aquella ocasión, las manos que obrarÃan el milagro serÃan las de algún técnico de una tienda valenciana que se anunciaba en los tochos semanales de la “GuÃa de compra de ordenadoresâ€
Fue tan sencillo como empaquetar mi über torre, mandarla por transporte, que me llamasen por teléfono preguntarme si las tripas de mi ordenador tenÃan que estar revueltas, cagarnos en los muertos de Seur, y recibir mi flamante viejo ordenador con un nuevo interior.
En el ámbito de la gestión empresarial, cambiarÃamos del Bull con su vetusto Unix y pantallas en fósforo verde, a un servidor Fujtisu con sus terminales tontos funcionando bajo Theos y su flamante… monocromo y un programa de búsquedas que era un dolor (en fin, que le vamos a hacer). Más adelante (mucho más tarde, más concretamente en el nuevo milenio, cuando me lo llevase a casa) descubrirÃa que el “flamante†súper-servidor un cuatro ocho seis. Con arquitectura propietaria de Fujitsu y que sólo aceptaba su propia (y obscenamente cara) memoria, pero no sé que me da que nos la volvieron a colar (malditos, malditos, informáticos) (Ups, igual no tendrÃa que haber dicho eso) Pero bueno, que le vamos a hacer.
Para terminar de redondear el asunto, mientras todo esto sucedÃa, en una trama secundaria, algo sucedÃa en la oficina que ocupaba mi hermano dentro de la tienda. Algo terriblemente misterioso que tendrÃa cataclÃsmicas e inesperadas consecuencias a nivel universal. Llegaba un nuevo inquilino electrónico hasta el negocio. Nada hacÃa pensar que aquel pequeño pentium cien ocultase en su interior (bueno, en realidad en su exterior) aquel terrible poder. Porque conectado a su puerto seria habÃa un misterioso artefacto: Un módem (externo)
No, en aquel momento no relacionaba aquello con el cacharro que usaban en Juegos de guerra (… no tenÃas que colgar el auricular del teléfono encima) pero pronto. Muy pronto, se desencadenarÃa todo su potencial.
Pero bueno, para eso habrá que esperar un poco, porque en la siguiente entrada volveremos a tropezar con la piedra de costumbre.
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